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La venganza (parte 1)

Hola, soy el novio de la chica que se relajó demasiado en el spa en compañía del masajista y la chica de recepción.



Y hoy me he animado yo a escribir como me cobré lo que mi novia hizo. 



Primero me presento, mi nombre es Fran, soy un chico de constitución normal más bien delgado, no soy muy alto, pelo negro corto y ojos marrón verdoso. Tengo una relación de hace casi 8 años con una chica castaña de pelo rizado hasta la cintura, ojos marrones casi negros super expresivos, la cara casi de niña lo que la hace más atrayente y morbosa, es bajita de 1.52 de estatura, 115 de tetas, más bien gordita, y un culazo bien puesto, es muy activa sexualmente y siempre está dispuesta a probar cosas nuevas. 



Bueno, pues todo empieza cuando estaba yo en casa con la cena preparada porque sabía que Sara estaba a punto de llegar del spa muy cansada y quería hacerle algo especial.  



Ya tenía la mesa puesta con todo, sus velitas para crear ambiente, el vino en la cubitera enfriándose y solo quedaba servir la pasta, pero la dejaría para lo último para que no se enfriase.



De pronto escuché la puerta y así estaba ella, con un simple legging negro que le marcaba la silueta voluptuosa, y una camiseta normal estilo nadadora blanca, se había dejado el pelo suelto y le caía justo en la curvatura del culo, lo cual se lo marcaba más aún y a mí me ponía más cachondo. Lo mejor de ella es que siempre tiene una sonrisa que le ilumina toda la cara y que la hace especial, por lo menos para mí. 



Nada más verme, me saludó con un besazo que hizo levantar mi poya en dos segundos, pero la separé y cuando fue a protestar le di la vuelta y le enseñé todo lo que había montado. Se le iluminó la cara de felicidad, pero vi una rara expresión fugaz en su cara, pero pensé que eran cosas mías, y no dije nada. 



La senté en la silla, serví un poco de vino en su copa y me dirigí a la cocina para coger la comida y las repartí en los platos.



Después de comer me dijo que se iba para la cama, que se comería el postre allí. 



Así que cogí el flan y la nata y me fui para la habitación con curiosidad por ver lo que me esperaba. Al entrar tuve que sujetar bien los cacharros que sujetaba con la mano para que con la impresión no se cayeran al suelo. 



Ahí estaba, encima de nuestra cama, tumbaba de lado con la cabeza apoyada en una mano y la otra sobre su cadera. Se había quitado la ropa y solo llevaba un sujetador negro de encaje transparente y se podían ver sus grandes aureolas y los pezones de punta por el frío y más abajo un culote a conjunto también de encaje, pero la zona de la vagina estaba disimulada por unas cuentas y brillitos que hacía volar la imaginación.



Con el dedo indicó que me acercase, mientras se mordía el labio con lujuria, solté el flan en la mesita, pero la nata la dejé cerca.



Me desnudé dejándome puesto solo el slip azul y me acerqué a ella despacio y volví a ver esa sombra en la mirada y supe que le pasaba algo, pero como no quería estropear tan buen momento no le quise decir nada hasta después, le vendé los ojos con su propio pañuelo, el que ella misma había colocado en la mesita al desnudarse y comencé a besarle la boca con suavidad, deslizando la lengua por la barbilla y la cara, como a ella le pone, ella ya respiraba con dificultad por la excitación.



Le quité el sujetador rozando con los dedos los pezones y me senté encima de ella con una pierna a cada lado, pero sin dejar caer el peso completamente.



Agarré el bote de nata, lo agité, le cubrí la boca, me acerqué y con la lengua limpié sus labios saboreando el dulce sabor y la besaba para que ella también pudiese probar.



Después hice un caminito desde su oreja izquierda pasando por el cuello llegando al hombro, el cual mordí fuerte haciéndola gemir y suspirar, después de repetir el recorrido que la nata había hecho. 



Repartí nata de un pezón a otro, y la retiré empezando con uno suavemente sin apenas notar nada y cuando llegué al otro lo hice con menos cariño, a base de mordisquitos y pellizcos mientras ella se retorcía, y movía las caderas pidiendo follar, chupé mis dedos y aparté un poco el culote para comprobar que tan lubricada estaba y los introduje casi sin querer de tanto que resbalaban sus líquidos. 



Mi polla palpitaba y mojaba el calzoncillo con la cantidad de fluidos, pero tenía que aguantar más, ya que quería mezclar la nata con el fluido de su coño.



Le quité el tanga sin cuidado, mi placer estaba que explotaba y no quería poner más delicadeza, quería empezar a ser duro como a ella le gustaba. 



Abrí de golpe sus piernas dejando asomar su clítoris que brillaba húmedo, y ella agarraba las sábanas en un puño aguantado el orgasmo. 



Volví a agitar la nata y vertí desde su monte de venus hasta la entrada de su ojete y empecé desde ahí, lamiendo su agujerito. Ella ahogó un grito, deslicé la lengua por las ingles y soplaba para dar más placer, ella gemía, y sin que se lo esperase le di un bocado en el monte y limpié la nata que quedo allí. Le abrí mas los labios con las manos y pasaba mi boca desde los labios inferior de manera casi imperceptible, ella sacudía las caderas acercando más su botón a mi boca y yo la quería hacer sufrir más, pero yo pensaba que como siguiese así me iba a correr solo.



Ella, loca de placer me agarro la cabeza haciendo presión en su inflamado coño y me dijo —cómemelo ya cabrón ¡no puedo más!



Alivié su descontrol metiéndole el dedo corazón en el coño mientras le limpiaba el pegote de nata que le quedaba justo en el clítoris, succionando y frotando la lengua, ella disfrutaba gimiendo fuerte.



Sabía que se iba a correr y yo también, así que con mi mano empecé a masturbarme despacio mientras seguía comiendo, sujeté con mis dientes el clítoris y deslizaba la lengua apretando. Cuando llegó su oleada de placer, seguí comiendo y follándole el coño con el dedo resbaloso e inundado de flujo vaginal.



Y vino el mío, apoyándome en las rodillas le mantuve las piernas aún abiertas para ver el coño mojado, sacudí la polla dos o tres veces más y salió disparado el primer chorro que fue a parar encima del pezón, y ahogando un gran gemido, me corrí encima de su abdomen mezclando nata con semen, que me excitó, para terminar de explotar y cansado me dejé caer encima de ella sin importarme el mancharnos.



Ella se quitó la venda, y a pesar de haber disfrutado como una perra caliente, se quedó seria, se fue a la ducha, vino y se acostó dándome la espalda. 


Datos del Relato
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