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Provocando a Adela

~~Se llamaba Adela, es un nombre estúpido y corrientón, como del montón.
 Pero qué remedio, todo son corrienteces. La que no era corriente era su hermanita Paula, de 19 años para 20. Era morena, de pelo largo rizado, delgadita, pero con unas tetas duras como piedras y unas piernas muy bonitas.
 Me tropecé con ella una tarde de invierno de esas que sales al bar a tomar cerveza y acabas ahogando las penas paseando a la deriva.
 Ella me salvó de la monotonía cervecera.
 Hola!
 Hola! Dos besos, que quise dárselos en su hermoso ombliguito.
 Qúe tal como estas?
 Bien, no me quejo he salido a despejarme las cervezas que he estado bebiendo.
 No deberías beber tanto.
 Y por qué no? La borrachera es el único momento lúcido del hombre.
 Bien sea de cerveza, de Arte o de sexo. Por cierto.
 No empieces que me enfado.
 Te pones tan guapa cuando te enfadas.
 Ains, no insistas. Sabes que te quiero, pero como amigo.
 Siempre que quería follarme alguna zorrita, me decía esa puta frase.
 Estaba ya hasta los mismísimos cojones. (Bueno, eso fue antes de conocer a Lucía).
 Vale chula, ya te dejo.
 Jo, no te vayas, cuéntame dónde vas a pasar estas fiestas?
 Mira niña, paso de fiestas, paso de amor, paso de imbecilidades.
 Bueno pues entonces me voy, te veo cuando estés más fresco, un besito guapo.
 Me besó después de haberme puesto a cien, y lo sabía, por eso era tan complaciente conmigo, me prometió una cita para tomar café algún día y desapareció doblando la esquina de la churrería. Qué imagen, lo más tierno del mundo doblando la esquina de una churrería, no sé cómo no se pusieron duros todos aquellos churros con ese culito modelado por la danza y el flamenco.
 Volviendo a Adela, tenía un novio de padres emigrantes, nació en Alemania, se llamaba Irwidge y vestía con camisetas ajustadas pero muy gastadas del roce, tenía una que le habían regalado cuando era adolescente en una bolera.
 Lo conoció en una feria de muestras de esas de animales de compañía.
 Pobres, ambos buscaban compañía. Qué suerte para él que ella fuera tan guarra.
 Se le acercó por detrás y le cogió el culo. El primer impulso de ella fue volverse para soltar un guantazo pero al verlo allí con esa cara de jilipollas y tan rubito se derritió y su coño empezó a soltar jugos, el cual, siempre que estaba sola en casa aprovechaba para batirlo al molinillo y ponerlo en su punto de nieve.
 Él vivía en el barrio de Vallecas de Madrid, en un estudio de tres al cuarto, trabajaba vendiendo productos de limpieza. Ella lo tenía en un pedestal.
 Qué pena que estuvieran tan lejos. De vez en cuando ella iba a Madrid a pasar algunas temporadas. No trabajaba pero le limpiaba el estudio y le preparaba la comida para cuando él llegara estuviera todo caliente.
 Digamos que era una especie de pornochacha. En el fondo él se ponía cachondo con la nouvelle cuisine de Adela.
 Un día llegó a casa y la sorprendió sentada tomando cerveza.
 ¿Qué haces con mis cervezas?
 Estaba cansada y abrí una. ¿Quieres?
 ¡Te tengo dicho que no toques mis cervezas guarra!
 Pero si es sólo una.
 Ah sí sólo una. y por qué no me tocas los cojones un ratito nena? Ella iba vestida de pornochacha y no dudó. Le puso la mano en el paquete y enseguida se quitó las bragas y se la sacó.
 Se quedaron hasta tarde allí tirados en el sofá. Él se fue a la cama.
 Y ella terminó su trabajo

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