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Estaba tocando en un bar de la ciudad de México y la noche estaba bastante apagada. Era sábado y mitad de quincena, por lo que un panteón tenía más vida. Me toca abrir la noche en ese bar. Mi turno empieza a las 20:30 y termina a las 22.00 horas. Por lo regular somos dos los que tocamos, pero en esa ocasión mi compañero había avisado que no podría ir, así que, viendo la mortandad de la noche, decidí pedir un tequila doble, beberlo de un sorbo y comenzar con unas canciones románticas que les gustan mucho a las meseras del lugar, y que canto para ellas cuando no hay mucha gente.
Estaba como a la mitad del show, cuando entran al lugar un par de mujeres solas. Iban vestidas como para la disco, una con una minifalda bastante pronunciada y unas botas hasta las rodillas, con bastante plataforma, y una blusa que parecía se la habían dibujado en el cuerpo. La otra chica iba con un pantalón hasta la cadera, un top y un ombligo con un arete o piercing. Unas zapatillas abiertas con unas uñas bellamente ‘pedicureadas’. Una cabellera color rojo intenso remataban el atuendo. Como el lugar estaba prácticamente solo, las chicas quedaron en una mesa frente a mí. Al terminar la canción que interpretaba les di la bienvenida y les bromeé un poco con la suerte que habían tenido al obtener una mesa de pista. Les dije que me llamaba Karlos y que estaba a sus órdenes y una de ellas, la de la minifalda, me dijo que si estaba a las órdenes de las dos. Risas. Me pide una canción de Arjona. Una que duela, me dice. Le canto "Realmente no estoy tan solo". Aplausos y me dice: «si te sabes la de ONE de U2 te podría dar un beso». Claro que me la ser. Empiezo a tocar la canción y empieza a aplaudirme y a aullar. A partir de ese momento, no me dejaron de bombardear con peticiones. Al terminar con una canción me pregunta la pelirroja que qué estoy tomando. Le digo que tequila y me dice que soy "Karlos Negrete" en mención al charro cantor y bebedor irremediable de Tequila. Me invita uno doble y pide otro para ella.
Sigo con el show. Sigo con las canciones dolorosas. Morí, Ojalá, Para vivir, Sin tu latido. Otro tequila, ahora yo lo invito. Termina mi turno. Me despido.
Empiezo a desconectar la lira y cuando la estoy guardando se acerca la pelirroja. Me dice «oye, cantas muy bien» y me pregunta que a qué hora voy a tocar otra vez. Le digo que ya terminó mi turno y que por ese día ya no toco más. Me dice que es una lástima, ya que ella y su amiga la estaban pasando muy bien y querían seguir escuchando ese tipo de música. Me pregunta que si tengo algún plan para esa noche. Les contesto que no, pero que, si ellas tienen alguno y no hay problema, yo las podría acompañar. Me dice que espere un segundo y se va a la mesa con su amiga. A los pocos minutos estaban pagando y la pelirroja se me acerca y me dice, «mi amiga tiene un depa aquí cerca, nos preguntábamos si tú y tu guitarra quisieran ir y seguir la fiesta con un tequila y nosotras». Wow. Pero por supuesto que sí. Nos apuramos, y salimos rumbo al depa de, ahora lo sabía, Rebeca, la chica de la minifalda. Rebeca era española y Karla mexicana. A ambas les encantaba el tequila y, como estaba a punto de comprobarlo, el sexo.
Llegamos a casa de Rebeca y de inmediato comenzamos a tomar y a cantar. Como a la hora y media de plática, canto y mucho tequila, Karla me dice que se acababa de divorciar y que su amiga le había propuesto distraerse yéndose a bailar juntas, pero que, como era muy temprano, decidieron tomar una copa en el bar mientras llegaba la hora de irse. También me confesó que su amiga Rebeca había tomado éxtasis hacía un rato. Mientras nosotros platicábamos Rebeca ponía un disco en su componente. Era una música flamenca y ella empezó a bailar y a cantar flamenco con una fuerza impresionante. Cantaba y en su cara se denotaba la fuerza de cada palabra y con las manos aplaudía y se levantaba la ya de por sí corta falda. Zapateaba con mucha fuerza en el piso y remataba el baile con un movimiento intenso de todo su cuerpo, mientras su rizada cabellera le caía despeinada y con furia en la cara. Yo estaba extasiado con ella. Era un espectáculo maravilloso. De pronto empieza otra canción y Rebeca se me acerca y me empieza a cantar flamenco a unos cuantos centímetros de la cara. Me provocaba con su mirada y sus labios, que cada vez se acercaban más a mi boca. Su cabello negro y rizado brillaba con las velas que habíamos prendido en la sala. Yo estaba sentado, casi recostado en un sofá.
Con un movimiento sorpresivo Rebeca se me sentó en las piernas, de frente, con las piernas abiertas y la mini hasta el inicio del pubis. Yo estaba como petrificado por el espectáculo. Rebeca me dice, «lo prometido es deuda, me cantaste mi canción, ahora va el beso», y me planta un beso en la boca, metiendo la lengua hasta dentro y succionando mi lengua y mis labios. De pronto, Karla toma mis manos y las pone en las nalgas de Rebeca. Las pone y las aprieta. Rebeca se contorsiona hacia atrás, dejándome ver sus enormes senos. Yo apretaba y masajeaba las nalgas de Rebeca. Estaba a mil cuando siento una mano entre mis piernas. Era Karla, que me miraba con los ojos enormes y la lengua entre los labios, mojada, invitadora. Rebeca se hace hacia delante y me planta otro beso en la boca. Su lengua entraba y salía, me lamía los labios, la cara, como una gatita, me lamía los ojos y me volvía a besar. Guau. Karla me masajea la verga sobre el pantalón, me masajea y me mira, me parece que le excita sobremanera acariciarla. Con la otra mano, comienza a bajarme el cierre y, con la otra, a masajearme las bolas, mete su mano libre en el pantalón abierto y busca la verga con ella, la saca del pantalón, la ve, gorda, hinchada, enorme, con esa cínica sonrisa vertical, rojiza, a punto de explotar inyectada de sangre. La aprieta, la masturba, con fuerza en la punta y bajando el prepucio despacio, como toda una maestra.
Me masturba con su mano, acerca su boca y comienza a lamerla. Guau. Mientras tanto Rebeca ya está parada frente a mí, de espaldas, bailando, no puedo verla muy bien, pero parece que está jugando con sus senos, masajeándoselos. Baila con sus nalgas muy cerca de mi cara. La agarro de la cadera, la acerco y comienzo a besarle esas nalgas enormes, sensuales, extremadamente duras. Subo un poco la falda y admiro una diminuta tanga, extremadamente sexy, negra, con encaje. Le acerco aún más las nalgas a mi cara y comienzo a besarlas, a restregar mi cara en ellas, toda la cara, la barba, la nariz, los ojos, la lengua. Rebeca gemía, casi imperceptiblemente, respiraba muy rápido, se me pegaba y con las manos me apretaba la cabeza hacia sus nalgas. Karla miraba la escena, no perdía un instante y parece que disfrutaba mucho viéndola, ‘voyeurando’ con nosotros, masturbándome y masturbándose ella misma cada vez más fuerte. Rebeca termina prácticamente por sentarse en mi cara, mi nuca recargada en el respaldo del sofá, prácticamente comiéndome a esa hembra, le lamía las nalgas, se las apretaba con las manos, se las movía en círculos y se las abría también en dos, como si estuviera abriendo las puestas de un elevador, admirando ese culo que se movía cerca de mí, lamiéndolo, introduciéndole la lengua en el ano, lamiéndoselo, pasándole el dedo índice y luego el pulgar por encima de él, suave, tocándole la punta del ano. Rebeca seguía gimiendo, cada vez más fuerte, ya era un jadeo muy perceptible, y diciéndome cosas como "lámele macho, mámame las nalgas, dame por el culo, duro, dámelo bien duro, macho, no pares" y yo lamía más ese culo, llenando mi cara de sus jugos y de los míos.
Karla seguía viendo y masturbándose ella y a mí. Era increíble, nunca me había cogido a dos mujeres juntas en mi vida, el espectáculo era sublime, Karla ahora me mamaba la verga, se la metía en la boca toda, me mamaba la verga y me sobaba las bolas, me mamaba las bolas y me sobaba la verga. Era demasiado, Karla alcanzó su primer orgasmo, cerraba los ojos y apretaba los labios. Rebeca iba como en el tercero o cuarto, inmediatamente después sentí que yo también iba a terminar, y se lo dije a Karla, quién arremetía aún con más fuerza en sus jaladas de verga haciéndome venir con una explosión de semen en su cara, en su frente cayó el primer espasmo, en su ojo derecho el segundo, y en su labio superior el tercero. Ella se pasó la mano por la cara y se lamió los dedos. Era increíble. Karla se retiró un momento, supongo que, para lavarse la cara, mientras yo seguí mamándole el coño a Rebeca, quién parecía disfrutarlo como si fuera la primera vez. A los pocos minutos reapareció Karla, ahora sin pantalones y sin blusa, no llevaba brasier y en sus pezones, al igual que en su ombligo, llevaba unos piercings. Se comenzó a besar con Rebeca y ésta le comenzó a masajear los senos suavemente y a jalar los piercings de los pezones, también muy suave. Rebeca le pasaba la mano también sobre los calzones, le sobaba el clítoris, se lo tallaba con la palma de la mano. Yo estaba con la verga súper parada, como si nunca me hubiera venido, era tal mi excitación.
Rebeca me deslizaba las nalgas por el pecho, por la cara, subía y bajaba, hasta que no pude más y la bajé directo a mi verga. La senté en ella, un pequeño grito contenido, ella jadeaba, y me decía "así, así, cógeme macho, cógeme mucho", yo le jalaba el cabello, le jalaba como si estuviera montando un caballo. Le hacía la cabeza hacia atrás y ella jalaba de los pezones de Karla, quién también jadeaba y gritaba. Yo aproveché la cercanía de Karla y alcancé uno de sus pezones, que comencé a jalar muy suave. Ella me toma la mano y me la aprieta contra sus senos y me dice que le apriete fuerte, que no la voy a lastimar, que haga lo que quiera pero que no deje de apretarle y de jalarle las chichis. Rebeca volteaba la cabeza y me besaba, me sacaba la lengua con la que me lamía parte de la cara, se me acercaba al oído y me decía quedito "cógeme cabrón, méteme tu verga, fuerte, lastímame macho" y jadeaba y gritaba y se daba unos sentones en mi verga, tan fuertes que creí que se me iba a partir en dos. Rebeca ya le había bajado los calzones a Karla, quién abría las piernas mientras Rebeca le metía un consolador que nunca supe de dónde salió. Era una verga plástica enorme y con unas bolitas muy llamativas.
Primero lo introdujo despacio, rítmicamente lo metía y sacaba, despacio. Karla lo agarraba y se lo metía aún más en la vagina, queriéndoselo introducir todo, hasta que llegaron a una velocidad considerable. Yo le jalaba los pezones a Karla, le apretaba con una mano el seno y con la otra mano libre le agarraba las tetas a Rebeca, una y otra, alternadamente, le apretaba uno y luego el otro seno, le besaba la espalda, el cuello, Rebeca no dejaba de subir y bajar en mi verga, gritaba y jadeaba, corriéndose a cada minuto. Era increíble. Karla se saca el consolador de la vagina, le pone un poco de lubricante, y se voltea, poniéndose de a perrito. Yo veía sus nalgas impresionantes, un enorme corazón parecían en esa posición. Rebeca toma el dildo y lo empieza a introducir en el culo de Karla, despacio. Karla se apoyaba en una mesa, y se empujaba hacia atrás, queriendo sentir esa verga plástica desgarrando su ano. Rebeca lo introducía muy bien, Karla gozaba al máximo, se veía que estaba excitadísima por la cantidad de jugos que desprendía su vagina, se auto masajeaba el clítoris y daba unos pequeños gritos, unos leves jadeos.
Yo no pude más. Le avisé a Rebeca que terminaba, ella me dijo "córrete dentro, dámela toda, macho", y eso mismo hice. Me corrí como una fuente. Rebeca seguía con Karla, introduciéndole la verga plástica por el ano, unos minutos más, hasta que unos espasmos muy visibles nos confirmaron que ella también llegaba al orgasmo. Karla se acercó a nosotros, se sentó a mi lado y me abrazó. Rebeca seguía encima de mí, recostada en mi pecho, mi verga dentro.
Me marché al amanecer. Nos vimos una vez más los tres para repetir la experiencia. Luego de eso Rebeca regresó a Sevilla a casarse. A Karla no la he visto, pero, a decir verdad, sin Rebeca ya no sería lo mismo. Ella le ponía un sabor a paella a los encuentros. Nunca olvidaré su maravilloso baile flamenco.
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