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Eran poco más de las cuatro de la tarde una tarde soleada de primavera.
El coche de mi amiga Laura avanzaba lenta por la solitaria calle en dirección a la puerta de mi casa.
Un gusanillo recorría mi estómago, tenía la sensación extraña de no saber si lo que iba a hacer estaría bien o mal. No sabía si realmente me iba a gustar.
Trabajo como funcionaria con horario de ocho a tres, lo que me permite disponer de suficiente tiempo para mi.
Laura es una compañera de trabajo, vistosa, delgada con una melena castaña oscura que le llega por la altura de los hombros, soltera, siempre bien vestida y arreglada, sonriente, amable y buena amiga.
Un día mientras desayunaba con Laura, no sé bien como salió el tema en la conversación y ella me preguntó si yo disfrutaba o no en la peluquería.
Yo le dije que no me causaba ninguna sensación especial salvo la de pánico a que me cortaran más de la cuenta y que por eso iba siempre a la misma peluquería en la que una chica muy agradable sabía exactamente cortarme las puntas cada dos o tres meses.
Entonces ella me confesó que a ella le sucedía algo parecido hasta que un día dio con un salón de belleza un tanto especial, en el que tanto las chicas que lo atendían como los clientes gozaban al observando o realizando cortes de pelo.
Desde aquella vez a ella le excita cada vez más sentir como le cortan el pelo y le gusta observar como a otras mujeres les cortan el pelo mientras ella espera su turno y que le excita cada vez más sentirse observada mientras a ella le arreglan.
Yo no salía de mi perplejidad y mi curiosidad cada vez era mayor.
Sin saber cómo una cosa llevó a la otra y terminé aceptando la invitación de Laura para ir juntas a su peluquería y, heme aquí esperando a que me recoja en su coche para acompañarla.
Mientras el coche de Laura avanzaba ligero por las calles semidesiertas, ella me dijo que no tenía que preocuparme por nda, que lo más importante para mí era tratar de disfrutar y que para ello debía dejar aparcados en la entrada complejos e inhibiciones, actuar sin ningún tipo de tabú y dejarme llevar.
Pronto llegamos a un lujoso edificio comercial del centro y Laura aparcó su coche en un aparcamiento del inmueble.
Mientras avanzábamos hacia el ascensor mi corazón comenzó a latir con más intensidad y sentía un calor interior que me invadía. La boca se me secó y apenas podía pronunciar palabra.
Llegamos a un salón de belleza del que sólo se veía una pequeña sala de espera y un mostrador desde el exterior.
Cuando entramos sonó un pequeño timbre y al poco rato de una puerta de espejo al fondo salió una chica rubia de media melena recogida en una coleta, vestida con una bata ceñida, de unos treinta y pocos años de edad, que saludó con un cariñoso beso a Laura y se dirigió a mí por mi nombre como si me conociera de toda la vida.
Pili, que así se llamaba, nos invitó a pasar al interior y me dijo que ya sabía por Laura que era la primera vez que venía a un sitio como este y que por eso había reservado para nosotras el saloncito privado, pero que no tenía que preocuparme porque estaba segura que me iba a entusiasmar y que repetiría.
Seguidamente nos hizo entrar a Laura y a mí en una habitación de mediano tamaño muy iluminada, toda llena de espejos, en la que había un tocador de peluquería con todos lo necesario; varios peinadores semi transparentes en tonos claros; varios tipos de tijeras; una maquinilla eléctrica con varios tipos de cabezales; una navaja de afeitar de barbero; un frasco pulverizador de agua varios peines y cepillos para el pelo; una brocha de afeitar; una brocha grande con un depósito de polvos de talco de las que se usan para quitar pelos; un secador de pelo; unas tenacillas calientes; y un largo etc.
Frente al tocador había un sillón de peluquería articulado un poco peculiar ya que tenía unas extensiones delanteras para apoyar las piernas, una banqueta con ruedas y un mueble de cajones con ruedas lleno de bigudíes.
A un lado una especie de lavabo móvil con su grifo de ducha y un anaquel con varios tipos de champús, toallas y productos para el pelo.
En la parte trasera de la habitación había una silla con ruedas, un pequeño sofá un perchero y una pequeña taquilla.
Pili nos dijo que nos pusiéramos cómodas que enseguida volvía y se marchó.
Laura abrió la taquilla y sacó dos batas cortas y transparentes que colgaban de sendas perchas que había en el interior de la taquilla y mientras empezaba a desabrocharse la blusa, me dijo que me desnudara completamente y me pusiera la bata.
Al principio me dio un poco de apuro desnudarme delante de Laura pero al recordar lo que me dijo y verla que ella lo hacía sin ningún tipo de prejuicio me animé a imitarla.
Sin tiempo para pensármelo entró Pili de nuevo en la habitación con una bandeja con bebidas. Estuvimos un rato de charla bebiendo los combinados y en un momento dado preguntó a Laura si ya estaba lista.
Laura pasó al sillón y se sentó.
Pili puso el lavabo en la trasera del sillón y reclinó el respaldo hasta que su cabeza reposó en el lavabo y su media melena castaña quedó perfectamente acoplada en el vano.
Pili abrió el grifo y comenzó a lavarle la cabeza a Laura con un suave masaje. Por el gesto de placer que tenía Laura parecía como que Pili estaba haciendo bien su trabajo.
Debajo de la bata transparente los pezones de Laura se erizaban como pugnando por atravesar la sutil tela de la bata y se oscurecían.
Las piernas de Laura comenzaron a separarse y al fondo se podía apreciar su sexo ligeramente entreabierto.
Pili pareció que se percataba de que me estaba llamando la atención lo que sucedía y me preguntó si me estaba dando cuenta de lo excitada que estaba Laura. Acto seguido continuó con su tarea como si no le diera mayor importancia.
He de reconocer que, si bien al principio me sentí un poco azarada, poco a poco he de reconocer que la situación me empezaba a gustar y que estaba empezando a excitarme también yo.
Cuando Pili terminó de lavar el pelo de Laura, ésta ya tenía las piernas completamente separadas y se veía perfectamente cómo bajo la fina capa de pelo que rodeaba su sexo emergían uno labios carnosos y brillantes, lo que daba cuenta inequívoca de la excitación que sentía Laura.
Pili mientras tanto reincorporó el respaldo del sillón y rodeó el cuello de Laura con una capa para cortar bastante corta que le llegaba a penas a la altura de la cintura, por lo que seguía viéndosele perfectamente la entrepierna en el espejo.
Hoy estás muy excitada le dijo Pili a Laura y mientras le peinaba y desenredaba el pelo con un peine fino. Cuando terminó de peinarla le preguntó que cómo y cuanto quería que se lo cortara.
Laura me miró y me hizo un gesto para que me acercara más. Cuando estuve a su lado me dijo.
No seas tímida ven tráete la silla y siéntate aquí al lado y verás como gozo yo y goza también Pili mientras hace lo que más le gusta.
Pili, hoy estás de suerte. Para que mi amiga vea lo que es disfrutar, puedes cortar lo que quieras y luego, ya sabes.
Ya era hora de que me dejases hacer lo que vengo deseando desde hace tiempo, le contestó Pili. Verás como no te arrepientes.
Pili parecía saber muy bien qué es lo que tenía que hacer y se acercó al tocador y cogió unas pinzas para separar el pelo y unas tijeras con el filo dorado.
Dividió el pelo de adelante y de atrás a la altura de las orejas con una línea recta perfecta que unía ambas orejas y tapó completamente con el pelo de delante la cara de Laura.
Luego le dijo a Laura que respecto a lo demás fuera fijándose en si le gustaba el modelo y se desabrochó la bata mientras se colocaba delante de Laura, entre sus rodillas. En ese momento me pareció ver que Pili tampoco llevaba nada debajo de la bata y que sus pezones estaban también erectos.
Pili peinó repetidamente el pelo que caía sobre la cara de Laura y cogió un mechón del centro entre sus dedos comenzando a cortarlo a la altura de la mitad de la nariz de Laura.
El sonido del pelo que se cortaba en el filo de las tijeras, el ver poco a poco asomar la cara de Laura y el pelo cortado que caía mojado al suelo entre las piernas de Laura y delante de Pili en grandes mechones; el cuerpo desnudo de la peluquera que asomaba por la abertura de la bata cortándole el pelo a Laura, hicieron que comenzara a excitarme de verdad. Sentí una agradable humedad en mi entrepierna.
Pili seguía frente a Laura cortándole las capas laterales en una línea descendente que venía paralela a la mandíbula de Laura desde la parte superior de sus orejas hasta el pómulo de Laura dejando ver su boca y sus mejillas sonrosadas.
Cuando Pili le echó el pelo para atrás y se retiró de delante Laura dio un gemido profundo, caray Pili cada día te superas.
Seguidamente Pili se colocó a la Espalda de Laura y comenzó a separar la parte de atrás del pelo por capas recogiéndolo con la pinza en la parte superior de la cabeza.
Pili empujó para adelante la cabeza de Laura que comenzó a jugar con un mechón de pelo de los que le habían cortado y que cayó en el sillón.
Luego Pili cortó el pelo apoyando las tijeras en la piel de la nuca de Laura. El frío metal de las tijeras hizo que Laura gimiese nuevamente.
Mechones de más de treinta centímetros de largo comenzaron a caer sobre el suelo.
A continuación, ayudándose con el peine Pili empezó a rapar la nuca de Laura que cada vez quedaba más descubierta.
A la primera capa le siguieron todas las demás hasta que la melenita de Laura quedó reducida a una capa que tapaba apenas la coronilla a la altura de la parte superior de las orejas.
Cuando ya había bajado la última capa de pelo de Laura y la había cortado a la altura de la parte superior de las orejas, Pili igualó esta capa con los laterales.
Dejó las tijeras sobre el tocador y cogió la maquinilla eléctrica.
La puso en marcha y volvió a empujar hacia delante la cabeza de Laura desde la coronilla.
La cara de Laura era todo un poema. Cuando Pili le acercó la maquinilla encendida a la nuca Laura soltó un suspiro profundo y se le puso la piel de gallina.
Mientras Pili se afanaba arriba y abajo en dejar la nuca de Laura rapada al cero y degradar el largo del pelo desde la capa alta con la ayuda de un peine, ésta no paraba de acariciarse el sexo y gemir de placer al tiempo que me miraba de reojo.
El suelo cada vez tenía más pelo de Laura.
Cuando terminó de rapar el cogote de Laura Pili apagó la maquinilla sopló las cuchillas y la dejó en el tocador. Luego cogió la pequeña brocha de afeitar que había allí y mojándola en agua caliente en el lavabo la acercó al cuello de Laura.
Aplicó la brocha húmeda en los laterales del cuello de Laura y en la zona de las patillas y cogió entonces la navaja de afeitar, comenzando a afeitar con suavidad y precisión los laterales del cuello.
Cuando terminó, de afeitarle el lateral del cuello y las patillas dejó la navaja cogió la brocha grande espolvoreó polvos talco sobre el cuello y nuca de Laura y le retiró la capa de cortar.
Para entonces Laura tenía las piernas completamente abiertas y los labios de su sexo completamente abiertos y brillantes.
Joder que gusto, exclamó dijo Laura. ¿Te gusta el corte? Preguntó Pili.
Oh sí dijo Laura.
Pues ahora vamos con el resto, dijo Pili mientras reclinaba totalmente el respaldo del sillón dejando a Laura semitumbada. Seguidamente apretó un botón y comenzó a levantarse los suplementos de las piernas donde Laura tenía apoyadas sus pantorrillas y sus piernas quedaron elevadas a la altura de su cabeza. Pili separó los suplementos y las piernas de Laura quedaron completamente separadas dejando expuesto su sexo como si estuviera en el sillón del ginecólogo.
Pili le dijo que se adelantara un poco más al borde del sillón y dispuso un pequeño foco para iluminar la zona.
Yo no salía de mi asombro porque no tenía idea de que Laura fuese a arreglarse también el pubis. Comprendí entonces el por qué de desnudarnos completamente
Por lo que pude ver Laura realmente necesitaba que se lo arreglasen, puesto que, si bien se veía que se lo depilaba habitualmente porque lo tenía más poblado por el centro que por los laterales, también apreciaba que hacía tiempo que so se lo arreglaba porque tenía pelo más corto en toda la entrepierna.
Caray Laura, esto necesita un buen trabajo dijo Pili.
¿Te lo dejo como el mío o quieres que te haga otra cosa?, preguntó la peluquera mientras le enseñaba su pubis que estaba perfectamente depilado salvo una pequeña línea vertical del ancho de un lapicero.
No, no, lo quiero completamente limpio, como una niña pequeña, así no he de preocuparme por el modelo de bikini este año.
Está bien, le contestó Pili, mientras cogía unas tijeras pequeñas y un peine de púas finas del tocador.
Inmediatamente Pili se sentó en la banqueta de ruedas entre las piernas de Laura y comenzó a recortarle el pelo casi al rape.
Cuando terminó con la parte del pubis, separó más las piernas de Laura y comenzó a recortar el pelo que rodeaba sus labios, para entonces su sexo estaba chorreando.
Cada vez que Pili apoyaba sus dedos en el interior de los labios de Laura ésta gemía de placer. Esto excitaba a Pili a quien se le notaba un cierto temblor y una mayor separación en las piernas.
Cálmate Laura que aún queda lo mejor, le dijo Pili.
Seguidamente dispuso una pequeña palangana debajo del sillón y con el bote de agua mojó completamente el pubis de Laura limpiando con su mano primero y con una toalla después los pelillos recortados que habían quedado depositados en el pubis de Laura.
De una especie de pecera iluminada Pili sacó con unas pinzas una peqeña toalla caliente y se la puso a Laura sobre su sexo. Es para que se te abran los poros y poder afeitarte más profundo nos explicó Pili.
Pasados unos segundos Pili cogió un spray de gel para afeitar y la brocha y comenzó a enjabonar suave y perfectamente todo el área.
Tomó nuevamente la navaja con la que le había afeitado el lateral del cuello y comenzó a afeitar la zona púbica con suma habilidad y cuidado. Pili iba poco a poco limpiando la navaja de restos de pelo afeitado y espuma en una toalla que tenía sobre sus muslos.
Enjabonó la zona perineal de Laura y le fue afeitando delicadamente sexo hasta que Laura acabó corriéndose con un gemido profundo cuando Pili le metió los dedos en el interior del sexo para sujetar los labios y afeitarlos bien.
Finalmente Pili limpió con agua todo y pude ver lo bien que resultaba el sexo de Laura totalmente a la vista, abierto de par en par y chorreando.
Entonces Pili cogió un bote de aceite de almendra del tocador y se vertió una buena cantidad en la palma de una mano. Con la otra dejó el bote en el tocador; se frotó ambas manos con el aceite y comenzó a darle un masaje a Laura por la zona afeitada, lo que me resulto casi tan excitante a mí como le estaba resultando a Laura.
Laura no pudo más y dio un nuevo grito de placer.
Pili reincorporó a Laura, terminó de secarle el pelo y peinarla.
Cuando Laura se bajó del sillón Pili se afanó en barrer el pelo de Laura, pasó una toalla por el asiento y me indicó que era mi turno.
¿Qué hacemos contigo?, me preguntó Pili.
La verdad es que no sabía que contestar y, aunque hubiera sabido, estaba tan excitada en ese momento que no sabía articular palabra.
Pili me acopló en el lavabo, soltó la pinza con la que tenía sujeto el pelo y puso mi larga melena negra en el interior del lavabo.
Caray Laura dijo Pili, no me habías dicho que tu amiga tuviera este pelo tan largo; que gozada.
Mientras Pili me lavaba la cabeza, comencé a entender por qué Laura se excitó tanto. El masaje de Pili era sumamente sensual y placentero, a mí me comenzó a latir el corazón a toda prisa y la entrepierna se me terminó de humedecer.
El tiempo pasó deprisa y, cuando me quise dar cuenta Pili ya me había reincorporado, me estaba rodeando el cuello con la capa de corte y estaba en el tocador recogiendo las pinzas, el peine y las tijeras que guardó en el bolsillo de su bata, que continuaba abierta.
Entonces qué, ¿te animas a un corte como el de Laura?, o quieres algo diferente.
Normalmente sólo me corto las puntas le dije, pero esta vez creo que me animaré y dejaré que me desfiles en capas la parte de adelante y que me cortes cinco o seis dedos de largo por detrás.
¿Y de lo demás?.
De lo demás ya hablaremos llegado el momento, le respondí.
Bueno, manos a la obra.
En un abrir y cerrar de ojos Pili ya me había puesto todo el pelo delante de mis ojos y ella estaba plantada de pie delante de mí, entre mis piernas, con la bata abierta, enseñándome sus pechos erizados y su bonito pubis depilado. Para entonces Pili ya tenía las piernas un poco separadas lo que interpreté como señal de excitación.
Con dos dedos colocados en mis sienes me hizo bajar la cabeza y cogiendo las tijeras doradas fue a cortar. Le separé la mano y le dije que tuviera cuidado, que prefería venir más a menudo a que me dejara muy corto el pelo y tardar más en volver. Me dijo que no me preocupara y cortó un gran mechón central a la altura de mis ojos.
En ese instante sentí un escalofrío de placer como nunca había experimentado antes.
Al primer tijeretazo le siguieron otro y otro más. Laura parecía tomárselo con calma para disfrutar más plenamente.
Cuando Pili iba terminando de despejarme el pelo de la cara que pude verla completamente excitada frente a mí y vi en el espejo como Laura, que se acariciaba su recién depilado sexo mientras miraba cómo Pili se aplicaba a fondo con mi pelo. He de reconocer que me gustó saber que ambas se excitaban conmigo.
Todo el suelo delante del sillón estaba lleno de mechones largos que Pili había cortado.
Luego Pili se colocó a mi espalda y separó el pelo de la parte de atrás en capas que recogió en pequeños moños retorcidos encima de mi cabeza sujetándolos con varias pinzas, como había hecho con el pelo de Laura.
Me hizo ponerme de pié y peinando con sumo cuidado la primera capa de mi melena hasta tenerla bien lisa pude ver que me legaba hasta la cintura.
Me hizo inclinar ligeramente la cabeza hacia delante y hecho esto, comenzó a cortar recta mi melena ocho o nueve dedos por encima de su final.
No te importará que te haya cortado un poco más de cinco dedos, me dijo Pili, es que lo tienes muy estropeado y te conviene.
Yo sabía que era una mentira piadosa y que lo que pasaba es que le excitaba más cortar más, por lo que la dejé hacer porque a mí también me excitaba la idea de satisfacer a Pili y a Laura.
Cuando terminó de cortar el largo del pelo apenas me llegaba hasta la línea del sujetador, Pili me le había pegado un buen tajo a la melena que, durante años, no había perdido sino dos o tres dedos cada vez que me cortaba el pelo, pero la experiencia había merecido la pena. Mi sexo, por aquel entonces rezumaba de placer.
Esto que, normalmente me hubiera molestado, no sólo no me importó sino que he de reconocer que me gustó.
Cuando terminó me quitó la capa de cortar y me enrolló el pelo en una toalla como una mora.
Seguidamente Pili reclinó el respaldo y levanto las extensiones de las piernas dejándome tumbada en el sillón con las piernas apoyadas arriba.
Me separó las piernas y me dijo. Bueno ha llegado el momento de hablar. ¿Qué hacemos con este bosque?.
Lo siento, es que no suelo arreglármelo.
En efecto, yo sólo me había recortado el pelo del pubis con tijeras durante los veranos, y lo más que me había hecho era hacerme la cera en el salón de belleza para recortar un poco los laterales. Nunca se me había pasado por la cabeza depilarme integro el pubis. Por eso tenía una buena mata negra y rizada.
Creo que, por ser la primera vez, prefiero que me lo dejes un poco más poblado que el tuyo le contesté, sin saber bien por qué lo hacía.
Chica no te apures por tenerlo tipo bosque si a mí me gusta más así para trabajar, me contestó Pili, no ves que tengo más que pelo que cortar.
Con las tijeritas fue dejándome toda la parte delantera al rape y, entre las manos de Pili y el peine que escarbaba una y otra vez para levantarme los pelos, cada vez me fui excitando más.
Pili me separó más las piernas y comenzó a recortarme la zona que rodea los labios.
La sensación del filo de las tijeras cortando el pelo y de la mano de Pili rozándome el sexo, me hizo exclamar de placer.
Ves como te iba a gustar, me dijo Laura, al tiempo que yo gemía de placer.
Mientras Pili había cogido del tocador la maquinilla eléctrica y se la puso en marcha sin ponerle ningún peine.
Me la acercó al pubis y, entre la vibración de la maquina, el ruido y la sensación de los pelos cortándose entre los dientes de la máquina, terminé de excitándome más aún si cabe.
Seguidamente Pili me lavó bien y me enjabonó la entrepierna con la brocha y el gel de afeitar.
Cuidadosamente fue afeitando el monte de Venus hasta dejarme una pequeña banda central de pelo de un dedo de ancho y unos tres centímetros de largo.
Hecho esto, me enjabonó la zona perineal y metiéndome sus dedos en el sexo me afeitó completamente los labios externos.
Estaba tan húmeda que los dedos de Pili salían mojados con mis flujos espesos.
Terminado el afeitado Pili me aclaró con agua fría nuevamente la zona y me dijo que puede que me escociera un poco en los próximos días pero que me aplicara aceite de niño pequeño y que se pasaría.
Cogió el bote de aceite de almendras del tocador, se untó las manos y comenzó a masajearme la zona afeitada.
Nuevamente me excité y gemí de placer.
Creo que, como es la primera vez te has quedado a medias, me dijo Pili, pero todo tiene remedio y, abriendo un cajón del anaquel del lavabo extrajo un pequeño consolador eléctrico, lo untó de aceite y comenzó a metérmelo y sacármelo.
Pude ver a Laura reclinada hacia atrás en el sofá del fondo metiéndose los dedos y retorciéndose de placer mientras que Pili se afanaba en meterme y sacarme el consolador.
Pili hizo una seña a Laura y se acercó al sillón y le cogió el consolador a Pili.
Pararon un momento, pusieron el sillón en posición normal, Laura se sentó frente a mí en la banqueta de ruedas y mientras Pili terminaba de peinarme, Laura puso en marcha el consolador y terminó la tarea que había comenzado Pili.
Pili terminó de peinarme, había quedado francamente bien, esta nueva imagen me gustaba.
Seguidamente me puso un espejo delante del pubis en el que pude ver mi sexo desprovisto de pelo en el que se apreciaban con claridad unos labios carnosos que ignoraba tener.
Para cuando todo terminó, miré el reloj y eran poco más de las siete de la tarde.
Laura y yo nos vestimos y pagamos a Pili quien se despidió de nosotras deseando vernos pronto.
Laura estaba espléndida con su nuevo peinado, a mi me había gustado un montón la experiencia y Pili había disfrutado de lo lindo.
Durante el viaje de vuelta a casa Laura y yo no cruzamos palabra, sólo al final, cuando nos despedimos, le dije que tenía razón y que esperaba poder repetir.
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