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Categoría: Maduras

Vecina calentona

Hace dos veranos alquilaron de nuevo el piso de al lado. Ahora teníamos una nueva vecina, de 44 años, vivía sola y trabajaba de administradora de una gran empresa, o al menos eso contaba mi madre. Yo lo único que veía era que para su edad no estaba nada mal. Se llamaba Eva, pelo moreno y muy corto, piel de rayos uva, ojos oscuros, culo respingón, grandes tetas…



 



Un día, estando en el baño, vi por la ventana que daba al patio del edificio, que ella no siempre cerraba la ventana de su baño y si se alejaba podía verse hasta medio cuerpo. A veces la miraba peinarse, parecía muy coqueta con el espejo, pero un día la pillé acabada de duchar. Iba con una toalla, me excité de tal manera que empecé a tocarme mirando discretamente. Se agachaba depilándose y una de las veces que se levantó la toalla no cubrió sus pechos. Tenía unas tetas morenas de aureola rosada muy apetecibles. Tuve que masturbarme imaginando que aquellas tetas atrapaban mi pene duro y lo movían hasta correrme.



 



Eva, se había hecho muy pronto amiga de mi madre con los pocos meses que llevaba, hasta el punto de dejarle una llave de su casa casi todas las semanas por si pasaba algo, ya que pasaba todo el día fuera. Además todos los viernes por la tarde libraba y solía venir a tomarse un café con mi madre y charlar. Yo no solía estar con ellas, pero me encantaba que viniera, cada vez que le abría yo la puerta o pasaba cerca de mi habitación me la imaginaba desnuda y no podía aguantarme. Se había convertido en una obsesión. La deseaba pero sabía que era casi imposible tenerla.



 



Uno de esos viernes que estaba en el salón con mi madre yo me fui al baño a masturbarme. Había venido con un traje verde muy ajustado que había hecho mis delicias mentales. Por suerte o por desgracia a mi madre no le gustaba que las puertas de mi casa se pudieran cerrar por dentro, así que mucho tiempo atrás habíamos quitado todos los cerrojos. Yo estaba en plena erección cuando la puerta de baño se abrió. Era Eva y me vio con mi polla dura y grande en mis manos. Me cubrí rápidamente avergonzado.



 



–Perdón, lo siento… yo solo iba a… –dijo sin dejar de mirarme, pero salió enseguida del baño y cerró. Mierda! ¿Se lo iba a contar a mi madre? No sabía que hacer, pero lo cierto es que terminar de masturbarme no, se me habían cortado las ganas del susto. Salí enseguida del baño y ella estaba allí de pie frente a la puerta. –Podías haber terminado… –dijo con gesto simpático. –Yo… –dije sin saber que contestar. Nos quedamos los dos de frente sin decir nada y mi madre apareció por el corredor. –¿Ocurre algo? –preguntó. –Nada, solo esperaba que saliera tu hijo del baño –sonrió y se metió en el baño. Yo me fui a mi habitación aún entre avergonzado y excitado.



 



Un par de días después yo llegaba tarde a casa y ella de noche también a la suya y coincidimos en el ascensor. Solo nos saludamos y no dijimos nada, pero ya cuando salimos del ascensor y ella abría su casa y yo la mía me decidí. –No le habrás dicho… –pregunté inquieto. –Nada, no te preocupes –me cortó ella la pregunta. Supongo que fue la confianza de su respuesta, pero no sé como me salió una nueva frase que mi mente no había pensado antes de decir. –No es justo que solo me hayas visto tú a mi –aún sigo pensando como dije eso. –Creo que es muy atrevido por tu parte lo que acabas de decir ¿no te parece?... son cosas que pasan, lo siento –cerró su puerta y me quedé con eso.



 



Así que se me ocurrió en los días siguientes volver a verla por la ventana del baño, pero esta vez sería justo, durante toda la semana conseguí hacerle un par de fotos con el móvil donde se veía ella con sus pechos desnudos. Además de utilizarlas para satisfacer más mis fantasías privadas, busqué en el teléfono de mi madre su número y se las envié el jueves por la noche con un mensaje de texto: "Ahora es más justo".



 



No me respondió y casi no dormí, esperé impaciente la llegada del viernes por la tarde. Eva tardó y llegué a pensar que no venía, pero ya estaba ahí. Aparecieron ella y mi madre en mi habitación. –Eva quiere decirte algo –me dijo mi madre. El susto que me subió fue tremendo. –Sí, quería que me buscaras unas cosas por Internet si sabes –dijo ella muy tranquila. –Bueno, yo voy mientras a preparar el café –añadió mi madre. Mi madre se había ido y Eva se pude de pie detrás de mi silla. Solo sentía sus tetas en mi nuca y me susurró en voz baja –¿A que estás jugando?



 



No respondí nada y una mano suya se desplazó por mi pecho hasta acariciar mi pene por encima del pantalón. Entonces tuve el atrevimiento de mover un brazo hacia atrás y acariciar sus muslos y su culo mientras ella seguía haciendo lo mismo con mi pantalón. Tenía un bulto tremendo cuando volvió a susurrar –¿Te gusta? ¿Es lo que buscas verdad? Pues no va a ser tan fácil, pequeño pervertido. –El café está listo!!! –gritó mi madre y Eva se largó dejándome con la mayor excitación de mi vida. No sabía si ir al salón, si seguirla cuando se marchara, si ir después a su casa, no sabía que hacer, excepto ir al baño y correrme como nunca pensando en ella.



 



Aquello se convirtió en un calentón continuo porque a pesar de que había visto las fotos seguí sin cerrar la ventana del baño e incluso ahora era más provocativa, en ocasiones sus ojos se clavaban en mi de forma lasciva cuando la miraba. Parecía que lo que le gustaba era excitarme, sentir que ella me excitaba y yo no hacía nada.



 



Recibí un mensaje en el móvil, era ella: "El próximo viernes ven a ver la tele cuando tomemos café". Y llegó el viernes. Yo estaba antes de la hora del café poniendo la tele. –Que raro, tu en la tele a estas horas –dijo mi madre. –Es que iban a hacer un programa que quería ver pero no sé en que canal –me excusé para disimular. Llegó Eva y volvía a traer el ajustado y corto traje verde. Nos quedamos solos en el salón mientras mi madre preparaba el café. Yo no la miraba, esperaba algo. –¿Por qué no me miras? Creí que te excitaba hacerlo ¿No es así? –preguntó con una voz que haría sentir el placer a cualquiera. Me di la vuelta para verla y había abierto un poco las piernas, el vestido corto se había hecho más corto y ahora podía ver una vagina de vello corto que se ocultaba en la oscuridad de sus muslos.



 



Era una auténtica zorra, sabía como excitarme. Me estaba provocando una erección mientras asentía con la cabeza afirmando que ella me excitaba. –¿Me gustaría saber qué harías con lo que ves? –su pregunta era explosiva para mi. Mi madre ya venía con el café y ella cruzó las piernas ajustando su traje de nuevo. Tuve que levantarme e ir al baño. Ella rió levemente y mi madre le preguntó, pero dijo que fue algo de la tele. No podía más, desde el baño le envié un mensaje: "Me gustaría follarte ahora mismo" y me masturbé como si así ocurriera. Mi semen salía más caliente que nunca. Más tarde, entró mi madre a mi habitación –Eva me ha dicho cuando se iba que te dijera que eso de Internet que le tenías que dar parece poco, que quiere algo más –mi madre ignoraba cuanta lujuria había en esa frase.



 



Esto estaba convirtiéndose en un vicio de Eva, así que decidí que había que jugar más. Grabé una película porno en un DVD y cuando tuve la oportunidad de que mi madre no se enterara, cogí la llave de la casa de Eva y le dejé la película sobre su cama con una nota: "Haría esto y más". Observé un poco su casa, tenía un bonito estilo moderno pero tenía miedo y me fui enseguida por si me veía alguien. Al día siguiente por la mañana recibí un mensaje suyo: "Me aburro en el trabajo pero anoche lo pasé muy bien con la película, aunque estaba sola". Le envié yo otro: "¿Pensaste en mi?" Ella respondió enseguida: "Sí, mucho, me hubiera gustado que estuvieras". Todo empezaba a funcionar de mi parte también.



 



Ese mismo día por la noche decidí hacer la locura. Después de cenar iba a salir de casa. La versión para mi madre es que tenía que recoger unas cosas de casa de un amigo. Salí con llave y entré en su casa. Sabía que ella estaría allí a esas horas y así fue. Estaba en el salón viendo la tele y me vio entrar. –¿Qué haces aquí? –preguntó sorprendida. –No puedo más, te necesito –dije desesperado. –No quiero que vuelvas a hacer eso, no utilices más la llave de mi casa –parecía enfadada. –Lo siento yo… –me disculpé. –Vete, es tarde –lo dijo firme pero no parecía convencida. –Es que voy a explotar si nosostros… –empecé a decir. –Te estás saltando las reglas del juego, te dije que no me ibas a conseguir tan fácil… –no pude dejarla terminar de hablar y la besé.



 



Aquella madurita me estaba volviendo loco. Ella me beso levemente pero se apartó enseguida. Yo volví a acercarme, a besar su cuello, a bajar a su escote, sus tetas, y entonces ella reaccionó desabrochando mi pantalón. Estaba consiguiéndolo. Saqué uno de sus pechos fuera y empecé a chuparle el pezón. Ella ya tenía mi polla tremendamente dura moviéndola lentamente. –Está bien, pero no vamos a follar –susurró. Allí mismo, en la entrada de su casa, se arrodilló ante mi y su boca se apoderó de mi polla. Ella me manejaba, pero me sentí poderoso. Yo agarraba fuerte su cabello y su cabeza mientras ella se movía adelante y atrás. Succionaba muy fuerte, su lengua era la mismísima humedad, un torrente me recorría a cada movimiento, mamaba tan deprisa que me corrí pronto en su boca, en su pecho desnudo y sobre la camiseta que llevaba. –Ya tienes medio premio, no vuelvas a hacer esto y olvídate de mi unos días, esto no ha pasado y no se va a repetir de momento ¿vale? –afirmé con la cabeza. Ella seguía arrodillada en el suelo, manchada y mirándome pensativa, cuando me abroché, cerré su puerta y volví a mi casa.


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