Desde el primer día que llegué a clase noté que me miraba de una manera especial, que centraba toda su atención en mí y que me trataba de forma diferente al resto de los alumnos. Él, mi profesor, era un hombre de 42 años, con un carácter y una forma de ser que solo pertenece a alguien que ha vivido muchas experiencias tanto buenas como malas. Su aspecto cansado, sus brazos musculosos y su ancha espalda eran fruto de su pasado en el ejército; así como la paciencia, tranquilidad y entusiasmo que ponía en sus explicaciones que hacían de sus clases una forma diferente y mejor de aprender.
Le conocí a través de mi compañera que, como sabía que tenía que prepararme para el examen más importante de mi carrera, me comentó que ese profesor daba clases de refuerzo de esa materia. No me lo pensé dos veces y decidí acudir a sus clases ya que mi prioridad en esos momentos era aprobar ese examen y poder graduarme.
Cuando llegué a su clase me encontré con cinco alumnos más que también necesitaban ayuda en la misma materia. El primer día me explicó el método que seguía en sus explicaciones y me puso un poco al día para seguir al nivel de la clase.
A mis 21 años, tenía muy poca experiencia con los hombres. Había estado con varios chicos pero debido a la forma en que he sido educada, no había llegado a tener sexo con ellos. Por eso, cuando sentí que mi profesor me observaba, me hablaba diferente que al resto y se acercaba demasiado a mí, no le llegué a dar importancia y ni se me pasó por la mente lo que poco después ocurriría.
Un día, al final de la clase, me pidió que me quedara un rato más para acabar un ejercicio en el que estaba bastante confundida. Como necesitaba terminarlo, acepté.
Fue entonces cuando, sentado a mi lado, me dijo que desde el primer momento en que me vio se sintió atraído por mi. En ese momento no supe que decir, le miré y él me acarició la mejilla. Se acercó con la intención de besarme, pero me levanté algo asustada, no me podía creer lo que me estaba pasando, era una sensación nueva: yo también me sentía atraída pero en mi interior sabía que eso era algo “prohibido”, me doblaba la edad y encima era mi profesor.
Él debió notar mi indecisión y acercándose lentamente a mí, me acariciaba la espalda mientras me decía que no tuviera miedo, que me dejara llevar y disfrutara del momento. Cerré mis ojos, respiré hondo y antes de que pudiera abrirlos, empecé a sentir como me besaba mis orejas y mi cuello lentamente. Rodeada por sus brazos, me abría la camisa con delicadeza mientras besaba mis hombros y mi espalda. Me di la vuelta y, agarrándole por el cuello, comencé a besarle en la boca. Nuestras lenguas chocaban y jugaban en el interior de nuestras bocas, así como sus grandes manos cubrían mis pequeños pero firmes pechos, acariciándolos, pellizcándolos, agarrándolos con una fuerza que me hacía temblar de placer. Subía y bajaba por mi liso vientre, primero con sus manos luego con su lengua, lamía alrededor de mi ombligo y me daba pequeños mordiscos, haciendo que se me erizara la piel.
Apoyada en su mesa, él me desabrochaba mi pantalón vaquero con ansia; mientras que yo ya le había quitado su camisa y le acariciaba su espalda y besaba su pecho. Estaba fuera de control, era mi primera vez, pero mis manos, mi lengua, mis labios y el resto de mi cuerpo sabían exactamente lo que tenían que hacer. Él respiraba profundo, se le notaba una gran erección a través de sus pantalones y su excitación se hacía cada vez mayor.
Yo ya me había quedado sólo con mi minúsculo tanga negro hasta que mi profesor, con sus expertos dedos me lo quitó mientras acariciaba mis ingles, mi vulva y mi clítoris, haciéndome vibrar. Luego, agarrándome de las caderas, me separó de la mesa y se puso él. En ese momento comprendí lo que quería que hiciera y comencé a bajarle los pantalones y a acariciarle su miembro por encima de sus boxers. Al notar lo grande que era, me entró un poco de miedo y retiré la mano casi por impulso, pero él me la agarró y volvió a ponerla sobre su pene pero esta vez sin sus boxers. Con mi mano sobre él, me agaché y empecé a darle pequeños besitos, pasando mis labios entreabiertos por todo su miembro. Abrí mi boca y con mi lengua le lamía lentamente; hasta que él, cogiéndome del pelo me metió todo su pene en mi boca. Yo lo chupaba con todas mis ganas y veía como él, cerrando los ojos, gemía sin cesar.
Momentos después, con su mano sobre mi barbilla, retiró mi cara e hizo que me quedara de pie desnuda frente a él, que seguía sentado encima de la mesa. Colocó sus dos manos sobre mis nalgas y, casi sin esfuerzo, me levantó y me sentó sobre él, frente a frente, con mis rodillas sobre la mesa, como si yo fuera un jinete a punto de montar su caballo. Fui bajando despacio, hasta que noté como la punta de su pene estaba en la entrada de mi vagina. Sentía como su enorme miembro se adentraba centímetro a centímetro en mi interior. Él me besaba todo mi cuerpo y me empujaba hacia abajo con suavidad.
Cuando sentí que lo tenía completamente dentro de mí, comencé a moverme lentamente hasta que él, agarrando mis nalgas, empezó a impulsarme de arriba abajo con fuerza y cada vez con más rapidez. Sólo se oían nuestros gemidos, que resonaban por toda la habitación. Los dos nos besábamos y acariciábamos por todo el cuerpo; él me agarraba del pelo echando mi cabeza hacia atrás y me mordía el cuello con suavidad. El ritmo de sus embestidas era cada vez mayor, sentía como me ardía mi interior y los pequeños espasmos que notaba, se convirtieron en grandes sacudidas de placer que recorrieron todo mi cuerpo. Estallé en un grito de goce y, poco a poco fui volviendo a la realidad, mientras escuchaba como él, entre jadeos y gemidos, llegaba al orgasmo estremeciéndose de placer.
Nos quedamos en silencio recuperando el ritmo de nuestras respiraciones. Sin decirnos nada, los dos bajamos de la mesa y nos vestimos. Se me quedó mirando y cogiéndome por la cintura me acercó hacia él y me besó. Fue un beso muy intenso y profundo. Sin más, me despedí hasta la próxima clase. Por el camino de vuelta a casa, no me podía creer lo que acababa de vivir y nunca me imaginé que aquello solo era el principio de unas clases muy especiales…
Ya más o menos intuyo quien es el maestro. Se llama Ventura Cota, y a demas de ser maestro de esa escuela, es periodista. A mi me hizo lo mismo en la preparatoria Flores Magón y desués en el ITSON de San Germán. Vaya que sabe hacerlo muy bien...