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Categoría: Confesiones

Si lo pides de esa forma, me veo obligado a hacer lo que deseas

¿¿¿Perdón??? ¿Por qué diablos me iba a acostar con tu amigo a cambio de dinero? ¿Te das cuenta que me estás llamando puta a la cara?, ¿tú qué te crees, que puedes conseguir todo de mí sólo porque me follaras de aquella maravillosa maner…-. Mis dedos habían tecleado rápido, casi de una manera inconsciente, en una respuesta instintiva a su correo, pero a medida que escribía, el recuerdo de Álex se había impuesto y había hecho que la rabia que sentí al leer su mensaje se hubiera ido calmando y la frase había quedado así, con el cursor parpadeando y el procesador de textos indicándome que aquella palabra a la que le faltaba una letra era incorrecta. Después, el dedo índice de mi mano derecha había comenzado a golpear una y otra vez la tecla de retroceso hasta que la frase acabó desapareciendo de la pantalla. Me tomé medio minuto para pensar y al final lo único que se me ocurrió fue: ¿Y tú, no vienes?

Al final, y por más que le rogué, Álex no vino, tenía que trabajar. Se lo pedí, se lo sugerí, le hice saber que si él estaba allí a su amigo le saldría gratis follarme, pero no vino. En cambio yo sí que estoy aquí, esperando, otro momento, otra ciudad, pero también en una habitación de hotel, que su amigo me envíe un correo diciéndome que está listo. ¿Por qué lo he hecho, por qué he accedido a follar a cambio de un dinero que no necesito con un tío al que no conozco? La respuesta es simple, es la forma más rápida que he encontrado de ser la puta de Álex. Él me lo ha pedido y eso me basta. Podría razonarlo, decir que saber que él haya hablado de mí a sus amistades es una forma de hacerme ver que le pertenezco, que el recuerdo que dejé en él es tan grande como el que dejó en mí, mil cosas, pero me es suficiente que él, con la seguridad de que ningún amigo suyo conseguirá hacerle sombra en mi mente, me lo haya indicado. Cuando acabe, cuando la noche nos devuelva a mí a casa y a su amigo a su vuelo de vuelta al norte, podré contarle todo con pelos y señales a aquel chico que, en una noche cualquiera, me hizo sentir tan viva, tan mujer, tan cerda, que ha conseguido de mí lo que ni yo misma imaginaba ser capaz.

He escogido un hotel sencillo y barato en la zona de Ventas. Con que tenga una cama y un baño en el que asearnos es suficiente, pero me he encontrado con un ventanal ante el que, en otros tiempos hubiera estado plantada fumando, me mordisqueo nerviosa la uña del pulgar y actualizo el correo electrónico de mi móvil cada treinta segundos mientras mi vista se pierde en la maraña del tráfico de media tarde. Preferí hacerlo así, no darle el número y por supuesto no citarlo en mi casa, pues no tengo intención de volver a ver a este hombre, Charly se llama, nunca más, aunque estoy segura de que Álex, que ha sido quien ha mediado en todo lo concerniente a la cita le ha hablado detenidamente de mí. Cuando diez minutos después y tras un breve intercambio de mensajes en el que le doy el número de habitación, llaman a la puerta y me dirijo a abrir, no me quedan dudas de que el encuentro que mantuve con Álex ha corrido como la pólvora entre sus amigos:

– Vaya, esperaba que me recibieras sólo con ligueros- dice forzando una mueca de decepción. Me digo que empieza con mal pie, aunque si no hubiera abierto la boca ya tendría algo ganado. Es alto, no tanto como Álex pero más corpulento, y debe tener la misma edad. Moreno, algo de barba, ropa casual que no cuadra con la cita de negocios en la capital de la que me había hablado Álex. Nos saludamos con dos besos en la mejilla, de pronto me siento fuera de lugar; el hotelito ni siquiera tiene minibar con el que romper el hielo con algo de alcohol. A Charly también se le nota intranquilo, duda varias veces si quitarse ya la cazadora que viste. Al final echa mano al bolsillo interior y saca un sobre:

– Álex me dijo que eran quinientos, me pareció caro, pero me aseguró que los valías-. Había llegado mi momento de ser una puta de las de verdad.

– Después, ahora fóllame- dije caminando hacia él. Tuve que ser yo quien cogiera sus manos y me las plantara abrazando mi trasero. Eso le animó y comienza a besarme con las ganas que ha ido acumulando desde que supo de la remota posibilidad de follar conmigo. Mientras él me magrea ya sin miramientos yo comienzo a desvestir su cazadora. Tiene unos hombros anchos y unos brazos fuertes, mis manos los recorren, él hace que mi lengua se trabe con la suya dentro de mi boca. Trato de conducirlo hacía el baño, pero él parece tener otros planes.

– Cómeme la polla, venga-, y su mano empuja mi cabeza. Intento dilatar el momento, pero él insiste: -venga hostias, cómemela- dice redoblando la presión en la parte superior de mi cabeza. Me pongo de cuclillas y con dos dedos comienzo a bajar delicadamente la cremallera de sus vaqueros, pero una vez desatado Charly ya no siente nervios, y acerca mi cara hasta refrotármela en el paquete. Dudo si comenzar a hurgar bajo el calzoncillo, pero finalmente espero que él suelte el botón y tire de sus ropas haciéndolas caer. Cuando mi mano tira de la piel de su polla y hace aparecer el glande espero que se alargue, pero al cabo de unos cuantos manoseos y unas cuantas entradas y salidas de mi boca al ritmo que la mano de Charly en mi nuca me marca, se ha ensanchado pero no pasa de los diez o doce centímetros.

– Así zorra, chupa, ah…no pares- murmulla mientras sus manos no me dejan otra opción que hacer lo que me pide. Quisiera poder soltarme los botones de mi blusa y ofrecerle la posibilidad de jugar en mis pechos, pero cuando me impone continuar la mamada sin usar las manos, no me queda más remedio que agarrarme a sus muslos para no trastabillar. Cuando la presión de sus manos en mi nuca cede un poco, me saco la polla de la garganta, la dejo reposar el mis labios cerrados, y mirándolo a los ojos dibujo un beso en su capullo; acto seguido Charly vuelve a coger mi cabeza y me obliga a tragar su polla entera hasta la arcada.

Toso y echo babas sobre la moqueta de la habitación. Mientras recupero la respiración él se quita las zapatillas con los pies y tropezando y a la pata coja se quita el pantalón y el calzoncillo que habían caído hasta los tobillos. Luego vuelve a guiar mi cara hasta hacerle lamer los huevos, las proximidades de su ano. -Desnúdate- me ordena, pero luego sólo me da tiempo de soltar los botones de mi blusa azul petróleo e inmediatamente me insta a colocarme de rodillas. Una de sus manos aparta mis cabellos, los recoge, y al tiempo que me hace una coleta entre sus dedos me marca el ritmo, siempre creciente, de la mamada. Con la otra mano tira de las cazuelas de mi sujetador, estoy segura de que ni repara siquiera en los encajes. -Buenas tetas- creo entender cuando tirando de mi pelo me hace erguirme un poco y coloca mi pecho todo lo cerca que puede de su polla. Trata de colarme el rabo entre las tetas, pero su cipote está alto y no es lo suficientemente largo para llegar a surcar mis pechos. Soy yo la que paga esa pequeña frustración cuando tira de mí y caigo de espaldas sin saber dónde y mi cuerpo se duele contorsionándose entre el suelo y la cama. Se agachá, clava sus dedos en mis tetas cual garras y, entonces sí, hunde su rabo entre mis senos.

Cuando se cansa de jugar con su polla en mis tetas me hace levantarme, me lleva hasta el ventanal y descorre las cortinas. Por un instante me libro de sus manos, quedo desnuda de cintura para arriba frente al cristal mientras no veo pero intuyo sus movimientos. Vuelvo a sentir sus dedos en mis muslos, recogiendo la falda. Se lía, está ansioso y no repara en la cremallera que le hubiera facilitado la tarea; a cambio compruebo como mi falda ceñida y que me llegaba hasta algo por debajo de las rodillas, se va enrollando en mi cintura. La palma de su mano en mi espalda me hace doblarme, y acto seguido siento sus dedos tocando mis labios vaginales cuando el retira la tira de mi tanga. Protesto cuando siento que ha atacado directamente mi ano.

– Calla puta- me dice, pero él también gruñe cuando hace un esfuerzo más aplastando su capullo contra los esfínteres cerrados. Sabía que quería follarme el culo, Álex me lo había avisado y me había preparado con antelación, pero esperaba que me follara por el coño antes. Doy un respingo cuando Charly entra definitivamente en mi ano, el primero de una serie que se encadenan a cada uno de sus empujones. Me duele pero sé que no me debo quejar. No sé si es esto lo que esperaba cuando buscando encender el deseo de Álex le invité a hacerme su puta, pero aquí estoy, soportando sus embestidas mientras Charly rodea con fuerza mi cintura con su brazo. Jadeo, siento mi cara completamente enrojecida y el pelo que cae velando mi mirada. Charly continúa follándome el culo, en gestos cortos, bruscos. Mi ano poco a poco se ha acostumbrado al grosor de su polla, consigo levantar la cabeza, apartar los cabellos de mi cara y mirar al exterior. Me gustaría encontrar en la calle una figura parada, levantando la vista para fijarse en esa pareja que frente a la ventana del tercer piso folla como salvajes, pero daria lo que fuera para que esa figura fuese Álex. Pero no, ni está en la calle mirando ni es él quien me folla, si no su amigo Charly que va incrementando el ritmo de sus golpes de cadera, hasta que al final de una tanda deja salir su polla y, cogiéndome de improviso, me empuja sobre la cama.

Compruebo que he dejado que ese practicamente desconocido me follara el culo sin condón cuando se entretiene buscando uno entre sus ropas hechas un rebullo en el suelo. Resoplando y con un gesto de la mano me insta a girar, a colocarme a cuatro patas. Obedezco sin decir nada y aguardo a que Charly elija por dónde follarme. Se decide por el coño y yo gimo.

-¿Te gusta, eh, zorra?-. Yo digo que sí, que me encanta, que no pare, y él lleva sus dedos a mi cara hasta colármelos dentro de la boca; se los chupo mientras para él son una especie de riendas con las que azuzar su montura. Tira de mí, de mi cara o de mi pelo, cuando sube el ritmo de sus gestos. Es demasiado brusco, pero mi cuerpo responde a sus idas y venidas. Estoy más que húmeda. Trato de llevarme la mano a la pipa y terminar de calentarme, pero me da miedo caer de bruces sobre el colchón. Por una vez Charly parece pensar en mí y es él el que lleva sus dedos a mi clítoris. Me lo frota incansablemente con el pulgar mientras su polla entra y sale incansable y yo me corro gimiendo y con mi cuerpo convulsionando.

Se tiende en la cama y pide que le monte. Sujeto su polla mientras dejo caer mi cuerpo. Le miro y le pongo caritas, susurro y gimo como si su polla consiguiera en mí más efectos de los que realmente provoca. Me comporto como la puta que espera que sea y fuerzo el coño para torturarlo. Tocándome las tetas juego a provocarlo, me muevo lento sobre él y cuando más relajado está lo cabalgo con fuerza unos segundos. El cabrón aguanta, y todavía me castiga con unos pollazos secos y efectivos. Me deja al borde del orgasmo pero no me premia con él, quiere dejar claro que es él quien manda. Charly se incorpora y me empotra contra su cuerpo. Sus manos se colocan en la parte más baja de mi espalda y me atrae para seguir follándome. Su polla no es demasiado larga, pero cuando me la clava hasta el fondo se vuelve súmamente efectiva. Abro la boca como si fuera a gritar pero soy incapaz de emitir el más inteligible de los sonidos.

– Córrete guarra, córrete para mí- murmulla cuando se acerca tanto que su pecho aplasta los míos y su lengua se cuela de nuevo en mi boca. Su impulso hace que me venza de espaldas con Charly cayendo sobre mí. Sus piernas abren mis muslos hasta que me arden las ingles y él no deja de mover sus caderas y martillearme mientras sus manos aplastan mis tetas con fuerza.

– Joder, sí… joder…-. Soy incapaz de fingir, me estoy corriendo otra vez, y sólo quisiera que no pare de follarme de aquella forma. Sin embargo la vena hinchada que surca la frente de Charly no me garantiza mucho rato más de disfrute. Cuando sacando la polla se retira el preservativo y comienza a masturbarse con todas sus fuerzas y entiendo que el final es inminente le apremio: dámela…, dámela toda, hijo de puta, quiero tu leche caliente…-. Y como si mis palabras fueran mágicas Charly se corre abundantemente sobre mi coño y mi vientre jadeante.

Hace ya unos minutos que Charly se ha ido. Mientras él se duchaba y se vestía yo he permanecido completamente inmóvil, en la misma postura que quedé, con su semen secándose en mi piel. Podría decir que estaba reflexionando sobre lo que acababa de ocurrir, sobre el hecho de que me haya convertido en el regalo con el que un tío premia a sus amigos, pero estaba demasiado alterada para pensar con frialdad. De pronto suena mi teléfono y yo reacciono. Está sobre la mesilla, junto al sobre con el dinero que Charly dejó allí pero que ni he tocado. Cuando agarro mi móvil veo que tengo dos mensajes de Álex: habrá más- dice el primero, para luego añadir No te duches, que tu marido pueda oler lo zorra que eres.

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