Por lo general, cuando terminábamos de comer, mis padres solían pasar la sobremesa viendo la televisión, quedándose dormidos al poco de sentarse en el sofá por la modorra. También por lo general mi hermana se encerraba en nuestra habitación o en el comedor para estudiar las dos asignaturas que le habían quedado para septiembre y yo me echaba la siesta en una de las tumbonas del porche o en la habitación que compartía con aquélla cuando se iba al comedor. Y aquella tarde poco se iba a salir de lo normal, por lo menos era lo que Laura y yo queríamos aparentar. Mientras comíamos, no dejamos de lanzarnos miradas cómplices para demostrarnos mutuamente cómo habíamos disfrutado hacía unos minutos atrás y lo calientes que seguíamos estando. Cuando recogíamos la mesa, me acerqué por detrás a mi hermana, que en ese momento estaba poniendo varios platos en la pila del fregadero. Pegando mi boca a su oreja, y con la voz más cachonda que pude poner (tampoco me costó demasiado, ese tono respondía al estado en el que me encontraba) le susurré:
- ¿Quiere esta zorrita que su hermano la ayude a estudiar esta tarde?
Terminada la frase, aproveché la cercanía y le dí un pequeño mordisco en la oreja. Su reacción fue un pequeño escalofrío y un largo y profundo suspiro, justo antes de volverse para mirarme a los ojos:
- Lo que me pidas, quiero ser tu zorra, Javi... -contestó entrecortadamente mientras comenzaba a ruborizarse por la excitación que le producían tanto el pequeño mordisco como el hecho de que la insultase. Supe entonces que se ponía a mil cuando la insultaba, siempre de forma cariñosa, y no fueron pocas las veces que desde entonces me pedía que la insultase mientras me la follaba. Pero no adelantemos acontecimientos.
Como es habitual, mis padres pasaron al salón después de recoger entre todos la mesa. Miré la hora que era: las tres y cuarto. Habíamos quedado en pasar por la casa de los vecinos a las seis para la habitual tarde de piscina. En un principio pensé en comentarle a mi hermana que nos quedásemos en casa, estaba demasiado excitado y quería deleitarme en los prohibidos placeres de los que ella era custodia durante toda la tarde. Pero sabiendo que aquello era imposible cuando mis padres se levantasen de la siesta y teniendo por delante casi tres horas, me lo pensé mejor. En la televisión, el desierto del Serengeti era el escenario de un documental sobre la vida y costumbres de los leones. Calculé diez minutos de atención por parte de mis padres antes de que cayesen dormidos subyugados por el calor, la modorra y la monótona voz del narrador del programa. Tras comentar que prefería echarme un rato en la cama a ver tan instructivo documento televisivo, me levanté del sofá y me fui para la habitación. Viendo mi hermana que abandonaba el salón, se apresuró a reaccionar.
- Jo, tú sí que tiene suerte, yo tengo que ponerme a estudiar las malditas matemáticas -dijo fingiendo cierto tono de fastidio.
Acto seguido, se levantó del sofá perezosamente y se encaminó hacia el comedor, lugar escogido para estudiar aquella tarde al decidir yo echarme la siesta en el dormitorio. Sabiendo que mis padres no se molestarían en levantarse, en vez de entrar en la habitación me quedé justo en la puerta. El salón quedaba en uno de los extremos del pasillo de la casa, y el sofá en el que reposaban la comida mis padres se encontraba al fondo de la sala, que se abría hacia la izquierda, por lo que sentado allí, no podía verse el pasillo. Cuando ví a mi hermana salir del salón, supuestamente hacia el comedor para estudiar, le hice un gesto para que cerrase la puerta.
- Os cierro, que luego me cuesta concentrarme con el ruido de la tele -dijo Laura a mis padres mientras cerraba la puerta. Nada más hacerlo, la veo acercar la rotundidad de su cuerpo hasta donde yo estaba. Me abrazó y me dio un largo y húmedo beso, introduciendo su lengua hasta casi tocar mi campanilla. Pegados el uno al otro como estábamos la agarré del culo, apretándola junto a mí. Aproveché y le brindé con una mano uno de estos apretones sobre la raja del culo, notando el calor que desprendía desde aquella zona del cuerpo. Su lengua seguía explorando mi boca, una lengua que parecía no tener fin, húmeda y caliente como toda ella. Tras el largo beso que consiguió arrancarme una rápida erección consideré las posibilidades que también ofrecía aquella insaciable lengua.
- ¿Qué, te gusta hasta dónde puede llegar la lengua de tu hermanita? -dijo como leyéndome el pensamiento. Sonriendo con gesto burlón abrió la boca y me sacó la lengua que hacía unos segundos trataba de extenderse infinitamente por mi boca. Fue sacándola poco a poco y doblándola hacia arriba pude ver cómo podía llegar hasta su nariz. -Creo que podremos sacarle provecho.
Nos cercioramos de que la puerta del salón estuviese aún cerrada con mis padres dentro dormitando frente a la televisión antes de encerrarnos nosotros en la habitación. Laura reparó en los libros, fue a por ellos, dispuso la mesa del dormitorio como si estuvieses estudiando y, esta vez sí, nos aseguramos de echar el pestillo antes de nada.
Como a esas horas el sol daba de lleno en la habitación a través de la ventana, bajamos la persiana, lo que nos aislaba completamente de miradas indiscretas. Mi hermana encendió la pequeña lámpara del escritorio distribuyendo por este libros, apuntes, folios y bolígrafos de modo más convincente, para que pareciese realmente que estaba hincando los codos por si mis padres quisiesen entrar en la habitación. La lamparita vertía una isla de luz en el cuarto, que quedaba en penumbra en torno al escritorio, lo que me permitía, siempre a ojos ajenos a la escena, echarme la deseada siesta.
Cuando, al cabo de unos minutos terminamos de prepararlo todo, los dos nos hallábamos en el centro de la habitación, mirándonos, sonriéndonos con lujuria, disfrutando de ese momento, del silencio que precedía al quebranto de toda norma moral, al deseo animal de poseer y ser poseído por el otro, al placer de descubrir y abandonarnos al sexo sin inhibiciones, sin barreras, sin tabúes. En ese momento deseaba a la mujer que tenía enfrente, sin importarme los lazos que nos unían, y deseaba descubrir y disfrutar de todo lo que me pudiese ofrecer. Repetimos el beso que minutos antes me había vuelto a poner a mil, un beso si cabe más húmedo, más animal. Noté la lengua de Laura al unir nuestros labios, una lengua tierna, suave, húmeda que exploraba cada rincón de mi boca, sus dientes que me mordían con suavidad. La agarré por el culo firmemente, hundiendo mis dedos en la tela del pantaloncito que cubría sus nalgas, para atraerla más hacia mí, apretándola contra un cuerpo que la deseaba. Sus enormes tetas me oprimían el pecho mientras sentía el calor que emanaba su sexo aún a través de la ropa, presionado por la erección que yo experimentaba. La presión de mi polla y la fuerza de mis manos en su trasero le excitó aún más; su lengua se movía más rápido, mientras su respiración se volvía más agitada. Separamos nuestros labios muy lentamente, y el exceso de salivación que habían producido nuestras bocas hizo que un hilo de saliva se mantuviese unido a ambas..Según nos fuimos separando pude ver cómo ese hilo caía sobre la camiseta de mi hermana. Aunque pensaba que era imposible, me excitó aún más ver la imagen, con la baba cayéndole por la comisura de los labios hasta sus enormes tetas. Por mi cara, Laura pudo saber a qué me inducía pensar esa imagen. Acto seguido, se limpió la saliva lentamente con la palma de la mano y se la llevó a la boca, para lamerla con lascivia.
No hizo falta que me apresurara a quitarle la camiseta, ella misma lo hizo, dejando a la vista las hermosas tetas, los sonrosados pezones, erizados ahora por la excitación que compartíamos. Justo cuando iba lanzarme a acariciarlos, Laura me empujó violentamente sobre la cama, haciendo que cayese tumbado boca arriba. Se acercó, y deslizándose hacia mí se puso de manera que sus pechos quedasen a escasos centímetro de mi boca. Sus enormes tetas se balanceaban por la gravedad sobre mí; haciendo que su tamaño pareciese aún mayor. Levanté el cuello y empecé a lamerle un pezón. Estaba duro. Pero no me pareció suficiente y aproveché las manos para pellízcárselos. Suavemente al principio, mientras alternaba de uno a otro con la lengua, para hacerlo con fuerza, aunque no la suficiente como para hacerle daño. Empezó a gemir de placer mientras mis dedos acariciaban y pellizcaban, mientras mi lengua lamía y mordía aquellos enormes pezones. Conseguí ponerlos durísimos, como tenía yo la polla en esos momentos. Mis manos juntaban sus tetas, las apretaban mientras seguí saboreando el objeto de las fantasías de muchos. Entonces noté como mi hermana, manteniendo la misma posición con unos de los brazos apoyados en la cama, metía la otra mano en mis pantalones, en mis calzoncillos, y me agarraba la polla. Empezó a masturbarme lentamente, para pasar a hacerlo de forma rápida y compulsiva, haciéndome sentir el mismo nivel de excitación que sentía en sus pezones. De pronto paró. Se incorporó un poco y tras reponerse unos segundos, bajó despacio hacia mi entrepierna mientras no apartaba sus ojos de los míos, hasta quedar de rodillas en el suelo frente a la cama. Tiró violentamente de mis pantalones, que cayeron junto con mis calzoncillos, dejando a la vista mi verga, que apuntaba al techo, coronada por unas gotitas de líquido preseminal que la hacía brillar en la penumbra de la habitación. Sin contemplaciones, Laura se la metió en la boca, sin dejar de mirarme, consumida en el deseo de saborearla. Ví cómo mi polla desaparecía entre los labios de mi hermanita; intentó metérsela entera, pero el tamaño que había alcanzado lo hizo imposible en un primer momento. Comenzó a comerme la polla de arriba a abajo, hasta dónde le permitía el tamaño, moviendo la lengua y masturbándome a la vez, para darme, si cabe, más placer. En un momento se la sacó de la boca, y sin dejar de masturbarla me dijo:
- ¿Te gusta cómo lo hago?
- Me encanta Laura, de verdad que me encanta -contesté como pude.
- Sólo que no me cabe del todo, me llega hasta la campanilla. Pero tranquilo, no me dan náuseas ni nada. ¿Quieres que intentemos que entre entera? Si empujas un poco, podría llegar a la garganta. Me encantaría comerte la polla entera, hermanito.
Sus palabras, junto al increíble tono sensual con que las dijo me dejaron atónito. Quería comérsela entera. No sin malicia pensé que no la iba a privar de su deseo. La sujeté la cabeza con las manos y fui forzando a que se metiese mi polla hasta la garganta. Al llegar hasta la campanilla la ví respirar hondo por la nariz, haciendo fuerza hacia adelante para que mi verga la traspasase. La presión que sentía en la polla según avanzaba por su garganta estuvo a punto de hacer que me corriese. Una vez aquélla desapareció por completo engullida por la boquita de mi hermana, volvió a mamármela, sacando mi polla de su boca y volviendo a meterla. En una de las acometidas, que ya no precisaban de mis manos sujetando su cabecita, se detuvo cuando la tuvo bien adentro, en la garganta. El placer que sentí cuando comenzó a masturbarme con los músculos de la garganta casi me hace enloquecer. Tuve que morderme el labio inferior para evitar gritar de placer mientras Laura ejercitaba sus músculos guturales, haciendo como si tragase. Tras unos instantes, se la sacó completamente de la boca. La cantidad de saliva que salió de su boca me hizo creer en un primer momento que me había corrido, y que era mi semen lo que se escurría entre sus labios. Levantó la cabeza, y con la mirada perdida abrió la boca del todo para dejarme ver cómo la saliva se escurría entre sus labios hasta desaparecer entre sus tetas.
- ¿Te gusta cómo te come la polla la putita de tu hermana, Javi? -dijo.
Su actitud y sus palabras no dejaban de sorprenderme. Apenas unas horas antes, la tía que me estaba haciendo la primera, y mejor, mamada de mi vida, era mi hermanita del alma, la responsable y modosita hermana que parecía no haber roto un plato en su vida, con quien me solía pelear de pequeño, a la que le pasaba los apuntes en el instituto y a la que no había visto desnuda desde que teníamos 5 años.
- Pues no te creas, eres el primero. Y quiero que también seas el primero en comerme a mí, ahora. Y estate tranquilo, luego sigo con esta polla -prosiguió apretando los dientes mientras lo decía-. Quiero que te corras en mi boca, pero ahora es tu turno.
Me incorporé aún con la polla apuntando al techo y Laura me relevó en la cama, recostándose sobre los codos mientras sus pies permanecían en el suelo. Sus preciosas tetas parecían desparramarse hacia los lados en esa posición. Aún llevaba puesto el pantaloncito de deporte rosa, y pude advertir en esa posición un color oscuro en la zona de la vulva, lo que dejaba bien claro que mi hermana estaba empapada. La besé en la boca y me arrodillé hasta situar mi cabeza entre sus muslos. El olor de sus flujos inundó mis sentidos.
- ¿Pero es que no me vas a quitar el pantalón o qué? -soltó presurosa por sentir en su coñito mi lengua. Pero antes de que ella misma se quitase la ropa, le dediqué un lento y prieto lametón al espacio que, debajo de aquella prenda y de las braguitas que llevaba debajo, ocupaba su preciado chochito adolescente. Su reacción fue tan sorprendente que me llegó a asustar. Tan sólo notando mi lengua en ese lugar su cuerpo se tensó, sus brazos perdieron fuerza y se desplomó en la cama con un gemido que tan sólo era un hilo de voz. No podía creerlo, mi hermana se había corrido en un abrir y cerrar de ojos. Cuando lo comprendí, perplejo, no pude evitar preguntarle: ¿Ya? Su respuesta fue incorporarse lentamente, sonriendo con la mirada perdida, cogerme la cara que se asomaba entre sus muslos, levantarme y darme uno de los besos más dulces que recuerdo.
- Ha sido increíble, gracias. Ahora quiero que te corras en mi boca, hermanito -y se dispuso a levantarse para acabar lo que habíamos empezado. Aquél agradecimiento hizo que recompensase a Laura dedicándole un poco más de tiempo a aquél cunnilingus. La empujé sobre la cama cuando trataba de ponerse en pie y de un sólo movimiento la bajé bruscamente el pantalón y las bragas, quitándoselas y dejándola completamente desnuda. Lo inesperado de la situación y la violencia con que le quité la ropa casi la llevaron a un segundo orgasmo. Le separé los dos muslos todo lo que pude y pude ver a escasísimos centímetros de mi cara su maravilloso e hipnótico clítoris, coronado por un escaso vello púbico tan rubio como el resto del pelo. Me fui acercando lentamente, notando el fuerte olor que desprendía el sexo de mi hermanita, para después notar el cosquilleo de sus pelitos en mi nariz. Notando mi aliento en su sexo, comenzó a retorcerse como tratando de aplacar el orgasmo que le sobrevenía. Alcé las manos para encontrar sus generosos pechos, que atrapé para evitar que se zafase de la comida de coño que le empecé a brindar. Comencé a lamerlo de abajo a arriba, deteniéndome en su abultado clítoris, succionando la ingente cantidad de flujo que le provocaba la excitación. Laura se retorcía, intentaba girarse, se agarraba a las sábanas y gemía débilmente bajo la presión de mis manos en sus tetas mientras me trabajaba su coñito. Pese a contemplar la posibilidad de que se zafase para intentar contener el torrente de orgasmos que se sucedían en el interior de Laura, la sujeté por los tobillos, alzándole las piernas cuanto pude para dejar su oscuro agujerito del culo tan accesible como tenía en ese momento su sexo. El recorrido de mi lengua se hizo más extenso entonces, pasando del ano hasta llegar al clítoris, deteniéndome en el perineo, la zona que separa las dos partes, lo que volvió loca a mi hermana, a quien tenía bien sujeta por los pies. Me las arreglé para sujetarla los dos tobillos con sólo una mano, y sin previo aviso comencé a introducirle un dedo de la mano libre por su empapada rajita mientras intentaba horadar el estrecho ano con la lengua. Como no pareció dolerle, seguí con la maniobra con más rapidez, iniciando un mete-saca que hacían botar a mi hermana en la cama. Sin detenerme, la solté de los tobillos y dediqué otro dedo a desvirgar su ardiente culito. La lubricación de mi saliva, unida a los abundantes jugos que resbalaban por sus muslos facilitaron la labor. Mi dedo corazón se hundía en las entrañas de mi hermana lentamente mientras el índice de la otra mano desaparecía y volvía a aparecer rápidamente de entre sus labios vaginales. Los violentos movimientos que se sucedieron en las convulsiones que le producían los sucesivos orgasmos me hicieron perder el equilibrio aún estando de rodillas, y en un último giro, mis dedos salieron del interior de Laura, que quedó exhausta tumbada boca abajo en la cama. Pude ver cómo jadeaba, cómo su agitada respiración hacía que se le arquease la espalda, mientras yo me quedé sentado en el suelo con el rostro cubierto de sus propios jugos.
- ¿Estás bien? -le pregunté, sabiendo que estaba mejor que bien.
- Eres un cabronazo -contestó como pudo mientras recuperaba el aliento sin cambiar de postura, con su culo en pompa encima de la cama. Sentí un irresistible impulso de follarme aquél culito caliente y, gracias a mi lengua y a mis dedos, menos prieto de lo habitual. Se lo hice saber.
- Quiero follarte el culo, hermanita.
- Ni lo sueñes, cabrón -dijo con violencia mientras se daba la vuelta- , ahora mismo quiero que te corras en mi boca.
Tanta autoridad en sus palabras me sorprendió, y tras ponerme yo de pie, la ayudé a levantarse. Se pegó a mí, y noté el roce de su estómago con mi castigada verga, que pedía a gritos ser liberada de la presión que sentía. Para mi sorpresa, me besó, por lo que pudo apreciar el sabor de su flujo, que inundaba mi cara. Pareció gustarle, o debió pensar que me excitaría más cuando comenzó a lamerme la cara para limpiarme de sus propios efluvios. Notaba su lengua lamiéndome las mejillas, la barbilla, la nariz, los labios... Entonces me tumbó en la cama y se arrodilló para dejar mi polla al alcance de su boquita. Volvió a metérsela entera en la boca, jugueteando con mi capullo con la lengua, tragándoselo hasta donde le permitía la garganta, mientras sus manos, quién diría que inexpertas, me masajeaban los testículos y me pajeaban al ritmo que marcaba su boca. Sucedió entonces algo inesperado por lo menos por mí. Un sonoro pedo se le escapó a mi hermana, un pedo que salía del mismo culito que minutos antes lamía con fruición. También sorprendida se detuvo en la colosal mamada y me miró a los ojos avergonzada, como pidiendo perdón y entendiendo que quizá yo no quisiese continuar ofreciéndole mi empinada verga por su inintencionado atrevimiento. Pero lejos de desagradarme, la espontaneidad del acto e imaginando aquél culito en pompa sostenido por los tobillos en aquella posición, me excitó aún más.
- Me encanta lo guarra que eres, zorra -la exclamé sonriendo y llevando mi mano a su cabeza para indicarle que no parase. En ese momento noté la sonrisa cómplice en sus ojos, y siguió comiéndome la polla con más ansia, sin dejarme de mirar fijamente. Otro pedo resonó en la habitación, un alivio para mi hermana, que incluso llegó a cerrar los ojos en el momento en que su dilatado culito lo expulsaba, para mirarme inmediatamente con unos ojos que traslucían esa complicidad y un vicio que la hacía desatender el control de su propio esfínter. La enorme excitación acumulada, unida a la naturalidad consentida con que Laura se desahogaba me hicieron imposible aguantar más. Un enorme chorro de semen salió disparado hacia la garganta de mi hermana, que se sobresaltó al notar cómo su boca se iba llenando de mi caliente leche. Cada borbotón que manaba de mi polla iba acompañado de una convulsión. Cuando por fin terminé de vaciar los huevos en la boca de mi hermana la miré y la imagen hizo que no perdiese la erección. Laura, con una mirada de golfa de campeonato, tenía la boca llena de semen. Abrió la boca y éste comenzó a caerle por la comisura de los labios, cayendo lentamente sobre sus pechos, resbalando sobre estos y sobre su cuello. Sacó la lengua y ví como tenía atrapada una gran cantidad; cerró la boca, tragó y al abrirla de nuevo mi leche había desaparecido. Con las manos se restregó el semen que había caído sobre sus tetas, se lo extendió y lo empezó a lamer acercándose cada teta a la boca. Acto seguido se metió por última vez mi polla en la boca para dejarla bien limpia y terminó por engullir cada gota del semen que había eyaculado. Se tumbó a mi lado en la cama y me besó dulcemente.
- ¿Te gusta el sabor de tu propio semen, hermanito? -dijo al despegar sus labios de los míos. No contesté, tan sólo la abracé, desnudos como estábamos, sin saber si me quedarían fuerzas para proponerle a Laura hacer el amor, puesto que la imagen que retenía de ella engullendo mi corrida hacían que no me bajase el tremendo calentón. Existen ocasiones en las que pienso que mi hermana tiene algún tipo de poder sobrenatural, porque no han sido pocas las veces que ha sido capaz de leerme el pensamiento.- ¿Quieres follarte ahora a tu hermanita, Javi? -Con más voluntad de la que esperaba tener la contesté:
- Ahora no, tenemos tiempo. Yo no se tú, pero aunque no se me baja, estoy hecho polvo. Además, hemos quedado con Alicia y Manu, si no vamos se van a mosquear.
Con un gesto me dió la razón, y recostándose a mi lado sobre un brazo me miró y sonriendo me descolocó preguntándome:
- ¿Te gustaría follarte también a Alicia?
Continuará...