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Pasa la noche y no he pegado ojo ni un segundo. Pero ¿qué importa eso?
Estoy en el lavabo, dentro de uno de los reservados, la luz apagada, la puerta cerrada, totalmente a oscuras, meditando en las circunstancias de la forma en la que me encuentro, atado, bien sujeto y con los ojos bien tapados con mi propia corbata. No le encuentro mucho sentido a tener los ojos cubiertos, la oscuridad que me envuelve es suficiente como para haber perdido totalmente el sentido de la vista.
La mañana se presentaba tranquila, pendiente del móvil por si llegaba algún mensaje de mi Ama y la cam puesta para la galería, que sin duda se tenía que estar aburriendo. Hasta que he dicho que salía a hacer unas gestiones. Laura ha salido detrás de mí, antes de salir del edificio me ha llamado abriendo la puerta del aseo haciéndome entender que entrara sin decir nada. Ya dentro, me enseña la pantalla de su móvil y la veo a Usted.
- flor, desnúdate del todo y ponte de puta. Laura, recoge su ropa, ponla en la papelera, a medida que se desnude.
Empiezo a desnudarme, sin perder el tiempo. Me quito la corbata, se la entregó a Laura y la deja en la papelera. Desabrocho los botones de la camisa, uno a uno, pensando en lo que pueda tener preparado. Se la doy a Laura que la deja caer en la papelera. Me quito los pantalones que van a parar también a la papelera, igual que los calcetines y los zapatos. Abro el maletín y saco el mono de malla que deslizo por una pierna primero, hasta la rodilla. Hago lo mismo con la otra pierna subiendo ahora hasta el muslo, hasta que ya desliza por la cintura, abriéndose por momentos las aberturas laterales, la delantera que deja libre la pollita, y la parte trasera que deja en culo bien expuesto por el circulo que lo envuelto el tejido elástico. Espero unos segundos a nuevas indicaciones.
- estás preciosa mi putita flor. Manos a la espalda - lo hago inconscientemente -. Laura, átalas a la espalda, pasa la cuerda por el culito y sujétalas a los huevecillos, bien tirante -. Le doy una cuerda a Laura que saco también del maletín, junto las manos en la espalda y ella empieza a envolver las muñecas estirando de la cuerda hacia abajo, busca los huevecillos con sus manos cubiertas por unos guantes de látex, los estira con cuidado hacia atrás, cogiéndolos con decisión con una de ellas mientras que con la otra ya les ha dado una vuelta, preparándole para darle otra y dejarlos bien tirantes -. Enséñalo a la cam Laura - lo hace al momento, sabiéndome observado por tanto ojos que desconozco que ya me inunda la seguridad de que no estamos solos -. Mmmm bien Laura. Me gusta que el tallo de mi flor esté bien sujeto, para que no se tuerza, jejenes. Ahora, Laura, pon la pegatina en la puerta - mete la mano en el bolsillo de su falda y saca un pequeño adhesivo que coloca en la puerta -. Ya no tenéis un servicio unisex, flor, ahora hay uno para chicas y otro para chicos. Aunque en estos momentos no sé cuál debería ser el tuyo. ¿Tú que crees, Laura?
- Señora, sin duda el de chicas. Está muy puta éste degenerado.
- Buena elección, zorra. Solo que hay un problema: en ese también podría entrar tu compañera. ¿Y no querrás que, cómo has dicho, ese degenerado se mezcle también con ella? - a Laura se le abren los ojos como platos. A mí se me van a salir -. Ya veo que os gustaría, pero ya os dije que eso no va a pasar. Porque si no, ¿qué pasará con el miedo que tenéis cuando pensáis que os puede pillar? - se hace el silencio -. Sin embargo, en otro momento haremos que vea a mi flor marica hacer uso del de chicas. Así se le disiparán las dudas, jejenes. Aunque la forma aún no lo vais a saber - nos sentimos decepcionadas, aunque en mi caso, ya rebajado al pensar que mi compañera va a tener el convencimiento que de hombre solo tengo la apariencia, quedando, cuando sea, como un marica que ya no puede ocultarlo más.
- Al reservado de machos, las dos. Laura sienta a mi flor en el inodoro. Átale la cintura al su nuevo asiento, pasando la cuerda por debajo, por lo menos tres vueltas de cuerda. Las piernas abiertas, a los lados, bien abiertas, sujetas a la base.
Laura me ayuda a sentarme en el inodoro, observa mi cara de asombro, incrédulo por la forma en que me va dejar en el aseo. Coge ella misma una cuerda larga del maletín, la ata a la cintura y da tres vuelas apretando lo suficiente como para no poder moverme ni un centímetro. Continúa pasándola debajo del asiento, busca un tobillo y lo ata empujando hacia atrás, abriendo la pierna, dejándola en un lateral, busca el otro tobillo y hace exactamente lo mismo, dejándome con las rodillas a los lados del asiento, tocando con ellos en filo del asiento.
- Ata las rodillas al aro del asiento - Laura sigue con la tarea, limitando al máximo cualquier movimiento - mmmmm flor, espero que nadie tenga que hacer uso del aseo. Laura, coge la corbata y véndale los ojos. No queremos que vea a las posibles visitas que pueda tener - enseguida me quedo con los ojos tapados, sin poder ver nada - Y para rematar, collar rosa con cadenita envolviendo los huevecillos, tirante, claro - oigo cómo urja Laura en el maletín y a los poco segundos cómo envuelve el cuello con el collar rosa, dejando en evidencia de mi condición sumisa y de lo marica que me quiere tener expuesto mi Ama-. Deja el móvil que se pueda ver cuánto ocurra, apaga la luz, cierra la puerta y a trabajar Laura - lo hace al momento. Oigo la puerta cómo queda encajada, sintiendo la oscuridad que me invade y el silencio que pueda llenar la estancia por momentos -. Flor, aunque no te vemos, sabemos que estás ahí, a oscuras, detrás de una puerta que solo puede cerrarse por dentro. Nada puedes hacer para que la puerta se abra, nada puedes hacer para que tengas visitas inesperadas, nada para saber si serán masculinas o femeninas, incluso podría ser que fuera tu propia compañera. Aunque nosotras sí que vamos a verlo, porque cada vez que se abra la puerta entrará la luz y la reacción de quien la abra. Flor, nadie sabe si vas a ser usado ni la forma en que lo seas. Nadie va intervenir para evitar lo que pase. Piensa que vas a perder toda autoridad, que vas a dejar de ser quien crees y aparentas que eres. ¡Cuántas visitas van a tener una visión real de ti! Laura ya está informando a tu compañera que has puesto la señal de chicos en uno de los reservados. Espero que no sea demasiado curiosa y quiera comprobarlo, quizás hasta pueda no respetar la limitación de su uso a verdaderos machos y abrir, por lo menos, la puerta. Ahora, solo te queda esperar a ver qué pasa. Recuerda, te estamos observando. Guarda silencio, no sea que llames la atención si alguien entra en los aseos.
Y llega el silencio.
Sé que ha pasado un buen rato. Nada se oye, nadie ha entrado. En éste ambiente parece que mucho tiempo ha pasado, parece eterno. Todas las posibilidades me dan vueltas a la cabeza, todas las cosas que puedan pasar. Casi todas van a parar a lo mismo y es lo que ha dicho mi Ama: voy a perder toda autoridad, toda dignidad ante quien abra la puerta. Voy a aparecer como una puta, evidentemente sumisa por las ataduras y el collar, marica por la vestimenta de zorra que envuelve todo mi cuerpo y el color de la correa que adorna mi cuello y estira de los huevecillos.
La puerta de los aseos se abre, los pasos que oigo no me permite adivinar de qué sexo es. Giro inconscientemente la cabeza, buscando oír mejor lo que pasa al otro lado de mi puerta. Los latidos están desbocados. Intento tranquilizarme pensando que lo que tenga que pasar pasará. Pero eso no me tranquiliza en absoluto. La otra puerta se abre abre y se cierra inmediatamente. Pasan unos eternos segundos, se oye la cisterna y de nuevo la puerta que se abre. No la oigo cerrarse. Alguien abre el grifo, adivino que para lavarse las manos y se oye cerrar una puerta. Pienso, respirando, que por fin se ha ido. Aunque enseguida empiezo a pensar si realmente no habrá sido la puerta del otro reservado. Agudizo el oído por si se oye lo que sea. Cuando han pasado unos minutos, eso creo, me relajo, lo que me permite la situación y respiro tranquilo. Definitivamente se ha ido.
Empiezo a desesperarme. Tanto silencio, salvo algún murmullo que llega desde el pasillo y del que me siento a salvo. La oscuridad que llena la estancia, acentuada por la venda y las dos puertas que me aíslan del resto de las instalaciones empiezan a hacer mella. Tampoco es un aseo de servicio público que cualquiera pueda entrar. Se me ocurren solo dos personas que puedan entrar y una de ellas es Laura. Lo que en el fondo me preocupa más. Pero tanto descontrol está calando ya en mí. No tengo control de nada. No suelo tenerlo. Pero la ceguera y la sordera que todo lo llena hace que nada pueda hacer, que nada pueda decidir, por muy en guardia que pueda estar. La eternidad sigue llenando cada segundo.
La puerta se abre de nuevo. Esta vez con más ruido. Por el ruido de los zapatos adivino que es una mujer. Me siento a salvo, a no ser que.... Se acaba de abrir la puerta. Me muevo lo que puedo, intentando con ello salvar la situación. Alguien da al interruptor.
- Yo entro en este - oigo que dice una voz femenina -.
- Pero es de tíos... - otra voz femenina.
- Así terminamos antes.
Me mantengo callado, moviendo la cabeza torpemente intentando ver algo. No veo nada. Solo oigo la puerta que se cierra y el pestillo girar en el propio pomo.
- ¿Y cómo se supone que puedo mear? - me susurra el oído, con una ligera sonrisa que lo traspasa. Pone sus manos en mis hombros y enseguida veo con qué fin. Se apoya, noto sus dos piernas doblarse a cada uno de mis lados. Se sienta en mis piernas, la pollita horizontal, los huevecillos estirados hacia arriba al tensarse la cadena. Noto su entrepierna, dejando la pollita recta rebajo de su coño y empieza a mear dejándola totalmente empapada, desde el pubis hasta la entrada del culito por el líquido que resbala y que cae dentro del inodoro.
- Uuuuaaaauuuu, que pasada. Nunca había meado así, casi me corro. Si no fuera por lo guarra que debe Ester tú.... Pollita, me follaba ahora mismo - se incorpora, tira de la cadena y poniendo un zapato sobre mi rodilla me acerca a su coño -. Saca la lengua y límpiame bien el coño, maricón. De eso sí que no te libras - saco la lengua, buscando el coño de la visita. Ella misma lo acerca y lo restregar unos segundos contra sus labios. Noto que se estremece. Unos segundos más y se retira -. Uuuffffssss una corrida rápida, pero me sirve. A ver si la próxima vez que venga estás aquí - apaga la luz, la puerta y se va. Hablan entre ellas, oigo la puerta y de nuevo el silencio, la oscuridad. Estoy empapado, húmedo, excitado.
Nada se oye en el móvil. Ni si quiera sé si hay alguien en la galería. Ni si está mi Ama.
En los segundos eternos que pasan no desaparece la vergüenza. La constante humillación vive momentos intensos. La incertidumbre de quién pueda haber uso de mi deja la huella en mis pensamientos de no atreverme a mirar al frente cuando salga de aquí. Cualquiera puede saber lo que soy, cruzarme con quien sea y desconocer hasta dónde pueda conocerme. Y sin embargo, aquí sigo, entregado sin condición a mi Dueña.
- Estos son los servicios. La puerta izquierda es el de las chicas. Aún no hemos podido identificarlo - es la voz de Laura, indicando a alguien dónde están los lavabos. La puerta del reservado de chicas se abre, una vez más. Respiro alterado, notando el corazón en la garganta. De repente se abre mi puerta y oigo el "clic" del interruptor.
- No podía irme sin saber por qué ha tardado tanto mi amiga y con esa cara de felicidad - solo me bastan unos segundos para saber a lob que se refiere -. ¿Llevas mucho rato aquí?
- No lo sé. A mí me parece una eternidad- respondo con un hilo de voz.
- Es curioso. Verte aquí. Parece que no estás obligado a estarlo, de lo contrario, hubieras gritado - sé que esperando una respuesta que no llega -. ¿Es una venganza de tus compañeras?, porque estos lavabos solo son de vuestra oficina, ¿no?
- Así es, solo son de nuestra oficina.
- Y lo de estar así, porque esto no te los hecho tu solo.
- Soy sumiso y estoy aquí por deseo de mi Ama.
- ¿Ama?
- Soy aspirante a pertenecer a mi Ama - la voz me sale reprimida, como a espasmos, denotando la vejación que siento a la vez que el orgullo que siento por estar así o en cualquier circunstancia que desee Usted.
- Mmm es interesante. Nunca he conocido a un sumiso. Y mucho menos verlo. Siempre he pensado que es una aberración. Pero verte así, me hace replantearlo. ¿Tus compañeras lo saben?
No sé qué responder. Las dudas hacen que se traben las palabras.
- Solo una.
- ¿Es tu ama? - le digo que no. Me preocupa que acabe sabiendo demasiado -. Pero.... ¿alguien te habrá dejado asi? - su tono es dulce, curso, casi como si estuviera hablando a un niño.
- Ha sido la compañera que lo sabe - atino a decir, deseando que termine pronto.
- ¿Cuál de las dos es?
- No sé si debo decirlo - vuelvo a tardar unos segundos.
- Mira, me puede resultar muy fácil saberlo. Solo tengo que ir a tu oficina y decir que cómo estás aquí. Así que mejor si hablas - tardo unos segundos en negar con la cabeza, a riesgo de que lo haga.
- En unos minutos lo hago. Y supongo que si estás así es para que te dejes hacer de todo - afirmo con la cabeza -. Verás, ahora no me atrevo a nada. Esto es una sorpresa para mí y muy nuevas. Me pone. Pero no sé qué hacerte. Así que me voy. Hahn, una cosa: tienes que saber que los lavabos de nuestra oficina se han estropeado. No seremos las únicas en venir. Tus compañeras, muy amablemente, nos han dejado utilizar los vuestros. Y ya sabes que somos chicos y chicas. Espero que te vaya bien - vuelve a sonar el interruptor y la puerta al cerrarse. Casi al instante se cierra también la puerta que da al pasillo.
Nunca hubiera pensado que algo así podría pasar. Aunque son tantas las cosas que nunca podían pasar... Y más si empiezan a correr la voz. Aunque lo que más me preocupa es que mi compañera termine por enterarse de todo. Ruego que ni cumpla su amenaza y vaya a contárselo. Oigo risas en el pasillo. No quiero pensar por qué. Dentro de poco serán muchos, muchas las que sabrán mi condición de sumiso y que soy de Usted. Desde el momento que salga de los aseos no tendré valor de mirar a nadie del edificio sin pensar en lo que puedan estar pensando de mí. Voy a estar rebajado en todo momento, sintiendo la humillación de cruzarme cada día con ellos. Un paso a más para convertir mi condición de sumiso en la forma vida permanente que le entrego a Usted.
De nuevo el tiempo se me echa encima. Los eternos minutos se suceden entumeciendo las piernas, los brazos que, pese a los movimientos en vano que intento hacer, se adormecen en la espalda estirando de los huevecillos en cada gesto limitado que intento hacer. Los pasos en el pasillo se van sucediendo, parece que con más frecuencia que otros días. Y en cada uno de ellos que oigo se me alteran los latidos pensando que en cualquier momento entre alguien y me descubra en mi condición oculta. Aunque a estas alturas ya debe haber corrido la voz de lo que hay tras las puertas de estos aseos. Aun así, parece todo tranquilo. Lo único alterado es mi mente que no cesa de darle vueltas y hacer cábalas de lo que pueda suceder. Una vez más, me rindo a cuanto pueda pasar, a no dar importancia a lo que pueda acontecer, entregado como estoy a complacerla y a vivir cuantas humillaciones puedan llegar.
Una nueva prueba parece que se acerca. La llave de los aseos me despierta del ensimismamiento que he caído. Estiro el cuerpo inconscientemente, respirando en profundidad para asimilar los segundos que separan la puerta de la nueva visita. Son pasos firmes, pesados, cortos que se aproximan al pomo que ya lo oigo girar. Una cremallera se desliza antes de oír el "clic" del interruptor. Abro la boca para tomar aire. No me sale la voz, ni si quiera intento que surja cohibido por la vista que se va a encontrar ante sí cuando la luz invada el reservado. Solo espero que no interprete mi boca abierta en busca de oxigeno como una insinuación. Imagino la polla que tiene que estar apareciendo casi rozándome ya los labios. Activa el interruptor de la luz...
- Joder... Esto sí que no me lo esperaba - una fuerte voz llena los lavabos -. Estamos apañados. Nuestros lavabos estropeados y esta sorpresa aquí - los segundos de silencio se hacen tan profundos que me penetran hasta lo más hondo -. ¿Cómo se supone que tengo que mear? Oye, no sé de qué va esto. Con esa pinta pareces una puta barata. Pero estoy que no me aguanto - no me siento con ánimos para volver a decir lo que soy y por qué estoy aquí. Guardo silencio. Me siento tan rebajado que solo deseo que termine de hacer lo que sea cuanto antes. De repente, un líquido caliente se derrama desde el vientre y va deslizándose hasta encontrar la pollita y mear directamente sobre ella. Es como marcar territorio, como una leve disputa de quién es el dueño de este territorio. Solo que él no sabe que eso está de más, que el territorio y lo que hay en él le pertenece a Usted, mi Ama. La meada es copiosa, caliente. La temperatura, la situación tan denigrante hace que la pollita empiece a ponerse dura, acariciada por el líquido que empapa y calienta también los huevecillos estirados por la cuerda que los sujeta a las manos.
- Serás maricón, si hasta se te está poniendo dura. ¡Qué cerdo! Conozco a un par que seguramente lo van a pasar muy bien cuando te descubran - todo ha ido más rápido de lo que esperaba. Apaga la luz, se sube la bragueta, cierra la puerta, luego la que da al pasillo y me quedo solo, de nuevo asimilando sus palabras, lo humillante de todo. Y sobre todo, esperando alterado la visita de los que conoce y que tanto dice que van a pasarlo bien.
- Vaya flor, parece que vas a estar entretenido - por fin oigo la voz de mi ansiada Señora Mundo -Te aseguro que nada de esto estaba programado. Pero mejor así, ¿no crees? - afirmo casi inaudible a pesar del silencio -. Estas sorpresas me están gustando. Y estoy segura que también a ti. Tienes que mostrarte sumisa y complaciente, aunque eso ya lo sabes. Ya ves que poco a poco se está redirigiendo tu vida. Te estás convirtiendo en lo que eres en realidad. En tu propio círculo laboral, en el que pronto todos van a saber de ti y de tu condición de putilla al uso, sin posibilidad de defensa ni de negación. Sentirás la sublime humillación que tanto deseabas, incluso en cosas y situaciones que vienen solas y que no pienso impedir que pasen. Son parte de tu entrega y de mi dominio, de tu pérdida de ser decente. Te excitaras y sentirás humillado solo con pensar que no sabes lo que te espera cada nuevo día.
- Si Señora - asiento excitado, sometido a Su voz, a cada una de Sus palabras, a Su poder, a Usted.
- Te voy a anticipar algo flor. Iba a ser una sorpresa, pero te lo anticipo. ¿Te sientes seguro cuando llegas a casa?
- Señora, si, aun cuando estoy observado en todo momento, cuando cierro la puerta pienso que estoy seguro.
- Bien. Hazte a la idea de que tu vida domiciliaria también puede cambiar. Sé que te gusta. Pero a mí también. Esa tranquilidad también puede cambiar y lo hará. Vas a estar en todo momento haciendo cambios en tu rutina como ser decente. Vas a ser del dominio público, vas a aflorar como lo insignificante que eres en todos los aspectos. La humillación va a vivir constantemente contigo. Muy pocas personas son las que no sabrán de tu forma de vida, de que eres mi sumiso. Pero eso ya lo hablaremos. De momento, ve haciéndote a la idea - unos segundos de silencio -. Y disfruta de tu día.
En ese mismo instante entran dos hombres. Sus voces les delatan.
- Vamos a ver esa sorpresa.
- Si, ya me dirás qué sorpresa puede haber en un lavabo.
Se abre la puerta del reservado donde estoy, accionan la luz y allí aparezco, ante ellos, atado, inmovilizado, con los ojos vendados.
- No busques más, aquí está la sorpresa - tampoco hay mucho sitio más donde buscar, aunque la puerta del otro reservado se cierra.
- ¿Qué haces aquí?
Menuda pregunta. No respondo, la vergüenza hace que toda respuesta lógica no aparezca, que las palabras queden mudas en la garganta.
- Supongo que tal como estás podemos divertirnos un rato contigo.
- Solo hay una forma de saberlo - dice el otro ante la ausencia de respuesta -. Es una pena que así atado no podamos follarle.
- Jajaja. ¿Tienes ganas de follar?, porque se me ocurre otra forma que puedes hacerlo - mientras habla oigo la cremallera que adivino del pantalón y lo que imagino ropa y deslizándose por las piernas. No sé qué van a hacer exactamente, sospecho que llenarme la boca de polla.
- ¡Serás cabrón! ¡Cómo te gusta provocar! Pero tu culo ya lo he probado. Me apetece otro.
- Y a mí, pero yo diría que este no vamos a poder probarlo hoy.
- ¿Quién dice eso?
- Si está así es porque alguien lo quiere así. Mejor no moverlo. Pero se me ocurre algo - otra cremallera y más ropa deslizándose por las piernas -. Aquí tienes culo. Ya sabes, hasta el fondo.
Unas manos se apoyan en mis hombros mientras oigo unos jadeos, cortos empujones que a la vez empujan de mi cuerpo estirando los huevecillos. Un pie se apoya sobre una de mis rodillas -. A ver si así sabes meterla mejor. Tengo un buen destino para mi polla - y la mete en mi boca. Me folla con ella acompasado con las embestidas del otro hombre, llegando hasta mi garganta, entre pequeñas arcadas y toma de aire -. La quiero hasta el fondo, pero no des fuerte si no quieres que éste marica vomite en mi polla. ¿Te gusta zorrita? - cómo puedo muevo levemente la cabeza arriba y abajo -. Mmmmm ya lo sabía. Vamos, seguro que sabes mamarla mejor, puta - me esfuerzo, cerrando los labios, pasando la lengua por el capullo entre arcada y arcada. La vejación hace que me esfuerce más en darle el placer que espera. Los gemidos de placer se oyen más profundos, más intensos. Las da gargantas de ellos empiezan a jadear, intensificando la follada del culo y de mi boca, corriéndose enseguida en que está enculando con fuertes jadeos que deben oírse fuera de los aseos. Sigo mamando -. No la saques del culo hasta que me corrala - y lo hace antes de terminar la frase, llenándome de su leche que llega directa a la garganta, resbalando la que no puedo tragar por la comisura de los labios, pasando por la barbilla, a la espera de que gotee sobre el pecho, dejando restos en el mono elástico de puta que visto. Noto como se mueven, ligero ruido de ropa entre suspiros entrecortados aún de placer. Me dan una fachadita en la mejilla y salen diciendo antes-.Ahí te quedas. Ahora sabrán que alguien ya ha pasado por aquí, jajaja.
Apenas han pasado unos segundos, saboreando los restos de la leche derramada en mi boca, asimilando la risa de la visita cuando se abre de nuevo la puerta de los lavabos y enseguida la de mi reservado a la vez que suena el interruptor de la luz. Unas manos me tocan la pollita, la envuelve con una toallita húmeda y la limpia, coloca las piernas al lado de las mías poniendo la pollita hacia arriba y noto cómo entra en la cálida humedad de lo que sé que es un coño notando el roce a la vez del filo de una braguitas en la piel de mi miembro. Se queda sentada un momento, sin moverse. Su respiración entrecortada me deja inquieto, esperando el momento de algo que no sé qué puede ser. Empieza a mover las caderas, en círculos, estirando los huevecillos, moviéndolos de un lado a otro. Se mueve levemente hacia delante y hacia atrás, rápidamente ahora provocándome un rápido orgasmos, una corrida lenta a la vez que para de moverse mientras termino de vaciar la leche en el coño que ha follado la pollita de mi Ama. Pasa no sé cuántos dedos por mi pecho, recogiendo los restos de leche que la anterior visita ha dejado allí, abre la boca con la otra mano y deposita el líquido de macho en ella, pasando los dedos por la lengua y toda la cavidad. Cuando lamo los dedos nosotros el fino látex que los envuelve. Laura. Tenemos prohibido que se toquen nuestras pieles. Sigue paseando los dedos por la boca hasta que quedan limpios. Coloca la cadenita en el collar y la une a los huevecillos, tirando de ellos hacia arriba. Coge la pollita aún húmeda de ella y de los restos de mi leche, empieza a pajearla. Flácida como está, le cabe sobradamente en una mano. Saca el capullito y lo roza con sus dedos hasta que pone un poco dura. Sigue con la paja hasta que ve que empieza a tomar vida, la sacude hacia los lados y la suelta de golpe, dejándola que de sola los últimos movimientos. Apaga la luz, cierra la puerta y sale de los aseos cerrando la puerta tras de sí.
Me siento raro, algo difícil de describir. Mi compañera, Laura, manejando mi cuerpo sin más. Apareciese y desaparece como casi una exhalación. He pasado de ser su jefe a ser algo que puede manejar según convenga. Algo que, a merced de Usted, puede humillar y dejar en la más vergonzosa de las situaciones. Es evidente que ya nada va a ser como era, que el uso y las condiciones de mi sumisión ya son contantes, una rutina con la que voy a convivir. Mi Ama toma cuanto le pertenece, lo maneja y lo modela de forma que sea una entrega permanente a Sus deseos, a Su dominio. Es una forma constante vivir la humillación, en la humillación como forma de ser, de entrega y posesión para cuanto le complazca en el momento y lugar que quiera.
El pasillo empieza a estar concurrido. Las voces, las risas, las conversaciones lo llenan. Abro los ojos debajo de la corbata, consciente de que no voy a ver nada. Temo que empiece a entrar gente. Aunque ya no debería temerlo. Debe ser la hora de la comida. Vuelvo a sentir temor. Aunque acompañado de un ansia de servilismo que ha ido creciendo en mi sin percibirlo. Temo la entrada de varias personas para hacer uso de los aseos por diferentes motivos. Que se abra mi reservado a la vez que más personas van entrando y me vean aquí atado, de puta, sin poderme mover. Temo que uno, una tras otra vean perplejos lo que hay en el reservado de los hombres, mientras van entrando unos y otras, sucediéndose entre unos y otras, observando lo que queda a simple vista con tan solo entrar en los lavabos. Dejo de hacer volar la imaginación y me quedo a la espera de los acontecimientos, que no se hacen esperar.
Poco a poco los aseos van llenándose de voces, alguna que otra vez se oye la puerta del reservados de chicas, el agua correr por el inodoro, comentarios de asombro, algunos soeces, guarros en alusión a distracción del momento, a mi condición de marica atado con la libertad de hacer lo que quieran en el anonimato por tener los ojos tapados. Chorros de líquido tibio van empapándome el pubis, alguno desde el cuello para que la orina se deslice por rodilla el cuerpo y caiga dejando un reguero hasta el fondo del inodoro. Pollas que entran en mi boca sobre todo para que las deje limpias, como excusa, ya que son todas las que van creciendo invadiendo la cavidad con su dureza y que retiran pronto, imagino que por la vergüenza de mostrar su excitación ante el hombre puta que se muestra ante los demás. Alguno, más osado, la mete hasta el fondo ya hinchada y me agarra la cabeza, follándomela hasta que se derrama dentro sin dejar que se derrame ni una gota. Noto cómo alguien pone sus piernas a los lados de las mías y se sienta sobre mi pollita metiéndola en un agüero estrecho y que la presiona haciéndola poner más grande dentro suyo mientras noto una mano que se mueve rápida rozándome la barriga. Acabo adivinando que se está haciendo una paja mientras se folla el culo con mi pollita, inclinándose hacia delante cuando le llega la corrida, susurrando al oído lo puta que soy y lo que haría conmigo. Derrama su leche en mi vientre, se levanta dejándome mi pollita dura, excitada a la vista de quien haya aquí. Alguien estira de la cadenita del colla, tirando de los huevos hacia arriba, estrujados por la cuerda que los une también a mis manos sujetas a la espalda. Intento levantar las caderas, pero las ataduras al asiento de mis piernas lo impiden, por lo que tengo la sensación de que en cualquier momento me quedo sin huevecillos, suelta la cadena de golpe. Respiro aliviado. Oigo menos voces, aunque aún no sé determinar cuántas personas hay. Ahora es un pezón duro lo que entra en mi boca. Lo acojo dulcemente, lamiéndolo al principio succionando después. Lo retira y otro entra entre mis labios que enseguida lo besa y lame entre jadeos femeninos que se intensifican, hasta que subiendo sobre mis rodillas acerca su coño a la boca a la vez que dice "limpia la corrida tan bestia que he tenido, lo que seas". Saco la lengua y lamo la humedad que sale de sus labios. Apretad su pubis contra mi cara y se mueve sin cesar hasta que le llega un nuevo orgasmo. Baja de mis rodillas, estira rápidamente de la cadenita y la suelta. Ya no sé si hay alguien más. La tensión, los nervios, la humillación me tienen inmerso en un estado que me aparta de todo, que aísla mi presencia del habitáculo. Otra polla me llena la boca.
- Lubrícala bien para follar el culito que tengo al lado - me dice. Pasados un segundo la saca, unas manos se apoyan en mis hombros y unas embestidas mueven el cuerpo empujando el mío hacia atrás, estirando de nuevo los huevecillos. Una de las manos deja un hombro. Los jadeos, dos masculinos, empiezan a llenar el reservado hasta que se convierten en gritos de placer, estallando juntos, notando la espesa leche que salta al pecho, barriga y sobre mi pollita rebajada a sentir la masculinidad de quien quiera que sea.
Las luces se apagan. Las puertas se cierran. La exposición, el uso ha terminado. Al menos de momento. Los sentidos se relajan, vuelven a estar presentes. Me siento mojado, sucio, vejado. Los meados secándose lentamente en mi cuerpo que queda impregnado por el desagradable olor que inunda mi olfato. La leche, aunque tardará más, dejará sus rastros también en mi cuerpo, con cuajarones pegajosos entre el mono y la sucia piel. Pienso que en lo que queda de día, aunque alguien abra el reservado, se echará atrás cuando note el fuerte olor que debe estar llenándolo y vea esta guarra figura que espera dentro incapaz de moverse ni de decir nada. Menudo cuadro debo estar hecho. Menudo desprecio debe sentir quien abra esta puerta ante quien tiene ante sí.
Ha pasado el rato. Las voces vuelven a oírse en el pasillo. Se despiertan las alertas. Bueno, no tanto alertas. Después de todo, todos deben saber ya de mí y de mi condición. Ya no tendría que ser una sorpresa lo que pase. Salvo... ¿Mi compañera también lo sabrá? Pienso que sería lo lógico. Si no porque me haya visto, sí por las habladurías. Y eso sí que me preocupa. Una cosa es que piense que soy marica, otra que me vez así, tan vejado, anulado. Prefiero dejar de pensarlo y que sea lo que tiene que ser. La puerta de los lavabos se abre. Me pongo en guardia, pero pronto sale quien haya entrado. Pasan unos minutos. Se abre la puerta exterior, enseguida la mía y alguien enciende la luz.
- Vaya flor, cómo te han dejado. Vengo a dejarte libre, de las ataduras claro. Mientras lo hace, despacio, con guantes finos de látex, ciento cada miembro de mi cuerpo entumecido, incapaz de moverlo -. Alguien se ha llevado tu ropa, vaya jugada, jefe. Te he traído algo del cajón que espero que te siente bien - sigue desatando las cuerdas, hasta que por fin los brazos y piernas quedan sin ataduras. Ninguna cuerda toca ya mi cuerpo. Solo el collar, rosa, queda en mi cuello. Y la corbata -. Bueno, yo he terminado. Cuando salga, puedes quitarte la corbata y vestirte, jefe - su sonrisa me alerta.
Cuando oigo las dos puertas cerrarse, me retiro la corbata de los ojos. Me incorporo apoyando las manos en las rodillas, me miro en el espejo instintivamente. No puedo creer lo que veo. Sucio, el moño negro lleno de manchas desde el pecho hasta el pubis, ciertos tonos un tanto blanquecino por toda la parte delantera de la prenda, por la orina seca. Penoso, humillado, denigrado en público. Salgo del reservado en busca de la ropa que ha traído Laura con la esperanza de que no sea muy llamativa. Se me abren los ojos como platos al ver lo que ha dejado.
- Ha estado bien, ¿verdad flor? - mi Ama. Su voz me tranquiliza, me llena de orgullo por el continuo esfuerzo por complacerla -. Mientras te vistes, piensa detenidamente en lo que ha pasado, en el paso que has dado. Debes sentirlo todo como lo que eres. Pero piensa que eres masculino, no ya hombre, si no masculino. Quiero que lo vivas como una obligación de sentir que aun siendo masculino, estás complaciendo mi deseo de tragarte todas las pollas y leche que se de en las situaciones que te plantee, que sea la humillación de estar humillado ante personas de tu misma masculinidad, que tienes que estar vejado tragando lo que no te gusta, aunque sean tantos los casos que se puedan dar que lo saborearás como algo normal, no natural, porque tu naturaleza no es esa. La vejación que puedes sentir, sabiendo que no eres marica es más intensa cuando solo tu lado masculino acepte que todos van a usarte, pensando lo que no eres. Ahora, vístete y para casa.
Termino de escucharla, lleno de vergüenza, de entrega y humillación. Cojo los pantalones, rosa, ajustados y corto de tiro, debajo del ombligo. Una blusa, también rosa, casi blanca y transparente que deja a la vista el mono de cintura para arriba, casi como si no la llevase. Sandalias negras, sin tacón, de tiras finas que envuelven el empeine y se sujetan al talón. Me miro al espejo. Pienso en no salir, en la exhibición que voy a hacer en cuanto abra la puerta. Pero no tengo más remedio si deseo complacer a mi Ama y si no quiero quedarme aquí hasta quién sabe cuándo. Cojo el móvil, abro la puerta y, decido, sacando valor de no sé dónde, empiezo a caminar por el pasillo. Hay poca gente, pero la que hay se aparta para ver mejor el ridículo paseo que estoy dando, bajo la mirada, incapaz de mirar a otro sitio que no sea el suelo. Oigo comentarios, pero no quiero oír, entender lo que dicen. Sin otro sentimiento que no sea de humillación, de ridículo, vergüenza, empiezo a bajar las escaleras, las noto más seguras. Encuentro fuerzas con la satisfacción de complacerla y, ya en la calle, por fin subo al coche. Aquí estoy seguro. Me dirijo sin demora a casa.
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