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SINOPSIS: Un bofetón de mulata y madura mujer, da inicio a un intenso amor de amantes…
ECSagardez
Su mano surcó el espacio para estrellarse en mi rostro. El duro golpe, no sólo me hizo ver estrellas, sino todo el espacio sideral…
Doña Reynalda demostró su coraje en ese manotazo que me sorprendió sobremanera, porque ni tiempo me dio par lucir mis reflejos.
Fue un golpazo terrible que me hizo derramar alguns lágrimas, pero tampoco le demostré el coraje. Había pagado caro la osadía de arrimarle mi duro paquete en sus prominentes nalgas.
Desde tiempo atrás me llamaba la atención las caderotas de esa mulata, cuya edad oscilaba entre los 40 y 45 años, un poco regordeta, sin llegar a lo adiposa, pero de pechos y nalgas firmes, además de unas piernas gruesas como el tronco de un árbol.
Ella era ahijada de mi abuela Faustina y se encargaba de lavar la ropa, por lo que era empleada doméstica de confianza, debido a que muchas veces, cuando mis abuelos salían de viaje, normalmente se le encargaba el cuidado de la casa y si por razones de estudio no viajaba con ellos, me daba de comer y estaba al pendiente que fuera a la escuela…
II
La confianza entre los dos era mucha y quise aprovechar que estábamos solos para repegármele y sintiera mi grueso mástil sobre sus nalgas.
Jamás conté que me golpearía en claro castigo a mi atrevimiento. Así que me retiré a mi cuarto y llorando en silencio mi derrota, me bajé los pantalones y la truza para hacerme una rica pajuela, pero con la imagen de haber tocado ese soberano culo.
Doña Reynalda siguió su quehacer. Sin embargo, pasaron los minutos y algo en su conciencia la impulsó a ver qué estaba haciendo en ese momento.
Se dirigió a mi cuarto y al abrir la puerta, me encontró en plena masturbación y en un momento de éxtasis logré abrir los ojos y con el rabillo la observé como se había quedado perpleja ante tal escenario.
Cruzó el umbral y avanzó hacia donde estaba para quitarme la mano y pidiéndome perdón por el duro golpe que me había dado, no dijo más y empezó a lamer la gruesa verga que a su vista le presentaba.
Comenzó con un suave deslizamiento de su lengua a lo largo y grueso del pene… No se detuvo para sorber los testículos e introducirlos en su boca…
Así siguió por unos minutos que me parecieron siglos, porque estaba a punto de derramar mi sémen en su cara… Pero ella como una experta se detenía por unos instantes y volvía a la carga para introducirse todo el pene en su boca y sorberlo como si en ello se le fuera la vida…
Era fenomenal su forma de mamar… No me podía quejar, ahora la tenía a mis pies. Con la salvedad de que se metía y sacaba el pene con desesperación, hasta que no pude contenerme y le dejé caer en su boca intensas descargas de esperma que ella se tragó, sólo quedándole un resquicio de sémen en las comisuras de sus labios.
III
Todo fue tan intenso que no tuve tiempo para pedirle perdón… Cuando abrí los ojos, luego de esa venida. Pude advertir que se había quitado su falda y blusa para quedarse en sostén y calzón…
Sus pantaletas eran de algodón y de un color rosa que contrastaba con el negro de su piel. El brassier era blanco y también la hacían ver, a mis ojos, como una belleza del Africa lejano.
Por cierto, su pelo ensortijado y su rostro moreno la hacían lucir bella. Verla en ropa interior hizo que mi pene se levantara de nuevo y pidiera un poco más de acción.
Sólo que ella tomó la iniciativa y con un movimiento voluptuoso se fue quitando el calzón y el brassier, quedando completamente desnuda. Mientras yo, sin darme cuenta, había sido despojado. por ella, de mis ropas…
IV
Ver ese cuerpo de ébano, sólo con unos pendientes en las orejas, enervó mis sentidos y en un rápido movimiento me indicó que me metiera entre sus piernas para que comenzara el juego erótico del cunnilingus (del latín cunnus: "cuña" o "vulva"; y lingus: "lengua")
No la hice esperar e introduje mi cabeza entre sus piernas para besar su entrepierna y lamer por algunos segundos sus muslos… El olor ácido que despedía esa vagina me estaba extasiando…
Sus vellos púbicos eran negros y de un rizado pequeño donde posé mi lengua para recorrer ese monte de Venus que me provocaba la salida de líquido preseminal en forma de baba…
La suerte estaba echada y yo seguía mi exploración en esa gran vulva, mientras ella abría sus piernas hasta que logré introducir mi lengua y de vez en cuando mis labios se posaban en su clítoris para chuparlo frenéticamente.
Por cierto, doña Reynalda, tenía unos labios vaginales bien gruesos y su clítoris ni se diga… Pero era un especial deleite asirlos con mis labios y chuparlos, mientras ella se revolvía en la cama y con sus manos jalaba mi cabeza, en claro impedimento de que no me podía zafar de ese lugar y por el goce que ella estaba sintiendo…
En ese momento deseaba tener una lengua más larga para recorrer todo el interior de su vagina. Pero era imposible, por lo que me seguí sorbiendo y chupando el clítoris, mientras uno de mis dedos pulgares se apoderaba de la parte superior de su vagina para darle un masaje suave que se volvió frenético con el paso de los minutos…
Eso le provocó un intenso placer, porque sus gemidos se volvieron más fuertes y no pudo aguantar más la doble caricia, porque de su vagina se despidió un fuerte y acre aroma, acompañado de viscoso líquido que me tuve que tragar, porque en ningún momento dejó de sujetar mi cabeza…
El orgasmo de doña Reynalda, estuvo acompañado de un desgarrador grito que cimbró las cuatro paredes del cuarto. Pero aún alcanzó a decirme:
— No te espantes mi niño… Me he venido como nunca lo había hecho en mi vida… Deveras que eres un mamador fenomenal…
V
El cumplido de doña Reynalda, inyectó confianza a mis dotes de joven macho y no tuve necesidad de más preámbulos…
Me atrajo hacia ella y mi verga se introdujo como cuchillo en mantequilla, debido a la intensa humedad que existía en esa vagina… Los movimientos de ambos se hicieron lentos y en algunos momentos hasta con parsimonia… Pero era parte de mi plan para no eyacular en forma precoz…
Doña Reynalda, muy avezada en las cosas del sexo, comprendió el mensaje sin palabras y también acompañaba mis movimiento de mete y saca con especial lentitud…
Pero también era parte de su truco para sentir como mi verga le rozaba sus músculos vaginales y disfrutar a plenitud ese coito…
La verga entraba y salía. Ella acompasaba los movimientos, cuando en algunos momentos se hacían ligeramente rápidos para volver a la parsimonia del acto sexual…
Ninguno de los dos tenía prisa por venirnos… Cambiamos de posición, ella sentada a horcajadas sobre mí y yo empujando para que no le faltara ni un pedazo de ese enhiesto pene…
Volvimos a cambiar de posición… De pronto, los ojos de doña Reynalda se ubicaron en otro espacio. Porque sólo se veían blancos… Sus gemidos se hicieron fuertes, cuando de pronto su cuerpo se estiró y sus pies que reposaban en mis hombros se estiraron. Para exclamar:
— Me voy mi niño… Me voy… Dame tu leche… No me dejes ir sola…
Fue como un llamado divino… La mujer que minutos antes me había sado soberana cachetada… En ese momento me demandaba esperma y era lógico que yo estaba dominando la situación…
Luego de que su cuerpo se convulsionó debido al segundo orgasmo que llegó con un fuerte alarido… Yo seguí con mis movimientos parsimoniosos, convirtiéndose mi verga en un pistón que entraba y salía, una, dos, tres y cientos de veces, sin eyacular una gota de sémen.
VI
Con el control mental a mi favor… Yo seguí moviéndome y a veces se la sacaba para ver el amplio agujero de su vagina, por el morbo que me despertaba el observarlo…
La voz de doña Reynalda se volvió clamor desesperado, cuando me dijo:
— Mi niño, ya no aguanto más… Dame tu lechita por favor…
Pero yo estaba ensimismado en seguirla penetrando y le sacaba toda la verga para introducirla en su totalidad, haciendo que respingara de placer y dolor…
No obstante, todo lo que empieza debe concluir… Y ya no pude contener mis deseos de seguir limando esa morena vagina… Por lo que un bufido salió de mi boca… Clara señal de que estaba disparando cinco o seis descargas de esperma en esa vagina…
Pero fue un momento muy especial… Porque sus músculos vaginales entraron en acción y apretujaron mi pene, como si deseara exprimirle la leche…
Fue un momento sensacional que jamás he olvidado… Me sentí dominado por la mulata y madura mujer, ya que al término de ese coito, sólo dejó que me saliera con la verga bien flácida…
VII
Los dos habíamos sudado por el esfuerzo de tan descomunal coito… Pero doña Reynalda tenía más secretos y con los dedos de sus regordetas manos empezó a darle masaje a mis testículos, provocando que de inmediato mi verga reaccionara…
Cuando sintió la dureza de mi pene… volvió a la carga para llevárselo a la boca y chuparlo sin misericordia… Yo sólo me dejaba querer…
Ella siguió mamando y recorría con su lengua el tieso miembro que palpitaba en sus manos y que de vez en cuando utilizaba para darle masaje a mis testículos…
Los ruidos de la calle no nos atemorizaban… La soledad de aquel cuarto era nuestra única compañera y testigo fiel de un acto sexual consentido por ambos…
Fue ella la que me dijo:
— Mi niño… Te voy a dar el gusto de que me lo metas en el trasero.. Así que prepárate…
Ella sola se acomodó en la cama… Se puso un cojín bajo el estómago y levantó sus nalgas prominentes hasta dejarme ver el negro agujero…
Me agaché y comencé a derramar saliva en su ano, para introducirle primero un dedo y luego dos con la finalidad de que esa cavidad se relajara y así sucedió…
Cuando introduje mi verga… Sólo dio un respingo al sentirla en su totalidad y se la saque hasta la mitad para introducirla de nuevo con mayor fuerza y así se hicieron los movimientos con un ritmo que ambos disfrutábamos…
Doña Reynalda se agarraba su panocha y se daba frenético masaje con los dedos de su mano derecha… Mientras mi miembro entraba y salía, produciendo un ligero chasquido al golpear mis testículos en su perineo…
Ella apretaba su ano, como si con ello pretendiera masturbarme… Pero yo necesitaba sentir que dominaba la situación y esperaba que sus ligeros gemidos se hicieran más fuertes…
Así seguimos por varios minutos, sin precisar cuántos. Pero era curioso, pensaba yo, tener ahora a mi merced ese culo que por restregarle mi verga, me había costado una soberana bofetada…
Mi control mental me estaba fallando y sentí el deseo enorme de eyacular en ese negro ano… Pero yo quería aguantar más y esperar el tercer orgasmo de doña Reynalda…
Ella sintió como mi pene se engrosaba dentro de ella y eso le dio una motivación más para caer desmadejada en la cama y lanzar su fuerte gemido. acompañado de una oleada de líquido viscoso que salió de su vagina y que humedeció sábana y colcha…
Los dos nos venimos al mismo tiempo y fue de mi parte una intensa descarga de esperma, como nunca he lanzado en toda mi vida…
VIII
Doña Reynalda me besó en la boca y dejó que le besara los senos, le acariciara los pies y masajeara sus piernas. Para decirme:
— Mi niño, este es nuestro gran secreto… Sólo lo haremos, cuando estemos solos, como hoy…
La ingenuidad de mis 16 años, me hizo preguntarle:
— ¿Ni siquiera en tu casa?
— Ni siquiera en micasa –repuso-.
Sólo me encogí de hombros y me puse a horcajadas sobre su rostro para que me lo chupara por tercera vez y no desairó la invitación…
Lo volvió a poner tieso y lo lamió hasta dejarlo limpio, no sin antes hacer que me viniera una vez más en su boca, lanzándole ahora sólo tres ligeras descargas de leche…
IX
Doña Reynalda… Sólo me dijo:
— Me gusta dominar para ser dominada… El golpe que te di, sólo fue para ver tu reacción y de que calibre estás hecho…
Por lo que agregó:
— Y no me arrepiento de haber cogido contigo… Eres todo un garañón… Sabes manejar el control para que las mujeres disfrutemos cuando nos metes tu pájaro…
Sus palabras sonaron como música en mis oídos y no tuve más remedio que perdonarle el duro golpe que poco antes había estampado en mi rostro…
La historia de doña Reynalda no terminó en esa cogida… Nos convertimos en amantes de muchos años, creo que hasta que cumplí los 20, aún me la seguía cogiendo…
Su petición de no hacerlo en su casa, sólo fue un ardid… Porque en mi atrevimiento me llegué a quedar con ella, aprovechando que sus dos hijas se iban a los bailes los sábados y teníamos varias horas para disfrutar el sexo en todo su esplendor…
X
Los años pasaron… Y los polvos con doña Reynalda me dejaban siempre un grato sabor de boca, porque sabía que ambos lo disfrutábamos con frenesí…
La felicidad de poseer a esa mulata y madura mujer, tanto por su vagina como por su trasero, tuvo un inesperado final…
Se encontraba de compras en el mercado de Veracruz, cuando surgió una riña entre dos carniceros y ella pasaba por ahí, cuando uno de ellos le lanzó una cuchillada que esquivó con maestría. Pero que penetró en el estómago de mi querida Reynalda, quien no logró resistir y minutos después de haber ingresado al hospital… Cerró sus ojos para siempre…
Una devastadora noticia… Que me mantuvo aislado de mi familia, amigos y novia por muchos meses, hasta que logré recuperar de nuevo la confianza…
Este relato… Es un homenaje a doña Reunalda… En recuerdo de aquella bofetada con la que pretendió dominarme, para que con mi verga, poco después, terminara siendo dominada por mi en lo sexual… ¡¡Sin duda, que polvos aquellos!! ¡¡Los mejores de toda mi vida!!
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