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Suicidio orgásmico

Piensa.

Sus pies se mojan sobre la arena. Sus húmedas manos dibujan caricias que besan la desnudez de sus tobillos.

La decisión es irreversible y despliega sus alas cual gaviota herida y vuela hacia un horizonte impredecible, embebida en el ayer, en el lúbrico aroma que transpira la cercana piel de los recuerdos.

Mira el reloj. Se lo quita y lo arroja a la profundidad acuosa, en sutil desprecio por los bienes terrenos.

La citó a las cinco. La misma hora. El mismo paraje solitario. Apartados de miradas ociosas, donde sólo el vuelo de los albatros y el apacible rumor del agua marina perpetuaran con sus voces silentes aquel atardecer de entrega. La primera vez.

Una lágrima se asoma impotente y resbala, avivando el fuego que aún arde en sus entrañas.

Anhela su aliento y revive la promesa del amor eterno. El deseo del reencuentro es sublime y revive también el juramento que se hiciera sagrado desde cuando él hizo de sus pétalos la más tierna flor, pasaje secreto hacia el edén, y libaran sus néctares y la enmielara hasta las cimas, en placenteros espirales de dolor.

El estigma de la rosa había sido arrastrado por la marea, al igual que ahora arrastra bajo el impetuoso oleaje una de las dos piezas del vestido de baño.

En el acto, siente sus manos explorando las distancias y su dedo medular hace siluetas de amor entre sus delicados muros, derritiendo a lengüetazos cada rincón de su existencia.

El dedo persiste. Lo siente en sus aguas. Lo vive en sus pétalos. Lo estruja entre sus apretados muslos en un desesperado intento por adelantar el reencuentro.

Fue bailarina para sus ojos.Mariposa en sus brazos. Piel en su piel.

El calor de la humedad atrapa sus sentidos y la otra pieza del vestido cae, exhibiendo en la transparente vitrina de los sueños, sus erectos y encendidos pechos que, al contacto con la espumosa caricia del mar aceleran la sangre y precipitan huracanes en la dimensión infinita.

La primera vez no hubo testigos. Sólo ellos, conjugando sus cuerpos como un único verbo. Tragándose el uno al otro. Devorándose en mutua avidez.

Ahora, sumergida hasta los hombros, la espumosa saliva, al roce con sus labios entreabiertos, besa su cuello.

Ni el albatros en su estruendosa caída sobre el agua salada ni el pez que se eleva en su pico, interrumpen aquella entrega de amor.

El clímax se intensifica, y, mientras su cuerpo es suspendido sobre las aguas, el orgasmo la totaliza.

Bebe a cántaros de su fuente y en la dulce agonía del reencuentro, su amado aparecerá como un Jonás de las aguas y la transportará entre sus brazos al Hades o al Edén o a donde quiera que él esté. No importa. Sólo aspira eternizar con él de una vez y para siempre sus sueños de amor.

A la mañana siguiente, sobrevolando aquellos parajes solitarios, un Martín Pescador observa como los cangrejos y alimañas marinas se comen el bronceado cuerpo de la suicida más feliz y hermosa de este mundo.
Datos del Relato
  • Categoría: Fantasías
  • Media: 5.72
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Bombón.
invitado-Bombón. 08-01-2007 00:00:00

HERMOSO CUENTO, APASIONADO Y CIERTAMENTE CON UN POCO DE EROTISMO. AUNQUE MELANCOLICO AL FINAL. FELICIDADES COMO SIEMPRE ERES GRANDE. BOMBON.

TITO MEJIA
invitado-TITO MEJIA 27-12-2006 00:00:00

Me parece bien llevado desde su principio hasta el final

Valiente Fragancia
invitado-Valiente Fragancia 24-12-2006 00:00:00

Excelente Ricardo, encantada de leerte. Muchas imágenes que se pueden disfrutar.

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