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Gustavo quedo sentado en la mesa contemplativo, esperando una confesión de aquella mascara, pero esta miraba hacia el techo sin soltar una sola palabra. Sentía que la angustia jugaba con él, como un gato con un ratón.
La resaca aún deambulaba por su cabeza y no podía recordar bien los rasgos fisionómicos de aquella mujer con la que estuvo anoche. Todo era confuso y borroso. Solo recordaba lo bien que lo pasaron y esa máscara de lentejuelas violetas y plumas blancas.
-“Buen día, dormilón.”- Saludó su madre muy animada, como hacía tiempo no la veía.
-“¿¡Má y esta máscara!?”- Preguntó el joven conteniendo el aliento.
-“Es la que me regalo tu papá, cuando viajó a Italia por “asuntos laborales” con la zorra de su compañerita para tranquilizar su conciencia.”- Contestó sin darle mucha trascendencia al asunto.
-“Anoche vi una igual…”- Respondió Gustavo serio.
La mujer quedó entrecortada, no sabía que decir, su corazón pareció estrujarse de miedo. ¿Si Gustavo ayer estuvo en la fiesta? ¿Y si ese joven fogoso con el que tuvo sexo era su propio hijo? Se preguntaba aterrada.
-“Se la presté a una amiga y hoy de mañana me la devolvió, mientras tú dormías como una marmota.”- dijo ella, nerviosa.
Gustavo supo que su madre mentía y tuvo miedo de seguir indagando, temía encontrarse con una verdad que no pudiera digerir, por eso cambio de tema.
-“Mamá hoy viene Antonella a cenar, salvó todos los exámenes, y se recibió de procuradora, es toda una profesional tu nuera.”- Anunció él, distendiendo el clima tenso.
-“Bien, entonces voy al supermercado para hacer algo rico esta noche”- Aprovechó ella para huir del lugar.
La mujer habló con sus amigas y estas la calmaron con mil explicaciones que la terminaron convenciendo que era imposible que aquel semental fuera su hijo.
Antonella, elogió la comida de su anfitriona, así como su belleza, ella quería hacer puntos después de todo venía a robarle el cariño de su hijo.
Charlaron como dos viejas amigas, Gustavo estaba feliz por ver como congeniaban ambas mujeres. Ella le confesó que su hijo era muy buen amante, Teresa recibió eso como un cumplido.
-“Se hizo tarde…” Dijo la chica al mirar su celular.
-“No hay problema, tu duermes en el cuarto de Gustavo y él en el sillón del living… salvo que decidan otra cosa. Soy una madre de mente abierta”- Guiñó, Teresa.
-“¡Mamá!”- Exclamó sonrojado Gustavo.
Después de idas y venidas, Antonella terminó en la cama con Gustavo haciendo el amor con ese gustito que da el riesgo de ser descubiertos infraganti por la dueña de casa.
Teresa escuchaba todo con lujo de detalles, eso la exitaba de sobremanera al punto de tomar su “vibrador” y darse placer.
-“Espero que tu mamá no nos haya escuchado, me muero de vergüenza”- dijo ella mientras jugaba con los vellos del pecho de su novio.
-“No, a esta hora está en el quinto sueño.”- respondió él.
-“¿Te cuento algo? Ileana y Martin, tuvieron una experiencia swinger con unos veteranos; dicen que fue maravillosa. Quedaron en verse otra vez.”- Comentó ella en tono novedoso.
-“¿En serio? Mirá a los seriecitos de tus amigos, no me los imaginaba en esas”- respondió sorprendido el joven.
-“¿Te parece mal?”- preguntó ella.
-“No, no, para nada, bien por ellos. Solo digo que es como si me vieras a mí en una clase de catequesis”- Aclaró él.
-“¿Qué pensarías si me vieras con otro, cogiendo. No sé, con Martín por decirte alguien?”- insinuó Antonella.
-“¿Es una invitación? ¿Y vos, serías capaz de verme como le doy de bomba a otra mujer, como por ejemplo Ileana?” Retrucó Gustavo.
Antonella pensó un momento y rompió el silencio:-“Quizás me ponga un poco celosa al principio, pero lo manejaría. Todo depende en qué situación se den las cosas.”
-“No respondiste del todo a mi pregunta, Amor. ¿Es una invitación?”-Volvió a preguntar el joven que notaba algo más detrás de esa conversación.
-“Bueno… sí. Ileana me propuso un encuentro con ellos. Y la verdad que me gustaría experimentar, siempre viví el sexo como algo prohibido. Llegó la hora de desechar esos prejuicios, como dijo mi psicóloga. Iniciarme con gente que uno conoce me haría sentir más segura. Pero necesito saber si tú también lo deseas.”- Propuso ella sonrojada y con la voz frágil. La chica le estaba proponiendo algo muy delicado y exigía una postura ante la vida y el sexo que no todos tenían.
-“¿Te gusta Martin?”- Preguntó Gustavo.
-“Si, me gusta, tiene un terrible cuerpazo, pero no lo amo que quede bien claro, solo una calentura del momento. No me mires así, porque te he descubierto varias veces mirándole el culo a Ileana y ella también se dio cuenta de cómo la miras. No te preocupes, a mí también me gusta esas nalgas regordetas. ¿Te gustaría vernos como nos tocamos? Seguro que sí, bandido.”- Contra atacó ella.
Gustavo aceptó la propuesta de buena gana sin dejarse de preguntar qué mosca le había picado a su novia que se despachó con semejante proposición. Mejor, así podría blanquear su vida promiscua y compartirla con ella, pensó antes de volver a poseerla, esta vez, por detrás imaginado que era el culo de Ileana.
En la pieza contigua, Teresa no le daba descanso a su vibrador, fantaseaba que era ese misterioso “Batman” que la hacía suya otra vez. La almohada cómplice acallaba sus gemidos.
El apartamento de Ileana y Martin era chico pero muy acogedor, los ventanales regalaban una imagen espléndida de la ciudad que invitaba a la contemplación. El paisaje urbano se veía pacifico, estático, inversamente proporcional a los ánimos de esos jóvenes. Las luces de la calle se iban prendiendo entre mate y charlas sobre cuestiones del momento. Las parejas se miraban con ganas ¿A quién le importaba Trump o la situación en Venezuela cuando otros eran los intereses e intenciones? Parecían borrachos tratando de embocar en vano la llave en la cerradura. No sabían cómo encarar, no querían estropear ese momento, había una amistad entrañable que ninguno deseaba perder.
Gustavo que los aventajaba en experiencia, rompió el hielo: -“Acá estamos los cuatro, hablando de perros perdidos y no de los que nos interesa…”-
-“Jijiji… es verdad, es que me da cosita.”- contestó colorada Ileana.
-“Ya que estamos entrando en tema, es bueno que nos digan que les gusta y que no, para no incomodamos, porque esto se trata de disfrutar.”- Dijo Martín, mirando especialmente a Antonella.
-“No, nosotros no tenemos ningún problema, en nuestra relación vale todo, por algo estamos acá con ustedes, ansiosos por vivir esta experiencia.”-Contestó Antonella buscando apoyo en su novio.
-“Obvio.” Respondió Gustavo y agregó: -“Desde el primer día que te vi, Ileana te desee. Me gusta tu cuerpo, tus caderas. Nunca pensé que se pudiera dar esto entre nosotros. Espero que beneficie nuestra amistad.”-
-“Seguro que sí Facu. Por eso recalco, si están seguros de seguir adelante nos van hacer feliz a Ileana y a mí, sino igual les vamos a respetar su decisión. No queremos forzarlos a algo que no estén del todo convencidos, hay una amistad de por medio.”- Contestó Martín.
Ambas mujeres rieron nerviosas, Ileana le dijo a su amiga que el semen de su novio era bien espeso y rico, como quien recomienda una comida sabrosa.
Antonella puso música suave, de esas que usaba en sus clases de yoga e inflada de sensualidad le comió la boca a su amiga. Los jóvenes quedaron idiotizados mirando como sus novias se besaban y se tocaban sin control.
Las ropas empezaron a caer con las hojas secas de los árboles en otoño, hasta dejar al descubierto la frescura de sus cuerpos jóvenes, bellos y plenos de vida.
Ileana le puso sus nalga prácticamente en la cara de Gustavo, provocándolo, este antes de hacer algo miro a Martin como pidiendo permiso, este asintió con un gesto de aprobación.
El joven palpo la firmeza de aquellas nalgas y arrebatado de pasión hundió su cara entre los cachetes regordetes para lamer su ano.
-“¡¡AAaahhh… Facu…!!”- Suspiro la chica mientras Antonella, arrodillada desbrochaba el pantalón de Martin.
Ileana yacía tumbada sobre el sofá, arrebatada de este mundo por la lengua de Gustavo que no dejaba de jugar con su clítoris.
-“oh, oh, oh… por Dios….”- Gemía Martin ante la mamada que le propinaba su amiga entusiasmada.
Los cuerpos se arqueaban de placer, el morbo de ver a sus parejas con otro era combustible inflamable que estallaba en llamaradas de lujuria quemando todo prejuicio y pudor.
Ileana estaba impresionada por el tamaño del pene de su amigo, lo tenía agarrado a dos manos mientras se lo llevaba a la boca.
Martin no pudo más y acabo dentro de la boca de Antonella, esta gustosa se lo trago toda la leche con una sonrisa pícara.
Ya para ese entonces, la pareja que estaba en el sillón cogían a todo trapo. Ella estaba saltando sobre él, desbordada de calentura.
Martín, acomodó a la novia de su amigo y empezó a lamerle la vagina de labios carnosos, provocando una catarata de gemidos.
Gustavo y Antonella se besaban apasionados, más abajo los dedos de Martin se perdían en el culo de su amiga. Ileana no dejaba de disfrutar de la potencia de su amigo que la penetraba sin parar.
-“Ponemela en el culo”- pidió Ileana que rápido cambiaba de posición, para sentarse arriba de Gustavo.
En el suelo, Antonella cabalgaba sobre Martin totalmente emputecida, ella desde el primer día que vio a su amigo sintió ganas de estar con él y ahora por fin, se sacaba esas locas ganas. A su vez, Martin no dejaba de amasar los pechos de pezones respingados de su compañera.
Ileana se regodeaba de placer al ver como su novio le daba pija a su mejor amiga, le excitaba verlos moverse, tocarse con tanto ardor.
Gustavo estaba maravillado del culo apretado de su amante, era mucho más rico que el de su novia, cada envestida era un deleite para sus sentidos, por eso acabo llenándole toda la gordas nalgas de esperma. Inmediatamente, Antonella limpio con su lengua toda la leche desparramada en la cola de su amiga. Y los hombres aplaudieron aquella acción.
Los cuatro quedaron rendidos, pero felices, sentían que su amistad había cobrado una intimidad única y especial que difícilmente tendrían con el resto de sus amistades.
El televisor abrió su ojo en el canal porno y los cuerpos volvieron a encenderse como braseros de lascivia y erotismo. Los jóvenes volvieron a enroscarse entre sí para saciar su concupiscencia. La luna desde la ventana los contemplaba blanca de pudor; los cuerpos de aquellas parejas hedonistas se arqueaban derrochando placer hasta que el cansancio y el sueño los venció. El sol los encontró desayunando alegres, conversando distendidos sobre sus vivencias recientes y de buena gana, marcaron fecha para un futuro encuentro.
Fernando Malvino
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