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Cuando a Lucía le ofrecieron el puesto de ayudante de catedra en la UBA, se emocionó muchísimo y se sintió muy agradecida porque le confiaran esa responsabilidad. Por supuesto que aceptó enseguida. Sólo debía ir dos veces por semana y lo podía combinar fácilmente con su otro trabajo en la empresa de construcción. En la cátedra del arquitecto manccini siempre la habían considerado una de las mejores alumnas, así que habiendo pasado apenas un año de haberse recibido, Lucia volvió a pisar las aulas de su alma mather, pero esta vez como docente.
Los alumnos se alegraron de tener una profesora prácticamente de su misma edad. Eran apenas del segundo año, pero como sucede siempre en los cursos del turno noche, La mayoría pasaban de los veinte.
Sin embargo en un principio nadie le prestaba mucha atención. Para ellos, solo se trataba de una chica de veinticinco años, delgada, con la nariz grande. Además, en los primeros días se la veía nerviosa, y cuando explicaba algo, solía contradecirse enseguida, y cuando le hacían preguntas, antes de responder lo consultaba con el titular de cátedra, lo que le hacía perder autoridad y de paso, pasar desapercibida.
Sin embargo, al poco tiempo le agarró la mano al trabajo. Iba siempre preparada y supo aprender a predecir las preguntas de los alumnos, y así ya no dudaba de sí misma y se fue ganando el respeto de los chicos.
Además, a medida que se sentía más segura y distendida, resultaba más simpática. Citaba frases de Los Simpson para hacer chistes, y tenía un lenguaje mucho menos formal que los demás docentes, Aunque sin perder el estilo académico.
Al tiempo, los alumnos se fueron acostumbrando a ella. A veces el titular faltaba y Lucía debía hacerse cargo de la clase, y los alumnos disfrutaban de su estilo desenvuelto.
Esta simpatía por la profe se transformó en algo más, al menos en el caso de los varones del grupo.
Ya no veían a Lucía como la mujer poco agraciada que habían conocido. Descubrieron que su nariz grande no lo era tanto, y que debajo tenía unos sensuales labios gruesos. Sus ojos, marrones, comunes y corrientes a simple vista, poseían una mirada intensa que les fascinaba.
También más de uno disfrutaba de verle, cada vez que se daba vuelta, el trasero de manzanita que tenía. Aquel trasero que en principio les pareció de glúteos flácidos, pero que con determinados pantalones descubrían que si bien eran delgados, aquella flacura tenía una forma bien definida.
Por su parte a las mujeres les caía bien aquella profesora que veía las mismas series que ellas y se vestía con esa onda tirando a hipie, con pulseras coloridas puestas en los tobillos que descubrían sus pies descalzos; y el mechón rubio le daba un aire jovial, que en realidad estaba presente en toda su persona.
Lucia estaba contenta con ese grupo. Que era el primero y además, por el momento, el único bajo su cargo. Las chicas parecían admirarla. Y los hombres, si bien la trataban con respeto y simpatía, cada tanto la observaban subrepticiamente como intentando buscar algo en su cuerpo. Otros le lanzaban piropos cada tanto, cuando cambiaba de peinado o cuando se teñía su mechón de un color diferente. Esos piropos siempre se decían en broma, pero lucia sabía que toda broma tiene algo de verdad y se sentía halagada, al igual que la alagaban aquellas miradas disimuladas.
El único que la incomodaba un poco era aquel alumno más grande de la comisión. Probablemente más grande que ella también. Era extremadamente serio y cuando le preguntaba algo o cuando contestaba algo que ella peguntaba, lo hacia observándola con una mirada poderosa que parecía querer penetrar en ella. Pero si bien le incomodaba no se sentía molesta, y más de una vez se descubrió pensando en él durante la noche, preguntándose si aquella incomodidad, se debía quizá, a que se sentía fascinada por la personalidad intimidante de él. Pero sus pensamientos no pasaban más allá de eso.
A veces se divertía haciendo un ranking de cuál de sus alumnos estaba más fuerte. No le gustaba ni uno en particular, solo era un juego para ella.
Tampoco es que se autocensurara. Era una mujer libre y moderna y pensaba que si dos personas se gustaban no deberían reprimirse por imposiciones sociales. Pero esto no quitaba que instintivamente excluyera a los alumnos como potenciales amantes. Es decir, nunca se planteaba eso de manera seria y su libertad de pensamiento le quitaba el morbo que algunas personas tenían por relaciones supuestamente prohibidas.
En sus alumnos, sin embargo, predominaba una filosofía totalmente diferente. El hecho de que Lucía fuese su profesora le daba un atractivo mucho mayor del que ya tenía. La mayoría de ellos rondaba entre los veinte y veintitrés años, por lo que no era imposible que más de uno se relacionara con mujeres de 25, que era la edad de ella. Así y todo, la idea de acostarse con su profesora los excitaba muchísimo. Se imaginaban yendo a clases al día siguiente de haber estado con ella. Entonces tendrían una complicidad mágica, y mientras ella daría la clase, ambos se recordarían desnudos uno adentro del otro. La idea les parecía exquisita, pero nunca la compartían con los otros. Por miedo a ser juzgados de cursis. Solo se limitaban a devolverse miradas y plantearse unos a otros cuantos polvos le echarían a la profe. Algunos tímidamente decían "al menos uno le doy" cuando en realidad les hubiese encantada tenerla solo para él durante toda una noche.
Por su parte, Javier, que era aquel hombre de treinta años que intimidaba a lucia, no veía la hora de que termine el cuatrimestre para invitarla a salir. Era el único que pensaba en ella de manera romántica y hasta se imaginaba novio suyo.
El último mes del cuatrimestre el profesor titular se enfermó y para alegría de alumnos y profesora, ahora sólo la tenían a ella dictando clases. La confianza entre docente y alumnos, para entonces había madurado. Sin embargo, sabía poner límites y evitar que la clase se convierta en un desastre. Los piropos eran bien recibidos pero cortados enseguida, y cuando se ponía a conversar sobre la serie del fin de semana, solo lo hacía durante cinco minutos para distenderse. A todos se les hacía difícil estar encerrados en el aula hasta las once de la noche, sobre todo los viernes, y esa actitud de lucía ayudaba muchísimo.
Llegó el final del cuatrimestre y juan, en nombre de toda la comisión la invitó a tomar una cerveza para despedirse. A ella le hubiese gustado recibir esa invitación recién a fin de año, ya que si tomaba de más, y hacia el ridículo, tendría que verlos luego de las vacaciones y probablemente entonces sí, perdería el respeto que se había ganado. Otra cosa que la hacía dudar era el hecho de que últimamente se descubrió más de una vez pensando en sus alumnos, no como tales, sino como hombres. Principalmente pensaba en Javier, que tanto la intimidaba, pero que la atraía con su mirada fuerte y su personalidad segura. Y también solía pensar, mientras se tocaba en la ducha, en Gabriel, aquel que la recorría todo el tiempo con la mirada, y que era tan joven que la hacía sentir desubicada. No era prejuiciosa para las relaciones, pero era realista, y sabía que si tenía algo con alguno de ellos dos, podría tener problemas.
Sin embargo no pudo decir que no a la invitación de Juan. Salieron al otro viernes. Eran las once de la noche cuando salieron de la facultad. El día estaba fresco, pero agradable. Fueron todos caminando hasta un bar que estaba en frente de la universidad. La profesora iba vestida como en cualquier día con un pantalón de jean y un pulóver rojo arriba. De todas formas, a los ocho varones les pareció más bella que nunca, quizá porque fuera del aula la veían diferente.
Fueron los trece alumnos. Incluso Javier, que no parecía ser tan unido al grupo. Iba del brazo de Juliana, una cuasi adolescente de pechos gigantescos. Le dio un repentino ataque de celos, pero enseguida se deshizo de tal sentimiento, juzgándolo sin sentido. El bar no tenía nada de especial. Era bastante chico y pasaban música de moda que ella no escuchaba. Más que nada bachata y cumbia, alternando con rock nacional. Evidentemente no tenían un buen dj. Sin embargo la cerveza los animó a todos, Lucia conoció mejor a los futuros arquitectos. Juan pensaba salir de mochilero por toda argentina apenas terminara el año. Gabriel se había ido a vivir con su novia hacía muy poco tiempo. Le dio pena que siendo tan joven se haya autoencarcelado en una relación, pero nuevamente desechó otro pensamiento sin sentido. Qué sabía ella si no era feliz.
La música no era buena para escucharla, pero sí para bailarla. La profe bailó con todos los chicos salvo con Javier que parecía secuestrado por Juliana. El baile le dio mucha sed a Lucía por lo que tuvo que tomar más cerveza de lo que pensaba, para aplacarla. Tenía bastante tolerancia al alcohol, pero después de un par de horas, ya estaba bastante alegre. No le importó, la estaba pasando bien. Juan aprovechaba algunos pasos para apoyarse sobre las nalgas de la profesora, apenas la rozaba, pero ella descubrió que aquel muchacho de baja estatura no era pequeño en todas sus extremidades. No se molestó por aquellos roces porque no creía que fueran a propósito o en todo caso no le importaba. Cuando iba a sentarse para descansar, la rodeaban las mujeres para que les cuente sobre sus amores y entonces ella les relataba todo lo que podía recordar en ese momento de embriaguez.
Necesitaba ir al baño, así que subió las escaleras para usar el toilette. Una vez dentro, abrió una de las puertas para usar al inodoro y entonces se encontró con una sorpresa: Javier tenía arrinconada en una esquina al costado del inodoro a Juliana. Le besaba los enormes pechos desnudos con pasión, y ya tenía los pantalones bajos, con el trasero peludo al aire. Juliana había abierto los ojos enormes cuando escuchó abrirse la puerta y ver entrar a la profesora, se sintió expuesta y humillada ante esa situación.
Javier, en cambio, se dio vuelta, y si bien se sorprendió al verla, volvió a lo suyo y siguió chupando el pezón de su amante. Lucía, estúpidamente, se quedó petrificada mirando la escena. Cuando Javier la miró, expuso su miembro grueso y erecto y ahora ella quería verlo en acción. Sin embargo, cuando vio la cara de enojo de Juliana entendió su desubicación, balbuceó un perdón y cerró la puerta.
Javier, lejos de enojarse se había excitado muchísimo más con la interrupción de aquella mujer que tanto quería. Más aun cuando notó su mirada fascinada sobre su miembro. Quizá no era una buena manera de comenzar una relación romántica, pero, quien sabe. Mientras tanto se cogía a juliana con una furia animal mientras estrujaba sus tetas.
Lucia volvió avergonzada, pero siguió bailando. Ahora se encontraba excitada y cada vez que Juan la apoyaba, ella también hacía lo suyo y el contacto hacia que sus nalgas se contrajeran y un leve estremecimiento se apoderara de su ano.
Siguió tomando cerveza y una vez que vio bajar a Javier y Juliana, fue directo al baño. Cuando se cruzaron en la escalera notó por la cabeza gacha de ella y la sonrisa distraída de él, que preferían hacer de cuenta que nada había pasado. Mejor para ella.
Pero aun así sentía vergüenza y trató de irse lo antes posible inventando que al otro día debía levantarse temprano.
De todas formas, todos los chicos querían irse. Algunos iban a seguir la fiesta en un boliche. Y otros simplemente volvían a sus casas.
Se despidieron afectuosamente hasta el otro cuatrimestre.
Javier y juliana subieron al auto de él. Lucia ofreció acercar a Juan, y Mauricio que vivían cerca. Gabriel creyó ver una oportunidad y a pesar de vivir en otra dirección, se subió al auto de la profe con la excusa de que primero pasaba por la casa de Juan a buscar unos apuntes para un final muy cercano. Entonces, los cuatro fueron en el auto.
Llegando a la casa de Juan, este invitó a los otros dos a seguir tomando unos tragos, mientras que por mensaje hacia la misma invitación a Juliana y Javier. Dejó escapar la invitación a la profe sabiendo que diría que no, pero justo cuando iba a negarse, Lucia notó que nuevamente tenía muchas ganas de orinar, así que acepto la invitación solo por unos minutos y a cambio de que le prestara el baño.
En la casa tomaron más cerveza. Lucia no quería mesclar con otra bebida. Juliana y Javier se perdieron de nuevo de la vista del grupo. Habían pasado apenas diez minutos y Lucia decidió irse. Todos lamentaron la despedida, pero justo cuando en ese momento pasó algo.
Todo se volvió negro.
Se había cortado la luz, y no solo en la casa de Juan si no en todo el barrio.
Lucia quiso irse de todas formas, le pidió a Mauricio que la alumbre con la linterna del celular y una vez en el auto ya se arreglaría. Pero los tres chicos protestaron. "Como se va ir así profe, espere a que vuelva la luz, está muy oscura la calle, se le puede cruzar alguien y quizá no lo ve" argumentó Gabriel.
Ella, notándose bastante mareada, decidió hacerle caso.
Se sentaron en el living y siguieron charlando, aunque ella ya no tomaba más. La oscuridad los hacía sentirse en un ambiente íntimo, un mundo pequeño solo de ellos. Lucia les contó que hace meses no tenía pareja y todos especularon en silencio con la cantidad de tiempo que la pobre profe estaba sin coger. Ofreciéndose mudamente, para aliviar esa necesidad. Aunque todos sabían en el fondo que no era una mujer que no pudiese hacerse de sus propios machos.
La penumbra era casi absoluta. Cada tanto la pantalla de algunos de los celulares los iluminaba, pero enseguida se apagaban. Entonces se oyó un sonido que interrumpió la conversación. Era Juliana que gemía, en alguna habitación, mientras Javier la penetraba con su pija morcillona.
Efectivamente, Javier se la estaba cogiendo, con las piernas de la chica en su hombro, sosteniéndose de las tetas mientras embestía con fuerza. Sin embargo las tetas que quería tocar eran las pequeñas tetitas de la profesora, y en cada penetración pensaba en ella y deseaba que escuche a Juliana gemir para que se entere de como sabía hacer gritar a una mujer.
Lucia, en el living, escuchaba los gemidos y también los golpes de cada embestida, y sintió cierto calor en su sexo e instintivamente cerró las piernas.
Distraída por aquellos ruidos, no notó los pasos que se dirigían a ella y el peso del cuerpo que se colocaba a su lado.
Solo sintió unas fuertes manos agarrándole la cara, haciendo fuerza para que no moviera la cabeza. Y una vez que ella gritó instintivamente por el susto "ay, que pa..." una lengua intrusa invadió su boca. Era Mauri, que no aguantaba más la calentura por la profe y estimulado por lo que sucedía en la otra habitación, y por los vasos de cerveza que se tomó durante toda la noche, se animó a intentar cumplir su fantasía. O al menos parte de ella, porque seguramente la profe lo rechazaría, pero se llevaría el sabor de su boca de recuerdo.
Pero para su sorpresa la resistencia de Lucia solo duró unos instantes. Enseguida notó como ella también saboreaba su boca y lamia su lengua.
La profe estaba excitada, y por eso no pudo resistirse a ese beso con aliento a alcohol, no sabía cuál de los tres chicos era, pero besaba muy bien.
Luego sintió otra presencia. Alguien se había colocado detrás de ella, le sopló la nuca y metió una mano por debajo de sus nalgas que estaban apoyadas sobre el sofá, pellizcándolas una vez que logró que ella las levantara un poco. Era Juan, el petiso, que se había echo un lugar encima del posabrazos.
“no chicos, basta" dijo Lucía, porque pensaba que ya había llegado demasiado lejos. Pero entonces se sumó Gabriel, que no veía nada de lo que sucedía, pero siguiendo el sonido, se arrodilló frente a la profe. Buscó su cuerpo esquivando el de los otros, acarició sus piernas y subió pasando por sus pechos pequeños y divinos, hasta encontrar su cara que estaba fundida con la de Mauricio mientras Juan le chupaba el cuello. “chicos por favor" balbuceó la profesora, pero los besos en el cuello eran muy dulces y los labios del otro muy hábiles, y las manos del tercero, ya pasaban por debajo del pulóver y la remera, y acariciaban con pericia la piel desnuda, combinando estas caricias con besos húmedos en el ombligo, subiendo lentamente, levantándole la ropa hasta llegar a sus pechos.
Los otros entendieron que había llegado la hora de desnudar a Lucía. "por favor" repitió ella, pero esta vez terminó la oración de otra manera "por favor no le digan a nadie o me echan"
"pero no profe, si nosotros la queremos, como le vamos a hacer eso" dijo Juan mientras le desabotonaba el pantalón.
Entonces Lucía sintió como las seis manos la hacían moverse de un lado a otro para quitarle la ropa. Enseguida quedó en ropa interior. Gabriel le desabrochó el corpiño, Mauri le bajó la bombacha y le dio un tierno beso en el culo.
Por un momento todos se alejaron de ella. No entendió por qué hasta que oyó el ruido de los cierres bajarse y el de los cinturones chocando contra el piso.
Los tres estaban desnudos en la penumbra, rodeándola con sus falos erectos, no podía verlos, pero oía los pasos acercarse en diferentes direcciones, y sentía el olor a sexo que emanaban sus pijas. Ninguno dijo nada. Nadie intentó planear la mejor forma de cogerla sin molestarse unos a otros, solo se pararon cerca de ella, acariciándola primero, en cada parte de su cuerpo. A alguno le gustaba sus piernas y otro prefería pellizcar sus pezones. Al mismo tiempo dos lenguas devoraban su cuello, y una sus muslos. El que estaba más abajo no tardó en llegar a su sexo, llenándola de besos alrededor de su vulva primero, para atacar el clítoris enseguida. Esto último era lo único que faltaba para hacerla gozar. Se sentía masajeada en cada uno de sus poros, y ahí abajo, donde ya estaba húmeda, comenzó a sentir leves espasmos.
De repente sintió algo duro y viscoso que chocaba con su boca. Era una pija dura, y grande, con bastante líquido preseminal saliendo de ella. Por su forma, estaba segura que se trataba de Juan. Abrió la boca y ayudándose con una mano comenzó a chupar de la mejor manera que sabía. A sus veinticinco no había chupado tantas pijas, pero sabía hacer gozar a los hombres, dándole primero besos tiernos al tronco, acariciando las bolas, para luego chupar el glande que era donde más sensibilidad tenían, y finalmente metérselo en la boca. No era lo que más le gustaba hacer, pero extrañamente disfrutaba mucho tragarse la pija de sus alumnos. Tenía un sabor no muy diferente a otras que había probado, pero quizá por el goce de su entrepierna le parecía distinta a otras mamadas que había hecho.
Una mano tomó la suya. Era el tercer alumno que dirigía la mano a su pija para que la masturbara. Era larga y delgada, y sin estar segura supuso que se trataba de Gabriel, el chico que más le gustaba de esos tres, por lo que se esmeró en el manoseo, tratando de darle el mayor placer posible. Y cada tanto se sacaba la pija de juan de la boca para probar la del otro, aunque el otro posesivo, no tardaba en dársela de nuevo.
En plena mamada, sintió como Mauri, quien por descarte supuso que era aquel que le chupaba tan bien la concha, le abría las piernas y finalmente la penetraba. Lo hacía con ternura, como con miedo a lastimarla, y ella, con la boca siempre llena, gemía de placer, aunque deseaba que Mauri fuese más salvaje.
El primero en acabar fue Juan. Lucía decidió hacerle el favor y para que no se ensuciaran con el semen del otro, recibió toda la eyaculación en la boca. Nunca le agradó ese líquido caliente y viscoso, aunque tampoco le desagradaba. Así que se lo tragó para poder hacer lo mismo con Gabriel. Estaba en una posición incómoda, pero no le importó. Se corrió el pelo para atrás y empezó a pajear y a chupar con ganas la segunda pija, mientras Mauricio, ahora sí, embestía con fuerza. Estas embestidas le dificultaban hacer bien el pete porque la hacían sacudirse y gritar, aun así se las ingenió. Le bastaron unas cuantas lamidas para tragarse unos nuevos chorros de semen. Mauricio le seguía dando con fuerza, pero ahora ella quería acabar, así que cambió a su posición favorita. “ponete boca abajo pendejo” ordenó. Él lo hiso, apuntando su mástil hacia el techo. Lucía se subió encima, introduciéndose la pija del alumno. El chico no soportaría mucho más, pero ella tampoco. Comenzó a hamacarse, despacio. Cuando él quería embestir, le apoyaba la mano en el torso, y le pedía que no se moviera. Ella quería sentir la pija, y acomodarla a su gusto. Los otros dos chicos ya se estaban poniendo duros de nuevo de sólo oír los gemidos de ella. “ggmmmmhh”, susurraba, mientras se movía de un lado a otro, sin sacarse la pija de adentro. De repente, alguien la abrazó de espaldas, y comenzó a masajearle los posones. “siii, assiiiii, mmmh”, aprobaba ella la acción de los alumnos. Mientras, otra pija se asomó a su boca. Tenía el olor fuerte del semen que acaba de evacuar. Estuvieron así un buen rato, hasta que su boca recibió una nueva eyaculación, y esto, junto con los masajes suaves que hacían sobre sus tetas, la hiso alcanzar el clímax. El calor invadió su entrepierna, los muslos se contrajeron, y con la boca llena de leche gritó su orgasmo como no lo había gritado hace mucho. Mauricio había durado mucho más de lo que ella supuso, pero cuando oyó gritar a su profesora favorita, ya no pudo aguantar más y lanzo los chorros de semen caliente dentro de ella.
Los tres se quedaron en la oscuridad rodeándola con sus cuerpos, sintiendo su hermosa desnudes con sus pieles, no faltaría mucho para que se pongan al palo de nuevo, pero ella les pidió descansar.
Javier estaba en la otra habitación con juliana, pero no pudo evitar oír lo que sucedía en el living. No lo podía creer. Aquella mujer que tanto le gustaba no era más que una puta que se enfiestaba con sus alumnos.
Finalmente regresó la luz. Y decidió ir a ver lo que sucedía.
La imagen lo impactó. La profesora estaba completamente desnuda con su hermoso cuerpo delgado, sobre el sofá más grande. Estaba levemente arrodillada y detrás de ella estaba Mauricio escarbándole con su dedo índice el culo. Cada tanto metía el dedo entero en su orificio y ella a cada una de estas embestidas se movía hacia adelante y de alguna manera se las ingeniaba para lamer el glande de Gabriel, que estaba parado a un costado. Mientras tanto Juan se masturbaba deleitándose con la imagen. La profe cada tanto miraba a su alrededor para asegurarse de que nadie la estaba grabando.
El sentimiento de indignación de Javier se vio nublado por la calentura. Le encantaba ver lo gauchita y puta que era la profe en la cama. Enseguida se desnudó "Javier que hacés!" gritó Juliana a su espalda, pero él hizo como si no escuchara nada.
Ya estaba al palo. Lucia lo observaba mientras era penetrada, dejó de chupar a Gabriel por un rato y lo llamó con la mirada.
Le gustaba sentirse penetrada por el culo, lo disfrutaba mucho, aunque una pija podría lastimarla, por eso le pidió a Juan que le metiera el dedo. Pero ahora que lo ve a Javier, solo desea estar con él.
Mauri entendió que estaba sobrando, así que sacó su dedo de adentro de su profesora, satisfecho, porque estaba convencido de que cuando comience el segundo cuatrimestre cada vez que cruzaran sus miradas recordarían ese momento. Entonces Lucía se puso boca arriba, abrió sus piernas y expuso su sexo a Javier. Ya no le importaba nada, ni siquiera los llantos de la tetona de su alumna. Quería la pija de ese hombre dentro suyo. Javier se tiró encima de ella, y le metió la pija gruesa con suavidad, sabiendo que podría lastimarla. Ella gritó de placer apenas sentirla. Le acariciaba el hombro y los brazos fuertes mientras los otros tres veían con placer y Juliana no paraba de llorar. Le metía la pija, y al mismo tiempo le quitaba las ganas que ella tenía desde hace cuatro meses. Iba aumentando casi imperceptiblemente la intensidad. Javier sabía coger. Parecía adivinar la intensidad con que debía penetrarla, en qué momento introducir más su tronco y en qué punto de su cuerpo acariciarla cada vez que lo hacía. Los otros tres la miraban, borracha de placer y eso le gustaba más. Juliana finalmente dejó de lloriquear, consolada por la pija de Gabriel que la puso en cuatro y la empernaba sobre la alfombra para no perder de vista a su deliciosa profesora.
Lucía sintió un poderoso estremecimiento entre sus piernas, y el calor le subió desde las piernas hasta el corazón y muchos músculos se contrajeron, hasta que acabó en un grito fuertísimo abrazando a Javier con las piernas.
No tenía idea de si era capaz de seguir siendo la profesora de aquellos hombres, pero en realidad en ese momento no le importaba nada de eso.
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