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DON SANTOS, EL CURANDERO 8
En la sala de curas, estaban el curandero y doña Faustina Aguirre. Mujer llegando al umbral de la madurez, pero joven aún y que había sido madre hacía muy poco. Conversaban animadamente. Era el atardecer. Desde el lugar llegaba un perfume de rosas. Era por el perfume de la mujer que se reía a carcajadas por las ocurrencias del viejo pícaro.
__¡Ay doña, doña, Faustina! ¡Su belleza es de una profunda seriedad!
__No diga esas cosas hombre, que lo pueden escuchar
__¿Quién me va a escuchar? Este tranquila mujer estamos en mi casa
__L a gente vio que es tan mal pensada
__Pero no estamos en la calle, ¿Quién iba a juzgarla aquí? Aquí somos libres cada uno es como es
__Usted sabe, que estoy un poco adolorida
__¿Pero qué tiene mujer??
__Es que el chiquito está comiendo poco de aquí…__ diciendo esto se toma las dos tetas, que son enormes y se le notan blancas como la leche que acumulan.
__¡Hummmm, igual no es para preocuparse!!
__Claro, porque a usted no le duelen
__Tienes razón mujer, no te ofusques, veremos…__ el viejo se acerca. Baja el vestido un poco sin que Faustina haga algo. Las tetas salen de su encierro. Son dos enormes y hermosas teas. Los pezones son gigantes. El viejo las sopesa. Las toca. Las masajea. Las pellizca un poco. La mujer se contrae y se ríe nerviosa. Su calentura va en aumento. Las manos del viejo curandero solo la aprietan, primero a una, luego a la otra. Son dos hermosas montañas que chorrean su miel. El viejo Santos se relame. Su verga. Está creciendo y empujando su pantalón para salir. Pero el viejo es ladino y perverso. Enseguida se le ocurre una idea.
Llama a Clara a los gritos. La chiquilla aparece con un vestido suelto y floreado. Bien fresco y de verano. La chiquilla entra sonriendo a la habitación donde se encuentran los dos adultos. El curandero con las tetas de la mujer en sus manos.
__¡Pequeña ven aquí!
__¡Hola abuelito!
__¿Quien es está hermosa niña?__ pregunta sonriendo Faustina.
__Soy Clara señora
__Y yo soy Faustina__ la chiquilla y la señora se sonrieron. Don Santos besando la mejilla de la chiquita le susurra
__Tu sabes Clarita que la señora Faustina tiene un problemita…
__¡Abuelito! ¿Y qué puedo hacer yo?
__En primer lugar siéntate en su regazo__ la niña obedece. En un instante esta sobre la señora Faustina que bambolea sus pechos blancos y sabrosos.
__¡Oh! ¿Qué divina criatura!__ dice Faustina. Clarita le sonríe y tiene las mamas a centímetros de su cara.
__¿Te gusta lo que ves chiquilla?__ pregunta don Santos
__¡Siiii, son tan grandes!
__¡Oh, mi niña!__ dice Faustina y la niña hambrienta abre su boca. La mujer la acerca suave con su mano en la nuca. Los pezones de la mujer se paran enérgicos. Marrones. Gruesos. La señora gime. Lanza suspiros al aire. La leche de sus tetas comienza a saltar de forma caudalosa. Ella aprieta sus tetas ayudando a la muchacha que chupa sin descanso como si fuera un bebé.
La verga del curandero está a punto de romper el pantalón. Lentamente se lo quita. Faustina ve la vergota que está parada cerca de su rostro feliz. El hombre la acerca. Ella pasa la lengua sobre la cabeza gorda. El viejo gime y se retuerce levemente. Clara sigue mordisqueando aquellas tetas gloriosas. La mujer se va derritiendo lentamente y traga la enorme pija que tiene frente a su boca tragona.
Faustina siente que se moja. Siente en su vagina que está chorreando agua. La vergota del curandero se hunde en esa boca roja. La mujer traga. La chiquilla lame los pezones duros como granito. Juega con ellos. El vestido de la mujer se levanta. La mano de la chiquilla alcanza sus muslos carnosos, suaves.
Con su manito va buscando los pliegues de Faustina que enloquece de calentura. Por fin la niña llega a la entrepierna dichosa. Hunde sus deditos dentro de la mujer que ahora siente corrientes eléctricas que la sacuden enérgicamente y la hacen marear de calentura. Chupa la verga del viejo don Santos que ya está en pelotas y toma con sus gruesos dedos la cabeza de la señora y la empuja para que coma mucho mejor su enorme mástil. Duro y caliente. Venoso. Un pedazo de carne que es la delicia de muchos.
__¡Oh, Faustina!¡Cómela, cómela, así, ohhhh, así!!__ gime el viejo. Clara acaricia con sus deditos el clítoris erguido. La mujer se sofoca y tiene un orgasmo sin control. Allí deja la vergota y tomando la cara de la niña la besa apasionada. Mete su lengua profundamente en la boca de la chiquilla que mueve su lengua endiablada. Los dedos de la pequeña se hincan mucho más en la mojada babosa de la señora. El curandero observa acariciando la cabellera de ambas féminas alzadas.
La saliva chorrea por la comisura de las bocas. Así como también chorreaban abundantemente las tetas blancas de Faustina. Unos instantes después el viejo curandero coloca su pijota en medio de las bocas lujuriosas. Las lenguas rozan y bañan aquel garrote. Las manitos de Clarita soban los endurecidos huevos. Los sopesan. Los acarician. Faustina acaricia el cuerpo en desarrollo de la chiquilla. Unos pequeños pezones que aún no se asoman en su esplendor pero que en aquella altura su calentura la elevaba hasta la perdición. La mujer ha conseguido quitar todas las ropas a Clarita. Acaricia sus nalgas. Firmes, pequeñas, tersas. Llegaba con sus dedos a la entrepierna de Clarita que chorreaba jugos de calentura por todas partes.
La vergota de el curandero era comida por Faustina mientras acariciaba a la chiquilla sin descanso. La niña por su parte estaba prendida a las tetas otra vez bebiendo el jugo que salían de aquellas mamas gigantes. En un momento la mujer se incorpora para quitarse definitivamente el vestido y quedar desnuda por completo. De rodillas Clara se prende a la vera del viejo. La come. Con sus manitos aprieta las nalgas del hombre. Las acaricia. Juega con ellas. Mientras hunde el mástil en su boquita hurga en el anillo del viejo. Entierra sus dedos y el viejo se tensa. El ojete se dilata. El dedo entra, escarba, inunda, luego son dos. Van y vienen. El viejo gime. Y bombea con mas ritmo. Faustina observa de pie la escena. Se masturba. Se acaricia la vagina mojada. Se aprieta las tetas. Siguen chorreando.
Clara se gira al sentir la presencia de la mujer. Así de rodillas como está se hunde en la conchita de Faustina. Bebe los jugos. Mete su lengüita. Faustina se retuerce de placer. Gime. La chiquilla vuelve a engullir la vergota un ratito juega con ella y mete sus dedos en la cuevita de Faustina. La masturba. Frota el clítoris. La mujer tiene un orgasmo, se sacude eléctricamente. En un rato el viejo se sienta en el sillón. Faustina se acerca al curandero. Clara la acompaña. Ella abre sus piernas y lentamente se sienta sobre la estaca. La estaca entra. Hasta el fondo. La mujer grita. Los senos inmensos caen en la boca de don Santos. Se prende a ellas. La mujer se hamaca lentamente. Totalmente abierta. Clara se acerca por detrás. Acaricia las nalgas redondas de Faustina. Les pasa la lengua. Las besa y las mordisquea. Faustina cabalga sin descanso. La chiquilla abre las nalgas. Entra en la zanja. Llega al anillo limpio y fresco de la señora. Su lengua empieza a entrar. Faustina gime y se abre cada vez más. La lengua de Clara penetra. Chupa. Besa el anillo. Lo llena de saliva. Mete un dedo. Luego dos. Con la otra mano la pequeña franelea los testículos duros del curandero que suspira y gruñe. Muerde las tetas. La boca se le llena de leche.
Clara saca la pijota de la cuevita de Faustina. Guía el miembro hacia el orificio. Abierto, dilatado. La cabeza se apoya en la entrada. Don Santos empuja. Ella da un pequeño grito. La cabeza entra. Lentamente va hacia adentro. Faustina se come toda la pijota y Clara se come los huevos del viejo. La mujer sube y baja. Sube y baja. El viejo se tensa y tiembla. La pequeña aprieta las nalgas de Faustina. Las muerde. Luego vuelve a las bolas del curandero. La tranca va y viene por aquel tubo ensanchado. Lo goza. Lo disfruta. Ella también goza. Clara sigue tragando los huevos del hombre y continua mordiendo y lamiendo las mazas de la mujer.
El cuerpo del viejo empieza a retorcerse. Su respiración se hace cada vez más acelerada. Faustina apura las sacudidas. Siente en un momento la leche que salpica y va llenando su culito abierto, repleto, feliz. El hombre mientras acaba se prende a las tetas y las chupa casi haciéndole daño a la mujer que se sacude en interminables orgasmos. La mujer se desinfla sobre el pistón.
__¡Ohhhh! ¡Que cogida me has dado!!¡Son terribles!!¡¡Que placer me han dado!!
__¡Tu eres terrible!!!
__¡¡Ven aquí chiquilla!!!__ Clara se acerca por detrás del sillón. Mete la lengua en la boca de la mujer. Mientras la vara en su ojete late sin animarse a salir. Don Santos busca aire. Las mujeres se cruzan las lenguas indomables. Sedientas. Se enroscan como animales salvajes, se desean, se llenan de saliva. Faustina no había gozado del sexo en años. Como esto nunca. Ella se sale de la montura. Antes se choca en un profundo beso con el macho que acaba de cogerla y la ha hecho gozar como loca.
Le da la mano a Clarita. La niña la sigue. La sienta en el sillón. Abre las piernas y se hunde con su boca en la conchita de Clara. Que se abre sabiendo el placer que vendrá. La lengua juega con la fruta fresca. Los colores suben a la cara de Clarita. Gime. La mujer la bebe. La chupa. La come. La chiquilla tiene un orgasmo tras otro. Levanta un poco más las piernas y la mujer hu8nde su lengua en el arito dulce. Lo abre con la lengua. Lo chupa y lo besa. Faustina es insaciable. Ahora don Santos besa a Clara. Mete su lengua en la boca de la chica. Con sus manos amasa las tetitas hermosas. Acaricia y pellizca los pezones jóvenes. Faustina en tanto sigue metiendo su lengua quisquillosa en el oscuro agujero de la chica. Sube y entra en la conchita. Vuelve a bajar. Así es que acerca una de sus tetas y las roza en la conchita rosada. Unas gotas de leche caen ella. Las sigue frotando y la leche sale y cae. Ahora Faustina bebe su propia leche. La chica se retuerce y en oleadas eléctricas casi llega al desmayo.
___¡Ay, ay Faustina me vas a matar!!¡¡Estoy gozando como loca!!
__¡Eres mi princesa!!__ la mujer agarra la carita de la chiquilla y la besa sin remedio. Don Santos las observa y siente su vara creciente. La mujer lo nota y la toma. Se aferra a ella. La acaricia. El hombre siente que su verga toma un nuevo impulso.
__Clara, ¡Ven aquí!__ la chiquilla se acerca y tomando la verga la mete en su boca. La chupa. Se tensa mucho más. Los nervios se pronuncian. Clara se come la pija del hombre. En tanto Faustina abre la conchita de la chica con sus dedos. Acaricia el agujerito trasero de la chiquilla que gime abierta y caliente. Deseosa de ser penetrada. La mujer hunde un dedo en aquel túnel. Moja con saliva y vuelve a hundir el estilete. Clara se mueve. Penetrada como está no larga la vergota del curandero que suda y gime al ver la boquita de la chiquilla que traga golosa aquella tranca.
Faustina se inclina un poco y mete su lengua entra las nalguitas frescas de la chiquilla. La lengua va y viene del culito a la conchita. Los gemidos se alzan un poco a cada vez, a cada lamida de Faustina que es tan perversa y lujuriosa como todos los otros. Los orgasmos de Clara inundan la habitación. La mujer chupa con frugal desesperación. Come aquella fruta joven. Los jugos entran y se mezclan con la saliva de su boca. Las manitos de Clara aprietan las bolas del hombre que gruñe.
__¡Oh, me vas a hacer acabar niñita!!!
__¿Dame tu lechita abuelito, dámela!!__ ruega Clarita mientras sacude el mástil, mordisquea la piel del hombre se sacude violentamente, sabiendo que viene el líquido. Clarita abre bien a boca saca su lengua y la crema riega su boquita. Se deposita en su lengüita salvaje. Ella come. En tanto Faustina entierra en el culito de la chica los dedos. Se arquean, gimen y tienen otro orgasmo fulminante y caliente, bravío. La leche sabe bien. La lengua de Faustina come la almeja de la chiquilla. Los jugos saben a miel. Sus tetas siguen chorreando néctar. Don Santos busca respiro. Su vergota no se desinfla. Clara la tiene en su boca. Le pasa suave la lengua. La saliva se mezcla con el semen. Faustina se acerca a la boca de Clara e intercambian los fluidos. Las dos se chupan los labios. Extasiadas una c0on la otra. El viejo curandero las observa. Son insaciables. Ahora se detienen un momento. Se rozan. Piel con piel.
Afuera el día va llegando a su fin. Nadie tiene apuro. Continuaran amándose hasta cualquier hora.-
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