Llegó la oportunidad.
Continué mirando a mi esposo caminando por la calle. Con la botella de aceite en mis manos, recordé que, hace ya casi un año mi vida se transformó. En ese tiempo se hicieron más evidentes los cambios en mi marido. Vestía con la mejor ropa que tenía y con frecuencia salía de casa diciendo ir a visitar a los amigos. Regresaba a casa en la madrugada. Aunque su trato hacia mí, seguía siendo el mismo, siempre con respeto y cariño, hubo un cambio notorio en nuestras relaciones sexuales, se hicieron muy espaciadas. Sí, adivinaron: la clásica historia de la mujer que su pareja le anda poniendo los cuernos. Ya hace un año que confirme mi sospecha. Ese día pedí un coche prestado y le seguí tan pronto salió de casa. Se detuvo frente a un edificio, a los pocos minutos salió una mujer, subió al coche, se besaron. Los seguí hasta el motel donde entraron.
Quise llorar pero me contuve, llegué a casa y no pude más, fui a mi recamara y lloré un rato largo, hasta descargar por completo mi coraje. Fui interrumpida por el timbre del teléfono. Era mi hermana quien quería saber si podía traer a mi pequeña hija de cinco años. Me arreglé para que no notara que había llorado. Mi hermana llegó, salí a recibirle con un vestido corto entallado a mi cuerpo, con escote que dejaba ver algo de mis tetas. Ella alabó mi buena figura diciendo que si mi marido no se enojaba que vistiera de esa forma, un poco provocativa. No le contesté, yo nada más reí muy fuerte, a carcajadas. Tan pronto se fue, mi hija corrió hacia sus juguetes. Las palabras de mi hermana me hicieron dudar respecto a los cambios de mi cuerpo, a cuando era soltera. Me miré reflejada en el espejo de la sala, mi cabello castaño largo contrastaba muy bien con mi piel blanca. Puse mis manos en la cintura, me paré sobre las puntas de los pies levantando mi cadera. Di varias vueltas observándome en el espejo. Note que había subido unos pocos kilos en comparación a como estaba antes de que me embarazara. Se habían acumulado un poco en mis pechos, mis tetas se hicieron mas grandes, ahora uso brassier talla 40, aunque el mayor cambio lo noté en mi cadera, en especial mis nalgas se veían más grandes y redondas. Sin describirme como un súper cuerpazo, lo cierto es que la gente que no me conoce se sorprende al saber que tengo una hija de cinco años, pues mi cuerpo conserva su forma juvenil, inclusive muchos se refieren a mí como la señorita Mary. Los piropos de los compañeros de trabajo, son frecuentes especialmente a mi colita respingona, lo que confirma que soy atractiva a los hombres, uno que otro alaba mis ojos claros aceitunados. ¡Que contraste! ¡Se supone que estoy muy buena y mi marido ni me pela! – pensé.
Seguí con mis actividades rutinarias, y mi esposo también, me refiero que continúo con su buen trato hacia mi, excepto en la cama. A mis veintidós años de edad, es muy difícil mantenerse sin sexo, muchas veces recurrí a mi ‘mano amiga’. Mis manos son pequeñas, con ellas lo que mas disfruto es acariciarme mi conchita. Me gusta tener mi pubis rasurado dejando una línea de vellos en la parte central, así mi conchita queda, con sus labios grandes desnudos, muy accesible cuando la quiero acariciar. Encontré muchas formas de autosatisfacerme, me exploré toda, poco a poco fui encontrando sitios que me producían mucho placer. En particular me gustaba ir a la tina de bañó y acomodar mi sexo bajo la llave del agua. Sentir como el chorro de agua cae sobre mi clítoris me calienta muchísimo, me imagino que es la lengua de un hombre la que me produce esas sensaciones. Alcanzó orgasmos enormes de esa manera. En fin eso no fue suficiente, la necesidad de sentir un hombre dentro de mi fue aumentando. Una ocasión mientras me masturbaba, acostada boca abajo sobre mi mano, chupé el dedo de la mano libre, me imaginé que tenía un pene en la boca y que otro me penetraba. Tuve un orgasmo mayúsculo. Ahí me di cuenta que la falta de sexo estaba llegando a extremos que no imaginaba y que alguien me tenía que dar lo que mi cuerpo reclamaba.
En mi trabajo todo transcurría normalmente, siendo piropeada por mis compañeros, varios me aventaban los perros muy directamente, pero ninguno me llamaba la atención. En esas estaba cuando se presentó Tony, un chofer de trailer a quien trataba por teléfono desde hace varios meses pero no le conocía en persona. Llegó para hablar personalmente sobre los encargos y número de camiones necesarios para el próximo envío. Sin parecer estrella de cine ni nada de eso, Tony me cayó muy bien, era simpático, alto, fornido y agradable para conversar. A pesar de ser quince años mayor que yo utilizaba un lenguaje no formal. Debido a que las entregas de la compañía aumentaron, yo me vi obligada a tratar directamente con Tony más seguido. Como a los seis meses de que lo conocí, en un descanso del trabajo, decidimos comer juntos y regresar para terminar los pedidos. Ahí durante la comida, empezamos a platicar de nuestras cosas personales. Como era de suponerse él era casado, con hijos y con una relación estable. Me inspiró confianza y le platiqué mi situación con mi pareja. El fue muy atento, hasta algunos consejos me dio.
Pasó más tiempo y todo siguió igual, menos las relaciones sexuales con mi pareja, se hicieron más escasas y sin ninguna pasión. Mi deseo de ser amada aumentó. La indiferencia sexual de mi pareja ya no me importó, estaba decidida a todo. Para ese entonces hablaba muy abiertamente de sexo con Tony, bromeando y toda la cosa. Por primera vez pensé en que él me podría ayudar en ese sentido. En la siguiente ocasión cuando teníamos que regresar a terminar el trabajo, le propuse a Tony terminar de una vez los pedidos y después ir a comer y así, evitar regresar a la oficina. El estuvo de acuerdo. Al terminar el trabajo, Tony preguntó a que sitio me gustaría ir a comer. Yo le dije en un tono de broma, muy insinuante:
- Yo voy a donde tu quieras
- ¿De veras a donde yo quiera? – dijo el respondiendo mi broma.
- A donde tu quieras, menos un lugar
- A caray ¿A que lugar no irías conmigo? – preguntó intrigado.
- A cualquiera, menos a tu casa – dije sonriendo.
El rió muy fuerte, dirigiéndose al auto. El arrancó el coche aun con la sonrisa en la boca, de detuvo en un restaurante de comida rápida, bajó y en pocos minutos regresó con ensaladas y bebidas. Antes de arrancar nuevamente el coche, me habló muy serio: - ¿Estas segura? Le respondí que sí. Se dirigió a un motel. Pasamos al cuarto, nadie habló, yo me encontraba muy nerviosa, aunque no se lo demostraba. Intenté quitarme la ropa y él me detuvo. Quise hablar pero él calló mi boca con un beso. Mis labios se abrieron un poco para corresponderle. Nos besamos apasionadamente, después continúo besándome el cuello, fueron besos muy suaves y tiernos. Despacio, casi sin que yo me diera cuenta, el retiró mi blusa y brassier, besó mis pechos con la misma pasión. Yo simplemente metí los dedos de mis manos entre su pelo, acariciándolo y ofreciéndole mis tetas. Supe que Tony me llevaría al paraíso. Con la misma delicadeza me quitó la falda y panty ¡Wow! Me trataba con mucho cuidado, como si fuera una muñeca de porcelana. Me recostó en la cama y sus besos fueron bajando hacia mi abdomen, acercándose a mi pubis. Yo sentí como un líquido caliente escurría de mi conchita. Tony continúo sus besos sobre mi sexo, no me di cuenta cuando su lengua sustituyó a sus labios. A las primeras lamidas me llegó el primer orgasmo. Yo cerré mis ojos, tenía ganas de gritar y demostrarle como me estaba haciendo venir. Mis gemidos, aunque contenidos, debieron ser escuchados por Tony, quien aumentó los movimientos de su lengua. Su boca estuvo pegada a mi sexo por largo tiempo, no imaginé que fuese a sentir un placer como ese, pues aunque mi pareja muy ocasionalmente me hace sexo oral, con Tony era completamente diferente. Cuando sentí que Tony retiraba su boca, abrí los ojos, viendo como él tomaba mis tobillos con sus manos separándolos al máximo y levantándolos. El hincado frente a mi, colocó su pene sobre mi sexo, lo frotó varias veces sobre mi conchita, recorriendo mis labios vaginales y tocándome el clítoris con la punta.
- Acomódalo – me dijo.
Lo tomé con mi mano, era la primera vez que tomaba un pene que no fuera el de mi marido. Mi mano recorrió todo lo largo de su miembro. Me di cuenta que era más ligeramente más larga que la de mi marido. Lo coloqué en la entrada de mi vagina. Con cuidado y lentitud, él me metió la punta, con mi mano jalé mi labio vaginal, para que me penetrara más fácilmente. Él hizo su cadera hacia delante enterrándome todo su pene sin dificultad. Metió toda la longitud de su pene dentro de mí. Sentí riquísimo, campanas, alarmas y cohetes sonaban en mi cabeza ¡Que rica penetración! El comenzó el mete y saca, cada vez aumentando la velocidad de la cogida. Yo solo escuchaba el sonido de una olla express a todo vapor en mi cerebro. Moví mi cadera para acompañar el entrar y salir su miembro. Tony soltó mis tobillos y colocó sus puños cerrados a los lados de mis hombros, apoyándose en sus puños y rodillas para sacar y clavarme todo su miembro. Me cogió una y otra vez muy rico. Yo abracé su cintura con mis piernas, aflojando mi cuerpo concentrándome en gozar y recuperar el tiempo sin sexo pleno. Un calor especial llenó mi cabeza. Ya no contuve mis gemidos que fueron muy sonoros cuando me llegó el orgasmo. Yo me sujeté de su cuello con mis brazos y le besé la boca con desesperación, moviendo mi cadera rapidísimo para tratar de exprimir su palo con mi vagina. Prácticamente quedé colgada de él. Tony puso una mano detrás de mi cadera, empujándome contra él. Mi orgasmo se hizo largo. Terminé, pero yo aún quería más verga. Me descolgué de Tony, volteándome inmediatamente, para que me penetrara desde atrás. El puso una mano en mi abdomen, y me jaló hacia su cuerpo. Sentí las arremetidas fuertes de su pene, muy profundas. Su otra mano me acariciaba la espalda y el cuello. Sentí sus dedos cerca de mi rostro, moví mi boca para alcanzar uno de sus dedos y se lo chupe como si fuera un pene. Tony aumentó la fuerza con que me cogía, haciéndome venir otra vez. No entendí lo que me dijo, pero él también estaba gozándome. Sus palabras fueron seguidas de una gran cantidad de líquido caliente en el fondo de mi vagina. En medio de mi venida sentí los espermas de Tony dentro de mi conchita. Cuando terminó de venirse, se dejó caer sobre mí, rodando su cuerpo inmediatamente para quedar a mi lado.
- ¡Uhhhfffff! ¡Que venidota! – me dijo.
- ¡Sí, estuvo rica! – le contesté.
- ¿Cómo es posible que tu marido no te atienda? – dijo asombrado. ¡Estas buenísima y mira que te mueves muy sabroso!
Yo no dije nada, no era tiempo de platicar. Simplemente me hinqué dirigiendo mi boca directamente a su miembro. Puse mi mano en sus testículos, acariciándolos mientras trataba de hacer reaccionar su pene otra vez. Con mi mano bajé el cuerito de su cabeza y con mi lengua recogí los restos de semen que habían quedado ahí. Probé su semen, me gustó. No había pensado que tener manos pequeñas es una ventaja, con ellas podía agarrar completamente sus huevotes, además, cuado le tomé el palo para masturbarle, mi mano dejaba un buen tanto de su miembro libre, que desde luego lo metí en mi boca para mamarlo. El miembro de Tony poco a poco reaccionó. En poco tiempo se puso completamente duro, yo seguí mamándolo y acariciando sus huevos con mi mano. Sentí la mano de Tony acariciando mis nalgas, celebrando lo grandes y firmes que están. La necesidad de tener la verga adentro me llegó otra vez. Dejé mi mano en su palo para metérmelo tan pronto lo cabalgué. Nos tomamos de las manos entrelazando nuestros dedos, él dejando que yo me clavara su miembro al ritmo que yo quisiera. Primero subía y bajaba mi cadera lentamente, enterrándome por completo su pene, después me moví en todas las direcciones. Tony levantó sus antebrazos, sin soltar mis manos, para que sus codos sirvieran de apoyo a mis brazos. Cada movimiento de mi cadera fue acompañado de presión de mis piernas y vagina sobre su miembro. Yo quería hacer gozar también a Tony. Poco a poco sentí como mi orgasmo se preparaba, mis movimientos fueron violentos cuando me vine otra vez. No dejé de moverme, me concentré en hacer terminar también a Tony, prolongando así mi orgasmo. De pronto él soltó mis manos y agarró mis pechos con fuerza dándome unas metidas de palo muy fuertes; también se vino.
Nos quedamos acostados, yo abrazándole y el descansando.
- ¡Chiquilla loca! – me dijo.
- ¿De veras piensas que soy una chiquilla? – le pregunté.
- Claro que no, me acabas de demostrar que eres toda una mujer. Me refiero a que eres muy joven para meterte con un tipo de mi edad. Además yo no puedo ofrecerte algo.
- No te estoy pidiendo nada, si mi marido se divierta con otra, yo también me divierto, ¿no crees?
- Esta bien, quedamos claros que solo nos veremos para divertirnos.
- Estoy completamente de acuerdo – le confirmé a Tony.
Continuamos platicando. Por mi lado, le aclaré que la edad no era impedimento para mi, lo que yo necesitaba era un hombre. Además le dije que acerté al meterme con un tipo mayor y con más experiencia que yo. Tony me había dado placer que nunca había alcanzado con mi marido. El no logró entender como es que mi marido no viera la ardiente mujer que tiene en su casa.
Las siguientes dos cogidas, por igual, fueron de película. Nos encontramos en secreto otras dos ocasiones únicamente, con intervalos como de ocho o diez semanas. No es fácil vernos. El por su trabajo, a veces se ausenta por semanas y además atiende a su familia. Por mi lado, tengo dificultad de encontrar pretextos para que alguien cuide a mi hija y darme tiempo para verme a escondidas con él. En el trabajo nadie sospecha cuando él me llama, ya que de tiempo en tiempo, por razones del trabajo, nos llamamos con frecuencia. En fin, algo interesante sucedió la tercera vez que nos vimos. Fuimos a un motel de la periferia de la ciudad, el quiso ducharse antes de coger. Mientras le esperaba encendí el televisor, éste había quedado en un canal con videos porno. La película era de una mujer cogida por dos tipos. Mientras ella le mamaba el miembro a uno de ellos, el otro la penetraba por detrás tipo perrito. Después los dos tipos terminaron sobre la cara de la chica. Eso me recordó la vez que me masturbe pensando en dos penes, lo cual me calentó muchísimo. Decidí apagar el televisor y esperar ‘bien preparada’ a Tony. Por supuesto que él disfrutó las consecuencias de mi calentón. Yo me vine muchas veces, perdí la cuenta de cuantas veces fueron. Hice terminar a Tony tres veces esa tarde. Inclusive él comentó que realmente se notaba que estaba yo urgida de sexo.
Luego vinieron los días, semanas más bien, de espera. Como a los diez días sin sexo, nuevamente me masturbé boca abajo. La imagen de la chica disfrutando de los dos hombres vino a mi memoria. Sin pensarlo, me hinqué sobre la cama, separando mis rodillas me introduje el dedo en la vagina lo más que pude y chupé mi dedo al mismo tiempo, pensando en la escena del video del motel. Tuve un orgasmo muy fuerte y rico. En los días siguientes no podía dejar de pensar en que se sentiría hacer el amor con dos hombres al mismo tiempo. Eso me preocupó, pensaba que no era normal. ¿Sería acaso mi necesidad de sexo tan grande? Tony me satisface muy bien, aunque no tan seguido como yo quisiera. Me coge de muchas maneras, se nota que no soy la primera mujer con quien ha engañado a su mujer. Tal vez simplemente yo quería experimentar cosas nuevas.
Como a las seis semanas se presentó la oportunidad de acabar con mi curiosidad. Tony habló a la oficina, a eso de las diez de la mañana, para decirme que estaría llegando a la ciudad a las tres de la tarde. Me dijo que venía de regreso del viaje en su trailer y que antes de llegar a su casa quería ver si era posible que nos encontráramos. A mi me pareció muy buena idea, inmediatamente pensé en que lo agarraría ‘descansado’ de sexo, aunque no de trabajo. Le dije que le pediría a mi hermana cuidar de mi hija con el cuento que saldría de trabajar mas tarde.
- Hay otra cosa que te quiero decir – advirtió Tony.
- ¿De que se trata?
Tony me dijo que viajaba con Carlos, otro compañero chofer, cuyo trailer se averió y tardarían tiempo en repararlo en la última ciudad donde dejó el pedido, tuvo que darle un aventón. Habían parado porque Carlos quería utilizar el toilet, Tony aprovechó para llamarme. El amigo, también casado, venia insistiéndole en ir a que les dieran masaje corporal antes de llegar a sus respectivas casas.
- Entonces nos vemos después del masaje – le propuse.
- Es que no quiero ir al masaje, no es un mensaje normal – me dijo Tony.
- ¿No te entiendo, explícame?
- Son masajes relajantes, que incluyen masaje de todo – me respondió.
- ¿Qué es todo? – le pedí me aclarara.
- Te dan masaje en todo el cuerpo, menos en las pestañas- me dijo
- ¡Aja! ya entiendo. ¿Tú has ido a esos masajes? Responde con la verdad – le anticipe.
- Pues la verdad sí, unas pocas veces. Pero ahorita ando corto de plata para ir.
- ¡Ya veo!, por eso me llamaste, si tuvieras plata no te hubieras acordado de mi – le dije enojada.
- No, claro que no ¿Cómo crees? – habló con preocupación – te lo mencioné porque no encuentro como negarme a la insistencia de Carlos.
- Simplemente dile que no y ya
- Ya le habló a su esposa diciéndole que viene conmigo. No podría yo llegar antes y el después.
- ¡Ah ya veo! ¿Por qué no llamas a tu masajista particular? – le sugerí a Tony.
- ¿Mi masajista particular? Yo no tengo a nadie …..
- Soy yo – le interrumpí - así no gastas plata, no te voy a cobrar.
- ¡Como crees! El insiste en que vayamos a un spa que conoce. Y por supuesto que no le puedo decir que me veo contigo.
- Pues si tú quieres, yo puedo dar masaje a los dos – esa era la ocasión esperada por mí.
- ¿Tu? ¿A los dos? A lo mejor no entendiste, no es nada más masaje….
- Sí entendí – le volví a interrumpir – ¿Has visto alguna vez a la masajista dándole masaje completo a otro tipo? – recalqué la palabra completo.
- ¡No, claro que no!
- ¿No te gustaría verlo? – le dije en tono muy cachondo.
- Estee, estee…no se
- ¿Qué, no nos encontramos para divertirnos?
- Sí, pero no pensé que en esa forma.
- ¿Te parece si probamos? Si no nos gusta, no lo volvemos a hacer y ya.
- ¡Está cabrón! Déjame pensarlo y luego te llamo.
- Está bien, espero tu llamada.
Desde que colgué el teléfono, mi conchita se mojó toda. Nada más de pensar en la posibilidad de poder estar yo dándoles ‘masaje’ completo a dos hombres me puso en un estado muy caliente. Ya no me podía concentrar en mi trabajo. En mis adentros deseaba que Tony aceptara. Cada vez que sonaba el teléfono, presurosa contestaba esperando que fuera Tony. Finalmente como a las dos de la tarde, llegó su llamada. Me confirmó que llegarían en media hora a un hotel sobre la carretera. En principio Carlos había aceptado ver a su ‘masajista particular’, ahora Tony necesitaba confirmar la ‘disponibilidad’ de su masajista.
- ¿Estás segura? – me preguntó.
- Es cosa de probar, a ver que pasa. Aunque la verdad no se que hacer.
- ¿A que te refieres?
- Es que nunca he dado un masaje, creo que debemos disimular, pretendiendo que sí soy masajista ¿No crees?
- Si, tienes razón – me dijo Tony en tono pensativo. Mira, compra una botella de aceite para masaje en cualquier farmacia y la untas en nuestros cuerpos ¡Eso! Eso! Lo frotas en nuestros cuerpos – dijo emocionado – ya después vemos que pasa.
- Está bien, lo compraré. Me llamas al celular para saber en qué habitación te busco.
Me dio detalles del hotel donde nos veríamos, fue uno situado a veinte minutos de la ciudad. Quedé de llegar como a las cuatro de la tarde, en lo que arreglaba las cosas de la oficina y todo eso. Mi excitación aumentó, claramente sentía mi conchita completamente empapada y con un cosquilleo muy rico. Arreglé el asunto con mi hermana, me apresuré a las cosas de la oficina y en minutos me encontraba en un mall cercano. En la farmacia me mostraron varios aceites. Elegí dos por su aroma muy sexy. Cuando pagué, la cajera me dijo en tono de broma:
- ¡Que disfrutes tus aceites!
- ¡Seguro! - le respondí.
- Ahí venden cosas para sacarles más provecho – me dijo señalando una tienda de lencería.
- ¡Claro que pasaré! – le dije.
Me detuve frente a los aparadores de la tienda, ni siquiera había pasado por mi mente, entrar a la tienda. Lo cierto era que la llamada sorpresiva de Tony, me había tomado desprevenida, quiero decir tenía ropa interior normal. Pensé que sería necesario algo de ‘equipo’ o vestuario para una mujer que se dedica a dar masajes en hoteles. Entré a la tienda, la plata me alcanzó para comprar una tanga de hilo dental y brassier blancos muy pequeños de tela fina que hacían juego con mis zapatillas. Ahí recibí la llamada de Tony. Ya estaban hospedados y se darían un baño mientras yo llegaba. Me dio su número de habitación para entrar directamente sin preguntar en la recepción.
En el trayecto al hotel me sentía extraña, excitada y a la vez temerosa. Quizá me había precipitado. Tal vez hubiese sido mejor conocer primero a Carlos y después decidir. En fin, ya era tarde para arrepentirme.
Me dirigí a la habitación de Tony, ahí me encontré a un tipo, en bata de baño, esperando que abrieran la puerta. Sin duda se trataba de Carlos. El era más o menos de la misma estatura que Tony, más moreno, un poco más gordo que Tony, pero también simpático.
- ¿Aquí pidieron un servicio de masaje? – le pregunté al tiempo que abrieron la puerta.
- Pásale cariño – dijo Tony. Carlos, ella es Joana (me cambió el nombre), Joana el es Carlos.
- Encantado señorita – dijo Carlos asombrado al conocerme.
- Hola – les dije, dándoles un beso en la mejilla.
Tan pronto entré al cuarto, me dirigí al baño. Pidiéndoles que se pusieran cómodos mientras me preparaba. Me quité la ropa y me maquillé muy sexy, desde ahí, escuché sus comentarios:
- Pinche Tony ¿Dónde la conseguiste? Esta lindísima!!
- Esta muy buena ¿Verdad? – dijo con tono presumido.
- ¡Buenísima! ¡Esta rechula la chavala! ¿Y así como esta de buena, así es para los masajes?
- ¡Mejor! – respondió Tony.
- No mames, ¡debe de salirte carísimo!
- Ya sabes, uno que puede darse esos lujos...
Pinche Tony, igual que todos los hombres de fanfarrón y chismoso. Bueno en realidad me sentía halagada por los comentarios de los dos. Mi excitación crecía y mi temor desapareció. Terminé de maquillarme, me alboroté el pelo, unte aceite en el cuerpo para darle brillo a mi piel y me puse la lencería que compré. ¡Ups! El top apenas me cubría los pezones de mis tetas, que hacia que se vieran mas grandes. La tanga también apenas me cubría mi sexo, y por atrás pude sentir que parte de mi culito salía por los lados de la tira de la tanga. No quise salir así. Busqué una solución, lo que hice fue enredarme la toalla en la cintura y remangarla, a manera de una faldita corta. Así salí con mis zapatillas de tacones altos y la botella de aceite en mi mano.
Salí del baño, ellos estaban con la truza y la bata de baño puestas. Cuando me vieron, se quedaron con la boca abierta. Carlos alcanzó a decir:
- ¡Mamacita! ¡Estás preciosa!
- Faltó ponerme aceite en la espalda – les dije sonriendo- ¿Alguien me puede ayudar?
- ¡Yo! – contestaron los dos al mismo tiempo, extendiendo su mano.
Puse un poco de aceite en las dos manos, me voltié para que lo aplicaran. Con lentitud lo fueron extendiendo en mi espalda. Carlos fue el más atrevido, me rozó al lado de la teta y la parte más baja de la espalda. Di la vuelta pidiéndoles que pusieran un poco en mis hombros. Deposité otro poco de aceite en sus manos. Utilizaron sus dos manos distribuyendo el aceite en mi hombro y espalda. Me sentí divina con las caricias de estos hombres. Carlos bajó su mano de mi hombro a mi pecho. Lo detuve, él solo dijo: - Creo que ahí le falta aceite. Sin decir nada, me descubrí un seno, para mostrarle que si tenía aceite. Carlos pasó saliva con dificultad cuando vio mi teta.
Utilizando la silla, me subí al escritorio de la habitación. Contorneaba mi cuerpo con movimientos sensuales, untándome el aceite en mis brazos y pecho. Carlos y Tony se acercaron caminando hacia mí. Los detuve como a un metro de distancia del escritorio y les advertí que no avanzaran más. Los dos como idiotas, quedaron con la boca abierta observándome. Seguí moviéndome sensualmente, pasando mis manos por mi cuerpo metiéndolas por debajo del brassier, sentí mis pezones erectos y duros.
- ¿Quieren que me lo quite? – les dije refiriéndome al brassier.
- Sí, por favor quitatelo – dijo Tony.
- Yo te ayudo – secundó Carlos.
- Me lo quito si ustedes se quitan la bata…
Ni un mago hubiera desaparecido sus batas tan rápido como ellos se la quitaron. Carlos hizo el intento de quitarse la truza también.
- Nada más dije la bata - dirigiéndome a él.
Yo procedí a quitar el top, se lo aventé a Tony, dedicándole la tarde, y la cogida, no precisamente de toros. La erección de sus penes era evidente. Banquetote que me voy a dar – pensé.
¡Que tetas tan hermosas! – Mencionó Carlos - creo que no cabrán en mis manos.
- ¡Son riquísimas – respondió Tony.
Sus palabras hicieron efecto en mis pezones, se levantaron muchísimo, nunca había visto mis tetas tan turgentes como esa tarde. Así como estaba frente a ellos, puse mis manos en las rodillas, con mis piernas juntas, y con mis brazos presione mis tetas, inclinándome hacia ellos ofreciéndolas. Para variar, Carlos estiró la mano queriendo tocarlas. Le dije que no tocara, todavía no, cuando yo dijera. Lo que hizo fue sobarse su paquete por encima de la truza. En esa posición que yo tenía, balanceando mi cuerpo lentamente fui girando, para quedar semi-agachada mostrándoles mi sexo por atrás, cubierto solo por la tanga de hilo dental. En esa posición la toalla dejaba todo a su vista.
- ¡Que bruta! ¡Que trasero tan hermoso! – dijo Carlos.
- Si, que nalgas tan preciosas tiene – replicó Tony.
Sus palabras aumentaban mi excitación, haciendo con esto que mi movimiento fuera más sexy. Con lentitud hice la tira de la tanga a un lado.
- ¡Puta madre! ¡Que precioso culo tienes mamacita!
- ¡Mira cabrón! – dijo uno de ellos – parece que esta mojada.
- ¡De verdad que sí!
- No sabes con que gusto lamería ese culito.
- Sí, yo el culito ¡y ese coñote!
El sentirme deseada por ellos, había hecho llegar al tope mi calentura, mas debía conservar la calma, fingiendo ser una profesional que aguanta todo. Cada adulación, cada comentario de mi culo, sonaba muy erótico para mi. Si ellos deseaban ya cogerme, les aseguro que mis ganas porque lo hicieran eran el triple. Respiré profundo y me voltié. Así, sin separar las piernas me senté en cuclillas frente a ellos. Con un movimiento rápido, abrí mis rodillas y las volví a cerrar. Los dos tipos de lamentaron no estar atentos para ver el interior de mis piernas.
- Ábrelas otra vez – suplicó Carlos.
- Sí, pero no las cierres tan rápido – pidió el otro.
Simulando que mis manos abrían mis rodillas, poco a poco las fui abriendo, hasta donde pude. Los dos estaban con la mirada fija en mi sexo. Uno de ellos habló:
- ¡Que conchita tan jugosa!
- ¡Y que labios tan grandes! – dijo el otro.
- ¡Con que gusto me la comería!
Volví a cerrar las rodillas.
- ¿Quieren que abra las rodillas otra vez?
- ¡Claro! ¡Por supuesto! – contestaron con prisa.
Nuevamente las abrí. Con mi mano, separé la tanga para mostrarles mi sexo por completo. Quedaron hipnotizados. Les pregunté si querían que me quitara la tanga, sin quitar la vista de mi sexo, con movimientos rápidos de su cabeza contestaron que si.
- ¡Primero quítense la truza ustedes! – les dije.
De un solo movimiento los calzoncillos salieron volando. Los dos miembros erectos quedaron balanceándose, se me hizo agua la boca y la concha. Bueno, la concha ya estaba mojadísima. Me puse de pie, sin dejar de mirar esas reatas, me quité la tanga. De no ser por la toalla en mi cintura y las zapatillas, estaba completamente desnuda. Les pedí a los dos que fueran a acostarse a la cama. Obedecieron como perritos. Se dividieron bien la cama, quedaron acostados con la piernas semi-abiertas y el mástil bien parado. No les voy a decir que eran unas pijas enormes, eran de tamaño normal, las dos más o menos del mismo largo y grosor. En lo que si eran iguales era en lo erecto. Era muy difícil decir si una estaba más parada que la otra. Mis ansias por tenerlas en la boca y penetrándome aumentaron, no se imaginan cuanto. Nada más de pensar que me cogería a las dos, mi orgasmo amenazaba con llegar.
Bajé del escritorio, me descalcé y avancé hacia la cama con la botella de aceite en mi mano. Antes de subir a la cama, les advertí que no se movieran. Ni me tocaran, para asegurarle les pedí que pusieras sus manos juntas debajo de su espalda. Lo dicho, obedecieron como perritos falderos. Subí por el lado de Carlos. Coloque mis pies a los lados de su cabeza, me quité la toalla y bajé un poco mi sexo acercándolo a su cara.
- ¿Te gusta? – le pregunté.
- Me vuelve loco, que preciosa conchita tienes mamacita – fue su respuesta.
- Si te portas bien, te la vas a comer hoy – le prometí.
Pasé a enseñársela a Tony, le hice lo mismo.
- Acércala mas – dijo antes que le preguntara cualquier cosa – ponla en mi boca que te la quiero besar.
Se la puse sobre la boca, quitándome después del primer beso que me dio.
- No te desesperes, te llegara tu turno. Pero primero tu invitado – le dije.
Me moví hacía los pies de Carlos, me hinqué en medio de sus piernas. Dejé caer una buena cantidad de aceite sobre su pene y pubis. – No vayas a sacar tus manos de donde están – le indiqué. Así como estaba, me agaché lo suficiente para poner mis tetas sobre su miembro y le empecé a dar el esperado masaje. Yo sentía riquísimo frotar mis pezones erectos sobre ese palo duro, con el aceite mis tetas se resbalaban muy bien. Me gustaba sentir el roce de mis pezones en los pelos de sus huevos y pubis. Puse la verga en medio de mis pechos y la masturbé con mis tetas. El aceite suavizaba mucho el contacto. A los pocos roces de mis tetas Carlos eyaculó llenando mi pecho, cuello y quijada con sus espermas, aventó mucha leche. Yo seguí frotando mi pecho sobre su pubis embarrando su semen en mis tetas. Voltié hacía Tony, tenía los ojos de fuera por el asombro de lo que había visto. Me pasé hacía él. Igual le deje caer una buena cantidad de aceite en su pubis y procedí a darle masaje a su palo con mis tetas. Tony sacó las manos de su espalda, poniéndolas sobre mis hombros, acompañando el masaje de mis tetas.
- ¡Que rico Mar.., digo Joana! ¡Que rico! ¿Por qué nunca me lo habías hecho?
No dije nada, solo estiré mi lengua para ver si tocaba con ella la cabeza de su pene. También puse su palo en medio de mis tetas para masturbarlo con ellas. Cada vez que su verga subía, mi lengua acariciaba su cabeza. En esas estaba cuando sentí algo muy rico en mi vagina. Era la lengua de Carlos. El se acostó boca arriba con su cabeza en medio de mis piernas. Eso fue demasiado para mi, con los primeros lengüetazos en mi sexo mi orgasmo se desencadenó. Mmmmmmhhhhhhh fue riquísimo. Ese desgraciado tenía una habilidad asombrosa para mover su lengua en mi sexo. Tenía una lengua no se, si muy suave o rasposa, pero la forma como la movía me recordó al chorro de agua cayendo sobre mi clítoris. Ya se imaginaran la venidota que tuve, fue orgasmo tras orgasmo. No aguante más, me metí la verga de Tony en la boca. El placer que sentí fue inmenso. Si me había hecho falta sexo, ahí se estaba recompensando. Mis orgasmos se interrumpieron hasta que Tony retiró mi boca de su palo, poco después de su eyaculación. Estaba yo tan caliente que me tragué todo el esperma que tiró, es mas, ni cuenta me di cuando arrojó el semen.
Yo no quería retirar mi sexo de la boca de Carlos. Me incorporé un poco para mirar como mi clítoris era succionado por sus labios, a veces me frotaba sus dientes ahí mismo.
- ¡Así! ¡Cómeme así! ¡Que bien lo haces!
Cuando introducía su lengua en mi vagina, yo sentía que llegaba hasta el estomago y la giraba como rehilete. ¡Riquísimo! Sin duda que si Carlos tenía algún don, era el de comer panochas. Si Tony me parecía bueno, quedaba muy por debajo de ese fulano.
- Ven – le dije cuando vi su pene erecto otra vez– acuéstate aquí que yo también te la quiero mamar.
Nos quedamos amarrados en un 69. Sus labios y lengua se movían desde mi clítoris hasta mi ano. ¡Uy que rico! Con su lengua me hurgaba en mi culito. Esa sensación fue nueva para mí ¡Como me gustó! Ojalá y todos los hombres mamaran la conchita como lo hace él. De momento ya no sentí su boca, algo duro se introdujo en mi vagina. Era Tony que me estaba penetrando desde atrás.¡Ay, ay, ay! Nada más de recordarlo me pone caliente. Así me estuvieron cogiendo un buen rato. Yo no quise dejar de chupar la reata de Carlos, ni que Tony me sacara la suya. Tan pronto Tony tomó ritmo, la lengua de Carlos continuó con lo suyo en mi clítoris. Mis orgasmos aparecieron nuevamente. Yo pensé que me desmayaría por la venida tan grande que tuve. De verdad, hubo un momento que me sentí mareada, me vine tanto que pensé que me había vaciado por completo. Aflojé todo mi cuerpo, lo dejé a disposición de esos dos cabrones para que me hicieran lo que quisieran. Los chorros de esperma de Carlos que me ahogaban por la boca, me hicieron reaccionar. Saqué su miembro de mi boca, masturbándolo con mi mano, para que soltara toda su leche. Cuando su pene se puso flácido, Carlos se salió de debajo de mi cuerpo, dejándome ensartada por Tony. Sentí los empujones fuertes de Tony, lo que siempre hace cuando eyacula, seguidos del líquido caliente dentro de mi vagina que salio escurriéndose en mis piernas. Una vez que Tony sacó su miembro, nos recostamos junto a Carlos, yo en medio de ellos, muy cansada, pero muy contenta.
- ¡Que chingón masaje! – dijo Carlos- ¿Por qué no me habías dicho nada, cabrón?
- Bueno, pues ahora la conoces ¿no? – le respondió.
- ¡Estas riquísima mamacita! – dirigiéndose a mi. - ¡Que suertudo el hombre que te tenga en su casa! – esto me provocó risa otra vez.
- ¿Qué? ¿Le quieres poner casa o qué? – le preguntó Tony.
- Si yo pudiera, seguro que se la ofrecería, ¿Tu no, Tony? – le regresó la pregunta.
- Como tu dices, ¡si yo pudiera!
Escucharlos me dio la razón de lo pendejo que es mi marido. No sabe de lo que se esta perdiendo. Quizá su falla, o la mía, ha sido no explotar el potencial sexual que tenemos. Mientras ellos platicaban, mi mente estaba en otro lado. Es posible que así como yo estaba disfrutando con estos cabrones, mi marido lo disfrute con su puta. Me giré un poco, para quedar de lado, frente a Tony. Me quedé pensativa, de manera inconsciente moví mi mano hacía su pene, masturbándolo lentamente, hasta revivirlo. Las palabras de Tony me regresaron a la realidad:
- ¿eeehhhh? – no escuché lo que me había dicho Tony.
- ¿Qué que quieres que te haga? – repitió.
- Disfrútame – le dije – hazme lo que quieras corazón.
La boca de Tony se prendió a la mía en un profundo beso. Después sentí los labios de Carlos en mi nuca, cuello y espalda. Las manos de ambos, acariciaban todo mi cuerpo. Cuando Tony pasó a besarme los pechos, yo giré mi cara buscando la boca de Carlos. El, dándome besos cortos desde mi cuello, acercó su boca. Eso hizo que yo deseara sus labios en los míos. ¡Que rico beso me dio! Pinche gordito, de verdad que sabía besar. Tal vez era la calentura en que me encontraba, pero lo cierto es que sus besos me gustaron mucho, incluso más que los de Tony. Carlos me besó el oido y la nuca otra vez, mi boca la ocuparon los labios de Tony. Así estuve, intercambiando besos con los dos y ellos acariciándome. Otra vez estaba en un estado de gozo, sentía que flotaba entre las nubes con los besos y caricias de estos cabrones. Lo que más me encendía era el hecho de sentirme deseada, tal como lo demostraban estos tipos con sus suaves caricias.
Besaron todo mi cuerpo, mis pechos, mis costillas, brazos, piernas, pies. En fin, no hubo una sola parte de mi piel que no fuera besada y acariciada. Mientras Tony me besaba, su mano buscó mi conchita, con mucho cuidado me metió un dedo, suavemente lo sacó, con el mismo cuidado lo volvió a meter junto con otro dedo. Yo levanté mi pierna para que me dedeara bien. Me acarició toda mi conchita por dentro con sus dedos. Sentí los dientes de Carlos mordiéndome la espalda, quise advertirle que no me fuera a dejar marcas. Pero ninguna fue mordida fuerte. Sus dientes recorrieron desde las costillas hasta mis glúteos. Con mi mano, separé mi nalga para que dirigiera su boca hacia mi ano, eso hizo. En segundos su lengua se movía, como lo sabe hacer, en mi culito. Su lengua y los dedos de Tony me hicieron sentir como nunca, llevándome casi a la locura. Carlos, despegó su boca y aprovechó que yo tenía levantada la pierna para clavarme su pene. Al primer intento no logró metérmela, los dedos de Tony debieron estorbarle. Con un empujón más fuerte, el pene entró atrapando a los dedos de Tony dentro de mi vagina. ¡No se imaginan, lo rico que sentí tenerlos dentro. Yo me sentí muy llena. Tony movio sus dedos muy rápido, tallándolos en mi canal, mientras que el miembro de Carlos chocaba contra mi fondo. Esto me hizo gritar de placer, mi orgasmo llegó brutalmente. Estiré mi mano y masturbé el pene de Tony con ansiedad. Tony me sacó los dedos, se acomodó para dárme su pene en la boca. Entre gemidos y suspiros provocados por la cogida de Carlos a mi conchita, le mamé el palo a Tony hasta meterlo por completo en mi boca. Los tres estábamos perdidos nuevamente en el laberinto del sexo. Como yo estaba de lado, había dificultad para Carlos que me la metiera por completo. Yo quería sentirla toda adentro, así que solté el palo de Tony y me acomodé en cuatro, sobre mis rodillas y codos, parando mi colita para que Carlos me pudiera coger bien. El me tomó por la cintura y me metió su palo hasta el fondo. Cuando voltié, Tony se había sentado en cuclillas para darme su verga en la boca. Inmediatamente se la mamé. ¡Uy! ¡Que rico! El miembro de Tony desapareció por completo dentro de mi boca. Desde cuando había yo deseado que me cogieran de esa forma. Carlos también me hundía todo su pene. Luego luego mis orgasmos se aparecieron, todavía no terminaba un orgasmo, cuando ya estaba viniendo el otro. Fue algo que no puedo poner en palabras, divino, embriagante. Yo no quería que dejaran de cogerme nunca. Sentí cuando Carlos vació un poco de aceite sobre mi ano, el cual se escurrió hacia mi sexo. Con esto, su palo se resbalaba riquísimo. Su dedo empezó a tratar de meterse en mi culito. Como disfruté la presión de su dedo sobre mi ano. Finalmente logró meterme parte de su dedo. Ahí me vacié toda otra vez, nunca pensé llegar a tener ocupadas mis tres cavidades. El mete y saca de sus cosas me encantó. Mi cuerpo se tenso mucho, claramente percibí como mi vagina apretó el pene de Carlos hasta hacerlo escupir. Carlos pegó un gritó cuando se vino y frotó su pene contra mi vagina rapidísimo. Cuando terminó, dejo caer su cuerpo sobre el mío, interrumpiendo mi mamada al miembro de Tony.
– Parate, parate – dijo Tony levantándome de la cama- ¡Me voy a venir!
Yo tomé su verga con mi mano, quería que terminara sobre mi rostro. El puso sus manos a los lados de mi cara. A las primeras masturbadas, el palo de Tony me aventó el semen sobre la cara. Aumenté la velocidad hasta que terminara por completo. Cuando ya no salía leche, me la metí en la boca para sacarle las últimas gotas. Después me acosté en la cama con la cara y las piernas escurriendo semen.
- Estás hecha un desastre – me dijo Tony.
- Pero feliz – le contesté- ¿tu no?
- Más que feliz – me dijo.
- ¿Y tú? – le pregunté a Carlos.
- ¡Mamacita eres lo máximo!
Después de descansar un poco me levanté y entré a la ducha. A los pocos minutos estuve acompañada por los dos cabrones. Enjabonaron y untaron shampoo en todo mi cuerpo. Sus caricias fueron muy reconfortantes, me bañaron toda, Carlos se detuvo mucho tiempo masajeándome las tetas. Después las enjuagó y su boca sustituyó a sus manos. Tony hacia lo suyo besando mi cuello y acariciando mis nalgas. Tony recorrió mi espalda con besos hacia abajo, se puso de cuclillas, separando mis nalgas y lamiendo mi culito. Otra vez me calentaron esos cabrones. El dedo de Carlos ya estaba dentro de mi vagina. ¡Que rico! ¡Nunca me imagine disfrutar las caricias de esos cabrones de esta manera. Tony hacia intentos por levantar más mi pierna para acercar su boca a mi sexo. Yo tome con mi mano el palo de Carlos, estaba durísimo. Le masturbe al mismo ritmo que el me metía el dedo en mi conchita. Tony empezó a meterme un dedo en mi culito. Poco a poco, suavemente lo fue introduciendo. En minutos tuve un dedo dentro de mi concha y culo. No se imaginan lo rico que sentí. Así estuvimos unos momentos hasta que Carlos me tomo por debajo de las axilas, tratando de levantarme. Le ayudé, me colgué de su cuello y subí mis piernas alrededor de su cadera, la penetración fue casi instantánea. El tomó mis nalgas, levantándome y dejándome caer sobre su palo. Tony se paró detrás de mi, hizo intentos de meterme su miembro en mi anito, pero no podía por los movimientos que teníamos. Le dijo a Carlos que parara un momento. Carlos comprendió y con sus manos separó mis nalgas para que mi culito quedara disponible. Después de varios intentos el pene de Tony entró todo. Los dos empezaron a cogerme de una forma brutal. Yo daba sentones en el aire para clavarme las dos pijas al caer. No daba crédito a lo que sentía, no había pensado en tener dos miembros cogiéndome de esa manera, pero lo cierto es que desencadenaron en mi otra serie de orgasmos muy ricos. Yo grité y gemí sin recato alguno, no me importó si en todo el hotel se escuchó que me estaba viniendo. ¡Así cójanme! ¡Así cójanme! Les dije una y otra vez. Mis gritos solo paraban para decirles que quería más, esto estimulaba a los dos, quienes aumentaban la velocidad con que me enterraban sus miembros. Los dos me decían miles de cosas, no les escuché, solo quería disfrutar la cogida a mi manera. En medio de mis orgasmos, Tony se vino, sentí los empujones fuertes de él y el líquido caliente dentro de mí. Tony se quedó detrás de acariciando mis hombros. Cuando su miembro flácido, salió de mi culito, él se retiró. Con esto tuve más libertad en mis movimientos, y moví mi cadera como nunca lo había hecho, disfrutando mis orgasmos. Solo paré hasta sentir los espermas de Carlos dentro de mi vagina. Me quedé colgada de Carlos unos momentos. Cuando me bajé estaba muy débil, tan agotada, que apenas me enjuague el cuerpo salí a recostarme a la cama.
Me retiré del hotel, llegando a la casa como a las 20:30. Ya estaba ahí mi marido con un amigo. Tan pronto llegué mi hermana se fue. Mientras mi marido se arreglaba para salir, platicaba con su amigo sobre las aventuras de ‘un tercer amigo’. Era evidente que hablaban de el. ¡Pendejo! – dije en mis adentros – ni te imaginas las cogidas que le han dado a tu mujer. ¡Esas si son cogidas! Se despidió dándome un beso. Diciéndome que llegaría un poco tarde pues iba a reunirse con otros amigos. Por la ventana, lo miré irse sintiendo tristeza, pues como lo mencioné al principio de mi historia, me trata muy bien y no me falta nada. Excepto en la vida íntima. Mientras le veía, abrí mi bolso sacando la lencería y la botella de aceite no utilizada. Me surgió la idea de usarlos algún día con mi marido. Veré que pasa.
P.D. Que todo salga bien Mary.
Calixto
Felicitaciones cariño, este es con mucho el mejor relato de este tipo q' he logrado leer aqui! enserio me encanto y... No se si es real o no o si hay algo de verdad en esto pero me parecio encantador.. Por favor escribeme algun dia