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La hija del hechicero

El olor a demonio se había apoderado del lugar. Aquella ninfa de los bosques cuyo cuerpo hacía que los hombres se volvieran locos yse entregaran al alcohol, las drogas, la lujuria y a la hechicería.

Era una abusadora, sabía que enloquecía a los pobres diablos del sector los Cornudos del barrio Mala Pascua. Tenía una hilera de finos hilos de azabache, aquella cabellera caía sobre su trasero que movía al compás de un repicar de campanas. ¡Ay, cuando se ponía aquellos pantaloncitos cortos, blancos y casi transparente que se veía dibujado su hilo dental hacía que a muchos las babas se le salieran.

Las mujeres del sector ya estaban para explotar, aquella mujercita no sólo les quitaba sus maridos sino que se quedaba con lo poco que ganaban. Había escasez de dinero y hasta los comerciantes se veían afectados y muchos ya estaban al borde de la quiebra. Ella no gastaba ni un centavo en el barrio, todo se lo llevaba para la capital donde tenía un lujoso apartamento.

Todas las tardes se ponía el pantaloncito corto que casi permitía que sus vellos se asomaran con curiosidad. Caminaba en forma de serpiente y a su paso sólo se escuchaban los suspiros de los lobos hambrientos.

En una ocasión el cura, casi sin poder hablar, la llamóa la iglesia para pedirle que fuera más cuidadosa cuando visitaba el templo. Aquellos trajes de seda fina no eran apropiados pues cuando llegaba a la puerta ahí se jodía la misa.

Dejaba asomar sus pechos hermosos y sensuales sobre su sostén. Cuando se levantaba para tomarla divina ostia los hombres se levantaban y casi formaban un tumulto. Todo por ver aquel cuerpo erguido, exquisito y tentador. Era una bendición de todas formas para la iglesia ya que cuando asítia todo el mundo se presentaba, cosa que resultaba de beneficio para las arcas de la iglesia.

" Mira hija, no quiero molestarte, ni darte sermones, estás grande para saber lo que debes hacer, pero por Dios hija mía, esto es un lugar santo, sagrado, es un lugar para reflexionar sobre nuestras vidas y sobre Dios... y tú vienes aquí como si esto fuera un prostíbulo... no es agradable para Dios que te permita entrar aquí así...

Ella miró al sacerdote, el pobre anciano le temblaban las manos, los labios, notaba que apenas podía pronunciar. Era un hombre honesto y ella sentía gran aprecio por él porque siempre había sido sincero con ella.

__Padre Carlos, le respondió con dulzura colocando sus hermosas manos sobre el hombro de aquel hombre de Dios... Perdone, nunca ha sido mi intención hacer algo incorrecto en la iglesia.
No tengo la culpa de ser bonita, la maldad no está en mi forma de vestir, ni en mi forma de caminar, la maldad está en la mente de esos lobos rapaces que sólo piensan en sexo,sexo,sexo.

Yo no vengo aquí a seducir a nadie, vengo a buscar paz para mi alma, a dar gracias a Dios por todas las cosas hermosas que me ha dado. No vengo a provocar pasiones ni a quitarle los maridos a nadie. Sólo busco aquí la paz que no encuentro en mi casa donde mi padre y mi madre tienen un nido de brujerías y santería...

El sacerdote la escuchaba con atención y comprendió que en parte la chica tenía la razón.

Pasaron varias semanas y Laurita no regresó a la iglesia. Las cosas se pusieron muy mal para la parroquia, apenas se podía pagar el servicio de energía eléctrica, el servicio del teléfono fue descontinuado y al cura le llegó una notificación que pronto suspenderian el servicio de agua. Sólo algunas ancianas y ancianos visitaban la iglesia.

Allá, el su alcoba, Laura se miraba al espejo. Estaba semidesnuda. Sus senos erectos, sus pezones exquisitos, sus caderas tan bien formadas, tenía unos panties rojos y pintaba sus labios. Era domingo en la mañana. SE había comprado un traje nuevo. Le llegaba a los tobillos, su pelo formaba un hermoso moño, su semblante había cambiado y sonreía mientras caminaba por la acera.

Aquel cuerpo bajo el traje largo la hacía más sensual, mientras caminada la tela se ceñía a su piel, era algo muy erótico, algo rico, algo apasionado. Sus piernas en su base era espetaculares, sus ojazos bellos, sus labios sensuales, era un torbellino que arrastraba a los hombres hacia la iglesia. Detrás un grupo de mujeres furiosas...

_" Ya volvió la adúltera, la roba maridos ajenos"
_gritaba una desde el fondo-
" Bruja maldita no te conforma con quitarnos los maridos sino su dinero"- murmura una más anciana...

Ante el ruido y los gritos el sacerdote se asomó a la puerta asombrado al verla... Sonríó... y mirando al cielo exclamó:

_" Gracias Señor por escuchar mis oraciones"

Laurita entró con humildad y se dirigió al altar, dobló sus rodillas y estuvo por unos minutos rezando. Luego se sentó al frente y permaneció hasta el final de la misa.

Cuando se levantó hubo un silencio enigmático. Y el lugar se llenó de una ola de suspiros. Sólo las viejas amargadas se mordían los labios para no profanar el lugar.

Desde aquel momento las cosas cambiaron. Ella siempre iba con un traje que la cubría, un traje que le cubría su cuerpo, sus intimidades, pero un traje que despetaba pasión, deseos incontrolables. Un traje que la hacía más apetitosa, más rica, más deseable.¡Coño!, un traje que la hacía más hechicera, más lujuriosa, más encantadora...

Fin
Datos del Relato
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