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"Le sugerí que para que no estuviera batallando se quedara en pantys, así no perdería tiempo en probar un vestido detrás de otro."
El caso es que Marisa había sido invitada a una boda dentro de un par de semanas, y me dijo que no tenía dinero para comprar un vestido. Le dije que no tenía necesidad de hacerlo, que con gusto yo le prestaría uno, después de todo somos prácticamente de la misma talla.
Acordamos que iría a mi casa a desayunar el jueves, ya que ese día Mauricio, mi marido, saldría de la ciudad por motivos de trabajo desde el miércoles.
Marisa llego puntualmente a la cita a mi casa; desayunamos, platicamos sobre mil temas, especialmente la boda a la que le habían invitado, etc. Subimos a mi habitación prácticamente una hora después del desayuno, e inmediatamente saqué los vestidos de largo que calculé podrían quedarle bien. No eran muchos, pero eran suficientes para que ella escogiera alguno.
Le sugerí que para que no estuviera batallando se quedara en pantys, así no perdería tiempo en probar un vestido de tras de otro. Ella accedió, pues le sonaba muy lógico. En verdad les digo que mi recomendación no iba con otra intención. ¡Ni pensarlo!, yo seguía con algo de temor después de nuestra experiencia anterior.
Marisa se probo un vestido rojo, de hecho uno de mis favoritos, y note que le quedaba muy bien, tan bien que me dio envidia. Llegue a dudar que a mi me cerrara, así que le dije;
- También me lo voy a probar yo, me preocupa que haya subido de peso y no quede ya.
En cuanto Marisa se saco el vestido me lo paso, yo ya estaba en la misma desnudes que ella (solo en pantys), me probé la prenda y ¡sorpresa!, me quedo magníficamente, en serio que me emocione tanto que le dije a mi amiga que ese era el indicado para lo luciera durante la boda. Hecho esto me senté en la cama mientras ella ponía el vestido en un gancho y lo metía en la bolsa protectora. Cuando termino lo hizo a un lado y se sentó junto a mi y me dijo:
- Angélica eres la mejor amiga del mundo, mil gracias por ayudarme a con tu guardarropa.
Acto seguido me dio un abrazo. Pude sentir la suavidad de sus pechos junto sobre mi cuerpo. Inmediatamente llegaron a mi cabeza las imágenes que guardaba de nuestro encuentro en el tapanco de su restaurante. Acerco sus labios a los míos y me beso. Una corriente eléctrica recorrió mi espalda y mi reacción no se hizo esperar, respondí al beso con la misma intensidad, y nos dejamos caer en la cama. Ahí estábamos las dos; abrazadas, besándonos los labios sin más prendas que nuestras pantys y zapatos.
Fue en ese momento cuando me di cuenta lo mucho que anhelaba estar así con Marisa; sentir su piel, su aroma, sus manos. Ella separo sus labios, pero no su rostro del mío, y me pregunto:
- Creo que por pena de las dos, no hemos comentado nada de lo que paso en el tapanco. Me gustaría saber que te quedaste pensando de mi después de eso.
Pasaron mil cosas por mi cabeza, pero mi respuesta no se hizo esperar:
-Me encanto. Siento algo de pena, pero en verdad que muy lindo estar así contigo. Ahora estoy nuevamente temerosa, pero no me importa porque se que me encantas y te deseo.
Apenas termine de hablar me beso con más fuerza, y empezó a bajar mi panty con mucho ímpetu, casi con desesperación. Me saque los zapatos que cayeron al piso, y ella pudo liberar sin mayor problema mi calzoncillo. Aprovecho que estaba parada para deshacerse de sus pantys también, acerco mi cadera a la orilla de la cama, se arrodillo en el piso y empezó a chuparme entre las piernas. ¡QUE MARAVILLA!, ya extrañaba sus besos, y su lengua en mi vagina.
Acariciaba mis labios externos con la su lengua, y de vez en vez la metía en mi orificio. Yo estaba tan húmeda que podía sentir ligeros escurrimientos de mis fluidos mezclados con su saliva. El aliento de Marisa era especialmente caliente, casi quemaba cuando atacaba mi vulva con su boca. En determinado momento ella levanto más mis piernas, de tal modo que mi ano también quedara expuesto. ¿Cómo describir la sensación de su lengua en mi pequeño orificio. Lo estaba lubricando directamente con su lengua, la cual metía y sacaba a un ritmo especial.
De forma instintiva me coloque a gatas, así su lengua entraría mejor. Ella entendió el mensaje, y al mismo tiempo que introducía su lengua en mi ano, me metía un par de dedos en mi vagina. La sensación era maravillosa. Después de unos momentos me incorpore, de tal forma que quedamos ambas de rodillas, mi espalda contra su pecho, gire la cabeza y la bese en los labios. Marisa se sonrío, y me dijo:
- Es una lastima que no haya venido preparada con un pepino. Jajajajaja
Yo también me reí, porque tenía algo que podía ayudar para compensar ese descuido. Me puse de pie y camine hasta mi closet, saque una pequeña maleta donde guardo algunos objetos interesantes, y la puse sobre la cama.
-¿Qué tienes ahí?- pregunto Marisa mientras hurgaba en la maleta-
- Son juguetes que me ha comprado Mauricio. Los usamos en nuestra intimidad, pero por favor, no vayas a pensar mal. Yo no tengo la costumbre de usarlos sola. Me gusta disfrutarlos con él, y ahora podemos usarlos nosotras.
Entre todos los dildos y vibradores (seis aproximadamente) elegí la más reciente adquisición, un juguete negro, justo el que use con Mauricio el día que me lo regalo, (Lean mi relato de Soy cómplice de mi esposo - Bisexuales y sabrán de que hablo), media aproximadamente 30cms de largo .Tiene una forma de “L”, pues sobre el dildo hay una perilla, un poco menos largo, pero mucho más ancho. Cuando este juguete se enciende vibra con fuerza y a diferentes ritmos, según la intensidad que se le marque.
Marisa me miro maliciosamente, tomo el dildo y lo paso por entre mis piernas, al mismo tiempo que me decía:
-¿Ya jugaste con él?.
- ¡Claro! Mauricio lo estrene con Mauricio. Me lo compró hace unos meses.
-¿Te gustaría que lo probáramos nosotras?, Se ve rico.
-¡Por supuesto!, Aquí hay lubricante.
Marisa tomo una buena cantidad de lubricante y lo unto en ambas puntas del dildo, lo froto, y lo volvió a pasar por entre mis piernas. Yo empecé a sudar, no se si de miedo o de emoción, pero ya estaba lo suficientemente excitada que no podía hacerme para atrás. Ayude a mi amiga a facilitar la entrada de la pequeña pera en su vagina, y pensé que la mejor manera de hacerlo era chupando su entre pierna. Ahí estaba otra vez ese extraño sabor y olor agridulce. Nunca lo he podido relacionar con nada, es único, especial delicioso, no hay palabras para describir la sensación de ese liquido femenino en mi boca. Tome el dildo, e introduje la pera en la vagina de Marisa que ya estaba más que húmeda, podría decir que el calificativo correcto era empapada. Una vez dentro la perilla en Marisa, se podía ver como sobresalía de frente los treinta centímetros de vibrador. Me acerque y lo encendí. La reacción de mi amiga no se hizo esperar, emitió un pujido de placer y cerro los ojos.
- Que ricura – decía- acércate y bésame.
Así lo hice. Me coloque frente a ella, la bese y ella puso el dildo, que estaba vibrando, entre mis piernas. ¡Que sensación más deliciosa!.
Así nos mantuvimos por unos momentos, no queríamos perder detalles de la sensación, hasta que Marisa quiso ir un poco más lejos. Se separo de mi, me giro, empujo mi espalda hacía debajo de tal modo que yo quedara a gatas y mis nalgas levantadas. Apoyo su mano en mi espalda, y ejerció presión para que no me enderezara. Se acerco hacía mi y apunto la punta del juguete a la entrada de mi vagina. La vibración provocaba que me humedeciera más de lo que ya estaba, y eso que aun no entraba. Empezó a empujar poco a poco. Yo sentía como mis labios vaginales iban abriendo paso al ancho del dildo, no podía evitar gemir.
EL juguete me estaba entrando lentamente, tan lento, que parecía infinito. Supe que llego al fondo cuando topo con mi pared interna, fue entonces cuando me sorprendí, tenía dentro de mi 30 cms de vibrador que se agitaba deliciosamente. Ahora seguía el turno a la rutina de entrar y salir.
Cada vez que Marisa jalaba hacía afuera ella gemía a causa de que la esfera que tenía dentro y vibraba, se pegaba a su punto “G”, y cada vez que lo empujaba hacía adentro yo gemía con furia. Este constante ir y venir entre las dos aumentaba al máximo nuestra excitación.
La sensación era indescriptible. Había probado muchos de los juguetes que me compraba mi marido con él, pero nunca lo había hecho con una mujer. No podía contener mis fluidos, los sentía correr por mis muslos. No tengo idea de cuantas veces Marisa me introdujo y saco ese falso falo de mi vagina. Mi concentración cambio radicalmente en el momento que sentí un chorro de lubricante caer sobre mi ano, el cual estaba expuesto totalmente hacía mi amiga, la cual empezó a frotar el liquido con sus dedos contra mi hoyito. De una forma magistral Marisa se las arreglo para no perder el ritmo con el vibrador, al mismo tiempo que me introducía un dedo por el ano. ¡QUE SENSACION!, nunca había experimentad algo así. El juego que hicimos tiempo atrás con los pepinos en su restaurante era alucinante, y esta nueva experiencia no era menor.
Mi esfínter estaba totalmente dilatado, pues el roce de los dedos de Marisa lo habían obligado a abrirse. ¿Y Ahora?, ¿qué más podría disfrutar?, en eso escucho a Marisa decir:
- Angie, se me esta ocurriendo algo. Por favor avísame si te molesta.
No alcance a preguntar ¿qué es? cuando sentí como el dildo abandonaba mi vagina y era recargado a la entrada de mi ano. En un sostenido empujón, Marisa me metió, no se cuanto, desconozco si fueron cinco o diez o quince centímetros. Lo que si sé es que la resistencia natural de mi esfínter para recibir ese grosor no se hizo esperar. Sentí dolor y un ardor. Me acorde de inmediato cuando mi querida amiga hizo la misma operación con un pepino en su restaurante. Emití un lamento seco, un gemido que venía desde mis entraña. Me quede quieta, con esa extraña sensación entre miedo a ser desgarrada y valor a ser poseída. Marisa detuvo el empuje solo para preguntarme:
- ¿Estas bien?, ¿te lastime?
No quise contestarle, preferí sorprenderla, y créanlo o no, mi excitación era tan grande que hice lo impensable. Nunca, en mi vida, me hubiera imaginado que sería capaz de algo así. Mi muslos escurrían mis fluidos a causa de que había tenido un orgasmo, pero quería más, así que….me lance para atrás con cuidado, pero con determinación y fuerza ¡aggggghhhhhhhhhhh! de un solo impulso me metí el resto del dildo en el ano. Marisa solo atino a decir:
- ¿QUÉ HACES?, ¡estas loca!
Y si, loca de placer. Con el dildo totalmente dentro me quede unos momentos quietecita, asimilando lo que había hecho y las deliciosas consecuencias. Yo misma tome en esos momentos la decisión de iniciar el juego de “mete y saca”, pero ahora en mi ano. Este juego duro un largo rato.
Le pedí a Marisa que pusiera más lubricante en la herramienta, así lo hizo y entre el frío del lubricante y el calor de mi ano, no pude contenerme y me vine una vez más, pero con fuerza de cascada.
Estaba agotada, no podía moverme. Me quede a gatas, con las nalgas expuestas, el ano aun invadido por ese maravilloso objeto, y solo atine a decirle a mi amiga:
- Marisa…haz conmigo lo que quieras, ya no puedo moverme.
Mi amiga me deparaba una sorpresa ¡increíble!. Se sacó la perilla de la vagina, pero dejo el dildo dentro de mi ano, y lo empezó a mover en círculos, al mismo tiempo que empezó a chuparme la vulva. De repente se paro sobre la cama, puso un pie a cada uno de mis costados y mientras se masturbaba dejo caer sobre mi espalda una lluvia de su caliente fluido. ¡ESO ES INCREIBLE!, no sabía que eso se podía dar.
Mi espalda chorreaba el agua de Marisa, y por mis muslos aun chorreaba la mía.
Marisa se dejo caer en la cama, y me ayudo a retirar el juguete de mi ano, el cual quedo con una dilatación ¡enorme!, pero para que son las amigas sino para consolarnos entre nosotras. Sentí la mano protectora de Marisa que me untaba crema suavizadora en mi esfínter, con mucho cuidado, aunque no dejo de aprovechar para meterme un dedo o dos mientras me lo masajea.
Terminamos el encuentro en la regadera. Envolvimos muy bien el vestido que le había prestado, y mi amiga se fue a preparar la apertura de su restaurante.
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