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Los Pezones de Nanda

~~Así como antes les dije que les contaba mis historias, condimentadas con un poquito de fantasía, ahora les digo dediquémonos a la ficción, juguemos con la imaginación. Comencemos a hilar una historia sexual y excitante, pensemos en:
 Nanda una chica sencilla y joven, a quien la vida campesina y la poca educación la pueden convertir en presa fácil de los secretos deseos de cualquiera. Sí, cualquiera que no tenga escrúpulos y se deje llevar pura y exclusivamente por los deseos sexuales.
 Nanda tiene 18 años, vive con sus padres, que son empleados en una hacienda enorme. Su padre trabaja en tareas de campo y su madre se ocupa del cuidado de la casa grande, la casa de los dueños de la hacienda. La joven ayuda a sus padres y pasa sus días sin mucho que hacer. Viven en una casa pequeña pero muy bonita cerca de la casa grande.
 Es una zona bastante alejada de la ciudad y esto dificultó la posibilidad de Nanda para estudiar el secundario. Nanda tiene algunas amigas, las hijas de otros empleados de la hacienda y tiene una hermana mayor, Rocío, que vive en la ciudad.
 Nanda es bonita, su cuerpo de 18 años es un regalo para la vista, aunque podríamos decir que es un poco gordita, pero esos kilos de más la hacen aún más apetecible para los hombres del lugar.
 Un día se sintió enferma, tenía un malestar común en una mujer joven. Ella era virgen, sabía poco y nada del sexo y esta situación la avergonzaba bastante, apenas si podía hablarlo con su madre. Fué precisamente su madre quien la llevó a consultar una doctora de la zona. La doctora le pidió que se quitara la ropa, la revisó, comenzando por sus senos. Esto fue demasiado para Nanda, la doctora percibió la tensión de la joven niña y procuró calmarla explicándole el porqué de aquel examen.
 La doctora le dijo que no tenía porque sentirse avergonzada, ella también era mujer, era una doctora y ademas alabó el cuerpo de la joven. Intentó hacerle una broma y entonces Nanda se tranquilizó un poco.
 Doctora Pero niña, quédate tranquila yo no soy cualquiera, soy una profesional. Estos exámenes deben hacerse periódicamente para preservar nuestra salud. Además tienes un cuerpo muy bonito, tus pechos son hermosos pero lo más importante es que sean sanos.
 Nanda Es que yo nunca había estado desnuda delante de otra persona y me da mucha vergüenza. Y para colmo usted me está tocando.
 Doctora (ya algo fastidiada) Bueno, bueno deja las tonterías y terminemos con esto. Ahora necesito que te recuestes y separes las piernas.
 Nanda se resistió pero finalmente se acostó, la doctora se puso en la cabecera de la camilla ensayó un torpe masaje de sus hombros y extendió sus manos hasta los pechos de la muchacha, continuó unos instantes más la revisión aunque ya solo por el placer de tocarlos. Por un brevísimo instante sintió morbo, tomó conciencia de que era la primera persona que tocaba aquellos pechos de virgen y aquella virgen respondió a la caricia erizando su piel, irguiendo sus pezones. Cuando la doctora notó los pezones duritos entre sus manos, reaccionó y abandonó la caricia.
 Se ubicó a los pies de la camilla y separó las piernas de su paciente, observó profesionalmente aquel sexo, separó los labios vaginales y nuevamente notó la tensión.
 Doctora niña tranquilízate, si me dejas revisarte terminaremos rápido y podrás irte a casa.
 Este argumento convenció a la chica, quien se resignó, separó las piernas y dejó caer las caderas sobre la camilla. La profesional continuó su exploración y confirmó lo que sospechaba, la estimulación de los pechos había ocasionado la secreción de flujos.
 Anda niña, le dijo, te gustó que te amasara los pechos, mira como te has humedecido!!! ¿Tú te masturbas? Nanda, quedó roja, y no podía ni contestar, pero la verdad es que ella no sabía que era eso de masturbarse. La doctora entendió que su paciente no sabía de que le hablaba, prefirió entonces dejar el interrogatorio.
 Terminó con el examen, le dijo que todo estaba bien que era una hembrita sana y fuerte.
 Siguió con su vida de siempre, pero lo que había pasado en el consultorio, daba vueltas en su cabeza. Antes de ese día, nadie la había visto desnuda y mucho menos la había tocado. Una noche después de tomar un baño, se quedó desnuda en su cuarto frente a un espejo, se observó a si misma con detenimiento, se recorrió con los ojos y las manos. Nuevamente sus pezones se pararon y ahora sintió un calor húmedo que provenía de ahí abajo, de la concha. Descolgó el espejo de la pared, se sentó en la cama con las piernas flexionadas y bien separadas. Se enfrentó al espejo y ahí se vió por primera vez , vió como su sexo estaba húmedo, como había un pequeño agujerito del cual brotaba algo lechoso y con un perfume muy particular. La piel era rosadita, brillaba y no tenía mucho vello. Nanda estaba extasiada con aquella visión, ese era su rincón más intimo y nunca antes se había mirado. En ese momento comprendió muchas de las cosas que alguno de los hombres de la estancia le decía a veces al pasar, pero igualmente había muchas cosas que le faltaban por saber.
 Algunas voces fuertes en la otra habitación la sobresaltaron, se cubrió rapidamente por las dudas. Había llegado el dueño de la estancia y venía a encomendar algunas tareas a su padre.
 Al otro día fue con su padre a la casa grande a darle una mano con algunas tareas de limpieza. El dueño se sorprendió al verla, el cuerpo bien formado y robusto de Nanda llamó su atención. La muchacha notó la mirada de su patrón, que la incomodaba bastante. Cuando él tuvo oportunidad de acercarse intentó ganarse la confianza de su empleada y la verdad no le dió mucho trabajo. Debido a las enseñanzas recibidas en su casa, ella pensaba que había que tener contento al patrón.
 Pasada la primer semana de trabajar en la casa sin hacer tareas demasiado pesadas, ya mantenían conversaciones muy cordiales sobre cosas cotidianas. Una tarde mientras ella ordenaba el baño, el hombre entró y sin mediar palabra, comenzó a orinar. Ella no pudo menos que mirar al hombre. Él ensayó una disculpa tonta, y le preguntó si era la primera vez que veía el pene de un hombre. Ella asintió con la cabeza, aquella situación había logrado confundirla, pensaba que el hombre actuaba con tanta naturalidad que aquello no podía ser algo malo.
 Él le preguntó si quería verlo mejor y sin dejarla contestar la invitó al dormitorio. Sin decir nada se desnudó ante Nanda, que como era la primera vez que tenía esa visión no tenía elementos para juzgar aquel cuerpo. Se trataba de un hombre de 60 años, con un cuerpo bastante cuidado. Él se acercó a ella, tomó su mano para que pudiera tocarlo, y le preguntaba: ¿te gusta? ¿cómo se siente? Acariciame suavecito, utiliza tus dos manos.
 Ella seguía las instrucciones como autómata, sin tener mucha conciencia de lo estaba sucediendo, de que le estaba haciendo una paja a su patrón.
 El hombre comenzó a relajarse, entregándose a las torpes caricias de la muchacha. Extendió sus manos para acariciarla, tocó su rostro sus brazos, finalmente se apoyó en sus pechos. Nanda se sobresaltó y el prefirió no insistir.
 Esa noche Nanda, durmió muy poco estaba nerviosa, excitada, no lograba procesar lo que le había pasado, no podía decidir si le había gustado o no. Pero su curiosidad se incrementaba y no tenía a quien acudir, su hermana estaba lejos, su madre se escandalizaría y sus amigas estaban igual que ella.
 Al otro día volvió a trabajar y su patrón la esperaba para disculparse, pero en realidad lo que quería era recibir sus caricias una vez más.
 Sencillamente la encaró, diciéndole que ella le gustaba mucho y que no había podido dormir, pensando en sus caricias.
 Patrón yo puedo enseñarte muchas cosas, puedo darte muchas cosas, pero quiero que tengamos intimidad. ¿Tú eres virgen?
 Nanda yo solo estuve desnuda una vez cuando fuí a ver a la doctora, ella me tocó y me sentí muy rara, sentí como cosquillas.
 Patrón tienes novio
 Nanda no.
 Patrón me gustaría verte desnuda y poder tocarte toda, eres muy bonita.
 Ella asintió con la cabeza y se dejó conducir al dormitorio una vez más, él se desnudó primero y la invitó a tomar un baño.
 El hombre estaba muy excitado, restregó su cuerpo contra ella, la tomó de las nalgas y la apretó contra su cuerpo, le quitó la remera casi que con un solo movimiento, la miró por un instante, luego le quitó el sostén. Los senos de la muchacha saltaron ante sus ojos y no pudo contenerse, los amasó con vehemencia hasta que ella dió un pequeño grito de dolor. El hombre no podía parar, la llevó hasta el baño y allí terminó de quitarle la ropa. Cuando Nanda estuvo dentro de la bañera, él se ubicó a su lado, con su mano derecha buscó el sexo de la chica que apretaba sus piernas y no le permitía pasar.
 Patrón no te asustes, ya verás que te va a gustar.
 Sin estar muy convencida, igual lo dejó hacer, él comenzó a masturbarla bajo el agua, y aquel sexo virgen respondió a las caricias, respiraba agitada y el macho comprendió que la presa ya era suya.
 Salieron del baño, él la envolvió en una toalla y la condujo hasta la cama, le pidió que se sentara en el borde. El objetivo era uno solo!!!!! se ubicó entre sus piernas las separó y ante el asombro de la chica, hundió su rostro entre las piernas de la virgen. Comenzó una pequeña lucha: ella quería apretar sus piernas y él presionaba hacia afuera. Finalmente cayó vencida sobre la cama y su sexo quedó todavía más expuesto. El flujó brotaba incesantemente y antes de que se diera cuenta la penetró con un dedo. Ella se asustó pero el hábil amante supo calmarla y enseñarle a gozar.
 Patrón dejate llevar, no sientas vergüenza, tócame, tócame como ayer, yo también quiero gozar. Siénteme, porque en un momento más estaré dentro de tí.
 Nanda intentaba tranquilizarse y besó a su patrón mientras sus manos buscaba el pene que estaba al borde de la erección. Todo estaba casi listo, Nanda estaba desnuda en la cama de un hombre que ardía en deseos de poseerla. Nanda ya no tenía oportunidad de volver atrás, el hombre estaba sobre ella y buscaba el sexo de la hembra.
 Comenzó a masturbarla con la punta del pene y ella comenzó a gritar de excitación y susto. Penetró muy suave, suave pero firme, debía romper la resistencia de la virgen, cuando finalmente lo consiguió Nanda sintió un intenso dolor y entonces intentó safarse de la presión que el cuerpo de aquel hombre ejercía sobre ella. En ese momento él se lanzó sobre la boca de la muchacha y al mismo tiempo comenzó moverse dentro de su sexo. La sensación de dolor fué cediendo, dejando paso al placer, el roce de aquel pene duro y caliente dentro de sí exaltó sus sentidos, y ella misma buscaba sus pezones para presionarlos y aumentar su placer.
 Finalmente el patrón derramó todo su semen en el sexo de Nanda y cuando se retiró quedó tendido a su lado, ambos cuerpos desnudos, sudoros, agotados.
 Patrón desde ahora eres mi hembra y nos vamos a acostar cada vez que tengamos deseos de hacerlo. Tu cuerpo es mío y harás lo que yo te pida.
 Nanda no tenía fuerzas para decir nada, estaba aturdida, ahora era una mujer, se había convertido en la hembra de su patrón.
 Dormitaron un par de horas y al despertarse vió a su hombre masturbándose , cuando su pene estuvo erguido se montó nuevamente sobre la muchacha y la volvió a penetrar esta vez con movimientos más bruscos.
 Pasaron unos días y el hombre no la buscó, él sabía que había encendido el fuego de la lujuria en aquella chica, quería hacerse desear. Nanda por su parte, trataba de madurar lo que había vivido, recreaba en su mente los instantes paso a paso.
 Los recuerdos la enciendían, debía masturbarse para aplacar sus deseos.
 Finalmente él volvió, se encontraron en el patio de la casa grande y en una próxima entrega les cuento lo que pasó.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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