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Categoría: Transexuales

Sueños de mujer

Lo primero es apagar la luz general, dejar solo un velador de luz tenue, pero aûn no quiero mirarme al espejo, eso deberá esperar, no quiero verme así, no me gusto. Ya tengo todo lo que voy a usar sobre la cama, reviso para que no me falte nada. (Previamente ya me he asegurado que la puerta de calle y las ventanas estén bien cerradas, porque no quiero sorpresas, aunque.)
Después me desnudo poco a poco, mientras voy ensayando (porque ya me siento toda una mujer) una forma de pararme y moverme que intuyo como lo más femeninas posibles. De paso me desordeno con las manos el pelo, que uso habitualmente bastante largo, aunque no tanto como realmente quisiera.
Ahora sí, comienzo a vestirme como a mí me gusta, como me gustó siempre desde chiquita. Lo primero que me pongo es el corpiño, negro, de encaje, con realce, al que adoro y he modificado para que muestre lo máximo posible, lo relleno con medias y lo ajusto hacia arriba de tal manera como para que sobresalgan por arriba mis pequeños pechos, que yo quisiera fueran un poco, un poquito apenas más grandes de lo que son.
Ahora si, es el turno de la mínima tanga haciendo juego, y el portaligas, cuyos tiros quedan sobre mis muslos como esperando algo. Me siento en la cama porque es el turno ahora de colocarme las medias: también negras, con puños de encaje adherente, y muy, muy suaves, y disfruto lentamente del placer de irlas deslizando sobre mis piernas hasta llegar bien arriba en los muslos, casi hasta la ingle. Acaricio mis piernas para ajustarlas bien. Es hora de prender los tiros delanteros del portaligas a las medias y enseguida de ponerme las hermosas sandalias de tacos, que compré en Buenos Aires, muy delicadas y con brillos. Me paro entonces y termino de colocar los tiros traseros que, al ajustarlos se deslizan por los cachetes de mi culito, lo cual ya es una pequeña delicia.
Ahora es el turno de la bijuterie: pulseras de perlas en cada muñeca, un hermoso collar también de perlas de varias vueltas y los aros haciendo juego. Ahora sí quiero verme: me acerco al espejo y me miro, y veo reflejada a la hermosa mujer que siempre soñé ser, y que es mi secreto, mi muy íntimo y dulce secreto.
Pero me falta mucho todavía para logar la imagen que deseo con toda mi alma: me pongo entonces una blusa transparente y delicada, y la pollera blanca, de lino, inmaculada, esa que ahora sí, me hace sentir al verme ya como toda una mujercita, ansiosa, hermosa, muy femenina y delicada.
Entonces sigo y me voy al espejo del baño,(son años de aprender a hacerlo, de infinitos ensayos, de comprar y deshechar prendas, de aprender que cosas me gustaban y cuales no) y ahora sí le toca el turno al pelo: batirlo mucho tratando de darle mayor volumen, que me cubra la frente y las orejas (pero no los aros) y finalmente lo más difícil y delicado: el maquillaje. Primero he de ponerme la crema base (ocre) para disimular las imperfecciones y sobre todo la leve sombra de la barba, delinearme después las cejas bien negras, sombra en los párpados, el delineador de pestañas, un poco de rubor en las mejillas y por fin (cómo lo estaba deseando), el toque final: el rouge (de un rojo coral intenso) en los labios, tratando de hacerlos más grandes y brillantes.
Vuelvo a la habitación y extasiada, y ansiosa, y muy caliente ya (tratando de disimular una poderosa erección para que no se me note en la pollera, porque me rompe el encanto) ahora sí, me miro extasiada al espejo, y ensayo diferentes poses, y camino con pasos cortos y. Pero advierto que aún me falta algo: voy a mi placard, saco un cinturón ancho, me lo pongo con la hebilla hacia atrás, y respirando muy, muy hondo, lo ajusto con todas mis fuerzas, estrecho mi cintura, más, más, y un poco más, hasta que casi, casi no puedo respirar. Allí lo ajusto firmemente, retoco mis prendas, y ahora sí esa figura es la que me encanta, la que me gustaría salir a exhibir por las calles (si me animara), ante mis amigos, poder salir a hacer las compras, hacer (y sentir) todo lo que hace una mujer, una verdadera mujer.
Me pongo a caminar por toda mi casa (vivo solo), siento el ruido de mis tacos sobre el piso, y advierto que al tener tan así, tan ajustada mi cintura me sale al caminar un contoneo más que femenino, siento que ya no necesito forzarme para hacerlo. Aparte los tiros de mi liguero se deslizan sobre mi culito, y la tanga la tengo bien metida, y, y.
Y sueño entonces, vivo mis sueños, esos que acuño desde jovencita. Me imagino haciendo las labores de la casa, ordenando, limpiando, cocinando, mientras espero la llegada de ese hombre, ese que imagino desde hace mucho, que llegará a la noche, esta noche, que me dará un beso al llegar, me tomará de la cintura, me dará vuelta, se colocará detrás mío, me abrazará y sentiré apoyado en mi culo el bulto de su pija, de su hermosa y enorme pija, esa que conozco tan bien, esa que estoy ansiosa por sacársela para hacerla mía, metérmela en la boca, lamérsela, chupársela mientras le agarro los huevos con mis manos.
Y el me muerde los pezones y me acaricia toda y me lleva a la cama, me tira boca abajo y se hecha encima mío y me aplasta, me muerde el cuello y me coje, me coje infinitamente, me entierra hasta el fondo su poronga, una y otra y otra vez, y yo grito y lloro, sí, lloro de placer de enorme, de infinito placer y, y, y.
Datos del Relato
  • Autor: josé
  • Código: 20507
  • Fecha: 11-12-2008
  • Categoría: Transexuales
  • Media: 4.04
  • Votos: 47
  • Envios: 1
  • Lecturas: 6015
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