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Categoría: Gays

Loren entró en mi vida por una mamada

Era lunes, no sé por qué el día lunes ha de ser malo para mucha gente, jamás he hallado una razón para que sea malo, quizá porque salgo a follar siempre los viernes noche y me follo a algún loco que anda con ganas; alguna vez los sábados suelo salir, pero no me urge echarme a nadie entre piernas a no ser que se trate de un espécimen extraordinario y que sensacionalmente me guste y mi polla me reclame sus derechos, solo entonces me dispongo a remediar mi concupiscencia dando lugar a la lascivia ajena del que se presente frente a mí.



También los miércoles cuando viene el puto de mí primo Anselmo, llamado por sus colegas «Guitarra», ignoro por qué el apodo. Mi primo Anselmo es puto profesional, es guapo, bien formado, todo un tipazo y con un arma del calibre 22, gorda, de esas que dan para rabiar, si es que uno tiene ganas. A mi primo le espero en mi casa, que es la casa de mis padres —así de ganso soy y no me va mal—, viene a media tarde, nos vamos a tomar algo que nos sirva de cena y duerme en mi casa, conmigo, en mi cama.



Entonces hace lo que quiere conmigo, me folla cuantas veces quiere, se la mamo todas las veces que me place, es mi novio de miércoles, y se levanta a la hora de ponerse en contacto con la Agencia de escorts para disponerse al servicio de os clientes. Ocurre que cada miércoles viene porque libra, pero no se libra de mí, porque así tiene una casa donde cobijarse cuando no ejerce, porque en la casa de sus padres no no lo quieren ver ni en foto color sepia. La única diferencia es que a mí me folla él, mientras que cuando está de servicio en su trabajo, los hombres le follan, las mujeres juegan, según me dice, pero sé que las folla porque es un escort con arte, y folla con pasión y si no que me lo cuenten a mí.



En lunes soy yo el que libro. Desde que trabajo con mi padre decidí librar lunes, voy solo un rato en la tarde y a veces me quedo hasta tarde para organizar. Los lunes no tenemos atención al cliente y las urgencias las atiende mi padre.



Este lunes me levanté con ganas de hacer compras, no sabía qué comprar ni cómo empezar. Fui a la cocina para desayunar, allí estaban mi madre y mi hermana, menor que yo, y me sonrieron y saludaron antes que yo a ellas.



— ¿Qué tienes para hoy, Ais?, —preguntó mi vieja.



— Nada, voy a dar una vuelta por alguna tienda a ver novedades y mirar qué compro.



— Nos vienes de perilla, pues, porque Eloísa necesita comprar unas cosas y no puedo acompañarla, si tú...



— Mi hermanita es un tesoro, nos vamos los dos y compramos a nuestro gusto —aproveché para darle un beso como a ella le gusta.



Desayunamos con tranquilidad. De camino entramos en unos grandes almacenes —obvio el nombre y obviaré el nombre de las tiendas visitadas para no ofender a nadie—, pasamos a varones, dimos vueltas sin resultado, pasamos a juventud, había más de lo mismo de lo de siempre, pasamos a mujeres y nada le gustó. Me preguntó:



— Tú, ¿qué buscas?



— Cualquier cosa que me tape los huevos y me ayude a vivir.



— ¿Algo en concreto?



— Me gustaría encontrar unos jeans de cintura muy baja y muy ajustados.



— ¿Unisex?



— Y yo qué sé, quiero que me guste, que sea muy sensual y me haga vivir muy a gusto conmigo mismo...



— Pero si tú eres muy guapo, no tienes de qué quejarte...



— No, no, si yo no me quejo, pero no sé…, me da que mamá desespera si no encuentro novio y quiero ir de modo provocativo, a ver si eso tiene resultado.



— Te llevo a una tienda que me sé, es muy, muy unisex, pero, buena, —afirmó mi hermana.



— ¿Unisex o de féminas?, —pregunté.



— Ahora no lo sé bien, pero hay de todo.



— Vamos allá de una puta vez, que esto me hastía.



Me llevó a una tienda de chicas que tenía algo unisex. Decidí mirar, entender y buscar por la zona unisex mientras mi hermana buscaba por la zona de mujeres. Vino un chico por atrás y con una voz muy amanerada, al igual que sus manos y sus gestos corporales, me dice:



— ¿En qué te puedo ayudar, guapo?



Me dio mucha confianza verle y le expliqué:



— Me gustaría encontrar unos jeans muy ajustados, de cintura muy baja y con botones, sin rotos ni dibujos.



— Ajá, me llamo Loren o Lorenzo, me gusta más Loren...



— A mí me llaman Ais...



Hizo una mueca y continuó:



— Sígueme, ahí tengo lo que buscas.



Me llevó a donde los tenía, me miró fijamente, me tocó muy bien tocado por la zona donde debiera ir la cintura y un poco más abajo, midió con un metro y escogió tres, me llevó al probador y me dijo que me probara tranquilo y saliera con el que me sentara bien, luego dijo:



— Mientras tú te pruebas yo atiendo a una chica que espera allá mirando trapitos.



— Atiéndela bien, es mi hermana.



— Ajá, descuida.



Me probé, los tres me sentaban bien porque eran muy elásticos, pero el primero estaba hecho para mí y como yo quería. Me quité el último volví a ponerme el primero y me lo confirmé, no necesitaba cinturón y me llegaban justo a cubrir los tobillos. Salí y me acerqué a donde estaban él y mi hermana con cosas en las manos los dos.



—Ajajá, aquí lo tenemos, míralo que bien le quedan, ¿qué te parece, Eloísa?



El tipo se agachó y le hizo una doblez al extremo dejando ver los tobillos. Mi hermana me miró estupefacta y con una sonrisa muy agradable. Dirigiéndose a Loren, dijo:



— Esos son de chica, los he visto allá, pero me gusta cómo le quedan.



— Ajá, tú entiendes, nena, mira cómo se le marca todo, si está que hasta yo me lo comería.



— Pues, ándalé, que a él le gustaría, —dijo mi hermana haciéndome sacar los colores de la cara.



— Me gustan estos, ni los siento —dije con entusiasmo y tocándome el culo y los muslos— ¿no tendrás dos más…, iguales?



— Sí los tengo, pero a un chico guapo como tú…, ea, te saco dos cosas que sé que te van a gustar, —dijo dando media vuelta sobre sí mismo y moviendo su brazo derecho desde el hombro al cogote y comenzó a caminar indicándome que le siguiera. Me sorprendía su modo de caminar moviendo el culo y la cadera. Escogió dos jeans y me los mostró, diciendo:



— Misma marca, misma fábrica, mismo tejido y diferente modelo; esto me gusta para ti, guapo.



Se llevó dos más y me acompañó al probador. Mi dijo que me sentará para sacármelos y me sujetaba uno. Cuando me vio con bóxer corto, me dijo:



— Espera, espera.



Vino enseguida cargado con la ropa y un tanga cuerda:



— Quítate lo que llevas puesto y ponte esto, si te gusta me lo compras y si no me lo quedo para olerte.



— Eres directo, ¿eh?, —dije mientras me cambiaba.



Me dio uno, me gustó y le dije que sí; me dio otro y lo mismo le dije que sí, y me dice:



— Llevas tres...



— ¿Qué más tienes ahí?



— Este, es lo mejor que he tenido en la tienda, lo he dejado el último para que no me digas que no.



Me lo probé y estaba genial y un poco empalmado por tener a Loren mirando.



— Los cuatro quiero.



— ¿Te lo quitas?



— No, me lo llevó puesto.



— Ajá, espera.



Se llevó todo lo mío a caja y le dijo a mi hermana que ya acabábamos, vino con unas tijeras y cortó la etiqueta del que llevaba puesto, la llevó a caja para que envolvieran todo en bolsas y ya pagaría al salir, se vino a decirme:



— Te quedan bien —se agachó para doblar el final y dejar al descubierto los tobillos— estás para comerte y este de aquí —tocaba mi entrepierna— tan empalmado y marcado habría que bajarlo ¿te doy una mamada?



— ¿Aquí?



—Ahí en mi oficina.



Solo eran cuatro peldaños, cerró la cortina, me abrió parsimoniosamente los tres botones de la bragueta, bajó la tanga tras olerme por encima y se metió mi polla en su boca. Mamaba con verdadera destreza y me hizo gozar hasta que sentí que me iba y le dije:



— Me corro, me corro...



No apartó mi polla de su boca sino que la aprisionó bien y se tragó todo mi semen y me relamió la polla para dejarla seca. Me besó y me dio a probar lo que me guardaba. Es solo unos meses mayor que yo. La tienda era de su padre, él se hizo cargo y la transformó en tienda joven y osada. Quedamos en vernos y nos intercambiamos número de teléfono. Tomamos una copa de vino dulce y salimos a caja, todo estaba preparado para llevar al coche. Al salir mi hermana me pregunta:



— ¿Qué habéis hecho allá arriba?



— ¿Yo? Nada de nada.



— ¿Y Loren?



— Me ha mamado la polla.



— ¡¡¡No!!!



— ¡¡¡Sí!!!



— No tenéis remedio.



— Hemos quedado en vernos.



— ¿Síiiiii?



— ¡¡¡Síiiiii!!!



Nos fuimos a casa. Ella estaba contenta por las compras hechas y porque se las pagué yo. Estaba feliz, yo más. Ahora esperaba otra ocasión para hacerme con ese culo que me pareció por la palmada que le di que eran dos espectaculares globos. Por el toque que le di a su bulto por encima del pantalón también descubrí que tenía buena polla para hacérmela gozar.



***** ***** *****



Me desperté pensando en Loren, me duché pensando en Loren, desayuné pensando en llamar a Loren, a media mañana, llamé a Loren, estaba comunicando. Dejé para poco más tarde llamar a Loren, mientras ponía orden a unos expedientes de compraventa en mi oficina. Antes de salir marqué el número y me contestó:



— Iba a llamarte, guapo, cuando llamaste estaba atendiendo un cliente.



— Me lo imaginé, ¿cómo estás? Mira, no sé qué pasó pero no me cobraste la tanga, —dije, parado a la puerta de mi oficina para que oyeran las secretarías palabras sueltas.



— No tiene importancia, guapo; ¡ah!, te digo que han llegado unas que te recomiendo, hay en cuatro colores...



— ¿Sabes? Te digo que me va bien eso de las tangas —fui diciendo mientras caminaba arriba y abajo por donde estaban las secretarias—, es cómodo y fresco, me guardas tres de cada, y ahora que me acuerdo, ayer se me olvidó comprarme unas camisetas, creo haber visto una con rayas rojas en zig zag,,,



— ¿Cuántas quieres?



— No sé, unas cinco o seis diferentes.



—¿No quieres venir a ver?



— Si lo prefieres voy, pero tú tienes muy buenos gustos…



—Te las llevo y charlamos.



— Vale, pero y ¿cómo te pago?



— Otro día te pasas por aquí y lo pagas, además, dentro de poco vendrán unos jeans adecuados para tus gustos…



— Te espero en casa, con las nuevas tangas y me las pruebas.



Provocadas las chicas y dándoles a entender que nada podían esperar, seguí con mi trabajo y a la tarde estaba esperando a Loren. Ya le había hablado a mi madre que preparara algo para tomar un whisky y había llamado a Eloísa por si quería charlar un rato. Mi hermana me contestó:



— ¿Qué necesidad tengo yo de vosotros, nunca un gay va a ser mi novio o ¿es que lo pretendes?



— No, por favor, era por si querías…



— No; no quiero.



— Vale, vale, no te he dicho nada.



Loren llegó cuando ya eran las 7 de la tarde. Iba cargado con unas bolsas en las que estaba todo lo pedido. Lo dejamos en el salón y pasamos a la cocina, donde en una mesa había preparado mi madre la merienda con un Whisky Something Special. Este whisky solo me lo saca cuando prevé que voy follar con algún amigo. No voy a hablar de mi madre, no es el momento, igual lo hago en otra ocasión, por ahora ni lo pienso.



Tras la merienda Loren y yo nos fuimos a mi cuarto y dejamos las cosas para que las retire mi madre, ya que no quiere que nadie le toque nada de su cocina. Loren abrió las bolsas y comenzó por mostrarme las camisetas. Trajo diez de ellas, todas diferentes para que yo escogiera lo que quisiera. Me dijo que tiene más, pero solo ha traído las que a él más le gustan. Le dije que me las quedaba todas, ya que yo suelo usar solo camisetas y en verano voy a dos por día para no oler a cabra. Mientras tanto hablábamos de nuestros gustos e ilusiones. Poco a poco sentíamos cierta curiosidad el uno respecto al otro y entró una especie de gusanillo del amor. No me atrevía a decirle que le amaba, ni yo lo sabía con certeza, pero me parecía que él sí sabía.



Otra de las cosas que descubrí es que Loren no es amanerado en absoluto, sino muy varonil. Le pregunté cómo y por qué la deferencia y me dijo que era una costumbre que había tomado para convencer a chicas y a chicos y con esos modales amanerados tenía mejor entrada porque les daba mucha libertad. Me decía:



— Un chico gay no se da cuenta de que quien le atiende lo que le interesa es vender, y si se encuentra con un tío serio, con voz muy grave y queriendo meter la prenda como si vendiera buñuelos, el chico gay, a mí me ha pasado, se inhibe y no pide ni ayuda ni consejo. Es eficaz, no lo hago por hipocresía sino por dar libertad y confianza y por vender, claro. Tampoco se la chupo a todo el mundo, pero me gustaste desde que te vi, no creo que sea amor, pero me diste un relámpago de confianza y seguridad y nos entendimos.



— A mí me pasó algo similar contigo, es cierto, tampoco sé si es amor o confianza solamente.



— Todo llega o no llega, pero, fíjate, hasta tu madre me parece que tiene ganas de que te hagas con un novio.



— Sí, es verdad, mi padre y mi padre lo desean, dicen que no debo dejar pasar la edad del amor…



— Digo de un novio, no una novia.



— Sí, sí, de un novio; ellos me aceptaron antes que yo me reconocí, luego me rebelé contra mí mismo por mis inclinaciones y ellos me sacaron del bache, ellos quieren un yerno, solo por mi parte ya que mi hermana dice que no se va a casar nunca.



— ¡Ah! ¿Cómo es que te llamas «Ais»?, ¿qué nombre es ese?



— Eso es de mi hermana, mis padres me pusieron Isaac, pero yo siempre firmaba al final en todo, incluso en whatsapp con Is y mi hermana pretendió leerlo en inglés y comenzó a llamarme Ais, todo el mundo lo hace así, mi padre, mi madre, en el colegio y la Uni. Una vez un profesor nuevo leyó la lista y dijo Isaac y no contesté porque no me sentí aludido, primero se enfadó y luego lo comprendió.



— Interesante historia…



— Bueno, quizá sí, pero llevamos mucho tiempo —me decidí, le cogí las manos mirando fijamente a sus ojos— y no creo que has venido solo para hablar…



Nos besamos largo rato y le pregunté si quería pasar por la ducha o lo hacíamos directamente. Le gustó eso de la ducha, porque, según dijo, aun no se había duchado después del trabajo. Nos fuimos a mi amplio baño, nos desnudamos y nos miramos. Entramos en la ducha.



Loren estaba allí conmigo, bajo la ducha, después de los procedimientos de la limpieza de colon. Desnudos, Loren con piel muy blanca, con los buenos pectorales que yo acariciaba de vez en cuando. Su cuerpo era aún más delicioso de lo que yo me había imaginado. Era como yo, 27 años de un buen cuerpo, muy bien cuidado y formado delante de mí.



Lo atraje contra mi cuerpo, ambos enjabonados, y nuestros besos hicieron explotar el deseo a flor de piel en nuestros cuerpos. Loren se agachó y sin decir nada puso mi polla en su boca y comenzó a lamer y a chupar con fuerza. En ese momento noté que se sentía como una perra muy cachonda. Me la mamó mejor que el día anterior y mis sentimientos se hicieron del todo indescriptibles. Yo me concentré en aferrarme a la diversión que podía brotar en cualquier momento inopinado, pues ya comenzaba mi imaginación a jugar en mí el papel de macho ardiente. No me quise adelantar ahora, pues tenía que sacarle de su cuerpo el deseo rabioso de comerme entero. La noche aún tenía mucho que ofrecer.



Lo levanté y le besé la boca otra vez ardientemente. Después de unas cuantas putadas más mediante tocamientos que él me hacía como una golosa deseosa de mi polla, se estiró para coger la espuma y la maquinilla de afeitar, y luego tuvo una idea: lo tenía agachado de nuevo frente a mí y me chupaba la polla durante todo el tiempo que se estaba afeitando sus genitales. Nunca se me había ocurrido hacer algo así antes, pero él se afeitaba perfectamente sin mirarse; conocía sus genitales al tacto. Me estaba gustando demasiado esto. Me concentré en mirar que no se cortara mientras miraba subyugado mi polla, poniéndose mi escroto en la boca para jugar con mis huevos, hasta que le obligué a quitarnos el jabón y salir de la ducha.



Nos secamos, salimos del baño y lo tumbé en la cama para mamarle su polla. Como él no se había corrido en la ducha, me dio media vuelta y se me puso en posición 69, para mamarnos mutuamente hasta que se vino en mi boca y no dejé escapar ni gota. Lo notó, supo que me había tragado todo y cuando eyaculé abundante sostuvo todo en su boca y tragó. Nos enderezamos para besarnos y cada uno reservaba parte del semen del otro para convidarnos. Los mezclamos con nuestro juego de lengua y los besos consiguientes fueron consumiendo el semen de los dos con nuestras propias salivas. Sentí un estremecimiento en mi cuerpo y sentí otro inmediatamente en el cuerpo de Loren. En ese momento supe que ya no éramos los mismos que antes, había en nosotros algo más.



Escuchamos la voz de mi madre que nos llamaba para cenar. Nos vestimos, resistiendo valientemente la tentación de acostarnos y follar inmediatamente. Salimos a cenar con mis padres y mi hermana. Me acerqué a abrazar a mi padre y luego besé a mi hermana. Loren saludó a mi padre tendiéndole la mano y besó a mi hermana. La cena fue deliciosa y excelente. Mi madre preparó un picoteo para convertir la cena en una fuente de sensualidad y lo consiguió. Luego preguntó mirándome fijamente:



—Loren se queda con nosotros esta noche, ¿cierto?



— Pienso que sí, pero eso tendrá que decidirlo él, —respondí.



— Es que he hecho un pastel al whisky para más tarde, se está enfriando, y si se va ya no tiene gracia.



— Me quedo, yo no me pierdo ese pastel, —dijo Loren sonriendo.



— ¿Hoy va de pasteles, hermanito?, preguntó irónicamente Eloísa.



— No seas zorrita, —dijo mi padre cariñosamente.



— ¿Cuando yo traiga un novio también harás pastel al whisky?, —preguntó Isadora a mi madre.



Mi madre levantó la mano como quien no quiere hacer caso y Loren me miró, me señaló con el dedo y a continuación se señaló a sí mismo como preguntándome si nos habían tomado por novios y le susurré al oído:



— Es fruto de sus ganas, no les hagas caso.



Departimos los cinco muy amenos y Loren nos iba contando sobre su trabajo, mi madre y yo no hablamos casi nada, solo escuchábamos. La conversación fue entre tres, mi hermana que preguntaba y mi padre, además de Loren que respondía explicando y satisfaciendo las curiosidades de mi padre y mi hermana. Mi madre trajo una copas y un campaña para acompañar el pastel que fue la delicia de todos. En un par de ocasiones, Loren, mientras escuchaba a mi padre, puso su brazo sobre mis hombros por detrás de mi cuello y me pareció que estaba ansioso de besarme. Yo tenía deseos de que concluyera la conversación, pero no podía interrumpir un momento tan grato para todos ellos. Mi padre me miró dos veces y dijo:



— Me parece que Loren y Ais tienen muchas cosas de qué hablar y debemos acabar esta copa.



— Gracias, papá, dije escuetamente.



Loren levantó la copa y dijo:



— Antes de agotarla, quiero brindar por esta familia, ojalá podamos encontrarnos más veces.



Descubrí otra faceta en Loren, era muy varonil en el trato con los demás. Era como un tercer descubrimiento: muy gay y amanerado en la tienda, muy femenino en el sexo, muy varonil en las relaciones sociales. Me quedé prendido de él y tomé la decisión de conquistármelo para que fuera mi amor exclusivo, el hombre que yo deseaba. Entonces descubrí que entre nosotros, los gays, no hay roles tan definidos, sino diversos roles que se manifiestan en distintas ocasiones.



De vuelta a la habitación nos desnudamos rápidamente, listos para rendir nuestra voluntad al amor. Hice que Loren se acostara boca abajo con su maravilloso trasero en alto. Empece a besarlo por el cuello y las orejas, lamiéndole y besándole la espalda mientras descendía. Cuando llegue a su culo, lo lamí y poco a poco le separé los glúteos con las manos, pude ver su entrada más deseada, su culo. Lo tenía liso, sin pelos y sin fruncido. Que no lo tuviera fruncido me alegró, que no tuviera pelos me extrañó. No entendí cómo podía afeitarse tan bien sin mirar, porque a mí me costaba hacerlo.



Ligeramente lamí esa entrada que me invitaba y metí la punta de mi lengua en el pequeño agujero que tanto deseaba. Loren gimió levemente. Qué encantador se puso gimiendo. Le di unos ligeros lametazos en el perineo y le pedí que levantara más su culo. Apoyó el pecho en la cama, la cara sobre la sábana y el culo bien elevado.



De nuevo comencé por arriba, deteniéndome calurosamente en cada zona de su espalda para besarle todo su cuerpo con besos húmedos, a veces suaves, a veces profundos, descendía por la columna vertebral besando cada punto que marcaban los huesos al estar en tensión, besé y lamí sus glúteos, nalgas perfectas que tanto me estaban gustando. Y luego bajé para hacer lo que quería hacer: chupar profundamente el culo y sentir la alegría de Loren en sus gemidos desbordantes.



— ¡La puta que te parió! Qué delicia tener a mi deseo y voluntad el cuerpo que ella te crió.



Comenzó entonces a gemir con deseos de ser atravesado y retorciéndose con cada movimiento de mi lengua. Noté los matices hasta distinguir el sabor externo de su piel y el interno de su ano.



Después de una ligera recuperación, Loren quería chupar mi polla, pero ya era el momento de penetrarlo. Ambos necesitaban sentir cada centímetro de la penetración. Lo puse lentamente. Lo metí solo un poco y lo saqué de nuevo para no hacerle daño. Hasta que poco a poco fue llegando al fondo. Loren gemía a gritos y yo suspiraba por el placer que sentía moviéndolo suavemente para que él se encontrara a gusto. Qué sensación tan increíble.



Levanté a Loren y lo puse al borde de la cama, para que pudiera experimentar una penetración cómoda. Crucé mis manos sobre el abdomen de Loren a la altura de la cintura y él se inclinó hacia delante, mirando hacia abajo y ofreciéndome todo su culo a voluntad. Estaba yo empujando y Loren, sin miedo de ninguna clase, se dio inmediatamente cuenta de lo profunda que fue la penetración. Yo deshice la penetración y Loren exclamó:



—¡Atraviésame del todo, joder!



Ante tal invitación, no me resistí y la volví a meter follando ese culo que se me brindaba. Por supuesto que lo iba a atravesar y lo atravesé empujando duro y curvando mi cuerpo mirando al techo para hallar un mayor punto de penetración. A mí siempre me gustó admirar el culo de mi amante y este de Loren era super fantástico. Loren se colocó entonces como un perro y yo me paré junto a la cama. Se lo metí profundo y duro. Loren empujó su trasero hacia atrás y pidió que lo pusiera más profundo y más duro. Yo estaba encantado con eso, pero mantuve el ritmo tranquilo, ya que no quería disfrutarlo todavía a costa de hacerle daño, todo a su tiempo. De momento yo ya sabía cómo le gustaría terminar esta sensacional cogida de culo.



Después de follarlo durante unos minutos, la saqué de su culo, le dije a Loren que me la chupara lentamente y me dejó mi polla muy mojada. Le di de nuevo media vuelta, metí mi polla en su culo y, antes de penetrar de nuevo, añadí abundante saliva de mi boca para lubricar con saliva y un dedo ese culo tan deseado. Loren se dio cuenta de lo que vendría y dijo:



— Cómeme el culo, cómete mi culo, cómete este culo sabroso.



Ante tanta pasión no tenía nada que preguntar. Le metí un dedo, le metí dos. Aunque ya no necesitaba nada, puse más saliva en la entrada. Le metí la polla de golpe y empece a bombear. El culo de Loren se abrió de par en par, tanto que a mi polla le sobraba espacio para moverse. Después de tanto bombeo, me paré en seco con la polla al fondo de Loren. ¡Qué momento tan sublime! El momento que yo había esperado siempre y nunca había encontrado en ningún amante ni en mi primo. Había penetrado ese culo amigo, y sin embargo noté que mi erección era ahora aún mayor, en lugar de disminuir. Aprendí mucho en ese momento. El sexo con Loren era diferente porque se abandonaba del todo sin ningún tipo de resistencia. Parecía que a Loren no le dolía nada sino que lo disfrutaba todo y si le dolía lo gozaba. Pensé «este es mi hombre y aprenderé de él a disfrutar más de una penetración». Sabia decisión porque ya estaba más próxima del amor.



Empecé el mete y saca y fui acelerando y bombeando más y más y sentí cómo lo gozaba Loren que volvía su cara mirándome con lasciva sonrisa. Las señales de gozo comenzaron a llegar y aumentar y él estaba perdiendo el control de su cuerpo y yo lo mismo dando paso al instinto animal que hay en todos nosotros. Lo único que importaba ahora era explotar por diversión y llenar ese culo con mi leche. Él la deseaba y yo no iba a defraudarle. Con un golpe más, llegó la alegría. Sofoqué un poco el grito que iba ser estentóreo, me contraje en una sola pieza, gimiendo y luego me desplomé sobre él. Se agotaron las entradas. Lo había logrado. Cada día, cada semana, cada mes que venía lo íbamos perfeccionando. Mis padres se alegraron de tener un futuro yerno que los quería y Loren comenzó a encariñarse con ellos. Cada vez que nos juntábamos, casi siempre en mi casa, le llenaba su culo con mi leche y cada vez se alimentaba Loren de mi leche; me convertí en su verdadera nodriza.


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