Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Gays

Casualidades

Bernardo había cumplido 35 años hacía apenas una o dos semanas. El detalle no era importante para un desmemoriado como él. Sin embargo, sí recordaba perfectamente que la última ocasión a orillas del mar había sido por lo menos 11 meses atrás, en víspera de su aniversario. Añoraba estar de vuelta.

La reflexión ocurría a la hora en que todo mundo salía de trabajar y presurosos, a través de la Avenida Central, la gente caminaba en dirección de su casa o tal vez en ruta hacia alguna de las muchas paradas de autobuses situadas en calles transversales a la avenida y con rumbo a distintos puntos de la ciudad.

Bernardo andaba distraído e inmerso en sus cavilaciones por lo que no se percató que un joven de apariencia agradable hacía el intento por captar su atención. Fue necesario que ese joven tocara su hombro en busca de una respuesta esperada. La reacción de Bernardo no obstante, desconcertó al muchacho, quien ante la violenta reacción de Bernardo, pero sin alcanzar la agresión física, afirmó oportunamente, no sin temor: "Sólo quería decirle que su bolsa estaba abierta". Bernardo, tras escuchar tales palabras, comprendió el error en que estaba y varió su actitud desconfiada de inmediato.

Agradeció cumplidamente al muchacho el detalle que había salvado a Bernardo de perder con seguridad parte del contenido de su mochila. "Ya no había personas que se preocuparan por otros, sin conocerlos; ser así era cosa del pasado".

El chico respiró aliviado y sonrió a manera de agradecimiento ante los elogios si bien extraños de su interlocutor. Se sentía satisfecho y poco antes de marcharse en otra dirección, extendió su mano para recibir un cálido apretón de manos. Se ruborizó y apresuró su "graciosa huida".

En dominio completo de las circunstancias, Bernardo se quedó sonriendo y siguió con la mirada al chico, quien parecía querer perderse entre los muchos transeúntes que lo aventajaban.

Poco antes de desaparecer de la vista de Bernardo, Domingo, que así se llamaba el muchacho, devolvió la vista para encontrarse con la mirada de Bernardo y quedar atrapada por pocos instantes. Instantes después, no se vio más a Domingo.

No fue difícil para Bernardo retomar sus cavilaciones. Pero debido a ellas, su abstracción mayor lo condujeron muchas calles después de la cual debía doblar. Se encontró ante una plaza iluminada, con una iglesia al fondo. Muy próximo a ese lugar se encontraba la terminal de autobuses, a la que pareció llegar como si fuera un autómata.

Poco tardó en comprender que el subconsciente lo había guiado a donde debía entrar y adquirir un pasaje al destino de mar más próximo para el ya cercano fin de semana. Caviló algunos instantes en busca de la aprobación interior y comprobó que necesitaba salir de la ciudad a gritos. Contaba con los recursos…

Durante las últimas semanas había excedido su ya de por sí inclinación obsesiva por el trabajo y su excelencia. Se daba cuenta de la manera en que la propia empresa había conseguido manipular las vidas de sus empleados en su propio beneficio, pero con reducido provecho para los trabajadores.

Se prepararía entonces para disfrutar de un fin de semana a orillas de las tibias aguas del Pacífico, en algún lugar del trópico de Cáncer. No podía olvidar lo grato que había sido en aquella ocasión distante, meterse a las aguas tibias, mientras que por fuera la precipitación marcaba varios grados menos de temperatura, por lo que el chapuzón era el remedio para protegerse en contra del "frío". Lo había disfrutado tanto.

Bernardo se había vuelto organizado a la hora de viajar y sabía que tenía que hacerlo con tiempo para luego no lamentar cualquier detalle omitido, por despreciable que fuera. Con anticipación dejó listo su equipaje y pudo olvidarse momentáneamente de uno de los detalles importantes de su viaje.

El chico era una persona puntual y no había que preocuparse de ello, y mucho menos para viajar. Entre los pasajeros, fue el primero en llegar el día fijado para su partida hacia el mar. Aunque fuera el primero en llegar, fuese a una terminal de autobuses, embarcadero, terminal de trenes o aeropuerto, procuraba ser el último en abordarlo. Extraña costumbre…

Bernardo tampoco se quedó al frente de la unidad que lo conduciría a su destino, sino que empezó a caminar a través de los pasillos que albergaban comerciantes de todo tipo. Bernardo fue atraído por los comercios de diversos objetos como artesanías. En un momento se percató de la necesidad de volver y sin pensarlo abordó la unidad. Reconoció fácilmente el número asignado y con desparpajo se dejó caer en el asiento.

Espero en vano que alguien ocupara el lugar contiguo, pero luego se alegró porque viajaría más cómodo. Escuchó cuando el chofer encendió la máquina y poco después iniciara el movimiento del vehículo en reversa y lentamente. Pero poco antes de que el autobús incrementara la velocidad y se enfilara en dirección a la avenida, se escucharon gritos, como exigiendo que el vehículo parara.

El chofer redujo la velocidad y abrió la escotilla del frente. Un apresurado joven subió, pero tuvo que recuperar el aliento antes de ocupar su lugar a la par de Bernardo. El chico ofreció una disculpa pública por el retraso y Bernardo experimentó una sensación extraña pero muy agradable al reconocer en el chico al mismísimo Domingo.

La vida o el destino sí que jugaban con las personas, pero no siempre de manera desagradable. En esta ocasión ocurría todo lo contrario y ambos se sintieron agradablemente sorprendidos.

Bernardo quedó sorprendido ante tanta casualidad. El mismo Domingo contuvo las ganas de palmear las piernas de Bernardo ante la sorpresa. A diferencia de su tímido comportamiento inicial, días atrás, Domingo se mostró extrovertido y no dejó de hablar sino hasta el momento en que el vehículo perdió movimiento gradualmente para no moverse más. Estaban ya muy próximos a su destino. Bernardo, por su parte, había prestado atención a las palabras de su interlocutor.

Pero al igual que los demás pasajeros, Bernardo y Domingo se interesaron en el incidente que parecía vararlos en ruta al puerto. Aunque comenzaba a oscurecer y el calor que se sentía era bochornoso por la inmovilidad, el roce de sus brazos superó la molestia de ese calor. Cuando la gente abrió las ventanas de la unidad, una ráfaga de insectos penetró para atacar a muchos. Ante la advertencia de picaduras, Bernardo ofreció repelente a Domingo y luego el mismo se lo aplicó inmediata y profusamente.

El desperfecto obligó a los pasajeros a bajar de la unidad y subir a otra, una hora más o menos de ocurrido el percance. Durante ese tiempo, Domingo recobró el interés de la plática e incluso concedió confidencias a Bernardo que luego juzgó aventuradas, arriesgadas.

Comprendió que no valía la pena arrepentirse de sus palabras y renovó con ímpetu su confianza durante el poco tiempo que permanecieron esperando subir a la nueva unidad. Para mala suerte de ambos, el pasaje fue subiendo y ocupando los asientos sin respetar el número originalmente asignado.

Para cuando ambos chicos subieron no había disponibilidad para sentarse juntos y tuvieron que ocupar asientos diferentes y distantes. El trayecto restante fue breve, pero pareció eterno a Bernardo, quien no dejó de observar a su compañero de viaje, ni de lamentar en su fuero interno que hubiesen sido separados.

Su llegada al puerto le devolvió la confianza a Bernardo en el sentido de que podría intercambiar mayor información con Domingo. Pero la realidad siempre se encarga de desbaratar nuestros planes más firmes o seguros. Para sorpresa de Bernardo, una pareja de adultos maduros (mujer y hombre) esperaban al chico en la terminal. Bernardo comprendió que el chico no se despediría de él y que debía renunciar a toda esperanza de trabar un contacto más formal con Domingo.

Presa de la frustración, Bernardo bajó del autobús cabizbajo y fue directamente al mostrador donde le entregarían su equipaje. Hizo un esfuerzo por recuperarse y al fin lo consiguió al pensar que ya estaba en el puerto, que la noche era "joven" y tenía oportunidad de gozar dos días más en los que sería "amo y señor" de la noche y por que no, del día también.

Bernardo ocupó un cuarto sencillo pero con todas las comodidades en ubicación céntrica del puerto. Bares, restaurantes y salas de cine estaban a la mano. No tendría más que caminar algunos metros y tendría posibilidad de escoger el lugar que más lo tentara o agradara

Después de tomar un baño refrescante, Bernardo escogió entre lo poco que traía de ropa para ataviarse esa noche. Una vez vestido, advirtió ante el espejo que su apariencia era agradable y que en verdad, lucía atractivo. Se apresuró a salir y poco después ya estaba en la zona de bares. Se dejó guiar por el ruido y el instinto y poco después ya estaba cómodamente arrellanado en un lugar de una cantina bebiendo cerveza.

Varias parejas bailaban con entusiasmo música afrocaribeña contagiosa. Bernardo se sintió atraído por la música. Se paró a bailar solo. Más tarde volvió a su lugar y pese a las invitaciones de varios varones para regresar a la pista, Bernardo rechazó amablemente las invitaciones. No le disgustaba que lo invitaran, pero la reciente y frustrante experiencia con Domingo lo habían enfriado al grado de no querer trabajar amistad con nadie esa noche. Ni siquiera tuvo la intención de quedarse hasta tarde. Tampoco le agradaba la posición de estar rechazando a la gente, por lo que estaría mejor en su cuarto de hotel.

Bernardo amaneció tranquilo y relajado. Había tenido un sueño reparador. Se alistó para tomar el desayuno y salió del hotel. Iba preparado con una pequeña maleta con lo necesario para bañarse a orillas del mar. Escogió una palapa donde desayunaría y en la que decidió, quedarse durante más tiempo. Supo también que esa era la playa más concurrida por los paseantes y el mismo restaurante le informó que disponía de regaderas y resguardo de pertenencias. Bernardo se mostró satisfecho. Durante un largo rato disfrutó de los bañistas matinales, del mar y de las aves. Era un día radiante, con poca bruma y cada vez más y más bañistas.

Bernardo se sumió en la lectura… La trama del libro lo apartó de la realidad de manera momentánea y el tiempo transcurrió lo suficiente como para permitirle, tras su abstracción en la obra, meterse al agua después de la digestión. Había tomado la precaución de embadurnarse de bronceador para proteger su hermoso pero delgado cuerpo de correosa musculatura.

La sensación del agua tibia y el oleaje contra su cuerpo le devolvieron todo el entusiasmo que había perdido. Jugó como si fuera un chiquillo. Después, se unió a un grupo informal de jóvenes que jugaban voleibol y que lo invitaban a participar con verdadero interés.

Bernardo sintió sed tras el vigoroso ejercicio a la luz de un candente sol que ya había enrojecido su cara, manos y cuerpo en general. Volvió a su refugio y bebió la refrescante agua de coco con urgente necesidad. La palapa le brindó una sombra confortable y Bernardo la aprovechó al máximo.

El ejercicio y el efecto de la bebida tuvieron un efecto somnífero en Bernardo. Se quedó dormido e incluso roncó cuando alcanzó el momento más profundo.

Sin embargo, la sorpresa de Bernardo fue más que evidente al despertar. Un chico de apariencia conocida estaba sentado a su lado. Parecía a la espera de que Bernardo despertara. Este se frotó los ojos, como si no pudiera dar crédito a la visión que tenía ante sus ojos. A su lado estaba el mismísimo Domingo. Explotó con una serie de preguntas y quiso saber inmediatamente cómo había dado el chico con su paradero en una ciudad pequeña, pero no en la que todo mundo se reencuentra fácilmente y sin preverlo.

Le sorprendió escuchar la historia de Domingo. Lo había estado buscando en el puerto por mar y tierra. Había entrado a bares y muchos otros lugares públicos que ya lo habían deprimido por la falta de éxito en sus pesquisas. Pero la ultima luz de esperanza, creyó, sería la playa de mayor afluencia de paseantes. Estaba feliz porque lo había encontrado en un ambiente natural como el que había previsto como última instancia.

Domingo aceptó la invitación de Bernardo para visitar su cuarto de hotel, esa misma noche. Domingo no pudo ocultar cierta turbación, pero aceptó que llegaría. Las horas parecieron transcurrir lentamente para ambos, pero todo plazo se cumple y el de ellos no fue la excepción. Domingo tocó tímidamente la puerta del cuarto que ocupaba Bernardo, misma que se abrió en el acto.

Domingo abrazó fuertemente a Bernardo, quien lo recibió con ternura y besos. El chico prorrumpió en llanto y explicó con palabras entrecortadas que nunca antes había tenido relaciones con ningún hombre. Confesó atropelladamente y sin ilación que sus padres vivían en el puerto, pero que no había pensado visitarlos sino hasta el momento en que había averiguado que Bernardo vendría a dicho puerto. Conoció los detalles de la labor detectivesca del chico desde el momento en que lo espió en la terminal de autobuses cuando adquiría el pasaje al puerto. Bernardo se sintió en verdad conmovido.

Secó las lágrimas de Domingo y le pidió que no temiera. Lo cubrió de besos y poco a poco fue despojando al joven de sus ropas. Se encendió al descubrir un cuerpo joven, con músculos marcados y brazos largos pero fuertes. Insistió en que no debería temer, que todo estaría bien. Domingo temblaba de pasión de pies a cabeza cuando Bernardo empezó a lamer su cuerpo, desde el cuello hasta el entrepierna. El chico reaccionó inmediatamente. Su erguido miembro fue asido con cuidado y mucho deseo por parte de Bernardo, quien lubricó ese falo y luego, de un solo golpe lo introdujo en su cálido orificio. Dejó que Domingo lo metiera y sacara hasta que logró que el chico gimiera desesperadamente, hasta alcanzar el clímax de su pasión.

Sin embargo, Domingo no estaba preparado todavía para ser penetrado. Bernardo lo comprendió y le prometió que sería paciente para prepararlo a ser poseído tarde o temprano, pues era una experiencia que no podría perderse.

A partir de ese momento, Domingo y Bernardo sellaron un pacto de sexo y cariño por un largo tiempo.

FIN
Datos del Relato
  • Autor: Rojo Ligo
  • Código: 15854
  • Fecha: 02-01-2006
  • Categoría: Gays
  • Media: 5.92
  • Votos: 60
  • Envios: 2
  • Lecturas: 2446
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.129.21.61

1 comentarios. Página 1 de 1
jussep marcial
invitado-jussep marcial 24-01-2006 00:00:00

como estas? primeramente me gustaria saber si tus historias sos ciertas o solo te vienen de la mente o de algunos amigos, ademas creo que debes de ser una persona muy madura por la forma de expresarte en tus relatos sigue asi y si puedes escrirbirme me gustaria cuidate y sigue escribiendo. bye

Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 37.927
»Autores Activos: 2.207
»Total Comentarios: 11.830
»Total Votos: 511.727
»Total Envios 21.926
»Total Lecturas 99.397.443