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Categoría: Maduras

UN YERNO CALIENTE

"Relato de una aventura furtiva entre un yerno y su suegra"

 

“Siempre queda un rinconcito silencioso, aun en las sinceras confesiones de mujer”

Bourget, Paul Escritor Francés (1852-1935)

 

El autor, Omar Bercane, agradece sinceramente a todos sus lectores el envío de comentarios sobre sus relatos, en fechas tan señaladas, al haber pasado el millón de lectores.

Doña Elisenda, desde hacía mucho tiempo que su yerno era el más caliente de los prostíbulos de la comarca, pero para no crear problemas con su querida hija se lo guardaba en secreto. A su yerno lo veía un par de veces al mes, cuando ella tenía guaria en el hospital donde trabajaba como enfermera. Este, ya tenía por costumbre ir a comer o a cenar a casa de su suegra, por orden su pareja para tenerlo controlado y que llevase una vida más ordenada cuando ella no estuviese. Pero la cabra siempre tira al monte y a este marido le gustaba hacer “escapadas” Bueno en este caso, ir a los clubs de damas pecadoras.. Aquel yerno no tenía nada en contra de sus pecados.  A su abuelo, también le gusta levantar faldas, y no unas pocas. Este abuelo, ya desaparecido, durante su juventud,en la época de recogida de aceitunas, en los años de las grandes cosechas, se iba a buscar trabajadoras al norte de Castellón, ya que en aquellas zonas era mas fácil encontrarlas. Con su carro y su mulo, se tiraba toda una noche y gran parte del día de viaje. Como este se repetía desde hace muchos años, alli ya se le esperaba. La vuelta de aquel viaje,con el carro lleno de mujeres, y todas jóvenes, aquello era una fiesta. Colgado del carro, bajo el toldo que lo cubría, una bota de vino tinto de Gandesa con más grados que el alcohol de quemar. En ese carro no se paraba de cantar comer jamón y apretar la bota.   Ya de madrugada, el alcohol comezaba a hacer su embriagador efecto y aquellas mujeres dormía como podían en ese reducido espacio, y eso lo aprovechaba el abuelo para meter su mano dentro de alguna enagua para tocar algo caliente. En aquel grupo, había una vuida de mediana edad que solia ir con asiduidad, que ya desde el primer viaje no llevaba ropa interior para que la mano del patrón no encontrase obstaculos. El traqueteo de aquel vehículo y las herraduras del mulo contra el empedrado suelo evitaban que se oyese algún supiro de placer mal contenido.  Después el abuelo, como nadie lo podía ver, se pasaba los dedos por la nariz saboreando aquellos olores que le sabía a gloria.

Cuando ya aquel nieto, nuestro protagonista, llegó a la pubertad, su abuelo le fue contando con todo detalle aquellas calientes escapadas, que ponían al joven más caliente que un brasero. A aquellas calenturas, tanto se aficionó, que a escondidas, cuando tenía un poco de dinero se iba a tocar las figas de las señoritas que en aquella época se ubicaban en las casas de los barrios viejos de la ciudad.  Allí conoció lo que le contó su abuelo. Su abuelo se lo contaba con la misma pasión, como si hubiese ocurrido el día anterior.

Si el maestro lo explicaba con pelos y señales, su alumno lo aprendió rápidamente. Aún no había cumplido 19 años, su gruesa tranca ya la manejaba como quería. Las pecadoras de aquellas casas se lo rifaban, algunas incluso no le cobraban. Este las hacía disfrutar como locas. Las hubo que le propusieron salir de ese negocio por estar con el. Hasta que conoció a la que sería su esposa.

Cuando ya llevaban varios años casados y cómo le pasa a muchos matrimonio la rutina les envolvió, y así fue como nuestro héroe volvió a sus antiguas aficiones. El día que podía volvía a recorrer aquellas casas de pecadoras por si había llegado alguna nueva. Fue entoncés cuando su mujer le invitóa a comer a casa de su madre cuando ella tuviese guardia en el hospital.

En una veces que comió en casa de su suegra se dio cuenta de lo sabrosa que era. También que esta no la miraba como a un yerno,más bien los ojos de aquella madura mujer denotaban deseo. Pero, por precaución, espero a que diese ella el primer paso, que no tardó en dar.

Fue en la víspera de las fiestas de Castellón, Las calles estaban repletas de gente venidos de lejanos lugares, todas con ganas de celebrar aquellas señaladas fiestas. Los cohetes y el olor a humo lo envolvían todo. Dentro de la casa de doña Elisenda se oía todo el jaleo de la calle.

-Si cierro las ventanas,yerno, aquí no podremos estar del calor- dijo Doña Elisenda.

-No las cierre que a mi no me molesta ni el ruido, ni el humo de los cohetes,  querida suegra.

Mientras le daban caña a la paella de arroz, fue la senyora Elisenda quien dijo la tontería del día:

-Querido yerno-le dijo con una sonrisa traviesa- me pregunto porque teniendo la mujer que tienes, que es  mi hija, recorres todos los prostibulos de la comarca.  ¿Es que no tienes bastante?

A nuestro protagonista, se le atragantó el arroz, ante aquella pregunta inesperada. Pero rápido de reflejos respondió:

-Eso que dice usted, querida mia, es como salir a correr, como a mi no me gusta hacer deporte, salgo a reocorrer esos ambientes, que aunque no lo parezca, tiene su morbo.

-Osea que ahí solo haces de espectador-continuó la suegra.

-Pues si querida suegra,para mi el sexo es mucho más que meterla y sacarla. Y con esas señoritas yo no me atrevería a lamerles el chocho, donde poco antes habrán entrado toda clase de pollas. Verá como no es lo que se imagina.

Esta vez ella se lo quedo mirando, como si aquello fuese algo difícil de creer. Pero ella dio un paso más hacia delante.

-Vamos que todos tus deseos van hacia los chochos que solo trabajas tu, o mejor dicho, que sabes que no los utiliza nadie como el mio.

-Así es, querida suegra. Ha dado en el clavo.

Esta vez su suegra remató la faena con más maestría que diestro Manolete.

-Y con el mío... -¿Qué serías capaz de hacer?

-Con el suyo queria suegra haría maravillas. Con el tiempo que lleva viuda debe estar necesitada de una buena tranca.

-No sabes cuanto lo necesito, querido yerno. Lo que no sé es si te gustaré yo con estos kilos de más.

-No se preocupe querida suegra que esos kilos de más teniéndolos en el trasero aún me gustan mas. Me encantan estos voluptuosos culos y más si la poseedora les da el ritmo necesario- El yerno lanzó una risotada al ver la cara que se le quedaba a la suegra después de esas frases desvergonzadas.

Cuando esta se recuperó y con el rostro serió soltó la segunda parida de aquel día:

-Veamos yerno, lo que aquí se diga y se hable debe quedar entre nosotros dos ¿Lo entiendes?

-Si querida suegra, los dos tenemos secretos que guardar ¿Era eso lo que me queria decir?

-Como eres buen entendedor, ahora nos vamos a la cama y me demuestras lo competente que eres.

Cuando Doña Elisenda dejó que su vestido cayese al suelo, al yerno se le quedaron los ojos como platos. Si los pechos eran como ánforas fenicias, su culo era como para pasarse toda la tarde acariciándolo y besándolo. Hermoso y robusto cual jaca arábe. El vello que enmarcaba su frondoso monte de venus era un poema. Aquel hermoso tunel de la vida esperaba ansioso a que le entrasen. La suegra al ver la tranca que tenía el yerno le dijo:

-Menuda tarde que me espera.

-Suegra que le parece si empiezo por el chocho, me gusta tanta frondosidad, esto parece un bosque.

-Anda dale por aquí que hace años que no entra nada.

Tan pronto como aquel yerno le metio la lengua, después de apartarle su vello, con ella le buscó el clítoris, Con la pràctica que tenía en aquella labor, con apenas unos segundos ya le estaba dando lengüetazos y la seugra ya no pudo contener los suspiros entrecortados.

-Cabrito! Follador chúpame ese coño cómetelo todo bandido que es tuyo.

Cuando ya ambos estaban lanzados el yerno metió el dedo por el ano con fuerza. Y ella comenzó a moverlo por el placer que sentía.

Llego el momento en el que Doña Elisenda, urgió a su jinete para que la montase. Con aquel mango en las entrañas se lanzó al galope, su jitene rugia como un león devorando a su presa. El orgasmo se convirtio en una ola de placer animal que dejó a ambos sin respiración. Ni el jinete bajó de su montura, ni esta se lo pidió, abrazándolo como si fuesen un único cuerpo.

Durante más de dos horas durmieron abrazados en esa misma posición.

Fue Doña Elisenda quien desperto primero, y tan gozosa que estaba comenzo a acariciar las nalgas de su jinete, No tardo este en volver a tener su priapo duro, y sin bajarse, se lo fue clavando lentamente hasta hasta llegar a un galope desenfrenado, disfrutando de cada embestida como bestias borrachas de lujuria.

Era ya de noche cuando despertaron, en la calle no se oía ningún ruido como si la gente hubiese desaparecido.

Doña Elisenda, le susurro a su yerno, en voz muy baja, como si alguien pudiera oirle que si quería cenar algo.

-Entre la paella de arroz y estos combates estoy desganao querida suegra.

-En ese caso, podríamos continuar para recuperar el tiempo perdido.

-Pues no es mala idea, pero no se si esto se me pondrà en posición de combate.

-Tu dejámelo a mi, verás como lo levanto.

Al acabar su palabras, metió en miembro flácido en la boca y en tan solo 3 minutos ya lo volvia a tener más erecto que el palo de una bandera.

Al yerno al que ya se la habían chupado centenares de señoras, se quedo sorprendido con las habilidades de su suegra. Tan pronto como estuvo apunto, arrodillándose en la cama y con su brazo extendido le mostró su lubricado ano.

-Vamos yerno que por este agujero hace años que no entra nada de nada.

No había terminado de hablar cuando é lle entró como un proyectil.

“Destrozamelo cabrito! Que este culo es tuyo!

Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 4.5
  • Votos: 2
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1985
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