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Debido a mis continuos viajes pasaba prácticamente la mitad del mes fuera de Bogotá, mi ciudad de residencia y por consiguiente la relación con mi esposo se fue enfriando hasta llegar a un punto en que discutíamos los pocos días que pasaba yo en casa, todo esto agravado por el hecho de que el viajaba también por cuestiones de trabajo y en ocasiones pasaban semanas enteras sin que pudiéramos vernos. Esto entre otras cosas fue el que me empujó a tener un amante, sin buscarlo, forzada por las normales necesidades físicas que el cuerpo pide, por el deseo de un roce, una mirada lasciva, un encuentro apasionado pero fugaz. Todo eso producía en mi sensaciones que creía olvidadas, que solo recordaba haber sentido al inicio de mis anteriores relaciones amorosas, cuando todo era novedad.
A ese amante, Diego, protagonista de anteriores relatos como "La Mecedora" y "Mi primera vez por el culo" entre otros, llevaba semanas sin verlo, después del incidente relatado en "La última vez con Diego". Mi cuerpo pedía a gritos algo de acción.
Estaba en mi apartamento en Bogotá, a eso de las 6 de la tarde, mi hijo en casa de los abuelos maternos donde solía pasar la noche de vez en cuando, mi esposo en viaje de trabajo por una ciudad caribeña, llegaría al día siguiente en la mañana.
Me encontraba frente al computador chateando con un hombre que decía tener 30 años, de Argentina. Tratamos de tener cibersexo… pero me aburrí, necesitaba algo mas que eso aquel día que sin saber porque mi líbido había alcanzado enormes proporciones. Así que desconecté mi equipo y me dirigí a la alcoba. Me dispuse a tomar una ducha, liberando mi cuerpo de la bata de seda, el sostén que sofocaba mi pecho y una tanga minúscula de las que me gusta usar, color negro. Abrí la llave del agua caliente y tras comprobar la temperatura me metí a deleitarme con uno de mis placeres favoritos el cual consiste en lavar mis zonas íntimas con un gel especial con el cual me gusta consentirme. Tomé un poco en mis manos procediendo a continuación a frotarlo por toda mi concha y raja.
La sensación del gel frío con el agua caliente es deliciosa y más si se aprovecha para acariciar la concha, el clítoris y el culo a conciencia en todas las formas posibles, circular, de arriba hacia abajo y viceversa y metiendo furtivamente uno o dos deditos por mis deseosos orificios.
Logré correrme por mi cuenta gracias a mis manos y a la deliciosa y lubricante sensación del gel. Ese orgasmo reparador hizo que me sintiera un poco mejor, pero la fiesta aún comenzaba, deseaba más y tenía toda la noche para mi sola, para tener una pequeña fiesta privada.
Después de masajear mi piel con un jabón exfoliante con olor a frutas cítricas y de secarme suavemente me fui para mi cama acompañada de mi botellita de aceite, gran compañera de mis rituales de autosatisfacción. Puse algo de música relajante y como toda luz prendí un par de velas blancas para mejorar aún más el ambiente en el cual quería envolverme para mi propio placer.
Me acosté bocarriba sobre un par de cojines y mis sábanas favoritas, unas blancas de satín, un material muy sensual para hacer el amor, impregnada ya totalmente en mi aceite favorito, completamente brillante, con el cabello húmedo, agitada y deseosa de obtener todo el placer posible.
El que estuviera sola no me iba a detener en mis propósitos, así que tomé una botellita de crema, de forma convenientemente circular y de unos 25 cm. de longitud. Impregné la punta en mis fluidos vaginales y me la introduje lentamente para disfrutar la penetración de aquel objeto que a pesar de ser un intruso, un desconocido, bien servía para mis propósitos. Con la otra mano acariciaba mi clítoris, ya salido de su capucha, duro y erecto, como un pequeño pene dispuesto a recibir todas mis caricias.
Cuando ya tuve mi objeto fálico bien adentro de mi, unos 20 cm. de modo que quedara por fuera lo suficiente como para manipularlo comencé a sacarlo y meterlo de forma suave y constante sin detenerme y sin dejar de acariciar mi clítoris, amparada y protegida por saberme sola, para dar rienda suelta a los mas alocados pensamientos y fantasías. Cuando estas sola puedes imaginar que estas con alguien mas, con alguien a quien tu desees mucho, con alguien con quien quisieras estar. En ese momento un hombre ocupaba mi mente… un hombre solo visto en fotos estaba espiritualmente conmigo, sobre mi, penetrándome con su recuerdo, con sus palabras… un hombre llamado Cesar al cual deseaba mucho y no podía tener, dueño en aquel instante de mis mas ardientes fantasías…
En ese momento llegó mi esposo el cual había adelantado su viaje, mientras yo seguía en mis pensamientos y manipulaciones, completamente ajena a la interrupción que inevitablemente ocurriría minutos después. Con su acostumbrado silencio, entró casi sin hacer ruido, dejó sus cosas en el estudio y se dirigió a la habitación lentamente. La luz tenue y la puerta entreabierta lo detuvieron justo ahí donde las velas proyectaban en la pared la imagen de una mujer, de su esposa, haciendo algo hasta ahora desconocido para el, que nunca la había visto introduciéndose ningún tipo de objeto.
Era un hombre tradicional en el sexo, pero que deseaba a su mujer con locura, a una mujer a la cual llevaba semanas enteras sin tocar.
Parado ahí en la puerta sin atreverse a entrar e interrumpir ese privado momento se dedicó a mirar simplemente, a deleitarse con tan hermoso espectáculo, su mujer con el rostro contraído, los ojos cerrados, introduciéndose un objeto por su sexo, acariciando frenéticamente su clítoris, pellizcando ocasionalmente sus pezones… era algo digno de verse.
La exitación pudo mas y lentamente y sin hacer ruido sacó su verga y comenzó a pajearse ahí parado como un tonto que no atinaba a abrir esa puerta y abalanzarse de una vez por todas sobre su esposa, sobre su cama; mas no quería interrumpir tan sagrado momento de intimidad y placer que el no le había podido proporcionar en mucho tiempo.
El continuó meneándosela hasta que los gemidos de ambos se mezclaron en la estancia; eran pequeños gemidos de placer contenidos durante los días que llevábamos sin sentirnos.
Yo no lo escuchaba pues no solo lo música callaba sus gemidos sino que estaba tan concentrada en lo que estaba haciendo que no tenía cabeza para nada mas. El anhelado momento estaba de nuevo cerca y me detuve un momento para reponerme y prolongar el instante placentero previo al orgasmo. Una oleada de calor me invadió, no podía resistirlo un momento más así que aceleré de nuevo mis caricias hasta que por fin exploté estremeciéndome de pies a cabeza, con el corazón agitado.
Al otro lado de la puerta, mi esposo viendo que yo ya estaba cerca apuró el delicioso momento y se apoyó contra la pared para no caerse cuando de su pija salieron chorros enormes de leche contenida por demasiado tiempo.
No contento con esto el se dedicó a mirarme un rato mas, para admirar la blancura de mi cuerpo, mis anchas caderas, mis ojos cerrados, una sonrisa de satisfacción dibujada en mi rostro y todo mi cuerpo relajado por el agradable momento.
El mientras tanto limpiaba sus manos llenas de semen con el pantalón. Su verga continuaba erecta pidiendo más, con ganas de introducirse en mi cueva y no salirse nunca más.
Así lo ví yo cuando irrumpió la habitación dándome un susto de muerte; vestido pero con la verga totalmente tiesa saliendo del pantalón, con la cara descompuesta de quien se había visto rechazado e ignorado por largo tiempo y con tremendas ganas de abalanzarse sobre mi y no precisamente para abrazarme…
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