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Categoría: Maduras

Un grave error de identidad

Como la mayoría de los jóvenes de hoy en día, me encontraba parado, sin trabajo, y sin ningún tipo de ingreso. Acababa de terminar mis estudios aunque sin éxito a la hora de encontrar un puesto y abandonar así la gran lista de desempleados que todos los días aumentaba considerablemente, por desgracia.



Mi padre no ganaba lo suficiente como barrendero, y llegábamos muy justos al final de mes.



Necesitaba tener algún tipo de ingreso inmediatamente para poder subsanar mis necesidades y poder ayudar en casa.



Mi hermana aún era, y es, demasiado pequeña para trabajar y mi madre aunque se encargaba de cuidar de mi hermana y de la casa, a menudo traía dinero, según ella se lo prestaban las amigas.



Con todo ello íbamos tirando poco a poco, con comida en el plato y luz y agua en casa.



Pero yo necesitaba ganar mi propio sueldo, no quería seguir estudiando, ya tenía veintitrés años y estaba cansado de no ver un duro.



Lo único que me consolaba era mi novia, la que la mayoría de las veces llevaba dinero y me invitaba. Ella ya había dejado de estudiar hacía un año y trabajaba de camarera en una cafetería cerca de casa.



Una tarde mientras ojeaba el periódico me fijé en uno de los anuncios de trabajo que se ofertaban.



El anuncio era peculiar, de esos que llaman la atención y causan gracia, pero que yo mudamente y en silencio memoricé rápidamente.



El trabajo consistía en realizar escenas eróticas para una productora que buscaba nuevos talentos.



Para entendernos mejor, buscaban actores porno. Debía llamar al número de teléfono que ponía el anuncio.



Cuando llegué a casa, aprovechando un instante que estaba sólo, llamé.



Se puso un señor, el cual me pregunto el nombre, edad y mi experiencia en tema sexual.



Yo le expliqué que tenía novia, por lo tanto tenía relaciones sexuales a menudo. También había probado diferentes posturas y juegos.



Él, aprobando mi argumento, me citó en un piso en el centro. Allí, debería superar un casting y según el resultado me dejarían rodar alguna escena y por tanto cobrar mí primer salario. Además me dio la dirección de una clínica privada para que me hiciera análisis y los llevara para prevenir enfermedades.



Nadie de mi familia debía enterarse de esto, y menos mi novia. Iba a hacer algo que le dañaría moralmente, le haría mucho daño y la quería demasiado. Los actores y actrices porno dicen que no mezclan su trabajo con la familia, pero es imposible, no puedes estar en casa esperando a tu esposa sabiendo que uno o varios hombres la están follando en ese mismo momento, y así todas las semanas.



Por un lado no quería ir, pero por otro si, podría irme bien y ganar mucho dinero, lo haría dos o tres veces y lo dejaría para siempre. Además nadie tenía por que enterarse. En casa diría que mi novia me había dejado el dinero y a mi novia le diría que mis padres me habían dejado el dinero.



Era poco creíble, pero bueno, mejor eso que la verdad.



Llegó el día, me presenté en el lugar que me habían citado. Un piso en el centro de la ciudad. Llamé al timbre y rápidamente abrieron la puerta del portal.



En ese momento cogí aire, la adrenalina invadió mi cuerpo, y los nervios floraban.



Ya estaba allí, no podía echarme atrás.



Llegué arriba, la puerta estaba arrimada, abrí, una ráfaga de aire con un fuerte olor a sexo salió de la casa.



Un hombre salió a recibirme muy educadamente. Me dio la mano y me invito a pasar al salón.



Todo estaba preparado para rodar, varias cámaras, unos micrófonos, focos, y un gran sofá de cuero negro.



En ese lugar  iba a realizar en pocos minutos el casting porno.



Me explicó en qué consistiría.



La mujer con la que haría el casting era experimentada, rondaba los cuarenta y cinco años y sólo hacía castings, ella nuca rodaba escenas.



Me preguntó si quería hacer la prueba con el rostro tapado, elimina tensiones y ayuda a relajarse.



Le dije que sí, tanto la mujer, como yo llevaríamos un antifaz en la cara.



Me llevó a una habitación dónde cambiarme y me indicó dónde estaba la ducha.



Me desvestí y me duché. Después me puse la ropa que me habían dejado en el cuarto.



Cuando salí fui hacía el salón. El hombre me dijo que la mujer estaba cambiándose, y saldría ahora, y me indico como debía llevar a cabo el acto.



Comenzaríamos tocándonos, besándonos, a la vez que mis manos agarrasen su trasero.



Descubriría sus pechos y empezaría a lamerlos, ensalivándolos.



A continuación la mujer sacaría mi miembro y automáticamente lo introduciría en su boca para ponerlo a punto.



Tras mamarme la polla durante unos tres minutos más o menos, le quitaría la falda y sin quitarle el tanga, solo apartándolo, mi lengua comenzaría a saborear su maduro coño.



También debería pasar mi lengua por su culo empapándolo bien.



Tras esto, con el coño y la polla a punto de nieve, la colocaría a cuatro patas sobre el sofá y clavaría mi bastón en su vagina.



Sólo habría penetración vaginal, nada de anal.



Después de esto follaríamos en varias posturas para finalizar corriéndome dentro de su coño.



Según resultara la prueba me aceptarían. Tendría que durar el tiempo estipulado, realizar las posturas que me dijera, aguantar le erección, y correrme cuando él dijera.



Me puse el antifaz que sólo permitía verme la barbilla y los ojos.



Escuché el sonido de una puerta abrirse y cerrarse y allí apareció la mujer, también con su antifaz puesto.



Como todo hombre la miré de arriba abajo analizándola por completo, y quedé asombrado.



Tenía un cuerpo de escándalo, y teniendo la edad de mi madre, se cuidaba mucho.



La falda ajustada a mas no poder marcaba unos poderosos muslos que se meneaban a cada lado, y dibujando un perfecto triángulo entre los dos redondos de carne.



Una camisa escotada permitía ver unos pequeños pero redondos pechos, mientras los erizados pezones se transparentaban.



Nada más verla me empalmé, lo que provocó una sonrisa en el productor.



Se acercó a mí y noté su fragancia. La polla estaba durísima y los pensamientos éticos y morales sobre mi novia y mi familia habían desaparecido. Sólo pensaba en meter mi polla dentro de su coño.



El hombre hizo la señal y comenzamos la prueba.



Mis manos se lanzaron a su culo agarrándolo con fuerza, pellizcándolo, y sintiendo como sus nalgas atrapaban mis manos. Sus labios se pegaron  a los míos, humedeciéndose mutuamente, ensalivándose.



Comencé a chupar su boca con mi lengua, mientras, ella realizaba la misma operación mezclando nuestras salivas recíprocamente.



Estaba excitadísimo, la polla se me salía del boxer.



Se apartó de mi cara y se agachó posando sus manos sobre mi bragueta.



En ese momento la subida fue total, esputaba gotas de lefa del calentón que llevaba.



Soltó el botón y bajó la bragueta. Cuando quitó el boxer, la polla salió disparada golpeándola en la cara.



Abrió la boca a más no poder y se la metió entera, casi hasta los huevos.



La polla se deslizaba sobre sus labios que apretaban, mientras su boca encharcada, la llenaba de saliva.



La chupaba como una reina, ni mi novia me la había chupado nunca de ese modo.



Su carmín se perdía en mi fresón a la vez que su aliento iba adquiriendo cada vez más un ligero olor a marisco.



La agarré por las muñecas y la incorporé. La coloqué a cuatro patas sobre el sofá y remangué la falda hasta la cintura.



Sus dos grandes nalgas salieron a la luz, y yo aluciné. Eran perfectas, redondas y se movían como flanes. Sólo ver su meneo me ponía enfermo.



Y en medio de ellas dos un pequeño tanguita blanco se perdía entre los muslos.



Las cogí y empecé a manosearlas moviéndolas y chupándolas. Apartándolas y mirando el tanguita totalmente encajado en su moreno ojete, y observando como los labios vaginales se escapaban por los lados de la prenda.



Metí los dedos y los saqué a un lado. Menudo coño tenía. Era un coño maduro cien por cien.



Un coño curtido en mil batallas. Rasurado pero bien dilatado, y con un lunar que adornaba justo por encima del clítoris. Un coño de esos que solo acercar la polla se te meten hasta los huevos dentro.



Estaba empapado y su ojete en pocos minutos ya presentaba regueros de sudor.



No podía creérmelo, nunca había tenido algo así delante de mí. Es más, si al final no me aceptaran me hubiera ido muy satisfecho.



Metí mi cara y comencé a degustar su olor. Mi lengua salió de su cueva y comenzó a arrebañar el sudor de su culo y a limpiar los flujos que su coño estaban generando.



Mi aliento al igual que su boca también estaba adquiriendo olor a marisco, pero me encantaba ese sabor en la boca.



Tras lamer sus partes durante tres minutos me puse en pie y coloqué la punta sobre sus labios. La froté arriba abajo pringando el capullo para que entrara mejor.



El coño fue cambiando de aspecto hasta adquirir un color totalmente rosado.



Empujé suavemente y la polla entró hasta el fondo.



El productor estaba satisfecho con lo que estaba viendo afirmando con ligeros movimientos de cabeza.



La polla se deslizó rápidamente por el coño de esta mujer de identidad desconocida.



No sabía quien era, pero si sabía, que estaba buenísima, y me hubiera pasado todo el día follándola.



Sus nalgas chocaban contra mí, mientras su sudor se pegaba a mis muslos.



El coño húmedo cien por cien apretaba mi polla y sentía dentro como sus flujos empapaban el miembro.



Gemía la mujer. La agarraba por la coleta follándola brutalmente.



Saqué la polla y la puse en pie. La empujé contra el sofá de cara a mí y la abrí de piernas. Sin mediar metí de nuevo la polla antes de que se enfriara. Un fuerte gemido salió de su garganta y yo, como antes, comencé de nuevo a follarla.



Mientras bombeaba su vagina, destapé sus pechos pellizcando sus pezones y lamiéndolos, como hice con su coño.



El productor me indicó que me corriera en cuanto pudiera y yo sin esperar ni un minuto más clavé la polla hasta el fondo y disparé un gran chorro de lefa dentro, sintiendo como golpeaba las paredes de aquella madura.



Solté un gran gemido y tras permanecer unos segundos con la polla dentro, volví a sacarla dejando que goteara sobre el sofá.



Con la polla aún erecta miré al productor que mediante un gesto me dio el aprobado.



La mujer se puso en pie y se marchó sin poder ver la identidad de aquel exuberante cuerpo.



Entré en mi cuarto y tras ducharme de nuevo me vestí. Salí y fui a hablar con el productor. Me dijo que me había salido bien y que me llamaría para rodar en unas semanas.



Llegue a casa, no había nadie. Al rato llegó mi padre con mi hermana, habían ido al parque.



Mi madre llegó una hora después, y como muchas veces,  trajo algo de dinero.



Cené y me senté a ver un rato la tele. Aún no me quitaba de la cabeza aquel culo, cada vez que lo recordaba me empalmaba.



Al rato decidí ir a la cama, y como siempre me lavo los dientes antes de acostarme. Llegué a la puerta del baño y me dispuse a abrir.



Entonces ocurrió algo inesperado, algo que cambiaría todo, y me traumatizaría.



Mi madre se acababa de duchar, recién salida de la ducha, no había cerrado con pestillo y la sorprendí desnuda.



En cuestión de décimas de segundo ocurrió todo, entré, me asusté y a la vez la observé rápidamente identificando su culo con el del casting, pero sobretodo el lunar que tenía sobre el coño.



No podía creer lo que acababa de ver. Comencé a atar cabos y analizar y todo encajaba perfectamente.



Ella no se dio cuenta pero yo acababa de descubrir que me había follado a mi propia madre. Peor aún, me había gustado, y me había corrido dentro de su coño, el coño que me había parido, el coño propiedad de mi padre.



No podía ser, mi madre follaba con otros, los probaba para las futuras películas que yo mismo veía de vez en cuando.



No podía ni imaginar la cantidad de pollas que tuvieron que entrar en el coño de mi madre durante todo este tiempo.



Desde ese día me vida cambió. Yo no volví a ningún casting, ni me presenté a rodar ninguna escena.



Es más, al poco tiempo aterrorizado por lo que había hecho, con remordimientos, me fui a vivir con mi novia.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 10
  • Votos: 1
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  • Lecturas: 1894
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