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Prueba de admisión

La vieja casona lucía omnipotente y lúgubre vista desde el exterior.

Sus jardines eran asépticos, casi antinaturales. Su pasto prolijamente cortado, las hojas de los árboles exhaustivamente barridas, los arbustos finamente podados.

María Marta (Mary para sus amigos) penetró en la casona pensando que estaba ingresando en una especie de postal hecha realidad.

Se trataba de la casa de Annabelle, su compañera de escuela e hija de una de las damas mas aristocráticas de la sociedad.

Annabelle tenía ya 16 años, mientras que ella apenas era una quinceañera.

Por meses Mary había tratado de entrar a la "hermandad". Tal era el nombre con que se autotitulaban las amigas de Annabelle, quienes formaban una especie de club privado. La hermandad de Annabelle era el grupo mas envidiado de la comunidad y todas las chicas del colegio suspiraban por ser admitidas en el, pero generalmente tropezaban con las burlas y las risotadas cínicas de sus miembros cuando elevaban su propuesta de admisión.

Numerosas fantasías se decían de este grupo, ya que sus integrantes formaban una casta cerrada que no dejaban entrever a las otras chicas sus actividades, pero una cosa quedaba segura. Este grupo ya era un grupo de elite entre las adolescentes del colegio y se perfilaba sin ninguna duda como la próxima generación de la clase alta de la ciudad.

Pertenecer a él desde la adolescencia era una vía rápida para ser admitida en la alta sociedad al terminar la preparatoria. De mas está decir que a la hora de encontrar marido, los jóvenes ricos y famosos de la ciudad prestaban preponderante atención a las integrantes del grupo. Mary no estaba dispuesta a desperdiciar una oportunidad como esa.

Había partido con una ventaja inicial. De niña, una mañana vio a otra niña caerse de la bicicleta y la ayudó. A partir de ese encuentro, ambas se hicieron amigas. La niña era la hija de uno de los magnates del acero de la ciudad, y había sido admitida en la hermandad como socia fundadora.

Sally, tal era el nombre de su amiga, había propuesto discretamente a sus compañeras que aceptaran como miembro a Mary, pero en general su propuesta había sido rechazada, ya que los padres de la muchacha no eran ricos. Sin embargo, a fuerza de insistir, Annabelle, la líder, finalmente había accedido a que se tomara en cuenta su derecho de admisión, aunque le habían comunicado que debería pasar una serie de pruebas, a las que calificaron fríamente de "Pruebas de admisión".

Su amiga ya le había comentado lo que eran estas pruebas: Se tomaban como requisito a aquellas personas dudosas (no hubieran sido necesarias si Mary hubiera sido rica), y consistían fundamentalmente en proponer todo tipo de pruebas humillantes a las candidatas, con la idea de que abandonaran su interés.

-No podré ayudarte en eso.- le había dicho su amiga- Las pruebas se discuten entre las chicas, y la idea es humillar descaradamente a la candidata y obligarla a abandonar la prueba. Solo la que este dispuesta a hacer lo que el grupo le pida será aceptada-

-Esta es mi única oportunidad de casarme con un millonario y ser parte de la alta sociedad. Prefiero humillarme ante las chicas y no tener que trabajar ocho horas todos los días de mi vida de mesera en un bar, o algo así, teniendo que humillarme ante vaqueros borrachos- le contestó Mary.

Mary entró en la casona. Había arreglado con sus padres que pasaría una semana en casa de Annabell, según le fuera estipulado.

Entró al salón principal, en donde la esperaban el resto de las chicas, sentadas en círculo.

Apoyó el bolso donde tenía sus ropas para pasar la semana en una silla y se paró en el medio del círculo femenino.

Las chicas empezaron a leer una serie de proclamas referentes a los símbolos y valores de la hermandad. Los minutos fueron pasando y Mary se fue cansando, así que se sentó en el piso. Esto encolerizó a Annabelle quien la acusó de violar los ritos de la hermandad. Sally ya la había aconsejado y le había contado que la idea era buscar cualquier excusa para retarla y humillarla. Si no se hubiese sentado habrían encontrado otra cosa. Sabía además lo que debía decir en estos casos:

-He violado los ritos de la hermandad por lo que merezco castigo. OS solicito que me castiguéis por mi falta- Dijo Marta, de acuerdo a las instrucciones recibidas.

-La aspirante ha reconocido su falta. Eso está bien. El castigo expiará su culpa y podremos entonces seguir con la prueba- Sentenció la líder

Una de las chicas se levantó y le quitó los pantalones y las bragas bruscamente, sin delicadeza. La joven quedó desnuda de la cintura para abajo.

Las demás chicas salieron de la habitación dejando a Mary en esa posición por unos instantes. Cuando regresaron, cada una tenía en sus manos una toalla mojada. Se pararon alrededor de ella y empezaron a azotarla con las toallas en las nalgas y en las piernas, hasta que su cola y sus muslos perdieron el color blanco original y pasaron a detentar un color rosado intenso.

Mary no emitió sonido alguno, ni hizo nada por impedir la golpiza.

-Primera humillación concluida- pensó

Las demás jóvenes reían pícaras a sabiendas de que se estaban aprovechando del desvalido.

-Ya es suficiente- dijo Annabella- Ahora tú, aspirante... Esas ropas que aún tienes puestas son indignas del estatus que tienes aquí. Quítatelas- ordenó la líder.

Mary se desnudó completamente. Una de las chicas le arrojó un delantal blanco con volados perteneciente al servicio doméstico y le indicó que se lo pusiera. El delantal solo cubría parte de los pechos de la chica y llegaba hasta la rodilla. La espalda y la cola de la chica estaban al descubierto.

-Aquí eres una sierva, y esa es la ropa que usarás entre nosotras, No eres digna de mas- sentenció Annabella. Las demás chicas reían sin pudor.

-Humillación numero dos- pensó Mary.

El resto del día pasó en forma mas rutinaria para la chica. Fue obligada a trabajar de empleada doméstica de las demás, lavándoles la ropa, cocinando para ellas, lavando los platos y recogiendo la ropa que dejaban tirada. Al final del día, solo le fue permitido dormir en el cuarto de la servidumbre.

Al otro día, como se le había ordenado, preparó el desayuno para Annabell y se lo llevó al cuarto a las ocho de la mañana. Llevaba puesto solamente el delantal sobre su cuerpo desnudo, como se le había indicado. Cuando entró, divisó que había varias jóvenes allí, probándose ropa. Mientras tanto, Annabell se masturbaba ostensiblemente en la cama. Ninguna de las otras jóvenes parecía prestar atención a este hecho.

Mary fue reprendida nuevamente por entrar al cuarto mientras las demás estaban "en reunión". Annabell le ordenó que se recostara en sus rodillas boca arriba, y le propinó sendas palmadas en la cola, hasta que sus manos se cansaron. Nuevamente los glúteos de Mary se tornaron de un color escarlata.

-Espero que esta sea la única humillación del día y ya no me molesten mas- pensó

Los demás días fueros pasando con "pruebas" de índole similar.

Un día le ordenaron cocinar sopa, la que sirvió a las demás chicas.

Sin embargo, su plato fue puesto en el suelo sin cubiertos y se le ordenó que si quería comer, debía arrodillarse en cuatro patas como una perra y chupar la sopa del plato sin utilizar las manos.

Mary lo consiguió dificultosamente, ensopando su cara en el proceso, para deleite de las demás muchachas.

El último día, le expresaron que había una prueba final que debía realizar para ser aceptada en la hermandad. Le dijeron que ellas habían hecho un pedido de pizza a domicilio, y que el repartidor estaba esperando en el patio trasero de la residencia. Ella debería ir vestida solo con el delantal, y decirle que no tenía dinero para pagarle, pero que podía tomarla a ella como pago por la pizza. Si el joven accedía, debería hacer el amor en el mismo patio trasero y la prueba se daría por concluída. Las demás chicas estarían viendo la escena ocultas en los matorrales del jardín. Si se negaba... todas las humillaciones anteriores habrían sido inútiles.

Mary avanzó a paso lento hacia el jardín. Un frío intenso le recorría la espalda. Había llegado a su límite. No tenía previsto entregarse a un desconocido por nada en el mundo. Por otro lado, se moría de rabia de que todo lo que había pasado hubiese sido inútil.

Pensaba en estos temas cuando llegó al jardín u encontró a un joven vestido con uniforme de repartidor. El joven era muy atractivo, muy rubio, de ojos verdes como el mar y mirada penetrante. No se sorprendió al ver a Mary semidesnuda. Sin embargo los nervios de ella le impidieron darse cuenta de este detalle.

Mary le dijo que no tenía dinero para pagarle, y también que se suponía que ella debía pedirle que le hiciera el amor, pero que no se animaba a llegar hasta tanto. Acto seguido, empezó a llorar.

El joven se solidarizó, y la consoló. Luego, se quitó la ropa hasta quedar completamente desnudo, y le exhibió un pene en estado de erección.

-Mira, todo lo que tienes que hacer es sentarte arriba mío y yo haré el resto. Vas a renunciar a la hermandad solo por eso? - le dijo el repartidor.

Si Mary no hubiese estado alterada, tal vez habría pensado que era bastante sospechoso que el aparente repartidor supiera el nombre del grupo al cual Mary aspiraba a pertenecer. Sin embargo, los nervios jugaron en su contra y no se percato de este hecho.

El joven se sentó en un banco de jardín y la chica se sentó sobre él. No hubo problema en correr el delantal, y el joven la penetró una y otra vez, en forma repetitiva hasta que Mary comenzó a excitarse, y sus jadeos se comenzaron a oír en el jardín. El joven se contuvo hasta que Mary estuvo satisfecha y solo después de su orgasmo ella sintió la conocida sensación de líquido fluir dentro de ella.

La chica se sentó al lado del joven y le dijo:

-Gracias, me has hecho acabar después de todo. Pensé que no iba a tener relaciones contigo, y al final mira, he llegado al orgasmo-

Las demás chicas aparecieron de entre los arbustos y saludaron al joven y a Mary llamándola "miembro".

Annabella la felicitó:

-Has cumplido con todo lo que te hemos dicho, así que te declaramos oficialmente miembro de nuestra hermandad. También aprovecho para presentarte a mi primo Ezequiel, que ha jugado el papel de repartidor para ti. El esta al tanto de nuestros juegos, y se presta para jugar con nosotras cuando necesitamos un hombre-

-Para que veas que no hay rencor, ahora tu tienes el derecho a la venganza. Por el resto del día, tú podrás poner condiciones y nosotras haremos lo que tu quieras.- finalizó la líder.

Mary obligó a todas las chicas a desnudarse y a ponerse en fila. Tomó el cinturón de Ezequiel y le dió a cada una un par de cinturonazos en la cola.

-Eso es por lo que me hicieron pasar. Durante el resto del día ustedes serán las que me atiendan. Por otro lado, tu primo tambíen entra dentro del trato?- le preguntó a Annabella

-Por supuesto, el se prestó a jugar con nosotras y encima te ha gozado a placer, tienes derecho a vengarte de el tambien- respondió la chica

-Muy bien, entonces, mientras ustedes preparan el almuerzo, yo estaré en la habitación con Ezequiel- argumentó Mary.

-En cuanto a ti- dijo señalando al muchacho- tu castigo será hacerme el amor por el resto del día hasta que quedes exhausto...
Datos del Relato
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