LEONA EN EL CONVENTO
Leona avanzaba con su caballo a través de la inmensa pradera. Había cruzado ríos y lagos helados. Los árboles de los bosques estaban semidesnudos. El frío le iba calando los huesos y necesitaba llegar a algún lado antes de que cayera una nueva nevada. Sus perseguidores la habían perdido, al menos por el momento. Azuzó a su caballo negro como la noche y cruzo por un valle extraño y sinuoso.
En lo alto de una pequeña colina asomó el humo que delataba que alguien andaba cerca. Tenso sus músculos y sus ojos verdes de animal se agudizaron. Apuro al corcel que bufo pero sin mucho ruido, el animal estaba exhausto.
Cuando llegó a lo alto de la verde colina oteo el horizonte, detrás de unos enormes pinos le pareció ver una construcción. Lentamente avanzó con todos los sentidos alertas.
Al llegar mas cerca se dio cuenta que era una especie de convento. En aquellas épocas no era común encontrar alguno. Se arrimo al alto portón de entrada y grito
__¡Hay alguien!¿Hay alguien! ¡Vengo en paz!__ un silencio mayor recorrió todo el valle. La noche venía corriendo a las espaldas de Leona y volvió a gritar aún mas fuerte
__¡Ayuda! ¡Vengo en son de paz!__ el caballo nervioso se movía. Ella no quería bajar, por temor a lo desconocido.
De pronto se escuchó el crujir de goznes añejos. El portón alto se movió. No divisó quien lo abría. Traspaso la entrada mirando para todos lados. Desconfiada, pero a la vez feliz de tener un techo. Vio los fuegos que iluminaban el sendero. Eran dos mujeres las que abrieron el portón y rápidamente volvieron a cerrar con una enorme tranca pesada y de madera maciza.
Ahora si Leona se bajo del caballo.
__Sígueme__ habló una de ellas. Las mujeres salieron delante de ella. El sable que Leona traía en la cintura fue instintivamente rozado con su mano. La daga en la bota. Su capa de piel de carnero la arropó un poco, se sentía cansada.
Entraron en un amplio salón, el calor la recibió y fue un bálsamo.
__Espera aquí__ volvió a hablar la misma mujer que había hablado. Recién allí Leona notó que llevaban unos uniformes medio gastados de monja. Quedó parada frente a una puerta vidriada pero un cortinado que no dejaba observar quien estaba del otro lado. Espero. La otra monja la miraba desde unos metros al costado, como estudiándola.
La otra monja salió y le hizo una seña para que entrara. Ella se quedó afuera.
El lugar era también grande. A unos metros de distancia de la puerta un candelabro sobre un escritorio y allá sentada otra monja. Avanzó.
__Acércate mujer__ dijo la voz agradablemente.
__Señora…¿Dónde estoy?
__Este es el convento del sur, somos las olvidadas y tú ¿quien eres?
__Me llamo Leona y soy hija del cacique Saulo, nuestra tribu ha sido arrasada y tuve que huir de mis tierras. Estoy sola en el mundo.
__¿Y tu madre?
__Mi madre ha muerto hace tanto que ya ni recuerdo
__¿Tienes hambre?
__Hambre y frío__ la mujer se puso de pie. Dio la vuelta al escritorio y se paro frente a ella. __Soy Nuria, la madre superiora__ le estrechó la mano y la sintió delgada. Leona vio que la mujer era madura, tendría unos cuarenta años. Los ojos de la mujer eran de color marrón, casi miel, pero extrañamente eran cálidos y fogosos.
__Eres joven__ dijo la monja__ Y bella__ Leona no supo que decir y solo sonrió.
La mujer hizo que Leona la siguiera. Entraron a la cocina donde otras mujeres departían y se reían con cierta disciplina. El lugar era confortable. Las miradas de todas las presentes se dirigieron a Leona. La madre superiora hablo fuerte para todas diciendo que era una huésped y por lo tanto debía ser bien tratada.
Todas saludaron a la vez. Unas la sentaron. Otras comenzaron a traerle comida. Leona agradecía porque hacía tanto que no tenía una comida frugal y en compañía. Las chicas la trataban de maravillas.
Una vez que hubo comido hasta hartarse, pidió a Jerónima una de las monjitas más jóvenes, apenas tenía quince años, que si podía dormir un rato.
__Claro, señora, claro
__No me digas señora que solo tengo unos años mas que tu
__Sí…Sí seño… Leona
Las dos recorrieron un pasillo y luego otro y llegaron a la zona de dormitorios.
__Tal vez sería mucho pedir
__Qué Leona?
__Darme un baño
__¡Oh! No, por supuesto. Ya mismo te traeré agua caliente
Jerónima desapareció en los oscuros pasillos. Ella entró en la habitación que estaba bien iluminada y allí vio una bañera inmensa y cómoda. Pensó que estaba en el paraíso. Observó la pulcritud de la habitación. Miró la enorme cama y la deseó con toda el alma. Le dolían los huesos. Se sentó en el borde de la cama y un instante después se volcó con su espalda acostándose. La tentación era tan grande. Se quitó la capa y las botas. Solo le quedaba el top de cuero que le tapaba las tetas y un taparrabos cortito que mostraba unas piernas poderosas y fuertes. Acostumbrada a los duros trances de la vida montaraz y al aire libre.
Entró la monjita con unos toallones, esta vez venía con otra monja un poco mayor, ambas traían jarrones grandes con agua y los vertieron en la bañera. Volvieron a ir y venir hasta que estuvo casi llena. Leona las miro hacer esa operación siempre sentada en la cama. Jerónima trajo después unos jabones que ellas mismas fabricaban. Además unas aceites. Cosas que leona hacía mucho tiempo que no veía.
__¡Ya puedes entrar!__ dijo Jerónima refiriéndose al agua.
Leona se quitó las prendas que tenía puestas y apreció el esplendor de toda la belleza. Los pechos levantados y duros. Las caderas anchas pero no demasiado. La cola parada. Hermosa. Jerónima la miro sin sobresaltos, pero admirada. Ella entró en el agua. Jerónima se arrodillo al costado y extrajo una esponja enorme y sin que nadie dijera nada empezó a pasar por la espalda de la chica que agradeció con un suspiro.
__El agua está bellísima
__¿Te gusta?__ preguntó Jerónima.
__Sí claro__ la chiquilla continuo restregando la espalda de Leona que se masajeaba los brazos y sus partes intimas.
__¿Quieres jugar?__ preguntó en iun momento
__¿Qué?
__Nosotras con las hermanas jugamos a veces
__Así… ¿Y como es ese juego?
__Jugamos a que somos niñas y entonces nuestra madre nos baña, nos acaricia…
__¡Ah! Mira que bien, las chicas el convento
__¿Puedo?__ preguntó Jerónima mirando las tetas de Leona. Ella dijo que si con la cabeza y ala chiquilla entonces paso la esponja en las tetas de Leona. No lke disgustó. La dejo hacer. Hacía mucho tiempo que no recibía cariño. La chiquilla dejo luego la esponja a un costado. Entonces fueron sus manos las que apresaron las frutas de la chica. Ahora el contacto era mas cercano. Era piel rozando piel. Ella miro la carita de jerónima con sus enormes ojos celestes que le brillaban en la intimidad de la noche. Había empezado a nevar y una pequeña brisa se filtraba por el ventanal, cuando la niña besó con sus labios los pezones ardientes ya de Leona
__¡Oh! Eres voraz!
__¿Te gusta Leona?
__Continua mi niña…
Los dedos de Leona rozaban su vagina hundida en el agua tibia. Se tocaba mientras los dientes de Jerónima mordían las llamas erguidas de su pecho. Su pecho agitado se levantaba gimiendo apenas audiblemente. No sabía si estaba siendo observada o que. Pero esa chiquilla era un diablo de seducción. Le estaba volviendo loca. En eso estaban cuando se escuchó la puerta abriéndose. Era Nuria, la madre superiora.
__Veo que te estan dando la bienvenida…¡Jerónima!__ la niña se levantó con un resorte en su cuerpo y agachando la cabeza desapareció del lugar. Leona miró a la mujer madura que la observaba. No dijo nada. Solo sonrió. Fue hasta donde estaban los toallones. Levantó uno. Se acercó a la bañera.
__¡Párate!__ ordenó. Leona obedeció sin temor, pero se puso de pie. La madre superiora extendió su mano para que ella saliera del agua totalmente. Giró un poco sobre sus pies y comenzó a secar la espalda de la chica. Suavemente recorrió la carne de Leona que seguí sumamente caliente. Llegó a la cola y se detuvo en esas montañas fabulosas. Paso una y otra vez la toalla. Se detuvo un instante en la grieta que dividían las medias lunas y hurgó y hurgó y toco. Dio la vuelta y se quedó de frente a la mujer y paso la tela por los hombros, por los pechos jugosos, por el vientre y en la cueva de Leona jugó otro instante. Dejo caer la toalla al piso y parada como estaba se dedico a escarbar la conchita de la chica que se retorcía de pie, saboreando la caricia que le daba aquella mujer.
__¿Estas siendo bien atendida?
__¡Oh! ¡Oh! Si madre, siga__ los dedos de la madura mujer penetraron sin dificultad en la cuevita lujuriosa y chorreante de líquidos. La mujer apretaba el clítoris de Leona que se contorsionaba como si estuviera atrapada por una mano maligna que no la dejaba moverse del lugar. Sus gemidos iban aumentando a medida que las caricias crecían. Se convulsionó como una muñeca rota y los orgasmos la hicieron temblar y sintió que toda la tierra se le abría en sus pies.
La madre superiora, en un momento de calma, la tendió en la cama. Acercó las aceites. En tanto fue descubriendo su cuerpo. Fue quitando una a una sus prendas y una vez desnuda se acurrucó al lado de Leona. Tomo una botella y volcó un chorro sobre el cuerpo de la chica. Empezó a frotar por los senos, el cuello, el vientre terso. Leona sucumbía en un sueño febril. Salvaje. Nuria acerco sus labios a los de la chica y por primera vez la beso. Leona abrió su boca, en el momento que sus piernas se abrían como una flor para que nuevamente los dedos de Nuria invadieran el territorio. Se arqueó como un reptil sin dejar de chupar la lengua de Nuria, la dejo hacer. La madre superiora alcanzó los melones de Leona y apretó con los dientes los rozados pezones duros, enormes, frugales. Los chupo y la los chupo, y la chica tuvo otro orgasmo. Después la boca de Nuria llegó calle abajo a la concha ya totalmente mojada, su lengua entró, bordeó el lago sabroso y comió esa fruta de miel que se ensanchaba a su gusto. El placer conmovía a las mujeres. Sus cuerpos se entrelazaban en sexo y piel y dedos y lenguas. Leona alcanzó las enormes teas de Nuria y las amasaba, las apretujaba. Con la punta de los dedos apresaba esos pezones oscuros y la cara de la mujer se transfiguraba. Los ojos de Nuria se perdían en otro planeta. Los gemidos se elevaban como si fuera un rezo, una plegaria. Leona atravesaba el hueco oscuro de la mujer. Lamía su ano. Con un dedo primero y luego con dos lo abría para ella y era ella quien lo gozaba y la madre superiora, vociferaba desesperada, como si le arrancaran un órgano, caía en la cuenta de que hacía rato nadie la había enloquecido como aquella semi salvaje que apareció de la nada para gozarla sin tapujos. Sus bocas se volvieron a encontrar y los primeros rayos de sol las sorprendió en incontables orgasmos y besos y caricias sin fin.
Ya muy entrada la mañana Leona descubrió que estaba sola en la cama. Se incorporó lentamente y creyó que había soñado todo. Se levantó desnuda como estaba, entonces dudo acerca de si fue un sueño o no. Encontró una bata y se la colocó. Golpearon la puerta. Cuando abrió era Jerónima que traía el desayuno.
__¡Permiso!__ dijo la niña y entró
__¡Que atención!__ comentó extrañada Leona
__Lo ordenó la madre…Parece que lo hiciste bien
__¿Qué hice bien?
__¡Vamos Leona, tu sabes…__ diciendo esto la niña se sonrió, pícara.
__Ayer dejamos algo pendiente, ¿No crees?
__¿Tu qué dices
Leona se acercó a la niña y busco su boca. La chiquilla abrió la boca sin más. Las lenguas se buscaron. Mordieron sus labios. Jerónima levantó la bata de Leona y acercó sus dedos a la entrada. Encontró el botón y lo acarició arrancando gemidos en la chica. Leona arrastró a la cama a Jerónima, le quitó la ropa y bajo hasta la conchita para hacerla suya. Jerónima se tensó, recibió la lamida, abrió las piernas y sintió como la humedad la iba ganando. La calentura se posesionaba de ella y daba gritos apagados, agradecida por aquella chupada. Leona la sintió venirse y aceleró la filosa lengua, apretando, besando, mamando. La chiquilla se convulsiono. No alcanzó a respirar cuando Leona la giro sobre si y la dejo con su colita hacia ella. Apretó las carnes, las toco, acarició. Abrió las lunas y miro el oscuro agujero. Dirigió su estilete hacia el. Jerónima la sintió viborear en su túnel y saco su cola hacia donde Leona la penetraba, la horadaba con su lengua. Corrió su boca y atacó con un dedo, ella dio un saltito, pero seguía gimiendo como una perra en celo. Lo sacó y lo volvió a hundir, ahora alternando el roce con el clítoris. La niña no pudo contener otra explosión y explotó feliz de pasión. Quedó deshilachada un momento, mientras Leona la besaba en la espalda, los hombros y apretaba su vagina contra las nalgas duras de la chica. Mordió la oreja derecha y después la otra. Sus manos inquietas atravesaban la conchita de Jerónima. Leona se hundía en ella gozando la respiración fatal. Las convulsiones de la chiquilla en éxtasis continuo. Subieron a la cama y estuvieron abrazadas un buen rato. Las urgencias las fueron llevando una a la cueva de la otra y se alternaron anos y lenguas y orgasmos en una danza pagana de sexo, se montaron unas sobre la otra y viceversa. Hasta quedar rendidas, casi desfallecidas, sin aliento. Sin jugos.
Leona se quedó allí unas semanas. Cuando el tiempo comenzó a cambiar montó su negro caballo como la noche y volvió a peregrinar por la pampa.
Jerónima fue la que más sufrió del convento por un tiempo. La madre superiora también de vez en cuando recordaba ese cuerpo y esos ojos verdes con nostalgia. Las demás hermanas la recordarían por siempre a su manera. El tiempo que ella había estado en ese lugar, fue un tiempo de inventiva y de gozo sin descanso.
De una forma u otra todas sabían que tarde o temprano llegaría otra visitante con quien pasar el rato jugando.-
Leona se dio un festín de sexo, con las chiquillas del convento. Y la superiora (madura y experimentada) también la saboreó y perforó sus lindas rajitas. ¡¡Para correrse de gusto!!. Me imagino que pasaría si un Visitador de Conventos, apareciera por allí. O fuera al revés, en un monasterio de Frailes, pidiera asilo un peregrino............