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Categoría: Incestos

Marina, mi nuera (Primera parte)

Mi nuera Marina amigos es una bella joven que anda ya por los veintiochos años. Se casó con mi hijo Alfredo. De ello hace aproximadamente unos tres años. Y se ven que miran mucha televisión ya que no pasaba nada en cuanto a traerme al mundo un nieto.



Yo me llamo Marcelo. Casado en un mal matrimonio conformista de unos veintidós años. Y así hubiera seguido de no haberme encontrado en la sombra de mi vida, con semejante oportunidad. La vida por momentos quita y en otro premia, a mí me tocó lo segundo felizmente.



Esa tarde de sábado de verano fui a la casa de mi hijo y de Marina. Por más que hacía poco que los habían visitado. Ellos me pidieron una reparación en su casa de Francisco Álvarez. Un arreglo en su mampostería. Además de unas cuantas cosas más. Soy maestro mayor de obra y esa tarde iba con la intención de calcular los costos y las personas que necesitaban, para las reparaciones. Ya sabía de antemano que Alfredo mi hijo estaría en su casa. No quería molestar, a la mujer con cosas que ella entendía poco o nada. Trabajaba, mi hijo para una empresa de transporte de carga de la zona de Constitución, como chofer después de que lo despidieron del otro trabajo. Me imaginaria además, que por ser sábado en la tarde en Argentina pocos trabajan, él estaría como lo hacía siempre cortando el ligustro de su casa, más ahora que en verano crecía con más fuerza.



Pero no fue así.



Solo estaba ella, que me contestó de un modo muy revelador y hasta alegre que mi hijo estaba en viaje a Mendoza y regresaría el miércoles por la tarde. Mi cara se iluminó por un momento, bien valía el viaje de más de una hora y me daba el campo justo. A Marina, la venia "persiguiendo". Sabía de sobra, que en más de una oportunidad nuestras miradas se cruzaron. Y siempre la noté a ella ser muy ardiente y hasta algo deseosa de sexo, extramatrimonial. Pero como descendía de un hogar a prueba de cuernos, comprender era fácil que esto para ella era prohibido, y se limitaba. Solo faltaba hacerle ver a ella, que ello ya no es un impedimento. Cuando uno lo desea, y solo es cuestión de encontrar la manera y la forma de cumplir ese deseo.



¡Todo un fin de semana sola! , Me dije eso sí que es un regalo inesperado.



Ahora solo tenía que mentir en mi casa. Mentira a medias ya que mi esposa sabía a donde estaba. Le dije a mi mujer que me quedaría hasta la tarde el domingo buscando materiales y precios en ese lugar. A Marina le sugerí que me si no le molestaba me quedaría a cenar para calcular los costos y me iría en la mañana. Ella aceptó de muy buen modo y hasta creo que se encontró muy contenta con la idea de pasar el sábado junto con su suegro.



-¿Quién pensaría algo mal de nosotros?, Me dijo sonrojándose.



Pero me sugirió que saliera a comprar la cena al entrar lo hiciese, con algo de discreción.



-Por el barrio, sabes- me dijo- Ya que muchos saben que mi esposo está afuera.



Le sugerí, además, que de paso compraría la cena fría y un buen vino. Alquilaría si ella quería una película para la noche como postre, ellos no tenían cable y la programación desde el aire en sábado, es malísima.



Ella aceptó.



En tanto me dijo Marina que llamaría a su madrina para decirle que esa noche no saldría de la casa porque se encontraba desganada y que no la esperase a cenar ni dormir como habían combinado en la semana. Por las dudas le aclaró que no se le contara de modo alguno a su esposo que se quedaba sola si algún día se encontraban los tres. La clave para mi éxito creo, se vislumbraba. Compre una comida simple fría. Busqué el vídeo club la película, más erótica. Yo ya la había visto y de verdad levantaba, fuego.



Cenamos y durante el mismo surgió el tema del algo buscado por mí. El sexo de ambos. Al principio me confió discretamente pero terminó diciendo que no lo hacían muy seguido. Mas por la depresión de mi hijo que por la parte física. Durante la cena me di cuenta que era muy apasionada por la forma que gesticulaba, se movía, cosas que cuando estaba el marido o en mi casa, directamente no le hacía. Hacía rato que me había dado cuenta que ella no usaba corpiño, y creo que en más de una oportunidad se dio cuenta que la miraba.



Pero lo dejó pasar.



Nos sentamos para ver la película en el living, una hora más tarde de la medianoche. Ella lo hizo en el sillón largo enfrentando directamente la televisión. Y yo en uno corto muy cerca de Marina, pero a un costado. Hacia algo de calor, ella prendió él turbo. Pasado un tiempo y varias escenas fuertes, empecé a notar en ella los inconfundibles síntomas de estar calentándose poco a poco. Cruzaba y descruzaba sus piernas se las iba acomodando de una y otra forma rozándose en ese momento con la mano allí, justo allí. También mi bulto se fue agrandando, en dos oportunidades ella se percató Y noté como sus mejillas se ponía algo rosadas. Sabía que se estaba excitando, porque era igual a mi mujer, con las películas eróticas se calentaba más que con las condicionadas. Y al finalizar la película, se produjo un silencio importante.



Yo sabía de antemano que estaba en el punto máximo porque ninguno de los dos atinaba a apagar la cinta que se rebobino sola. Solo el silencio era el que reinaba. Me levanté había que hacer algo lógico, ahora o nunca.



Empezaría el juego erótico.



Ella permanecía inmóvil en el sillón pero había cruzado las dos piernas y su vestido se corrió más de lo necesario encontrándose éste a medio camino entre el muslo y sus rodillas. Solo su bombacha se traslucía perfectamente y adivinaba un perfecto triangulo color negro y nada más. Pude notar sus dos senos bien marcados sobre su vestido. Me acerqué por detrás y con la excusa de hacerles unos masajes en su cuello le empecé a trabajar con mis dos manos. Al principio a Marina la noté algo dura en sus músculos, tensa. Pero luego cuando mis manos permanecían más tiempo por su cuello y llegando hasta sus hombros se empezó a refregar sus piernas. No me pasó por alto esa alarma femenina. Dos veces más se tocó ya de caliente nomás. Y en la última ya dejó su mano por un tiempo.



Me emocioné y me decidí.



Casi al descuido retiré de un hombro una tira que hacía de sostén del vestido. Ella estaba absorta en mis masajes no se dio cuenta y si lo hizo ya no le importaba. Al notar poco resistencia hice lo mismo con el otro y solo ahora la curvatura de sus dos senos bien parado, detuvo el vestido por un segundo hacia su cintura Luego allí se detuvo. Al notarse desnuda se llevó sus dos manos para cubrirse. Fue un acto solo instintivo. Pero yo fui más rápido. Le tomé con las mías esos dos hermosos senos. Ella se resistió muy leve al principio pero luego de unos segundos aceptó ya mis manos con una naturaleza seguro producto de su excitación. Así empecé a jugar con sus dos senos, moviendo entre mis manos en pequeños círculos. Apretándolos, pero suavemente.



-¡Marcelo que haces! Sacá tus manos. -Me dijo casi ahogada por el deseo.



-Marina son hermosos tus senos -le dije.



Caminé ya seguro de lo que iba a hacer y enfrentándola sin decirle nada: La besé. Al principio su boca estaba algo cerrada pero no tardo en abrirla y conocí por primera vez su dejo interno. Con mi lengua la invadí totalmente toda su cavidad. Hurgándoles entre sus dientes y saboreando su sabor. Notando y sintiendo como su respiración se enriquecía a medida que pasaban los segundos. Y su excitación le exigía aire. Ahora ya sabía que el vestido era sostenido solo por su cintura y me empezaba a molestar. Me senté en el sillón. Se lo saqué. Ella me miró infantilmente. Tal como desviste a una hija su madre, sin decirme nada. Al reaccionar ella segura sabía lo que iba a pasar al notarse desnuda me advirtió pero no sin mucha convicción de parte de ella.



-¡Es una locura, Marcelo! Me harás tuya pero soy tu nuera.



La volví a besar y ahora le sostuve por largo tiempo sus senos. Le acariciaba los pezones que para esta altura estaban muy duros, solo ella respondía con susurros que aumentaban a medida que con la otra mano pasaba muy despacio acariciando su cola.



Era perfecta



Su cuerpo cubría asimétricamente y armoniosamente la soberbia de un cuerpo joven. Sus piernas entreabiertas dejaban ver a los costados de su tanga unos rizos negros, sus senos eran medianos y parados y en su cara se reflejaba: el deseo. Solo su bombacha le cubría el cuerpo y ella se impactó. Estaba vencida. Buscaba mi lengua en sus besos. Entre sus pezones se le había formado una aureola roja, rojísima. Que con el tiempo supe que era cuando iba alcanzar su orgasmo. En un arranque de calentura lleve mis manos por dentro de su tanga, notando que estaba húmeda. Le tomé el clítoris con mis dos dedos, y se lo apreté. Ella en un impulso involuntario arqueó su cola hacia atrás pero solo unos segundos, luego se apretó contra mi pierna y el dedo en su clítoris sin resistirse, empecé a jugar con mis dos dedos. Además, le penetré en su vagina, mis dedos libres. Ahí creo que vencí definitivamente la poca resistencia que había hasta ese momento ofrecido. Y se produjo su primer orgasmo. Luego de unos segundos, se recuperó y me dijo:



-Marcelo, esto es una verdadera locura, mira lo que ya hicimos, es una verdadera locura. Pero te deseo. Me has calentado como ninguno, ahora te deseo y hace mucho que no estaba así de mojada. Cogeme, hacelo ya. Y que después nos juzgue en el infierno, si lo hay para esto. Pero hoy quiero ser solamente tuya.



Al terminar de decir esto, llevó su mano a mi sexo. Yo siempre he tenido un sexo algo proporcionado, pero largo y mediano a gordo. Pero ese día se los juro mi miembro reventaba. Hasta a mí me asombro su estado, igual a mi mejor época. Lo sacó empezándolo a mover lentamente, balanceándolo con su mano. Al principio con algo de turbación pero a cada movimiento lo apretaba más. Yo también hice lo mismo con su tanga negra y allí descubrí su monte que era una belleza. Muy cubierto por una maraña de pelo negro que contrastaban con su suave piel blanca y sus jugos que se le marcaban como perlitas sobre sus dos labios.



Me invitaban a saborearlo.



Le tomé una pierna levantándosela. Y apoyándola sobre el respaldo del sillón de esa forma le empecé a besar su sexo. Al principio con mi lengua le fui hurgueteando en círculos por sus labios entreteniéndome en su clítoris. Algo más tarde entrando en ella. Marina gritaba se quejaba y lloraba de placer todo al mismo tiempo, cerrando sus piernas y apretando mi cabeza con una furia desconocida hasta ese momento. Así llegó a su orgasmo. La sentí acabar con un grito tremendo. Luego tomé en mis labios sus jugos. Me apoyé sobre el sillón y ella bajó su pierna. Me sacó el pantalón. Y mis calzoncillos. Ello me excitaba. Era como una esclava, sumisa. A cada prenda que me retira besaba mis tetillas y después cubriéndolos de besos. Así llegó hasta mi sexo. Lo miró y se acercó a mi glande, casi saboreando. Mi excitación era enorme y despacio fue recorriendo con breves pero sentidos besos, mi verga que a la circunstancia explotaba de deseo. Es que aún no sabía si se animase ella a metérselo en su boca. Se paró, pero solo un segundo. Mirándolo, nuevamente fue metiendo en su boca mi sexo, saboreando las oportunas gotas de una ante-eyaculación. Así despacio lo fue absorbiendo poco a poco. Le avisé que me venía. Ella lejos lo recibió todo. Percibí como mi semen le inundaba su boca. Ella le saboreó arrodillada. Luego de unos segundos, para mí un siglo, me besó. Fue a modo de aprobación, pero creo que ello lo hacía para sí. Se sentó junto a mí en un profundo silencio de ambos. Me confesó al rato, que me había hecho a mí, lo que a su marido se lo había negado sistemáticamente. Beberse, todo mi sabor.



Ahí entendí ese beso.



Me quería complacer en todo y eso le llamaba su atención... Solo estaba muy preocupada por lo que de ahora en más, nos ocurriría. Seguro a mí no me vería más como a su suegro. Ahora sería su amante.



El primero



Y quizá el único.



Nos quedamos abrazados un rato sobre el sillón. Ella jugaba con su boca sobre mis tetillas y al rato mi sexo me pidió más. Desnuda la llevé a su dormitorio. La apoyé en su cama. Ella se dejaba hacer todo como extasiada. Es, mas estaba tan excitada que no me dejaba tiempo en pensar, ella misma me impulsaba a seguir permitiéndolo con su pasividad... Le empecé a besar pero me arrodillé poniendo debajo de su cola, unas almohadas. Logré así levantar más la entrada a su "cuevita". Ella cerraba los ojos, estirando las manos hacia el costado, después se tomó de los pequeños barrotes de la cama, como esperando el acto máximo de esa noche. Le introduje lentamente mi pija. Al principio ella se estiraba para atrás, pero al sentir que solo se estaba acomodando para recibirla me tranquilicé. Entre quejidos y balbuceos de gozo le escuché decir con una voz ya algo quebrada:



-Despacio Marcelo despacio, que soy algo estrecha, no es que me queje, no soy virgen pero me gusta que me lo hagas despacio, como deseándome.



Esto me excitó aún más. Y así me dejé caer introduciéndosela a medida que mi cuerpo y la resistencia de su vagina me lo permitían. Cuando esto llegó al final ella exhaló. Un pequeño grito le salió algo entrecortado y muy cerca de mi oído cuando se vino. Al ratito aun teniéndolo yo dura dentro de ella, me dijo.



-La tienes algo mayor que la de mi esposo y me gusta así. Me excita tenerte, me calienta hacelo ahora, descárgate pero gózame, gózame entera como yo me entregué a ti. Pero sé suave y seguro, me gusta que me trates así.



Me caliento aún más.



-Hacelo despacio que nos sobra el tiempo, mi amor.



Al tiempo me descargué, nunca lo había hecho. De ese modo y la cantidad. Soy mucho mayor y con grandes corridas en mí. Pero ella me podía, me podía. Al tiempo no mucho de ello, me dijo:



-Un día de eso hace poco, estuve toda la mañana pajeándome con vos, Marcelo. Sabes me calentaste. Cuando estuvimos en tu casa y vos estabas con la malla, se te notaba toda no sé si lo hacías adrede o no te diste cuenta. Pero yo me di cuenta. Pero jamás pensé que era así, me la imagine de otra manera. Algo más gorda pero no tan larga. Y sabes Marcelo. Te la miré ese día toda la tarde y al salir a la calle, te la roce con mi pierna, ¿Sabías que lo hice a propósito?



-No, No lo sabía Marina.



Lo cual era en parte cierto lo del roce.



-Además, mi marido esa noche se quedó dormido. Y no pude hacer el amor. Así cuando a la mañana él se fue, me hice cuatro pajas terribles. Ya en la última no podía más de lo irritada y solo me salía agüita. Todo por vos Marcelo. Y en las fiestas de fin de año, cuando fuimos me miraste todo el tiempo las tetas, y me hiciste poner colorada. Sabes fui sin corpiño solo para ti, y tú lo notaste, fue por lo de la mano, de la vez anterior.



-¿Si me di, Marina cuenta y me pescaste mirándolas? Pero no sabía que era en mi honor.



-Además, discutí con él porque no quería que fuese en el colectivo con la blusita sin nada debajo.



-Valía la pena esperar, le dije



Hacia un tiempo que ella misma se había colocado mi sexo, en verdad era ella lo que lo hacía. Yo aún no salía de mí asombro. Era una reina en la cama y ahora estaba totalmente desinhibida.



-Como ahora Marcelo como ahora que la tengo adentro, es maravilloso sentirte. Marcelo te he recibido y quiero sentirte de nuevo. Sabías que íbamos a coger ni bien te vi esta tarde -me dijo-. Pero ¿Por qué tardaste tanto, bobo? yo desesperada... Vos cogiéndote a otras cuando, me tenías aquí tan dispuesta.



Le miré sus senos. Estaban inundados de sangre y sabía que en cualquier momento sé venia. Le seguí diciendo cosas para que ello ocurriese. Mi sexo se fue metiendo en ella y no tenía límite en mi forma de actuar. Parecía un adolescente. Un chico con un juguete nuevo. No lo podía creer lo que me estaba pasado. Ella movía hacia los costados su cabeza sistemáticamente a medida que la presión de su sangre en sus labios vaginales aumentaba. Me besaba, en la cara, en mis labios, en los brazos, pero cuando nuestras bocas se encontraban me inundaba con su saliva. Luego me chupaba literalmente la lengua. Y muy próximo a su paraíso empezaba lentamente con sus quejidos. En un momento le vi su cara roja, su respiración se entrecortó y su voz se hizo gruesa, confusa pero le entendí:



-¡Ahora va mi leche papito, recibila!



Sentí como y por primera vez, el impulso de su orgasmo salido de sus entrañas aprisionaba mi glande en todo su recorrido muy dentro de ella. Pequeños impulsos sucesivos y luego uno más fuerte y definitivo fue lo que sentí. Después su aliento en mi cara emanado por su boca bien abierta solo para respirar por lo cansada en que se encontraba y verla caer suavemente en la almohada fue un precioso espectáculo. Ni con mi esposa u otra mujer en tantos años había sentido algo parecido. Marina sabia a la perfección interpretar un orgasmo y mostrárselo a su amante.



-Es el primero que tengo tan largo -agregó al recuperarse- Ni siquiera cuando me desvirgaron fue así, ni en ese día que estaba tan dispuesta. Lo sentí salir desde mis entrañas, de adentro. Y aun siento tu leche, Marcelo dentro de mí... Me llenaste toda, dudo si hoy no me quedase embarazada. Marcelo no te muevas, quedémonos así un largo rato. Bésame, si bésame lo necesito. Estoy casi desmayada de placer, te di lo mejor de mí. Y ahora dentro de mí, tengo tu leche, la tuya. Estoy muy feliz.



El domingo amanecimos juntos, al despertarnos ella me dijo que me quedara en la cama que me traería el desayuno. En tanto mientras se calentaba el café, llamó a su madrina. Nuevamente, lo que después se convirtió en una costumbre, disfrazó su día.



-Hola, Rosa -le dijo-  La llamo para aclararte que estoy muy bien -además, mintió diciéndole que se iba a almorzar a lo de una amiga, a la casa de Juanita terminó diciéndole.



Desayunamos y nos besamos, era insaciable. Puso el contestador telefónico y me dijo:



-Tenemos parte de la mañana y la tarde para seguir siendo felices.



Se fue al baño y al rato estaba más que bella. Deliciosa. Joven ardiente y complacida, se movía con su pelo recogido solo con una diminuta toalla en derredor de su cuerpo, sus senos eran, hermosísimas piernas largas y perfectas su sexo rodeado de una abundante matilla negra. Enloquecí como un pendejo al verla. Le dije que de seguir así me sería un problema dejarla. Ella me respondió.



-Más te vale que no me dejes, y por lo que veo "apenas creo, te atiende tu mujer". Lo noté anoche.



En verdad era ello parcialmente cierto, mi mujer me mantenía alejado de ella desde que le había venido su menopausia y solo me saciaba en un sexo oral de parte de ella.



-Y donde encontrarás a una hembra hambrienta tal como soy para vos. A Alicia mi suegrita, Marcelo mejor por ahora déjala tranquila, que lo que aun tienes de potencia y calidad por dar lo quiero solo yo.



Volvimos a hacer el amor. Hacía tiempo que la contemplaba dormir ya eran como las cuatro de la tarde. Se escuchaba los sonidos de una radio y pocos ruidos del escaso movimiento en la calle. Yo estaba literalmente roto, era mucho todo para mí. Ella en tanto estaba quieta, muy dormida. Totalmente desnuda se alejó algo de mi producto del intenso calor en esa pieza. Sus piernas alargadas y cruzadas combinaban perfectamente con sus senos aplanados sobre su cuerpo. Se notaba algo irritada entre sus piernas.  Su piel ahí estaba roja a diferencia del resto del cuerpo, pero su esposo apenas le notaria que allí el domingo, estuvo otro cuerpo.



Se despertó y yo me apoyé sobre ella. Mi sexo justo se encajó entre sus nalgas. Se me movió, como asustada adivinó de alguna forma mi intención casi enseguida. Notó mi sexo duro. Yo me acerqué rodeando su cuello con mis brazos y apretando sus dos senos. Ella entendió el mensaje.



-No, papi allí no, me va a doler aun nadie lo usó. Además, cuando voy de cuerpo siempre me duele.



Le besé su nuca y bajé una mano a su sexo. Ella se empezó a mojarse. La puse de espaldas en la cama, ella me dijo que no por ahí no nuevamente, pero algo menos resistente. Le dije al oído.



-Tienes crema de mano.



-Sí -fue la respuesta.



-Alcánzamela.



-Me va a doler, nunca me lo han hecho. Marcelo soy virgen de ahí.



-Ya no lo serás -fue mi respuesta- Déjame lo dilataremos con los dedos. Y solo tú me dirás, cuando.



Al volver ella, la acomode debajo de las almohadas su cola. Me puse de pie junto a la cama y le empecé a en cremar su ano. Le fui dilatando e introduciéndole solo un dedo, al tiempo y cuando ella se acostumbró. Dos esperando así llegue hasta el tercero. Lo dejé quieto un tiempo prudencial, dando a su esfínter la suficiente dilatación como para recibirme. Ella involuntariamente cerraba y abría su ano.



-Marcelo júrame que no me lo harás como un animal, trátame bien que te estoy dando mi virginidad.



-Si -le dije.



-Así lo haré Marina.



Empecé la penetración. Ella de inmediato se quejó. Paré y luego de unos segundos cuando se hubo acostumbrado al inicio de la cabeza, despacio le introduje un poco más de mi sexo. Ella a cada paso se tocaba diciendo.



-Todavía falta eso, Marcelo me vas a romper toda.



Mintiéndole le dije:



-Ya está casi adentro.



Ella se lo toca.



-ay –dijo- Marcelo me la metiste toda, casi te toco las bolas. Despacio querido, recorda que soy inexperta en esto.



Había llegado a la totalidad de mi pija, y quería tener más se los juro para poder seguir. Pero todo se acaba y mi pija se acabó en su culo de un envión. Ella fue allí que se quejó. Creo que de haber prestado atención los vecinos lo hubiese escuchado el grito final de la penetración. Luego se calló y apoyó la boca en el colchón arqueando así más su cola. La veía transpirar. Se notaba ello en los pelos diminutos de sus piernas. Su sexo estaba rojo y mojado, ella se tocaba al mismo tiempo... Y yo la tenía quieta en su cola.



-Marcelo me has desvirgado te he dado todo, te quiero -me dijo- No me dejes nunca. Me haces falta y te daré todo lo que quieras. Pero no me abandones, ahora que los has conseguido en un día todo lo mío.



Terminé unos minutos después dentro de ella. Ella acabó profundamente con dos de sus dedos dentro de su vagina. Se echó en la cama con la cola hacia arriba. Al rato no mucho de ello vi como de su ano y junto con algunas gotitas de sangre, mi semen se discurría lentamente. Esa vista me marcó para siempre. Aun después de mucho tiempo la veo a ella tocarse su ano casi sin hacerlo por temor al dolor, luego limpiarse con una pequeña toalla mis líquidos que para ese entonces se le resbalaban por su entre piernas. Mirar asombrada esa toalla y decirme:



-Marcelo esconderé esta toalla. Será nuestro secreto de por vida por haberte entregado mi virginidad.



Ahí comprendí que ella estaba enamorada de mí desde hacía mucho tiempo atrás. Nos bañamos juntos. Me dijo que la había dejado muy dolorida. Se le veía en verdad algo roja la entrada de su ano. Se sentó de costado y me empezó a decir.



-Ándate Marcelo se te hace tarde y estoy algo cansada.



No me reprochaba lo de su ano, pero me mostró que estaba toda irritada y que en su espalda le había marcado.



-No te preocupes, algo se me ocurrirá decirle. Pero Marcelo no me mientas y no me dejes, ahora sé que te amo.



Pero a mí, solo me sostenía el aliento. Nos despedimos como novios. En verdad allí nació nuestro amor, que aún perdura. Muy diferente a cualquiera otro. Y llegué con ella a realizar cosas que nunca ante me hubiese atrevido a hacer con otra mujer. Creo que ella había nacido para ser una reina de la cama.



Continuará...


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 6.5
  • Votos: 2
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