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Ojos de gata.

En el noroeste de Polonia, Ian y Barbara regresaban a casa después de haber concurrido a un evento de granjeros en un pueblo cercano, la ventisca cubría de nieve el parabrisas del vetusto Land Rover que guiaba Ian, Barbara iba atentísima a la ruta ya que no se veía bien la senda de la autopista, años atrás los padres de él habían fallecido justo mientras regresaban a casa durante una tempestad de nieve, la tormenta continuaba a golpearlos con vientos gélidos y rafagas de nieve, la visibilidad se reducía solo a un centenar de metros y a momentos, menos de eso.

 

El vehículo se desplazaba a velocidad razonable y Ian tenía una cierta pericia a conducir con nieve, pero lo razonable era no exagerar para no salirse de la autopista y perder el control del móvil, Barbara se esforzaba para advertir a Ian de cualquier peligro que se presentara en la autopista, de pronto ella dijo … allí … allí … hay algo que se mueve … apuntaba con su dedo enguantado, Ian preocupado disminuyo la velocidad del Rover y finalmente se detuvo, ya que ella persistía en haber visto algo moverse en la nieve.

 

Ian tomó sus binoculares y comenzó a recorrer el paisaje nevado de la tundra … amor, no hay nada … no veo nada … ¿qué diablos has visto con esta maldita tormenta? … no logro ver nada … Barbara continuaba a apuntar con su dedo … ahí … ahora se volvió a mover … ¿lo ves? … él siguió la dirección del dedo de ella y enfocó los binoculares en el sector … ¡oh! mi dios … pero si es un cachorro … es blanco, es un cachorro de lobo … quizás su madre ha sido muerta por algún animal … si lo dejamos aquí morirá … vamos, vamos a buscarlo.

 

Descendieron del Rover y a duras penas llegaron al lado del pequeño animal, Barbara lo tomo amorosamente en sus brazos y lo cubrió con su bufanda, el pobre tiritaba, regresaron al móvil y reanudaron el retorno a casa, todavía tenían una buena hora de camino y no querían ser sorprendidos por la noche en este vendaval de nieve.

 

El cachorro chillaba en busca de alimento y abrigo, Barbara lo había envuelto en una frazada y había dejado de temblar, pero seguramente chillaba de hambre, ella lo acurrucaba en su regazo y le hacía cariño, luego le metió un dedo en boca y el cachorro se calmó.

 

Ian dijo, como lo hemos encontrado en la nieve y es de color blanco, lo llamaremos “Copito”, Barbara estuvo de acuerdo con su marido y le pareció un nombre apropiado.

 

Apenas reentraron en casa, Barbara se encargó de preparar una escudilla con leche tibia y se la acerco al cachorro de lobo, se necesitaron dos tazones para saciarlo de su apetito voraz, luego le prepararon una colchoneta y Copito arropado con unas mantas se durmió sin sobresaltos.

 

Pasaron los meses y el cachorro creció como un estupendo ejemplar de lobo, pero como lo habían criado como a un perro, este se comportaba como tal, era muy territorial y era un excelente guardián, mantenía lejos a perros vagabundos y también cuando sus hermanos lobos se acercaban a las inmediaciones de la granja, era capaz de ahuyentarlos.

 

Barbara y Ian llevaban cinco años de matrimonio, no habían podido procrear porque Barbara tenía problemas con sus ovarios, ella había tratado de convencerlo a adoptar un bebe del orfanato del pueblo, pero Ian se había negado.

 

Ian cortejó a Barbara antes del matrimonio, ella ya sabía de su problemas de ovarios y se lo confesó, nunca me esposaré porque no puedo traer bebes a este mundo y cada matrimonio lo que más desea son tener niños, a Ian no le importaba eso, él la quería como su compañera, la amaba así como era ella.

 

Cuando los padres de Ian fallecieron, él al día siguiente se presentó ante ella con un anillo de compromiso … amor, mi casa es muy grande para mí solo, necesito una esposa, te necesito a ti … se lo pidió de rodillas … Barbara lo vio tan compungido, que no pudo rehusar … esperaron el luto de los padres y a los seis meses se casaron.

 

El matrimonio andaba perfecto, ambos muy trabajadores se habían hecho cargo de la granja, tenían ganados bovino para leche, 36 vacas, además, un centenar de porcinos que vendían a las carnicerías del pueblo, junto con los embutidos que procesaban, los ingresos le permitían un vida bastante holgada.

 

En la parte sexual eran el uno para el otro, desde antes de casarse que follaban hasta hacerse pedazos, tanto él como ella, no había ni inhibiciones ni limites, él bien dotado por la parte masculina que le pendía entre las piernas y ella con un cuerpo escultural y unos senos preciosos para regodearse, sus cabellos rubios y sus ojos verde-grises, le daban un encanto especial, tenía ojos de gata.

 

Siempre habían tenido una relación bastante abierta, ella le confesó que en un par de ocasiones durante su adolescencia, se había dejado follar por su mascota, un pastor alemán, a él no le llamó particularmente la atención, no le dio ninguna importancia, solo le pidió de no volver a hacerlo, tengo que ser solo yo quien te llene el chocho de lechita, le dijo y jamás volvieron a tocar el tema.

 

Tenían cinco años de matrimonio y compartían todo, habían disfrutado juntos de muchas cosas y tenían suficiente imaginación para ir renovando sus relaciones, ella le había dado todo a él y él sabía que su amor no lo podría jamás encontrar con ninguna otra, así que le correspondía con todo su ser, se amaban mutuamente, Barbara había sondado la posibilidad de adoptar un bebe del orfanatorio y él continuaba a negarse.

 

Pero la vida continua y da tantas vueltas que solo nuestro señor es capaz de procurarnos soluciones aunque no las queramos en un principio, o quizás no seamos capaces de ver estas salidas que nos envía la divina providencia.

 

Un día mientras Ian era en el establo a ordeñar las vacas, Barbara era en cocina a preparar el almuerzo, ella con una blusa blanca y una falda gris a la rodilla bastante amplia, ella no se percató cuando Copito vino por detrás y metió su hocico entre sus nalgas, lengüeteando sus muslos, ella dio un salto y un grito … ¡pero que carajo! … Copito se asustó y agachando su cabeza dio media vuelta y se fue a su colchoneta, Barbara no pudo dejar de notar la punta de la pija de él que salía de su funda peluda.

 

Se quedó pensativa y muchos recuerdos regresaron a su mente, ella no le dijo a su esposo que su mascota la follaba todos los días y a veces hasta más veces durante el día, Barbara era muy fogosa, siguió a Copito y lo encontró que se lamía su polla echado en su colchoneta, fue a la ventana y miró hacia el establo, Ian continuaba a ordeñar las vacas, volvió de carrerita y se puso en cuclillas, Copito la miraba afectuosamente, Barbara cautamente tomó la funda tupida de pelo del pene de Copito y la deslizo hacia atrás y adelante, pronto la mitad de la verga estaba fuera, ella se la acarició y recordó cuanto le gustaba a su mascota que se la lamiera.

 

Barbara se levantó y fue a dar un vistazo al establo, el carro estaba todavía allí, así que su marido estaba todavía ocupado con las vacas, volvió con Copito y se arrodilló, tomó su verga y comenzó a mamársela, se perdió en sus recuerdos y su lujuria, volvía a sentir ese sabor que tanto había disfrutado de muchacha, sintió un ruido, se alzó y de carrerita se fue a la cocina, limpiando su boca con el dorso de su mano.

 

¡Oh! mi dios … era Ian que había entrado en casa … Barbara ven a ver a nuestro guardián … ven a ver qué cosa tiene en muestra … ella se acercó secando sus manos en su delantal y miró a la polla de Copito que estaba enteramente fuera de su funda … puso una mano en sus ojos con los dedos entreabiertos … ¡oh! dios mío … ¿qué le habrá sucedido? … no lo sé, dijo Ian … esta tarde tengo que llevar la leche al pueblo, consultare a nuestro veterinario para saber qué podemos hacer … Barbara miraba a su marido y la polla de Copito que le parecía más grande ahora.

 

Durante el almuerzo conversaron de todo lo referente a la granja y también sobre Copito, Ian suponía que podía ser una cosa natural, pero no lo podía asegurar, Barbara pensaba que solo una hembra podría calmar esos instintos de Copito y ya tenía una idea que no compartió con su esposo.

 

Ian después de almuerzo tomó el camión y se fue al pueblo, Barbara lo observaba desde el vano de la puerta, apenas se perdió de vista llamó a Copito, el animal llego corriendo y meneando su cola, su mirada ávida y alegre buscaba las manos de ella, ya que cada vez que lo llamaba, ella le daba algo de comer, Barbara lo tomó del collar y mirando en todas las direcciones, se encaminó hacia el garaje, ya que ahí tendría privacidad, había una sola puerta y un tragaluz en el techo.

 

Cerró por dentro, busco unos sacos para poner en el piso y luego se arrodilló a masturbar a Copito, lo mamó por un rato y luego se levantó para quitarse sus bragas, se puso en cuatro y arremangó su falda hacia su torso, Copito primero comenzó a lamer su chocho y su culo, eran olores nuevos y excitantes para él, Barbara acabo en un torbellino que la hizo estremecer, gemir y chillar, casi ululaba de placer, ahora era su loba, su hembra, Copito instintivamente trataba de montarla, pero no por el lado justo, por casi diez minutos el saltaba sobre su espalda y luego se bajaba, la montaba por el lado de la cabeza y se bajaba, Barbara le tomó sus patas delanteras y bajando su torso levanto su culo que quedó en una posición propicia, ella sintió su verga en sus muslos, logró atrapar su pene y lo dirigió a su chuchita.

 

¡Oh! mi dios … ¡aaahhh! … ¡ooohhh! … ¡oh! cuanto es grande esta cosa … ella se aspaventó en un principio, pero su experiencia la hizo conservar la calma, mientras esos 22 centímetros de polla, más los 5-6 cms. de su bola, buscaban acomodo dentro de su chocho, pronto se sintió más cómoda y comenzó a gozar esa pija enorme que palpitaba en su interior, la sentía muy caliente, Copito la martillaba a toda fuerza, su ímpetu de macho joven poseyendo a su hembra, Barbara volvía a estremecerse en un orgasmo terrorífico,  todo su cuerpo cimbraba de pies a cabeza, su culo lo empujaba hacia atrás y agarró sus patas traseras para no dejarlo ir, ahora habían cesado los fuertes golpes y él comenzó a borbotar su semen dentro de ella, ese líquido caliente que llenaba su vientre, la polución parecía interminable, la estaba inseminando, Barbara acaricio sus pechos poderosos, tironeó sus pezones y masajeó el botoncito lujurioso de su vagina procurándose otro par de orgasmos.

 

Se mantuvo pegada a Copito por casi veinte minutos, no tenía ninguna prisa, su marido tardaría en volver, su bola se achicó lo suficiente para permitir que su pene se deslizara fuera de su vagina, una oleada de semen acuoso chorreó de su chocho, sus muslos y al piso y embadurnó los sacos, Barbara se levantó, se calzo sus bragas, abrió la puerta del garaje y Copito salió dando brincos en torno a ella, todo contento, sus cojones se habían vaciado.

 

Barbara caminaba tembleque, hacía mucho tiempo que no sentía tantos orgasmos en una sola follada, sentía el semen que se deslizaba por sus muslos, pensó en tomar una ducha y cambiar sus vestidos.

 

Ian regresó a eso de las ocho de la noche, estaba ya obscuro afuera, guardó el camión y se fue hacia la casa donde lo esperaba su esposa con una reparadora cena, la encontró bella, fresca e incitante, Barbara se giró a mirarlo y le lanzó un beso y un te amo, eran sus jueguitos que preludian sus encuentros carnales, se buscaban y se necesitaban todos los días.

 

Mientras cenaban, Ian le contó que había hablado con el veterinario, y este le había propuesto la castración o encontrarle una hembra, sugirió una pastor alemán, Barbara descartó inmediatamente la castración, este no es un perro, es un lobo, si es necesario lo dejaremos ir y que madre natura le encuentre una pareja de su especie, traer una perra sería una preocupación adicional y además, un gasto extra, así que tampoco era una solución aceptable.

 

Esa noche, Ian estaba a torso nudo y leía algunas revistas relacionadas con granjeros y agricultores, ella con un negligé rojo y tanguita roja, estaba acurrucada al costado de las piernas de él y su mano acariciaba los recios muslos de su marido, apoyo su mejilla en el vientre musculoso de él, ahora su mano estaba dibujando la polla de él sobre la tela del pijama … en un susurro, entonaba una melodía romántica, sus dedos tentaban esa verga que se comenzaba a endurecer, Ian dejo de lado la revista y acarició sus cabellos, empujando su cabeza hacía su pene que casi asomaba por la banda elástica de su pijama.

 

Barbara dejo de susurrar ese cantico, cuando el glande de su marido asomó centelleante y túrgido, se pasó la lengua por sus labios como preparándose, estaba ahí a centímetros de su boca hambrienta de polla, basto un empellón más de su marido para poner su lengua en la ranura superior del miembro, ella bajó la banda elástica para liberarlo de su encierro, su mano se deslizo a acariciar sus velludos cojones, y sin más lo engulló y dio comienzo a la mamada, ella se deleitaba con el pene de su marido en boca, nunca era igual, tenía mil sabores, las primerizas gotas perladas de su semen eran agridulces, luego el espeso liquido se transformaba en algo más salino, los cambios eran casi imperceptibles pero ella los distinguía y los disfrutaba.

 

Ian estaba extasiado por las ricas sensaciones que su esposa le provocaba con su lengua, él sabía que se lo estaba chupando con entrega y pasión, ella siempre pensaba en satisfacerlo como hombre, él la amaba justo por eso, porque era muy hembra, utilizando sus fuertes brazos, la hizo deslizarse hacia arriba y la puso a horcajadas sobre su cabeza, él sabía que un punto erótico de ella era el hoyito de su trasero, así que le separó las redondas nalgas y las abrió para atacar su objetivo rugoso y rosado, pequeñísimo, su lengua empezó a follar el culo de ella provocándole gemidos y chillidos, arqueaba su espalda y se estremecía con las caricias de su esposo.

 

Barbara no quería que Ian le provocara un orgasmo con la boca, ella quería la sustancia irresistible de su pija, así que se le escapó hacía abajo y a horcajadas se posicionó sobre su polla y en un solo movimiento lo hizo entrar en ella, un largo gemido seguido de muchos suspiros acompañó la magia de la penetración, ella se apoyo en sus pectorales y comenzó a follarlo, Ian era al séptimo cielo, el paradisiaco chochito de su mujer lo volvía loco.

 

Barbara mientras subía y bajaba su chuchita a lo largo de la verga de él, acariciaba frenéticamente su clítoris erguido fuera de sus pliegues, ella estaba muy excitada, y el pene de su marido la trastornaba, a él le encantaba ver ese culo a forma de corazón de ella cuando ella lo montaba dándole la espalda, sus nalgas armoniosas se cerraban como a proteger su agujero anal, ella con sus manos las abría como para mostrar a su marido las delicias que estaban a su alcance, si quería su ano, estaba ahí en todo su esplendor para ser penetrado, su cuerpo era para dar placer a su esposo.

 

Ian no rehusaba nada y sabía que ella tampoco, así que la puso en cuatro y penetro su vagina desde atrás, Barbara gemía y lanzaba miradas lascivas y de adoración a su marido, él la estaba haciendo gozar al extremo, ella se agarró de las sabanas con sus manos y sus uñas, sintiendo que su cuerpo convulsionaba en un violento orgasmo que la estremecía en todo su ser, sollozos de alegría y chillidos de placer escapaban de su boca, mientras sus nalgas venían golpeadas fuertemente con los embates potente de su esposo, el cual prontamente se aferraba de sus caderas para expulsar a borbotones su semen dentro la rosácea cavidad vaginal de su esposa, ambos respiraban por la boca, ella se derrumbo sobre el lecho y Ian sobre ella todavía lanzando las ultimas gotitas dentro de su chocho y gemidos de placer, aferró sus pechos y besó su espalda diciéndole cuanto la amaba.

 

Permanecieron así largo rato, el miembro de él se deslizo desde la cálida celda que lo aprisionaba en forma acogedora, ella suspiró cuando sintió el vacío en su chuchita bañada por las olas perladas de su esperma, se acurrucó mas cerca de él, necesitaba ese contacto de amor y de afecto después de ser follada y haber follado a su amadísimo marido, ella puso las manos sobre las manos de su marido que habían atrapado sus formidables senos, suspiró otra vez sintiéndose al amparo del amor de su macho y marido.

 

Durante la noche Ian volvió a hacer el amor a su esposa, ella gozó de otro par de orgasmos y luego de decirse frases dulces, románticas y expresándose el deseo reciproco que los unía, volvieron a adormecerse.

 

Las luces del alba irrumpieron en su alcoba, Ian tomó por asalto la chuchita de Barbara, abriendo su conchita con su lengua, ella abrió sus muslos para su esposo, él sentía el sabor de su última descarga de semen en los pliegues tibios de ella, Barbara tomaba sus cabellos para hundir su cabeza entre su entrepiernas, sus ojos de gata centelleaban en la penumbra del amanecer, se revolcaba de placer con la lengua de él en la profundidad de su coño, él consiguió hacerla tremar y gritar que estaba acabando, la boca de Ian succionaba poderosamente su clítoris, ella giraba su pelvis como enloquecida, sus senos tremaban al unísono con su cuerpo mientras se contorsionaba expresando su lujuria.

 

Con un golpe certero el asta de él penetro esos territorios vaginales ya recorridos, su miembro estaba al punto justo, bastaron solo pocas contracciones de la vulva de Barbara, para hacerlo sucumbir y explotar en un clímax potente y apagador, sentía la respiración afanosa de ella que lo tironeaba de sus caderas para recibir hasta la ultima pizca de semen de su pija palpitante.

 

Se alzaron, se ducharon y se vistieron, todo el tiempo procurándose caricias y besos, todo el tiempo entregándose amor, las manos de ambos se perdían de repente en las intimidades del otro, era placentero cada toque, cada mimo, cada arrumaco, se sonreían cómplices de amarse con tanta pasión.

 

Barbara preparó el desayuno mientras Ian hacia salir a Copito para que hiciera sus necesidades, comenzaba la rutina diaria, conversaron de los quehaceres de la granja, Ian debía reparar una alambrada que había sido rota y luego dedicarse a los animales, ella debía ocuparse de la casa, del almuerzo y cosas varias, así luego de besarse cada uno se fue a sus labores.

 

Copito había estado tranquilo la última semana, pero hoy nuevamente estaba en su tarea de lamerse su verga, Barbara pasó cerca de su colchoneta y volvió hacia la ventana a mirar a su esposo, lo vio que se dirigía con herramientas hacia el cercado de la granja, retorno y se arrodilló junto a Copito, cogió su verga y la comenzó a sobajear y mover furiosamente, Copito se levantó y comenzó a follar su mano, luego de unos minutos él comenzó a lanzar chorros acuosos de su esperma canino, Barbara tomó su delantal y cubrió la punta de la verga para recibir ahí todo el líquido, luego acarició su lomo y le dijo … ahora cariño te quedaras tranquilo por un poco …¿verdad? … se alzó un poco refunfuñando … estos machos que no pueden contenerse, pero su chochito palpitaba y se humedecía.

 

En la tarde después de almuerzo Ian tenia que ir al pueblo a entregar la leche como cada día, Barbara lo despidió con un beso y enseguida busco a Copito para llevárselo al garaje, se encerraron en el cuarto y ella acomodó los sacos donde se puso en cuatro, Copito vino detrás y comenzó a lamer a su hembra que gemía y vibraba a cada lengüetazo, ya era su rutina follarse a Copito dos o tres veces por semana, así el animal se desahogaba ella gozaba y disfrutaba de las dimensiones de Copito, su marido lo tenía grande, pero Copito lo superaba por al menos unos cinco centímetros, además, un o dos orgasmos mas eran como la guinda de la torta.

 

Una noche que Ian la vio entrar desnuda al dormitorio, la observaba cuando se vistió con su neglige negro y tanguita del mismo color, la tela de sus prendas traslucía los contornos de su cuerpo de gacela, la gracia de sus movimientos felinos y coquetos, sus senos prósperos se delineaban perfectos, Ian no pudo evitar de masajear su propia verga mientras ella se recostaba desprevenidamente, sin darse cuenta de las miradas de su marido, no hizo mas que apoyar sus posaderas sobre la cama y su marido la aferró por los senos besando su cuello estilado y sofisticado, una hembra de clase, las manazas de él oprimían sus pezones que reaccionaron a esa caricia quizás tosca, pero que a la vez era placentera, a ella le gustaba el efecto que su cuerpo tenía en su marido, pronto sintió la dureza del macho que se refregaba en su espalda, giró la cabeza y sus labios fueron cubiertos por la boca de él, la pasión la hizo comenzar a girar sus caderas ardientes, lo quería tanto como él la quería a ella.

 

El deseo carnal estaba desatado, las bestias de la lujuria y la lascivia eran al galope, él frotaba su glande entre sus nalgas, ella masturbaba esa pija moviendo sus glúteos hacia arriba y hacia abajo, sus labios se mantenían unidos y sus lenguas danzaban al compas del erotismo de sus cuerpos, él la giro del todo y aplastó esos pechos maravillosos con sus pectorales, Barbara movía sus piernas y apretaba sus muslos sintiendo el ansia de su chochito por la verga de su marido, como de reflejo se quitó su tanguita, ahora la pelvis de él se frotaba contra su vientre casi penetrándole el ombligo, ella se movió más arriba y lo hizo calar entre sus muslos, ahora el rozaba su clítoris con su verga lanzando descargas eléctricas a su chocho palpitante, eso la superó, busco su polla con la mano y la hizo entrar en su chuchita templada y bañada, el glande de él empujó hacia adentro haciéndola chillar.

 

Barbara miraba a su marido con esos ojos de gata semi abiertos y soñadores, destellos de amor, pasión y lujuria emanaban de sus pupilas, Ian la contemplaba embelesado por la belleza de ella en su estado fogoso, su miembro se hundía en su chocho con más y más fuerzas, se sentía afortunado de gozar y hacer gozar una hembra tan completamente perfecta, tan bella y caliente.

 

Follaron como solo ellos sabían hacerlo, sin prisas, cuidando el uno del otro, gozando abiertamente el uno de otro, ofreciéndose sin tapujos, Barbara estaba gimiendo cada vez más fuerte, ella sabía que en los cálidos y fuertes brazos de él, su orgasmo era asegurado, escondía su rostro en su cuello, no lo quería advertir de la explosión que estaba naciendo en su bajo vientre, como una bola de nieve que se desliza por la quebrada, crecía y crecía cada vez más, estiró sus piernas rígidas hacía atrás cuando la ola de su orgasmo comenzó a reventar, su marido la sintió convulsionar y la aferró a su pecho, ella gritaba y gemía, su pelvis daba saltitos empalada en la verga de él.

 

Ian rápidamente la puso en cuatro, miro el culito de ella que se movía, estaba toda mojada, su pija también, apuntó su glande al centro rugoso y rosado de ella y comenzó a forzar su esfínter, pronto su verga se movía dentro de su recto, Barbara sollozaba y hacía movimiento hacía atrás, él la tomo de sus hombros y atrajo su espalda a su pecho, luego aprisionó en sus manos esas tetas magnificas y comenzó a follarle el culo con fuerza, Barbara enloquecida gritaba y trataba estirando sus manos hacía atrás, de aferrarlo para tirarlo con mas fuerza dentro de su ano, para él el roce de su estrecho culo fue demasiado y exploto en sus vísceras, una y otra vez los borbotones se descargaron en el intestino de ella.

 

Colapsaron sobre el lecho, Barbara se alzó y se fue al baño, era el efecto de la enculada, su cuerpo reaccionaba así, él la siguió y juntos tomaron una ducha reparadora, luego volvieron a la cama.

 

  • Ian:                  Querida mía …
  • Barbara:          dime esposo mío …
  • Ian:                  estaba pensando a nuestro Copito …
  • Barbara:          ¿Qué sucede con nuestro guardián?
  • Ian:                  no me gustaría perderlo …
  • Barbara:          ¿pero qué estás diciendo? … ¿dónde se ira nuestro hijo amado? …
  • Ian:                  Copito está en una edad adulta, necesita una hembra, tarde o   temprano tendrá un llamado de la natura y él se irá al bosque con los suyos …
  • Barbara:          ¿tú qué sabes? … ¿cómo podría llegar a suceder algo así?
  • Ian:                  algo así me dijo el veterinario, es lo que sucede con estos animales …
  • Barbara:          me muero si él desapareciera …
  • Ian:                  por eso mismo quería proponerte algo … ¿qué tal si tu y él …
  • Barbara:          ¡estás loco! … ¿no pretenderás que yo folle con él … verdad?
  • Ian:                  yo sé que a ti te gusta follar … me contaste que lo habías hecho con tu mascota cuando eras más pequeña … y no sería para mi ningún problema, además …
  • Barbara:           ¡además que! … ¿quieres que fornique con alguien más? …
  • Ian:                  ¡no! … no seas boba … estamos envejeciendo y la granja debe quedar para alguien el día que nosotros no estaremos más …
  • Barbara:           ¿Qué dices? … ¿estás enfermo? … ¿te sucede algo?
  • Ian:                  por supuesto que no … no me sucede nada … pero pensaba que tal si tu y yo vamos al orfanato a buscar un niño, un hijo para ti y para mi …

 

Barbara estalló en sollozos, jamás se había sentido tan feliz, abrazaba y besaba a su marido que quería ser padre, sabía que siendo un buen esposo, sería sin lugar a duda un excelente papá.

 

Ian esperó que se calmara y le soltó la pregunta … ¿y que hay de Copito? … Barbara lo besó apasionadamente y le dijo … si estás tú a mi lado, lo haremos … ahora él la beso por un largo rato, luego se adormecieron … no sintieron cuando un aullido de lobo se escuchó en el salón.

Datos del Relato
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