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Categoría: Maduras

Con mi Rocío III

Hola de nuevo, os  contaré, con un poco de retraso,  la tercera parte con mi putita Rocío, jeje. Ante todo quiero dar las gracias por los comentarios y correos que he recibido, veo que os están gustando.



Como os iba diciendo, mi historia con Rocío estaba cogiendo un camino que no esperaba. De pensar en tirármela una mañana a salir con ella los dos solos, era demasiado y ya no sabía por donde seguir, así que dejé que ella tomara una decisión sobre lo nuestro, por decirlo de alguna manera.



De esta manera, desde el domingo por la mañana no sabía nada de ella y ya era viernes, una semana sin tener noticias de ella. A lo largo de la semana pensé que esto se había acabado, por lo menos lo había disfrutado.



El viernes fui a comprar con mi madre a un supermercado, mientras ella compraba pescado, yo estaba apoyado en los congeladores (donde están el pescado congelado, las verduras y demás productos congelados).  Cuando de repente escucho alguien de fondo decirme:



           - ¡Perdón! – me giré – ¿me dejas pasar?, que voy a coger una bolsa.



           - ¡Sí claro! – cuando la vi, no sabía que hacer ni dónde mirar.



           - Gracias guapo – la miré, fue una sensación de alegría, quería darle un beso, pero era demasiado atrevido.



           - Te suena el teléfono, muchacho – me extrañe, pero lo saqué del bolsillo.



No era del todo cierto, habría sonado pero no me enteré. Tenía un mensaje suyo que ponía: “Te echo de menos Juan, que malo no llamarme en toda la semana”. Aquello me puso como una moto y encima ella delante de mí, le quería responder en persona, pero Rocío me dio la espalda y se fue. Eso todavía me puso más cachondo, por dejarme sin contestarle y también como estaba vestida.



Lo recuerdo y todavía me pongo caliente. Iba vestida con unos pantalones vaqueros oscuros, con una camisa celeste, abrochada de tal manera para dejar ver un buen canalillo. Además se deja ver, gracias a la transparencia de la camisa, el sujetador azul marino sujetando sus dos pechos. Todo eso acompañado con unos taconazos también azul marino y con una coleta clásica, dándome cuenta de que se había teñido a un rubio más oscuro. Era puro morbo, de solo pensar que la tenía en mis manos, pero con cierto miedo de no perderla.



Después de este momento, seguí comprando y me atreví a responderle, diciéndole: “Rocío estas guapísima, ¿nos vemos esta noche? Besos putita”. Mi corazón se aceleró rápidamente, estaba más nervioso que el primer día.



Pasó un cuarto de hora y no me había respondido y estaba dirigiéndome al coche. Cuando terminé de meter la compra en el maletero, arranque el coche, pero de repente llaman por la ventanilla del copiloto.



           - ¡Hola, perdona! – mi cara era un poema al verla, pero que imagen estaba viendo – tengo un problema con el coche, que se me ha quedado sin gasolina, por si me podéis acercar a una gasolinera.



           - Ehh…. – mi madre me miró, haber que decía yo, pero ella misma respondió.



           - Venga sube, nos pilla de camino.



Si antes esta nervioso, ahora era un flan de gelatina. Primero fuimos a mi casa a sacar la compra, fue todo muy rápido con su ayuda. De vez en cuando nos rozábamos, eso fue el calentón de los dos. Cuando acabamos nos fuimos los dos solos, me dirigí hacía la gasolinera, pero me hizo parar.



           - ¡Juan para!



           - ¿No vamos a la gasolinera? – viendo esas piernas solo pensaba en como tirármela otra vez.



           - No tonto, eso era una excusa para estar contigo – me plantó un beso en los labios, y siguió metiendo su lengua – tenías ganas de estar contigo y responderte al mensaje en persona.



           - Anda que yo. Por cierto y tu coche habrá que ir a por él.



           - No Juan. He ido a comprar con mi marido y le he dicho que iba a ir a ver a una amiga – momento que me abalance sobre ella para comerle la boca y sobarle las tetas.



           - ¿Hasta que hora tenemos o salimos por la noche? – estaba todo ilusionado.



           - Las que queramos, pero por la noche no puedo que mi marido no trabaja.



           - Vale vale.



Nos dirigimos hacía las afueras del pueblo donde hay una especie de bosquecillo de eucaliptos, punto de encuentro para echar un polvete en el coche, jeje. Llegar allí fue apoteósico,  nos comíamos los dos, nos dimos cuenta de lo tonto que fuimos durante la semana de no llamarnos.



Mientras le comía la boca o ella me la devoraba, intentaba desabrocharle la camisa, pero ella me tuvo que ayudar. Era demasiado complicado para mí, con las ganas que la besaba y lo apretada que estaba por culpa de sus tetas. Una vez despojada de su camisa quedaba su  espectacular sujetador azul marino y ahí si fui rápido para quitárselo.



Esa imagen de sus tetas allí libres y para mí no me lo pensé dos veces y empecé a comérselas y succionarles los pezones, que se pusieron rápidamente empitonados. Me liaba a besarla y pegarle mordisquito en el pezón con una y con la otra la manoseaba, repitiéndolo con las dos varias veces. Rocío estaba disfrutando por lo que oía, no paraba de gemir de gusto hasta que me separó de ella.



           - Juan, con que ganas te veo.



           - No sabes cuanto he pensado esta semana en ti.



           - Me lo estoy imaginando – me pegó un besazo en la boca – quiero follarte ya cariño.



           - Joder como me pones de burro Rocío.



Tras ese brevísimo diálogo, ella se quitó el vaquero y se quedó en tanga también de azul marino, y por mi parte me quedé desnudo con mi polla en todo su esplendor. Nos pasamos a la parte de atrás del coche. Me chupó un poco la polla y me puso el condón con bastante rapidez, estaba creo más caliente que yo, jeje.



Se sentó encima de mí, echándose a un lado el tanga, eso me ponía más burro todavía de lo que estaba. Se dejó caer dejando entrar toda mi polla del tirón, seguido de un gestor y grito de placer. Era impresionante como cabalgaba encima de mí, iba despacio pero sin pausa, con mucho morbo y disfrutando cada embestida. Ninguno de los dos queríamos que acabase aquello tan pronto, así que mientras ella bajaba y subía en busca de mi polla, yo le magreaba las tetas, éramos dos máquinas de placeres. De vez en cuando le tiraba de la cola del pelo, parecía que le gustaba y a mi me daba morbo, verla sumisa por mi.



Era tanto el placer que le estaba dando ella o estaba teniendo que note como se estaba corriendo y empezó a gemir con bastante fuerza. Ahí fue cuando empecé a penetrarla con más rapidez y más fuerte para que disfrutara todavía más. Terminar ella de correrse y comerme otra vez la boca dándome las gracias, cambiamos de posición poniéndose ella tumbada en el asiento, ya sin tanga que lo tenía todo mojado por su corrida, y empecé a embestirla fuertemente. Duré poco, tenía un calentón grandísimo y terminé por correrme y mi putita se vino por segunda vez.



La situación era de plena felicidad para los dos, allí desnudos los dos en la parte de atrás del coche mirándonos como una pareja. La ropa por ahí tirada, los dos sudando y con una cara de haber gozado mucho.  En mis pensamientos rondaba que me había tirado una vez más a Rocío, una madura rubia y con un cuerpo espectacular, el sueño de mucha gente.



Una vez recuperado algo de aliento, gracias también al aire acondicionado, nos pusimos hablar lo del otro día, como llegó a su casa. Os hago memoria, Rocío iba con un vestido mojado por los bajos y un poco por el escote, con el maquillaje algo corrido, despeinada y sin los zapatos puestos, lo que refleja lo bien que lo pasó.  Me contó que cuando abrió la puerta, se fue para su cuarto, pero su hija, que había llegado antes, la vio pasar por delante de la cocina y la llamó.



           - ¿Mamá? ¿de dónde vienes?



           - He salido con mis amigas, Paola – no tenía muchas ganas de hablar, estaba muerta.



           - ¿Pero te has visto como vienes? ¡Pareces una puta!



           - Ha sido una noche muy larga. Mañana hablamos hija.



Mientras me lo contaba se reía, pero lo peor estaba por llegar cuando me levanté y empezó a decirme que había hecho.



           - Cuéntame lo que hiciste ayer mamá – la hija quería saberlo como mucha insistencia.



           - Salí con mis amigas, hija, no seas pesada.



           - ¿Por qué venías con el vestido todo mojado y toda despeinada? – seguía insistiendo.



           - Me mojaron con una copa – no le convencía.



           - Si, claro mamá. Venga dime la verdad si no se lo voy a decir a papa lo que hiciste.



           - Que eso fue lo que pasa niña – empezó a enfadarse Rocío.



           - ¿Y por qué en la ropa sucia no están tu sujetador y tanga? – la niña metiendo el dedo en la yaga.



           - ¡Qué dices niña! Déjame ya en paz – el mosqueo iba en aumento.



Pasado bastante tiempo y después de múltiples preguntas de su hija Paola, Rocío se lo confesó para que la dejara en paz. Ahí fue cuando le confesó que la relación con su padre no era del todo buena y ella buscaba fuera lo que le faltaba. La respuesta de la hija le sorprendió al darle ánimo, que todavía era joven y de buen ver.



Después de contarme eso, mi polla estaba casi empalmada. Le empecé a tocar sus pechos, cuando sonó su móvil, era su hija, para saber donde estaba. Habían pasado cerca de tres horas, estaba siendo una larga visita a su amiga, jaja. Le dijo que estaba en casa de una amiga, pero esta vez Paola se dio cuenta de que estaba follando con su amante, o sea yo. Se empezaron a reír las dos, Rocío le decía muchos si. Seguro que le estaba preguntando y se lo estaba tirando, hasta que cambió de gesto al escuchar la voz de su marido.



Al terminar de hablar por teléfono, me dijo que se tenía que ir que era tarde. Me vestí y Rocío se puso todo menos el tanga que todavía seguía bastante mojado. Estaba vez se peinó haciéndose una nueva cola y la camisa bien puesta y sin manchar.



La deje cerca de su casa y me fui para la mía. Había pasado una magnífica tarde de viernes. El domingo hablamos y me contó que su marido algo sospecha de lo nuestro, se lo dijo su hija a ella. Aún así ella quería seguir viéndome.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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