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Era ya tarde esa noche, y cuando me disponía a irme a mi casa llegó a la clínica un caso de urgencia. El Jefe de Guardia examinó a la paciente y me llamó para decirme que era quirúrgico, y que el solo no se atrevía a encararlo. Prepararon el quirófano, y mientras me cambiaba me fue explicando. Era mucho más complicado de lo que imaginaba.
Tras tres horas de intervención quedé satisfecho con mi labor, la mujer en cuestión podría haber muerto si no era correctamente atendida.
Estaba agotado por la tensión de la cirugía; así que decidí quedarme a dormir en mi departamento de la clínica. Era sólo un dormitorio con cama de dos plazas, baño y una pequeña salita con una heladera, y un anafe que uso sólo para calentar el agua del mate. Pero en verdad no estaba para manejar el auto hasta mi casa.
Apenas si comí, en el comedor de los médicos que tiene servicio las veinticuatro horas.
Me acosté en mi cama, desnudo como hago siempre, y traté de leer una revista, la tensión no me abandonaba. Pedí un té de tilo por el interno, y traté de hacer algo de control mental para relajarme.
En cinco minutos tocaron mi puerta, era una mucama de turno con el té pedido. La vi y recordé su ingreso casi un año atrás.
Susana, una enfermera muy linda con la que cojía a veces, me había pedido en una noche de sexo que le diera algún trabajo a su madre viuda, ya que la pensión no le alcanzaba para nada. Se trataba de una señora de 65 años, que de haber trabajado debía estar ya jubilada. La Gerente de Recursos Humanos se opuso, pero yo era el propietario y quería quedar bien con Susana. El tema es que la señora mayor empezó a trabajar y su desempeño fue satisfactorio; se llamaba Victoria, alta como de 1,75, pelo corto y teñido de negro. El uniforme de pantalón y chaqueta dejaba adivinar, más que ver, sus grandes tetas, caderas amplias y culo generoso. En su juventud debió estar tan buena como su hija.
Doctor, su té de tilo. ¿Anda nervioso?
Gracias Victoria, estoy cansado y tenso.
Tómese su tilo, después vuelvo a retirar la taza.
Se alejó meneando su gran culo, y me dejó pensando. Me vinieron ganas de cojer; pero la gerente de RRHH ya se había ido. Repasé en mi memoria las mujeres que quedaban en la clínica, no podía distraer a ninguna de sus tareas específicas. Volví a la revista mientras bebía el té, fue inútil, no podía concentrarme. Al rato regresó Victoria a retirar la taza.
Ay doctor, usted sigue en tensión. ¿Quiere que le haga un masaje a ver si se relaja?
¿ Sabés hacer masajes Victoria?
Sí, mi hija me enseñó algo, ella sabe mucho de eso. A Susana le doy masajes cuando está tensa y contracturada.
Bueno, dale, me va a venir bien.
Me destapé hasta la cintura, me coloqué boca abajo, le indiqué dónde tenía un gel relajante, y Victoria comenzó su tarea en mi espalda.
Sus manos eran suaves y firmes, recorría mis hombros y cuello. Me recordaba las manos de Susana cuando me hacía lo mismo. Claro que Susana no se limitaba a un masaje terapéutico, ni sólo a usar sus manos. Cuando lo hacía me besaba la nuca, me apoyaba las tetas desnudas en la espalda; y siempre seguía el masaje hacia abajo hasta prenderse de mi verga.
La mamá lo hacía bastante bien, deslizaba sus manos desde la cintura hasta el cuello y hombros. Al principio apretando, hasta que sintió que me relajaba, y entonces lo hizo con suavidad, casi como una caricia. Mi poronga empezó a pararse casi sin querer. Es que mi verga nunca me obedeció, a veces pienso que tiene su voluntad propia, y creo no estar errado, si hasta a veces converso con ella y dialogamos; alguna vez voy a escribir los diálogos con mi pija. Como cuando me di vuelta en la cama tenía el pene hecho un flan, quedó en mala posición para erguirse y me molestaba. Metí mis manos bajo las sábanas, me levanté un poco y lo acomodé. Victoria notó mi acción.
¿Qué hace doctor?
Nada, estaba incómodo y me acomodo.
Prosiguió con su tarea, bajó un tanto la sábana y ya masajeaba mi culo, lo que me excitaba cada vez más. Siguió por mis muslos, pantorrillas y pies, me cosquilleó en las plantas; ya mi relax era total, pero la señora mayor consideraba que no había terminado su labor. Con pericia adquirida en la clínica ayudando a higienizar pacientes me volvió boca arriba de un solo movimiento. Mi mástil quedó apuntando al techo.
Ummm, Susana me contó que usted estaba bien dotado, pero no pensaba que tanto.
Perdón Vicky, no fue mi intención, pero tu masaje me excitó, si querés andate ahora.
Ahh y dejarlo así doctorcito. Va a ser un desperdicio, espere que dejo la taza en la cocina y vuelvo.
Salió y me quedé alelado e intrigado sobre los propósitos de la señora mayor que me había calentado tanto. Estaba aún desnudo en la cama con la verga parada pensando quién sabe en qué cosa cuando la vieja regresó ¡¡¡¡DESNUDA!!!!
Doctor, usted sabe que a una poronga parada hay que bajarla de cualquier manera. Mi hija me contó que usted es insaciable, y le va a hacer mal si se queda así.
Y... Vicky dale.
Y yo tengo un hambre de verga doctor, hace años que nadie me coje bien.
La miré estando ella de pie, las tetas le colgaban debido a su tamaño y su peso, pero su vientre era plano, sin gordura, al igual que sus piernas. Se acercó a la cama por los pies y puso sus manos en mi poronga. Me comenzó a pajear con mucha sabiduría. Cuando vio mi verga ya húmeda de deseo se la puso en la boca, la mamaba tan bien. Iba desde el glande hasta el tronco con la lengua, no le entraba entera en la boca, chocaba en sus amígdalas, pero bien que lo intentaba. Con las dos manos me acariciaba las bolas y la raya que llega hasta el ano. Se metía uno a uno mis huevos en la boca y los lamía con fruición. Volvía a chuparme la pija pasándome la lengua dura por el glande, y se la metía todo lo posible en la boca, sin dejar de lamer. Cuando le avisé que me venía chupó con más ahinco y arte. Se tragó toda mi lechita caliente, y se relamía del gusto.
Fue al baño a enjuagarse la boca y al regresar me plantó un beso de lengua. Me recreaba con esos melones que aún mantenían algo de firmeza, los acariciaba y los chupaba como un bebé. Fui con mis dedos a trabajar en su concha, muy peluda, estaba totalmente mojada, su clítoris grande y duro como una nuez era presa de mis dedos que lo estimulaban. Gemía como si fuera más joven a cada embate digital. Mientras volvía a tomar mi poronga en sus manos, a medida que se me iba endureciendo la pasaba por sus muslos generosos.
Cuando sentí que mi tranca había recuperado su mejor forma la senté sobre mi, y la dejé que se la fuera metiendo en la concha respetando su ritmo. Era pausada para cojer, se la puso entera adentro; esa cachucha era mejor de lo que yo esperaba de una señora mayor, me apretaba la verga mientras me cabalgaba lentamente y mecía sus tetazas sobre mi pecho.
Doctor que verga grande que tiene, me está cojiendo como no lo hizo nunca nadie. Me está haciendo gozar como una yegua. Ayyyyy que lindo que me coje. Quiero que me llene la concha de leche. Más, más, más adentro la quiero. Rómpame toda con esa vergota tan linda. Ay que acabo, vamos doctor, acabe junto conmigo.
Pero ella ya estaba en su orgasmo mientras yo seguía sintiendo el calor de su concha. Acabó una vez y nos dimos vuelta sin sacarla, quedó abajo y ahora era yo el que la montaba y marcaba mi compás, cada vez más rápido, volvió a tener otro orgasmo descomunal cuando no pude contener más el mío y me volqué entero en su concha deliciosa.
Era el momento de una pausa. Victoria fue hasta la salita y volvió con dos cervezas que fuimos bebiendo mientras fumábamos unos cigarrillos. Ella no desperdiciaba nada, alternativamente dejaba una de sus manos libres, poniendo el cigarrillo en el cenicero o el vaso sobre la mesa, para poder tocarme la verga.
Cómo me hiciste acabar Sergio. Mi marido nunca me hizo gozar así. Y los dos hombres que hubo después que quedé viuda tampoco.
Vos también me cojiste muy lindo Vicky. Pero aún no hemos terminado.
¿Me vas a seguir cojiendo? Muy bien con el tiempo que llevo sin hombre te puedo coger dos días seguidos.
Y bajó a chupar otra vez mi poronga semi erecta, hasta que me la puso de nuevo como estaca. Terminé mi cerveza y me puse a tocar ese cuerpo por todos lados; las carnes se mantenían bastante firmes a pesar de la edad. Sobre todo su culo era de una dureza no esperada, me dijo que andaba mucho en bicicleta, y eso la mantenía en estado, aunque el roce del asiento la calentaba más de lo debido.
Quiero ser tu vieja puta Sergio. Pedime lo que quieras.
Tu culo quiero Vicky.
Vas a tener el placer de desvirgarme el culo, a mi marido siempre se lo negué, tenía miedo de que me doliera. Ya sé que con vos me va a doler más, pero quiero darte todos los gustos. Hasta el de que me rompas bien el culo. Vas a tener cuidado de esta vieja, y me vas a enseñar a cojer por el culo.
No tengas miedo, no te va a doler nada.
Mi hija me contó que la primera vez que se la pusiste en el culo anduvo dos días dolorida.
Es cierto, pero le gustó, y ella tiene un cuerpo más pequeño que el tuyo, a vos te va a doler mucho menos, y te va a gustar más. En tu culazo va a entrar muy fácil.
Bueno empecemos, quiero sentir tu poronga en mi culazo.
La puse boca abajo y empecé a besarla por la nuca y las orejas, seguí hasta los tobillos mientras Vicky se estremecía, gemía y gozaba. Tenía la piel suave y muy cálida. Separé sus grandes nalgas y confieso que no me atreví a chuparle el culo; con gel le unté bien el ano y le metí un dedo, luego otro. Abriendo y cerrando y girando mis dedos, mientras le hablaba suave diciéndole cuánto iba a gozar de esta enculada, el esfínter se fue aflojando.
Cuando vi el hoyo bien abierto la volví boca arriba, puse sus piernas sobre mis hombros. Y apunté la verga hacia el culo que se me ofrecía, apoyé la punta en el ano y empujé de a poco. Cuando entró el glande Victoria dio un gritito que no me hizo detener. Seguí introduciendo lentamente mi poronga en ese culo apretado. ¡Le estaba desvirgando el culo a una vieja! Eso me la puso más dura aún, cuando la tenía toda dentro le pregunté si le dolía, me respondió que un poco, pero que también le gustaba mucho. Nos empezamos a mover, la señora ya gritaba desaforada. – Ummm Augggg me estás rompiendo el culo mi vida, me estás haciendo gozar por el orto, dale más poronga a tu vieja puta.
Sus propias palabras la excitaban y se movía como si en toda su vida no hubiera cojido más que por el culo. Puso una mano en su concha y masajeaba su clítoris; yo le chupaba una teta. Acabó dos veces antes de que me viniera y le dejara mi leche en su culo. Fue un polvazo anal de los mejores, lo gocé como si fuera con una chiquilina. Nos prometimos repetir la experiencia, y lo hicimos algunas veces más. Y hasta hicimos un trío con su hija.
Un consejo para los hombres: nunca desprecien a una vieja, y menos si está con hambre de verga. Son insaciables y parece que te chuparan entero como queriéndose meter todo tu cuerpo en su concha o en su culo.
Luego de darnos una ducha juntos se vistió y se aprontó para retirarse.
Ahora vas a dormir bien.
Seguro, y gracias por tu masaje tan completo.- Le dije con ironía.
A vos gracias por cojerme tan bien.
Sergio.
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