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Categoría: Confesiones

Capítulo 19 - Se cumple el sueño. Adiós adolescencia, adiós inocencia

Capítulo 19 - Se cumple el sueño. Una chica candorosa.

El verano de ese año transcurrió para mí rápido debido a mi trabajo en la compañía en la cual me ganaba mis reales para poder llevar a cabo mis sueños. Estuve bastante tranquilo en lo que a mujeres se refiere; solamente la maestra en los fines de semana cuando su Petrica no estaba allí; además, comenzó el nuevo semestre y debía dedicarme a los libros para proseguir en mis estudios también. De esa manera, un poco aburrida, se llegó el invierno. Una vez que hube presentado todos mis exámenes me fui a trabajar para completar los reales, así entrar a la autoescuela para obtener la licencia. Trabajaba e iba a las clases teóricas y prácticas.

A comienzos de febrero presenté el examen y obtuve el ansiado permiso; ahora tenía que conseguir el carro. Detlef, un gran amigo de aquellos años allá en Dortmund, me acompañó en las diligencias para comprar mi escarabajo viejito; 1.200 marcos me costó. Ese precio equivalía a aprox. 300 US dólares de esa época.
Me sentí muy orgulloso y lo primerito que hice fue llamar a Berlín para comunicarle a la comprensiva <> la buena nueva de la licencia, sobre el carro no le dije nada para evitar su acuciante preguntadera; además, yo quería llegarle a su apartamento allá en la capital de la Guerra Fría con mi cacharrito y sorprenderla. Se alegró sobremanera: -"¡Oh Agturro!, cuánto me alegro de que hayas aprobado el examen y ahora tengas la licencia alemana para conducir; me dices cuando comprarás el escarabajo y me mandas una foto; uhmuah, y no te olvides de visitarme cuando vengas a Berlín porque me imagino que vendrás, pues aún hay aquí muchos amigos tuyos de tu reciente época; uhmuah, adiós"-. Y colgó porque tenía mucho que estudiar, murmuró alegre y risueña. Me la imaginé en su cortísima minifalda, sus piernas trigueñas cruzadas, un pie pendulando, acariciándose su rebelde pelo azabache, al lado el vaso con el té y al frente todos sus libros; no olvidaba, ni olvido, su apartamento, su mueblario; ella allí dentro era la reina de ese pequeño sitio suyo, y el cual yo había tenido la oportunidad de disfrutar. Salí de la cabina situada en el sótano de nuestra residencia y me dirigí a mi covacha con el pensamiento puesto en ella y Berlín. Sí, sí.

Llegó la época de carnaval y nosotros nos preparamos para celebrar esa fiesta en la cual el pueblo alemán se olvida de toda su disciplina entregándose por unos días al jolgorio, parranda, celebración de las carnestolendas, y se olvida de la ferrea disciplina, así como de la extrema puntualidad. Hay varias ciudades alemanas que son muy conocidas por sus carnavales, entre ellas está Düsseldorf, la capital del estado de Nord Rhein Westfalen, el estado de mayor población e industria en Alemania. En aquella época era la República Federal alemana.

Bien. Con Jürgen, Franz y Rafael, el tico, decidimos irnos a Düsseldorf para presenciar el desfile de carrozas del lunes de carnaval. Aun cuando el viento arreciaba fuerte y nevaba, nos fuimos a pie hasta la estación del tren, ya todos habíamos bebido mucha cerveza y por tanto no era posible conducir. Las leyes alemanas son MUY estrictas. Franz y Jürgen se armaron de sus guitarras; Rafael con su pipa y yo con mi entusiasmo, así enrumbamos hacia el centro buscando la estación del tren. Por el camino nos dio hambre y sed; decidimos dirigirnos a un restaurante de renombre situado en el centro de dicha ciudad. La tarde ya estaba avanzada y el sitio se encontraba casi vacío y a media luz. De todas formas entramos allí para calmar nuestra sed y apetito. Franz y Jürgen abrieron la pesada puerta antañona y se dirigieron directamente a la barra; Rafael y yo echamos un vistazo hacia una mesa larga, pues al final de ella estaban sentadas dos chicas muy atractivas. Una rubia de pelo corto ensortijado, ojos castaños; secos labios gruesos; vestía una maxifalda con un suéter blanco de manga larga. Al frente suyo una coqueta chica de pelo lacio corto de color castaño oscuro; nariz respingada y ojos muy alegres; una piel más tersa que la porcelana; labios pequeños pero muy carnosos; una minifalda roja y un suéter negro con trenzas a su espalda eran su atuendo; no era muy alta, alrededor de 1,63 mts. Observé fijamente aquel rostro de muñeca viviente, una verdadera muñequita era aquella chiquilla.

Yo me le acerqué más a la pequeña chica cuyo nombre era Cecilia, supe más tarde de su boca. Mi mente recordó de un solo brinco una canción famosa y de moda por aquellos años de Simon and Garfunkel, pero callé para no apabullarla con tanto ataque. En realidad estaba para chupársela, como un caramelo aquella alemanita coqueta y dicharachera. Fui al baño y al retornar a su lado no me senté en mi silla, sino que me acurruqué en frente suyo, posé mis manos sobre sus rodillas, le besé la juntura de sus piernas y esperé su reacción; sólo sonrió indefensa y buscó apoyo dirigiendo su vista a su amiga, continuamos conversando; ambas reían con nuestras ocurrencias hasta que decidieron irse pues se les hacía tarde para tomar el tranvía; además, estaba comenzando a nevar. Se despidieron y salieron en medio de carcajadas. Franz, nos indagó si les habíamos preguntado por el teléfono o dirección; ahora comprendíamos sus pícaras risas. Rafael y yo salimos en estampida hacia la cercana parada del tranvía; apenas vimos que nos hacían señas de adiós desde el vagón. Retornamos a soportar sus burlas y las de los pocos presentes en el lugar; comimos muy calmadamente y luego retornamos a nuestra residencia porque las líneas del ferrocarril habían suspendido su servicio a causa de la tremenda nevada. Su figura se impregnó en mi mente de tal forma que hasta soñé con ella esa noche; era una mezcla de fantasía onírica la que bailaba por mi mente en las horas de sueño; me despertaba y no le daba importancia, me olvidaba porque estaba casi seguro de que no la volvería a encontrar ni ver nunca más.

El final del invierno se presentaba alegre y matizaba los días con esporádicas apariciones del sol radiante ocasionando que las temperaturas no fueran tan gélidas. Un día cualquiera regresaba yo del centro de dicha ciudad y entré a una panadería para beber un chocolate y comer un croissant. Tomé sitio en una mesa alta; la señora me trajo la bebida y un recién horneado panecillo al tiempo que me deseaba un buen provecho. Yo bebía chocolate y masticaba el panecillo, lo terminé y pedí otro. Intempestivamente se abre la puerta de la panadería y entra una chica muy nerviosa y apurada solicitando una docena de pancitos, así como media docena de croissants; la señora la atiende de forma parsimoniosa, en ese momento yo carraspeo para llamar su atención; la chica gira, mira de reojo lanzando una exclamación de sincera alegría: -"¡Arturo!, ¿tú aquí?, ¡qué sorpresa!"-. Cecilia* vestía esa mañana un traje de paño compuesto de un saco y maxifalda; era la época de la transición de la mini a la maxifalda; una bufanda roja le envolvía su cuello para protegerla del frío invernal. Sus manos temblaron al poner las monedas sobre el platillo para pagar y se me acercó para solicitarme un favor: -"bébete pronto ese chocolate y me ayudas a cargar los panes hasta la inmobiliaria en donde trabajo, no es lejos de aquí, ven"-. Su risilla nerviosa me cautivó y convenció al instante. Así reaparecía la Muñequita en mi azarosa vida. *Su nombre era en realidad Cecillie.

La vida es a veces muy benigna y comprensiva, me dije, la acompañé hasta su trabajo. Por el camino tonteamos un poco, la tomé de un brazo como una parejita de enamorados; quizás lo éramos sin saberlo ni percibirlo, pero aún estábamos apenas en la etapa de escarceo y preconocimiento. Llegamos a la puerta de su oficina, le devolví la bolsa con sus panecillos, me premió con un suave besito oprimiendo sus carnosos labios sobre mi mejilla más cercana, la atraje y oprimí haciéndola trastabillar un poco ocasionando una leve sonrisa nerviosa, mas no insoportable como la de Berbell. Se apartó arguyendo: -"oh, el jefe está mirando por la ventana, suéltame ya; búscame cuando tengas tiempo, salgo a las cinco. Uhmuah"-. Y se perdió escaleras arriba en dirección a la oficina; inicié mi retorno a mi covacha. ¡Ah coño!, su dirección; otra vez me había olvidado de preguntarle dónde vivía, mas ahora ya sabía y conocía su sitio de trabajo. El futuro me era benigno.

Un par de días más tarde me fui a un sitio cercano muy visitado por nosotros llamado Sport Center, allí había una sauna, así como una especie de bar y restaurante. Me senté en la barra para conversar con Friedel, la dueña del bar. Me trajo una cerveza y entablamos una entretenida conversación sobre mi vida de estudiante; sobre la suya no decía nada porque no deseaba que nadie se enterase de su pasado de prostituta, pues su juventud la había sobrevivido con el servicio de su cuerpo a los soldados aliados que ocuparon esa zona central de Alemania. Estábamos en esa conversación cuando entró un grupo de cuatro hombres ya mayores que venían de la sauna y deseaban beber algo fresco para calmar su sed, ella se fue a atenderlos, me quedé en la barra jugando con una servilleta mientras observaba el poco público que se sentaba en el lugar, era muy temprano aún.

<>. No lo pude ni podía creer, allí estaba la chica lindita portando un maletín y buscando a los señores que ya bebían sedientos su cerveza; sí, era Cecilia que salía de la sauna y al parecer conocía muy bien a estos veteranos; ellos alzaron sus vasos y brindaron por la recién llegada. Ella todavía no se había percatado de mi presencia, Friedel se me acercó burlona: -"¿te gusta la chica?, muy linda, ¿verdad?, pero mira a todos esos lobos a su lado, y todos con mucho billete; ja, ja, ja, ja, pero inténtalo, ja, ja, ja"-. Classhh, y me palmoteó el hombro al tiempo que accionaba la palanca del sifón para preparar más pilsen que los veteranos le pedían porque la sauna los había dejado secos. Ella tomó asiento y entonces nuestras miradas se encontraron, su sorpresa fue tal que dejó caer la servilleta al piso, me levanté y la recogí entregándosela al tiempo que saludaba a los viejitos con un claro <>, le entregué el papelillo y extendí mi mano, ella tartamudeó: -"Arturo, ¿qué haces tú aquí?, siempre te encuentro en el lugar menos esperado, pero me agrada; mira, los señores de la inmobiliaria en donde trabajo, déjame y te los presento"-. Una vez que me los hubo presentado me invitó a sentarme a su lado; Friedel desde su puesto controlaba toda la acción, nuestras miradas se toparon, entonces me guiñó picarona al tiempo que me hacía una seña de aprobación simbolizando una V con los dedos índice y corazón de su mano izquierda.

Me senté a su lado e iniciamos una nerviosa conversación sobre temas sin importancia que ahora no vienen al caso, apoyó sus codos en la mesa para sostener su barbilla, y así prestarle más atención a mis palabras. Los viejitos ni se enteraban de mi presencia porque estaban enfrascados en una retahíla de negocios, la chica no les interesaba, era demasiado joven para ellos, o ellos demasiado viejos para ella. Nos distrajimos con ella platicando sobre necedades necesarias para mantener el hilo de la conversación. De pronto lanzó un bostezo indicando estar cansada, los viejitos la despidieron mientras ella me solicitaba que la acompañara a su apartamento. De inmediato saltó por mi cabeza una idea maravillosa; la llevaría a la residencia y luego iríamos a su apartamento en mi carrito; además, le mostraría mi radio cassete, pues esos aparatos acababan de salir al mercado fabricados por la Philips en Holanda, yo me compré uno de esos primeros radios que costaban un montón de billete, 500 marcos que equivalían a unos 125 US dólares.

Le propusé mi idea y se mostró agradablemente sorprendida al saber que yo tenía un escarabajo. Salimos del local para ir a la residencia, allí subimos a mi humilde covacha; se emocionó al ver que tenía televisor, una nevera muy pequeña, una bicicleta de carreras y muchos afiches pegados en la pared; incluso uno de la última corrida de aquel legendario torero llamado Manolete, el cual lo había comprado en uno de mis viajes a España un par de años atrás. Tomé el radio portátil con algunos cassetes de música preferida por mí de esa época como los Beatles, Rolling Stones, Nancy Sinatra, Paul Anka, Elvis Presley, así como también un cassete de un dúo muy famoso como lo fue, y es, Simon & Garfunkel. Yo estaba muy nervioso, ella se sentó en mi sofá-cama a esperar que yo terminara de embalar el aparatejo, cruzó sus piernas ocasionando en mí un interno calorcillo al imaginarme sus tersas piernas escondidas tras o bajo el pantalón de moda militar que llevaba aquella ya bastante lejana noche en el Dortmund de mi pasado; por fin, a pesar de la distracción, logré acomodar la munición musical y le indiqué que nos fuéramos a su apartamento. La llevé a mi escarabajo y luego enrumbamos hacia su dirección, por el camino silenciamos, sólo breves frases sobre el clima.
Entramos a la calle ciega en donde estaba su vivienda, un viejo edificio de cinco pisos, además de otros más de forma y aspecto rústico, nada especial en su arquitectura; fabricación rápida para hacer desaparecer los restos de la guerra para darle alojamiento a los seres sobrevivientes de la misma. Estacioné mi escarabajo en un huequito y descendimos del mismo, tomé su maletín y ella mi radio con los cassetes detrás mío, subimos hasta el quinto piso en donde residía junto con una amiga de nombre Verónika. Ambos éramos presas de un mal disfrazado nerviosismo; entramos a su reino que era bastante espartano, pero agradablemente caliente, muy importante en el invierno alemán. Me indicó su sofá para que me sentase, lo hice buscando un sitio para enchufar el equipo, lo encontré y de inmediato conecté el aparato para escuchar la música de ese dúo maravilloso que fueron -y son porque la música suya pervive- Simon & Garfunkel.

Las notas de <> inundaron el ambiente; ella giró y sonrió coquetona comentando: -"linda esa música, me gusta también, y el sonido del equipo es tremendo; gracias por dedicarme ese texto tan poético, déjanos oírlo y escucharlo con atención; uhmmuah. Gracias"-.

<
Celia, you are breaking my heart, you are shaking my confidence daily. Oh Cecilia!, I´m down on my knees. I´m begging you please to come home. Come on home.

Making love in the afternoon with Cecilia. Up in my bedroom, I got up to wash my face. When I come back to bed, someone´s taken my place.

Celia. you are breaking my heart, you are shaking my confidence daily. Oh Cecilia, I´m down on my knees, I´m begging you please to come home.

Jubilation, she loves me again, I fall on the floor and I laughing.>>

Me fui hasta ella y la abracé sosteniéndola suavemente al tiempo que horadaba con mis ojos en los suyos, su boca se entreabió llegando a mi olfato el fresco aroma de la menta de su chicle. Lentamente fui bajando mi rostro para que mis labios se posesionaran sobre los suyos; mis manos se adueñaron de sus redonditas nalgas, la fui atrayendo para abrazarla y sentir la calidez de su cuerpo junto al mío; ella no presentaba resistencia alguna; la frescura de su reciente sauna invadía mi nariz ocasionando una excitación clara en todo mi cuerpo; allí entonces ella lanzó una pregunta clara: -"¿te quedas esta noche acá conmigo?, ¿sí?, ¿sí?"-.

Afirmé silencioso mirándola directamente a sus enternecedores ojitos castaños; inclinó su cabecita con el corte de pelo a lo paje y susurró algo nerviosa: -"espera me cambio el pantalón por una falda"-. Se deshizo lentamente de mi abrazo para ir a su armario y buscar su falda; una verdadera mini, y qué mini. Se escondió tras la cortina transparente que separaba el lavamanos de la habitación; en contraluz se veía como descendía su pantalón y la sombra de su cuerpo muy bien formado se destacaba dejando ver sus piernas lindas y torneadas; dejaba escapar una risilla nerviosa pero coqueta en lugar de molesta como la de la maestra Berbel que hasta provocaba horcadas debido a su machacante impertinencia. Me olvidé de la maestra para concentrarme en el show que se me ofrecía mientras que meditaba sobre la frase de la Hermosura en Berlín: <> Miré la sombra de Ceci escondida tras la cortina y me distraje recordando la frase de mi maestra en el arte de amar.

<> Sorpresivamente estaba allí delante mío mostrando toda esa bella y fresca figura de su recién finalizada adolescencia, tenía apenas 19 años; su frescura se reflejaba en esos muslos tersos, blancos, sin vellosidad alguna; toda una palestra de encanto juvenil se me ofrecía allí ante mis ojos plenos de codicia por disfrutar de esa chica bella y candorosa quien también estaba deseosa de ser poseída, pero aún no nos decidíamos a decirnos que queríamos ser el uno para el otro y ser sólo uno en conjunción carnal, a pesar de haber convenido segundos antes que dormiríamos esa noche juntos. La apretujé posando mis manos sobre su firme trasero y la alcé, ella enlazó mi cuello con ambos brazos hundiendo su rostro sobre mi hombro, susurró muy queda: -"sentémonos; me quiero sentar en tu regazo y palpar con mis nalgas tu excitación"-. La deje deslizar hasta que posó sus pies en el piso, entonces una mano suya sopesó mi excitación, se alegró mucho: -"oh, estás muy presto para hacer el amor; pero antes se lo debo decir a mi vecina. Verónika, ven pronto, te tengo que comunicar una buena noticia. Ji, ji, ji, se va a alegrar mucho; ella es muy comprensiva"-.

Y de pronto se apareció ante nosotros una lánguida rubia larguirucha, desgarbada, de pelo muy largo, luciendo un vestido de popelina, tacones medianos tenían o llevaban sus zapatos; se plantó delante de nosotros que ya estábamos sentados en el sofá de Cecilia, sonrió al verme e indagó horadándome con su lánguida mirada: -"Ceci, ¿es él el suramericano de quien tanto hablaste?"-. Cecilia se sentaba en mi regazo contenta, respondió segura: -"sí, sí Verónika, es él; y ahora está aquí; y se quedará a dormir esta noche acá conmigo. Estoy muy feliz, ¿qué dices?, ¿qué te parece?"-. La rubia desgarbada nos contempló un segundo y luego se lanzó hacia nosotros para abrazarnos; me propinó un beso en la mejilla exclamando: -"gracias suramericano, gracias por estar aquí; no te imaginas todo lo que ella sufrió después del primer encuentro allá en el restaurante. Suspiraba constantemente; más aún luego que se tropezaron allá en la panadería. Muah; ¡oh perdón Ceci! Cálmala y satisfácela porque sólo soñaba y sueña contigo. Muah"-. Y salió dejándonos completamente perplejos, en especial a mí, pues no esperaba aquel recibimiento tan efusivo.

Ceci se me lanzó a mis brazos, mordisqueó mi oreja más cercana susurrándome al mismo tiempo: -"ábrete el cierre, quiero verlo, sé que está erguido, y bastante"-. La complací así como a mi mismo, pues deseaba intensamente que esa boquita suya acariciase solazadamente mi masculinidad, ya que le sobraban ganas de hacerlo, se le notaba en la brillantez de su mirada que quería meterse a su boca por lo menos el glande de mi erecta carne dura. Ya no me pude contener y halé hacia arriba su suéter; allí entonces saltaron orondos y altivos sus senos redondos coronados por repletas frutillas rosadas. Su cabecita se apoyó en mi frente; su nariz rozó la mía y mi lengua empezó a masajear su torso admirable y deseado por mí; mis labios apresaron sus frutillas una a una; ella suspiraba hondamente: -"sí, más; todas tuyas; ¿qué quieres?; ¿qué buscas?"-. Inclinó su cabeza hasta hallar mi hombro y me mordió allí con distracción; insistió con una nueva pregunta: -"¿tu gatote quiere acariciar mi gatita melosa*?, ¿eso quiere él?"-. *Esta es una expresión alemana proveniente del diminutivo de gata. Lo mismo sucede con gatote. Ambas son traducciones literales.

Una mano mía resbaló entre su pantaleta y su pubis; mi dedo corazón halló la ranura de su historia y se fue introduciendo lento pero seguro entre sus labios vaginales; permanecí tranquilo palpando aquella intimidad, su piedrecilla penosa crecía con el roce certero de mi dedo, Ceci aprobaba todas mis caricias; de ella emanaba un aroma fresco pues la sauna la había liberado de todo mal sabor; la fui empujando para que se levantara y así poder quitarle su pantaleta.
Se aferró a mi cuerpo murmurando: -"quítate tu ropa y nos vamos a la cama"-. Sus dedos tremulantes desataron mi correa y bajaron el cierre de mi pantalón; yo me deshice de mi chaleco y camisa; estábamos en paños menores, bajó sus ojos curiosos para admirar la erección de mi miembro; dejó escapar unos leves sonidos: -"¡qué gatote tan hermoso tienes!, ¡uhm!"-; al tiempo que halaba el calzoncillo; mi pene penduleó, ella lo asió murmulleando: -"¡uhm, y qué duro es!, ji, ji, ji, ji; vamos a la cama para que me lo metas bien hondo, y después te lo chupo para llenarme mi boca con ese gatote tan sabroso que tienes; ven y lléname toda, pues lo estoy deseando desde que te vi por primera vez"-.

Se tendió boca arriba echando pausadamente sus piernas hacia su pecho; su vulva no estaba cubierta por mucho vello tupido, solamente unos pelitos cortos y ralos; me posicioné en cuatro entre sus piernas, mi glande rozó sus labios mayores; ella posó sus pantorrillas sobre mis hombros suspirando: -"ven a mí pronto; veen a mí, sí"-. Inicié la penetración en aquella cosita inundada y muy estrecha; sus paredes se asían al miembro como caracol a una roca resbalosa; Ceci empezó a gemir desesperada: -"más, más, más hondo; sí, más hondo, más, más; uuf, uyy, uff"-.

Yo me apoyaba sobre mis codos y los dedos de los pies, temía aplastar aquella frágil y tierna hembra con el peso de mi cuerpo, pero ella deseaba más fogosidad y hombría entre sus entrañas: -"Arturo, por favor; más hondo, más, más hondo; uug, aay"-. Paré al oír su queja, pues no sabía cómo interpretarla y por ello pregunté al tiempo que le mordeloneaba su boca: -"¿te duele?, ¿te estoy haciendo daño?"-. Su respuesta fue clara e impulsó mi brío: -"no Arturo; no me duele ni me haces daño, es que me siento feliz; uhhm, muahh; no pares y métemelo hasta lo más profundo que puedas; continúa, continúa, sí, continúa; mi gatita melosa quiere más gatote. Más, más hondo Arturo. Aaggh, qué fuerte eres; más hondo; uugh, ugh, uff. Ahora sí estás bien hondo en mí; al fin eres mío; ay, aayy Arturo, más, más"-. Sus suspiros, aullidos y chillidos me daban más ánimo y me apoyaba firmemente para darle el placer que ella pedía.

De repente, una voz femenina interrumpió nuestra refriega corporal: -"Ceci, Ceci, ¿te sientes mal?; ¿acaso él te está golpeando?; Ceci, contéstame, ya te llego"-. La puerta de la habitación había quedado abierta, la habíamos olvidado totalmente. Súbitamente se sentó al borde de la cama la desgarbada rubia flacuchenta envuelta en una dormilona de lana y con aire de preocupación; yo encima de la Muñequita forcejeaba para complacerla, y ésta debajo mío resoplaba suspirando placer; cesamos en nuestro agradable trajín ante tan inesperada visita; nuestro acoplamiento se deshizo, me tendí detrás de la Muñequita tratando de ocultar mi enhiesto miembro entre sus nalgas; Ceci la calmó mientras se cubría con la frazada: -"Verónika, disculpa; me olvidé cerrar la puerta pues creía que ya te habías dormido; estaba muy entretenida con él y bueno, aquí nos tienes"-.

La rubiecita sonrió pícaramente y le contradijo segura: -"No Ceci, no dormía; estaba leyendo con la luz de la mesita de noche y escuché toda su conversación; y pensé que te estaba haciendo daño, o hasta maltratando"-. Antes de contestarle Ceci protestó por mi jugueteo con mis manos en sus senos y vagina: -"cálmate, mira que nos llegó visita sin saberlo ni esperarlo"-; y una mano suya se aferró a mis genitales para que cesara en mi exploración; le chupeteé un hombro mientras observaba fijamente a la intrusa; Cecilia respondió a sus preguntas: -"no, no, ni lo uno ni lo otro Verónika, me está complaciendo y hartamente; mira, todo esto que tengo en la mano ya lo tuve en mí y bien hondo; pero ahora déjanos bien solitos porque quiero que me siga penetrando para placer mío"-. Sostenía con su mano izquierda mi mazo todo enrojecido por el roce con sus estrechas carnes vaginales. La rubia desgarbada me miró de soslayo al tiempo que sonreía observando la lujuria de Ceci frotando mi pene, se agachó para abrazarla y besarle la mejilla felicitándola: -"muah, muah, Ceci, muy bien que al fin estés con él aquí y te está haciendo feliz; sí, tienes razón para estar contenta, ya lo veo; un besito para él también. Muah"-. Y estiró una mano tratando de llegar hasta mi masculinidad aferrándose a ella muy brevemente mientras se despedía tiernamente de nosotros, sentí como sus uñas se clavaban en mis muslos y la palma de su mano se paseaba por mi pene, luego se despidió sonriente: -"sí, ya te lo creo que quieres seguir disfrutando con él y de él, buenas noches"-. Oímos el clac tranquilizador y soltamos ambos una carcajada que apagamos con la almohada. Ella lanzó la cobija hacia un lado preguntándome inocentemente: -"¿y ahora qué hacemos?"-.

¿Dónde estoy?

Su mano masajeaba ardiente mis testículos al tiempo que observaba mi reacción; le susurré mi deseo en ese momento: -"Muñequita, te quiero dar muchos besos en tu cosita rica y después beber de las frutillas que coronan tus senos"-; mis palabras fueron un catalizador para ella: -"sí, haz conmigo lo que quieras; Verónika ya no vendrá más a interrumpirnos; uhhmm, este gatote tuyo, uuhm"-. Me arrodillé a su lado para besarle su vulva. Estaba seductoramente embrujador el sabor de su piel totalmente limpia por los efectos de la sudadera en la sauna; sus poros aún refulgían; la punta de mi lengua horadó en su ombligo y ella se sacudió indefensa: -"¿qué haces conmigo?"-; no hice caso a sus palabras, proseguí en mi peregrinaje hacia su Monte de Venus trazando jeroglíficos y dejando la húmeda huella de mi saliva sobre su terso cutis blanco. Sus manos juguetean ansiosas con mi cabello entre suspiros: -"más, así, continúa; uhm"-.

Mis labios se apoderan de su ralo Monte de Venus; una mano suya aprisiona mi miembro tratando de acercarlo a su boca, pero no se atreve a engullirlo, sólo lame el glande golosamente y le propina besos; mis manos activas masajean ardientemente sus nalgas y mis labios se adueñan de uno suyo vaginal; ella exclama entusiasmada: -"sí, lámbemela, dámele muchos besitos"-; luego el otro, su suave carne íntima me recordaba las almejas recién pescadas; un frenesí irrefrenable se apoderó de mi mente y cuerpo; hallé su perlita penosa, la empecé a envolver en mi boca y a saborear con plácido entretenimiento: -"Arturo, me enloqueces; más, más, ven a mí"-. Ahora fue ella quien levantó mi barbilla e imploró: -"no me hagas esperar más y ven a mí; soy toda tuya, sírvete"-; y se colocó otra vez en su posición como un pollito asado a la parrilla; tomé mi miembro y empecé a refregarlo entre su abertura; mi glande palpó la humedad de su excitación y empezó a introducirse lentamente entre esas paredes ardientes y deseosas.

-"Ahora sí estás bien hondo en mí; Arturo, muah, eres muy fuerte para mí; no presiones tanto y domínate porque deseo sentirte en mí bastante tiempo"-; cesé mi balanceo para que no sufriera y recordé una frase de mi maestra de artes eróticas en Berlín: <>. Sus dedos y uñas se clavaban a mis espaldas mientras lanzaba suspiros insonoros; la aprisioné entre mis brazos y empecé a darle vuelta para que ella quedara sentada en mi regazo; reconoció mi labor satisfecha: -"¡oh Arturo, qué bien me haces!"-. Ahora ella estaba sentada sobre mí, la penetración era total y ella se autosatisfacía plena porque controlaba toda la acción. Su cuerpo se balanceaba cadenciosamente de adelante hacia atrás; yo le mordisqueaba sus pendulantes pechos delante de mi rostro, sorbía ávido de sus pequeños y rojizos pezones; su vulva expelía montones de flujos que se extendían por todo mi púbis; nuestras pelvis chasqueaban al rozarse frenéticamente; mis manos oprimían fieramente sus glúteos; ella mordía y lamía mis hombros y lóbulos; echó una mano suya hacia su espalda y buscó mis testículos entre mis muslos; los apretó con tacto y haló para que mi erección se fortaleciera más: -"estoy feliz con todo este gatote tuyo en mí; mi alma arde de dicha con todo él dentro de mí; uuhhmm, ¡y cómo la acaricia!; eres muy fuerte para mí pero delicado y tierno para amar; muah, muah"-. Sólo se oyó el chapoteo del miembro entre su vagina al ella descargar todo el peso de su cuerpo sobre mi regazo.

En un balanceo suyo mi miembro queda al aire libre buscando un refugio; ella retrocede sus nalgas para permitirme que la penetre; toda su íntima genitalidad está inundada, hasta la parte interna de sus muslos han llegado sus jugos vaginales; mi hombría bamboleante encuentra una cueva e inicia su consabida exploración constatando que ésta es algo estrecha pero muy dócil; la Muñequita se inclina para balbucearme protestando: -"¿no te basta con mi gatita melosa?; ji, ji ¿sabes dónde estás?, es mi culito; ¡glotón insaciable!; me lo estás deflorando, es la primera vez; uhmm"-. La abracé vehemente y me disculpé: .-"perdón, él se resbaló y perdió la dirección; ¿te dolió?"-; me besuqueó para tranquilizarme: -"no, no me duele, estoy muy excitada y mojada, se me dilata fácil mi culito; déjalo ahí y sigue pues quiero saber cómo es por atrás; Verónika no toma píldoras y su coito con su amigo es siempre anal, me cuenta ella; ven, sigue entrando entre mis nalguitas sin parar; soy toda tuya esta noche y de ahora en adelante; aah, nunca me imaginé que me deflorarían el culito; uhm, eres muy delicado; Arturo, te amo, sí, te amo; uhm, muahh; tu gatote en mi culito, uhmm; más hondo Arturo, más; uuff, uuf, uff, lindo"-.

Su anito había sido presa de mi fragor sin yo quererlo; un temblor hormigueante fue invadiendo toda mi humanidad y mi pene se endureció más todavía; la envolví entre mis brazos y fui girando con ella hasta colocarla bajo mi cuerpo; nuestra cópula no se desataba un sólo instante pues su esfínter se contraía y anillaba al miembro; ella notó que mi dominio llegaba a su fin y pronto la irrigaría con mi savia seminal, me suplicó tiernamente: -"Arturo, por favor, no te muevas cuando eyacules, me harías daño ahí con tu gatote tan duro; ven, bésame mientras riegas mis intestinos"-.

Le di un suave tope con mi pelvis a sus nalgas para iniciar y acelerar la eyaculación; ya no me podía contener más; ella sintió en sus entrañas el pene que cabeceaba expulsando el semen espeso y lechoso: -"sí Arturo, así; muah, qué caliente es; dámela todita esa leche tuya; aay, no empujes; sí, quietico, así. Gracias; lástima que no te conocí antes; eres muy fuerte pero tierno para hacer el amor; ¿quieres ser mi amigo?, yo quisiera ser tu amiga, dime, ¿quieres ser mi amigo?, tú me gustas mucho Arturo"-; le aprisioné una oreja con mis labios al tiempo que mi miembro se retiraba de su ano; me tendí a su lado y ella oprimió el pene ansiosa; le musité una frase complaciente: -"sí, tú me gustas mucho también y quiero que seas mi amiguita"-.

-"Lindo, lindo todo lo que me dices, es una lástima que yo no hablo español; sí, seré tu amiga*, muah, uhhm qué besote; sabes, anda lávate tu gatote porque te lo quiero mimar con mi boca"-; fui hasta el lavamanos dentro de la habitación para aseármelo; ella se aproximó con un champú muy perfumado y lo embadurnó hasta provocar una espuma muy jabonosa, lo enjuagó y lo secó: -"ahora sí te lo puedo acariciar con esta boca que es tuya; muah"-. *Se aclara otra vez que <> en alemán equivale a <> en nuestro idioma.

Regresamos a su lecho muy alborozados; mas Verónika entró sorpresivamente y nos halló en el instante en que Cecilia se posicionaba para proceder a introducirse el glande en su boca, se disculpó: -"perdón Ceci; pensé que ya habían terminado y dormían, sólo quiero un poco de azúcar para mi té"-. Verónika apagó la luz y salió cerrando tras de sí la puerta, esta inoportuna aparición le cortó el entusiasmo a Ceci la consolé: -"ven, no importa, me lo acaricias con las manos mientras nos dormimos, ya es tarde y mañana tengo que ir al tecnológico y tú a tu trabajo"-. Se arremilgó en mi hombro y regañó entredientes a Verónika: -"tonta; cuando viene su amigo ella le pasa el seguro a su puerta"-; ella hablaba y yo le recorría con mis dedos sus espaldas, sus nalgas; tomé una mano suya y la llevé hasta mi miembro para que lo asiera y se distrajera; la besé para que silenciara: -"uhhmm, uhhmm, déjame respirar; bueno, sí, te lo masajeo con mis manos; ¿vienes mañana temprano en la tarde?, estaré más preparada; sabes, mejor me buscas en el trabajo; ¡ooh!, ¿qué es esto?, ji, ji, ji; no puede ser, si mi hermana Magdalena te conoce, no te suelta"-.

Mi hombría se había recuperado de la batalla anterior y se erguía presta a calmar la sed de placer de ella, muy golosa y al mismo tiempo comprensiva propuso: -"sí ven y me haces tuya; déjame voltearme y me pongo boca abajo; me gusta esa posición para copular; ji, ji, ji, pero mi culito me lo dejas en paz por hoy; ahora te lo quiero envolver en la gatita melosa; ven, tiéndete sobre mí y me la bañas, deseo tus jugos en mi vagina también"-. Ella yacía sobre su estómago, abrió sus piernas en compás para facilitar mi acceso a su historia femenina; echó una mano hacia atrás para orientarlo; yo me apoyaba sobre mis manos como haciendo flexiones; mi glande tocó su hendidura y solté mi cuerpo sobre el suyo; mi pene se introdujo en su vulva de improviso y ella protestó: -"ayy Arturo, con cuidado que me arde; así es mejor, dámelo todo pero con mucha mañita, uhhmm, más, más, uhhmm"-; lo hundí todo en su deliciosa cosita linda y me limité a babearle sus hombros; su rostro reposaba de medio lado sobre el almohadón, le lamí sus mejillas y labios; ella suspiró agradecida: -"uhhm, estás bien hondo en mi, riégame y dormimos"-.

Empujó sus nalgas para sentirse más penetrada aún y ello provocó que mi eyaculación se adelantase; esta vez sí inicié un ligero bombeo sobre sus prietas nalguitas y ella lo mismo; murmuró complacida: -"ahora sí tengo tu jugo también ahí donde debe ser; quédate tendido sobre mi cuerpo; quisiera dormirme con él en mí, no te separes, uhmm, qué lindo; uuhmm; dame un besito, muaah; buenas noches Arturo; qué feliz y contenta me siento, uhhmm. No, no te des vuelta porque quiero dormirme con toda esta cosa tuya entre mis manos; por fin fue mío eso tuyo que quise tener desde que te vi allá en el restaurante antiguo del centro de Dortmund; uhm, me dije, todo eso será mío y pronto. Ven, déjame dormirme con tu masculinidad en mis manos; y méteme tus dedos en lo mío, déjame voltear y así me chupas mis senos para poder conciliar el sueño tranquilamente; ven dame lo tuyo para acariciártelo y así disfrutar; no seas egoísta; dámelo, dámelo, dámelo. Uhmuah y chúpame las tetas para poder conciliar bien el sueño; ahh, qué divino es tenerte en mis manos y brazos"-.

Posé mi rostro sobre su hombro y nuestras respiraciones se conjugaron hasta que el sueño nos venció a ambos; en un momento de la madrugada me bajé de su cuerpo y la envolví con mis piernas y brazos. Así se inició una intensa y romántica relación con esta joven chica alemana que procedía de un pueblo cercano a la ciudad de Dortmund en el centro de Alemania en una región llamada Sauerland cuyo nombre es Rüthen.
Al día siguiente me hallaba en mi covacha reflexionando sobre la situación en que me encontraba en lo que a chicas se refiere cuando tocaron a mi puerta. Toc. toc. toc. -"Hermanito, abra la puerta y nos chupamos una birra"-. Era el tico Rafael, entró directo a mi nevera, sacó la birra y la destapó burlándose sobre mi música: -"hermanito, ¿tienes pena y tristeza por el lomo Charolais?; ¡ah, olvídala!, ahora tienes una chuleta empanada, esa nueva hembrilla está muy linda y sabrosa, y vive por aquí cerca; además, a la vuelta tienes esas papotas fritas tan exuberantes; olvídate de la francesita. Y para completar tienes carro, ¿qué más quieres?"-.
Mientras él filosofaba sobre mi situación en lo que a chicas se refería o refiere, yo pensaba en ella -la Hermosura- allá en Berlín Occidental mientras oía mi música.

Gilbert Becaud inundaba mi habitación con el texto de Nathalie en aquel frío domingo en que él la sigue para dejarse guiar por ella en Moscú hasta terminar en su dascha estudiantil y luego prometerse que él sería su guía cuando ella fuese a París. Y yo sólo podía pensar en Berlín Occidental, en ella, en mi Hermanita procedente de Colonia y residente en Berlín. Tuve la idea de sentarme en mi carrito para largarme a Berlín; mas la distancia y el cruce a través de la RDA me convencieron de hacerlo después. -"Hermanito, ponte ese Je t´aime"-. Ya lo dije, Rafael no sabía nada de nada. Jane Birkin murmulleó seductora con su voz de gatita melosa su célebre éxito de aquellos años <>. Rafael se entusiasmó: -"salú hermanito, y qué viva esa Jane con su Je t´aime. Ah, sabrosa está la birra tuya, salú, salú"-.

Continuará. Capítulo 20. Primavera borrascosa.
Datos del Relato
  • Autor: Torbellino
  • Código: 25296
  • Fecha: 19-02-2012
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 5.16
  • Votos: 19
  • Envios: 0
  • Lecturas: 5178
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