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Categoría: Románticos

Una historia sin final feliz

Hola a todos. Este es el primer relato que publico, y aunque no haya llegado a hacer el amor con ella, es algo que me está carcomiendo el alma. Es por eso que lo publico, porque ya no sé qué hacer.

 

Todo empezó hace 13 años. Yo, entonces de 18, fui novio de una linda niña de 14 años. El noviazgo no duró mucho (sólo un mes) y después seguí con mi vida y ella con la suya.

 

Hace 10 meses la volví a buscar y fuimos a cenar. Un lindo restaurante en la colonia Condesa, de moda en la capital mexicana, fue el lugar en el que nos reencontramos 13 años después. Las cosas sucedieron de manera extraña y nos fuimos acercando. En la sexta cita salió con que tenía novio y nos volvimos a alejar, pero esta vez el alejamiento fue intermitente. Cuando nos volvimos a ver ya no tenía novio y en los encuentros que siguieron hubo tórridos besos dignos de la mejor película de todos los tiempos.

 

Así llegamos al mes de marzo de este año. La había invitado a tomar un café, de nuevo a la condesa, de nuevo a la misma colonia del reencuentro y la misma colonia en que la conocí, en casa de unos amigos, hace ya muchos años. Todo iba normal pero algo en mi se encendía y me quemaba. Curiosamente estaba yo al lado de un extinguidor y, en algún momento de la charla, le pedí que me dejara de hacer cariños ya que me ponía como loco, a lo que ella respondió "para eso tenemos un extinguidor al lado".

Cuando nos dimos cuenta, ya pasaba de media noche, pagué la cuenta y salimos del lugar con rumbo a su casa. Ella vive con sus padres y un hermano en un edificio de departamentos que tiene una entrada de vidrio, por lo que se puede ver perfectamente desde la calle. Mal lugar para empezar algo, pero nos importaba poco que nos vieran, siempre y cuando no sobrepasáramos los límites. Ese día, al bajar del auto y acompañarla a la entrada de su casa, me jaló y cerró la puerta que da a la calle. Al cerrarla comenzamos a besarnos. Nuestras lenguas buscaban, quizás, apagar el fuego que había entre nosotros, pero estábamos tratando de sofocar un incendio con gasolina. Nuestras manos empezaron a juguetear en el cuerpo del otro.

Mis manos se encontraron con sus senos. Perfectos, suaves pero firmes a la vez, del tamaño perfecto: ni grandes ni chicos. Mis manos buscaron encontrar un camino con menos tela de por medio y lo lograron. Sus manos encontraban, en la bolsa de mis pantalones, un atajo para llegar a mi zona más sensible. Nuestras lenguas seguían una feroz lucha como si en ello nos fuera la vida. Una de mis manos se deslizaba, por encima de la tela de su blusa y de sus pantalones, hasta llegar a ese rincón con el que tantas veces había soñado. Ahora sólo cubierto por la tela de su ropa interior y de unos jeans blancos. Estaba tan cerca y tan lejos. Nos habíamos olvidado del mundo, de que en la calle alguien nos podía ver sin ningún obstáculo.

Ella recapacitó. Se detuvo y me detuvo. "¿Qué te parece si vamos por el extinguidor a mi coche?" No se me había ocurrido que en el garage nadie nos podría ver ni oír. "Ni un camión de bomberos me apaga en este momento" dije yo "vamos a ver cómo lo solucionamos" obtuve por respuesta. Sacó unas llaves de su bolso, abrió la puerta de madera que da al garage, y llegamos a un mundo sin ventanas. Los autos serían los únicos testigos de lo que ahí ocurriría.

La puerta se cerró detrás de nosotros y nos dirigimos a su coche. Una vez recargados en él, le dimos rienda suelta a nuestra pasión: Levanté su blusa, retiré su bra y fui besando desde el cuello hasta llegar al botón de uno de esos montes maravillosos. No lo solté. Mi lengua jugaba con ese botón chupando, rodeando, mordiendo despacio y con cariño, jugueteando. Ella en respuesta ya había logrado desabrochar mi cinturón y su mano se abría camino hasta llegar a una zona que masajeaba con cariño y me provocaba un gran placer. Yo seguía devorando sus pechos y una mano acariciaba al otro.

Los dos senos ocupados, los dos entretenidos y los dos producían en ella una serie de suspiros y respiraciones entrecortadas que me iban poniendo como olla exprés. De pronto dejé de ocuparme de sus senos y desabroché su pantalón. Ella seguía en lo que estaba haciendo y yo buscando llegar a ese rinconcito sin telas de por medio. Y llegué. Y comencé a acariciarla de forma circular. Para ese momento ya tenía yo los pantalones desabrochados y yo le daba rienda suelta no a la pasión, sino al gran amor que siento por ella. Ella seguía tocándome. Rodeando con su mano el tronco, moviendo su mano hacia atrás y hacia delante. En ese momento no me preocupaba por sentir, sino por hacerla sentir; por transmitirle todo ese amor que le tengo.

Me ocupaba en escuchar su respiración entrecortada, en sentir ese rincón húmedo, en darle placer. En cierto momento, retiré su mano de mi pantalón y me concentré 100% en ella. Me arrodillé y ella se quedó de pie. Acerqué mi rostro a ese rinconcito y vi unas braguitas sexy’s, pequeñas, que invitaban a perderse dentro de ellas. Acerqué mi nariz, le besé por encima de la tela de su braga y cuando estaba dispuesto a hacer las bragas a un lado para que mi lengua recorriera todo su ser, ella me retiró, me puso de pie y me dio un largo beso metiendo su mano dentro de mi pantalón y dentro de mis boxers.

La noche no terminó como yo esperaba. Después de un rato se acomodó la ropa y me acomodó la mía. Me dio otro beso en los labios y comenzamos a charlar de otras cosas. Terminé en mi casa llorando por ese gran amor. Llorando porque ella no ha querido ser mi pareja, y sin embargo de vez en cuando nos seguimos viendo y me da señales cruzadas. O bien me toma de la mano, o nos abrazamos pero sin llegar jamás a nada.

Hoy sufro enormemente porque he de aceptar que ella, mi princesita, es el amor de mi vida y ella no quiere nada serio. Yo estuve a punto de casarme hace 4 años, y jamás sentí por mi ex lo que siento por mi princesita. De repente me da una sensación de opresión en el pecho, de un tipo de dolor físico que jamás había sentido por amor. Y aunque sigo en pie de lucha, cada vez veo más lejos la posibilidad de poder estar junto al amor de mi vida. Eso me tiene deprimido como nunca en la vida y aun así, sigo hablando con ella y viéndola. Una historia extraña en la que no se vislumbra un final feliz.

Datos del Relato
  • Categoría: Románticos
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