Busqueda Avanzada
Buscar en:
Título
Autor
Relato
Ordenar por:
Mas reciente
Menos reciente
Título
Categoría:
Relato
Categoría: Varios

Soñár no cuesta nada

~~Soñar no cuesta nada, soñar es liberar el alma del cuerpo, hoy soñé con un ANGEL, contigo Verónica y como nunca me dolió el despertar. ¿Quien no ha soñado alguna vez con ser feliz?, este es mi más hermoso sueño:
 Se dice que siempre uno debe de iniciar por el principio, y esta no será la excepción, así que imagínate una tarde lluviosa, el olor a tierra, a hierba mojada, en un bosque extremadamente poblado por enormes, frondosos, y verdes árboles, con ese olor característico de ellos cuando están mojados, ese olor que nos transportan muchas veces a la Navidad y por ende a la paz y tranquilidad.
 Aún el cielo no dejaba de lloviznar, eran como las 17:00 hrs., hacía frío y soplaba un aire 100% invernal, el cielo estaba sobre poblado de nubes grises, una que otra blanca, y por lógica la composición de luces hacia ver este paisaje, quizás para muchos característico de una película de terror, para mí, simplemente con el frío, el aire, la brisa de la lluvia, el olor a tierra mojada, la convertían en un ambiente 100% romántico.
 En ese bosque estábamos tu y yo. Tu estabas sentada sobre una piedra a la orilla de un riachuelo, las gotas de lluvia hacían ondear la fría agua que corría lentamente, como si el tiempo se estuviera deteniendo en ese instante. Yo te miraba detrás de un árbol, cuyo tronco era grueso, con la corteza un poco abierta, porosa, áspera, un árbol extremadamente enorme, tal parecía que con su punta alcanzaba a rayar el cielo, a rozar las nubes, y ahí estabas tu, perdida en el silencio, como si las ondas del agua te hubiesen hipnotizado, vestías con botas negras que te daban debajo de las rodillas, por fuera de tu pantalón de mezclilla café, una chamarra de piel café estilo de piloto aviador, de esas que tienen piel como peluche en el cuello, tu cabello color castaño, suelto, a la altura de tus hombros, y no dejabas de ver al río.
 El aire frío hacia que me ardiera la cara, pero no dejaba de mirarte, de contemplarte, yo quería saber que te pasaba, que pensabas, que inquietudes tenían ocupada tu mente, pues te notabas “nostálgica”, yo quería acercarme a ti, pero tenia miedo, mucho miedo a ser rechazado, miedo a que me pidieras que me fuera.
 De pronto sonó un trueno, un relámpago que hizo que voltearas hacia donde yo me escondía y me lograste descubrir, yo me quede sorprendido, no sabia si esconderme, irme o correr, (exactamente igual a aquella noche que fui a tu casa y tu abriste la puerta, ¿Te acuerdas?), Dude mucho en ese instante, pero el frío, la llovizna y aquel trueno me habían delatado, cosa contraria a mí pensar tu me extendiste los brazos, como deseando que te abrazara, y como imán me llevaron hacia ti.
 Nos dimos un fuerte abrazo en medio de un gran silencio, pude oler la humedad de tu cabello, sentí el olor de la piel mojada de tu chamarra, lo frío de ella, y ese instante, mientras que nosotros estábamos fundidos en aquel abrazo empezaba nuevamente a lloviznar, pero tu y yo estábamos juntos en aquel abrazo, largo, fuerte, cálido que nada ni nadie nos podía en ese instante separar.
 Déjame decirte que sentí una paz enorme, una tranquilidad parecida a la de un bebe cuando se duerme en los brazos de sus padres, una tranquilidad sublime, pura, limpia, blanca, como si el tiempo se hubiera detenido, sin pensar en nada, sin preocuparme de casi nada, solo de no soltarme de tus brazos.
 Gracias a aquel abrazo llegue a sentir el latido de tu corazón en mi pecho, no mediamos en ese instante palabra alguna, el abrazo tan prolongado lo decía todo, sentí que si te soltaba me perdería, que mi vida no tendría sentido, tu me dabas confianza, me hacías sentir seguro, me hacías sentir protegido, amado.
 La tarde empezaba a tender su manto negro para darle paso a la noche, parvadas de pajaritos volaron sobre nosotros rumbo a sus árboles, se empezaba a encender en el cielo un par de luceros, el aire soplaba un poco más agresivo, el frío era calador, en eso yo poco a poco, lentamente te fui soltando, mis manos empezaban hacerte caricias en la espalda, subían y bajaban, en los hombros, hasta que quedamos cara a cara, tomados de las manos.
 Fue maravilloso ver el brillo de tus ojos, de esos ojos claros de los que soy locamente admirador, fue maravilloso sentir tu respiración frente de mí, respirar el mismo aire, el tuyo mhacia sentir mas vivo, y lo sublime llegó al ver tus labios, brillosos, carnosos, jugosos; “quería beber el agua, el agua de amor divina, tomarla de beso en beso, me estaba muriendo de sed”, pero algo, como siempre, nos detenía, algo no dejaba hacer en acciones lo que mi corazón me dictaba, pero el simple hecho de contemplarte de frente hacían que hubiese valido la pena haber vivido hasta ese instante.
 La noche llego tan puntual como siempre, la luna, grande y hermosa nos ilumino cual reflector de Dios, nosotros, tomados de la mano caminábamos junto al río, no sentíamos miedo de nada, te sentías y me sentía tan seguro de caminar juntos, el uno al lado del otro, sin prejuicios ni perjuicios, sin sentimientos de culpa, sin temor a la sociedad, a la familia, sin temor al amor, sin la sensación del tiempo, solos tu y yo, y Dios como testigo, así nada malo nos podía pasar,
 Caminamos hasta llegar a una vieja cabaña, el olor a humedad, a polvo y madera vieja eran muy notorios, pero la lluvia empezaba a ser cada vez más fuerte y pertinaz, así que te invite a pasar a esa cabaña, y tu sin mediar palabra con un solo movimiento de tus hombros me decías “donde estés yo quiero estar”.
 Pasamos a la cabaña, tipo chalet, de dos aguas, estaba llena de polvo, paja, contaba con una chimenea y un par de viejas mecedoras de latón, quienes por el tiempo ya estaban un poco oxidadas. La cabaña acusaba a sus últimos moradores quienes salvajemente habían rayado con algún tipo de filo, navaja o cuchillo sus nombres en la pared: “Juan y Ana, Ivan y Graciela”. mientras tu recorrías la habitación leyendo todo lo que estaba escrito en sus paredes yo buscaba y juntaba pedazos de madera seca que se encontraban ahí para tratar de encender la chimenea.
 Sé que quizás todo esto te suene a novela, o cuento, pero te juro que lo soñé.
 Nos sentamos en aquellas mecedoras y con el calor de la chimenea te empezaba a decir todo, absolutamente todo lo que sentía (siento) por ti, tu solo me mirabas, me escuchabas con atención, pero sin pronunciar palabra alguna, en eso me hinque frente a ti, tome tus manos que descansabas sobre tus rodillas y mirándote a los ojos te repetía una y otra vez cuanto te amaba (amo), y te ofrecía una disculpa por todo el daño que te había podido hacer, por amarte a destiempo, por amarte fuera de la ley, de la sociedad y de las creencias, pero ese sentimiento llamado AMOR había en mi nacido para ser solo para ti, a pesar de tu forma de pensar, ese AMOR era solo para Verónica Rosas Ávila.
 Esa noche los grillos ofrecían uno de sus mejores conciertos, en el silencio de la noche, con la tranquilidad del bosque, con los olores de la naturaleza, la lluvia y el frío.
 Tu, después de todo tu silencio, y mirándome a los ojos solo me dijiste “Yo también” y eso basto para que te tomara entre mis brazos y te diera él más dulce de los besos, el cual poco a poco fue desatando toda la pasión que teníamos guardada, (yo la tengo ¿Y tu?).
 Como dice una canción de Juan Gabriel: “Me cobije con tu cuerpo, te hice mía en el silencio pero todo es soledad, y aunque es todo lo que tengo me conformo con los sueños, ilusiones nada mas, solo de eso me sostengo, gracias a mi pensamiento que aprendió a ser libre y a no olvidar, pero más triste hubiera sido el NO HABERTE CONOCIDO, que seria después de mi, es como no haber vivido y aunque se que es solo un sueño yo no quiero pensar así. Él seguirte amando tanto es lo más bello que me pudo suceder”.
 Tu solo cerraste los ojos y yo comenzaba a besarte, de menos a mas, de lo tierno a lo apasionado, tu frente tus labios, tu cuello.
 Echaste tu cabeza para atrás, como invitándome a recorrerla centímetro a centímetro y así yo poco a poco, lentamente empezaba ha alimentarme de ti.
 Nuestros labios se juntaban una y otra vez, nuestras lenguas se entrelazaban, jugando entre ellas, sentí el frío de tus dientes, y lo suave de tus labios.
 Fui besándote a un ritmo lento, mis labios sentían los vellos de tus cejas, el hueco de tus ojos, lo recto de tu nariz, lo rebuscado de tus oídos. lo húmedo de tus labios, lo carnoso de tu lengua, y así lentamente fui bajando por tu barbilla, tu cuello.
 Mis manos, en un principio entrelazadas con las tuyas, fueron despojándote de tu ropa, de tu chamarra, con el cuidado y precisión de un joyero fuí desabrochándote la camisa, veía el encaje exquisito de tu sostén que guardaban uno de tus atractivos y para mi gran tesoro, ese par de hermosos senos.
 Tu sentías el recorrer de lo frío y húmedo de mi lengua que no se separaba de tu ser, bajaba de tus labios hasta tu pecho, pasando por todo tu cuello.. Y tu.. solo te dejabas amar.
 Con mis dientes poco a poco fui quitándote el sostén hasta contemplar en su magnitud y esplendor tus pechos, los cuales recorrí y devoré como niño en época lactante, te los succionaba una y otra vez, primero el derecho y luego el izquierdo, uno y otro, mi lengua jugaba con tu pezón y mis dientes de vez en cuando te soltaban un leve mordisco.
 Tu hacías presas mis manos de las tuyas, entrelazándolas, tu cabeza seguía recargada hacia atrás y mis labios recorrían una y otra vez el camino ya trazado, desde tu frente hasta los senos.
 Pero toda mi pasión no se conformaba con eso, quería más y tu así lo deseabas, así que poco a poco fui aventurándome a excursionar más en ti.
 Cual si fueras un caramelo mi lengua comenzó el descenso hacia tu centro, como conquista inmediata el objetivo fue tu ombligo, subía y bajaba una y otra vez, para ese entonces el mapa de tu cuerpo ya era extenso, de tu frente al ombligo, haciendo las paradas de rigor en tus labios, orejas, cuello y tus pechos.
 En un movimiento brusco inyectado de pasión tu te habías despojado de las botas y el pantalón, así que mi conquista a tu centro como batalla final empezaba.
 Mis manos abrieron poco a poco, tiernamente tus piernas y mi cabeza se hundió entre ellas, el olor y fragancia de tu ser hacia mágico el momento y hacia “crecer” mi pasión, por fin te estaba comiendo toda, y tu seguías en tu posición inicial, sentada con la cabeza recargada hacia atrás.
 Una y otra vez mi húmeda lengua entraba en tu ser, era un manjar de Reyes del Olimpo, el centro de Venus era devorado salvajemente por una persona humana, llena de defectos, pero con una virtud, ser el que más te amara con esa pasión en esta vida.
 Por primera vez en todo este tiempo tomaste la iniciativa, agarraste con tus manos mi cabeza y la hacías estar más tiempo presa entre tus piernas, mientras que yo seguía comiendo y desfrutando de tu ser.
 El silencio y tranquilidad de la noche fueron interrumpidos abruptamente al escuchar tu primer grito de placer, grito de independencia, grito de mujer amada y deseada como nunca.
 Con voz entrecortada y agitada me pedías que te hiciera mía, querías que hiciéramos el amor, que te hiciera el amor, y cual ferviente y seguro servidor no te hice esperar.
 Con toda la ternura del mundo te recostaba sobre nuestras frías chamarras y en frente de la chimenea, tu acariciabas mi espalda y yo, con tu ayuda, poco a poco íbamos formando un solo cuerpo. Yo dentro de ti, con movimientos pélvicos lentos y rítmicos, una y otra vez, poco a poco te estaba amando como nadie más te podrá amar, con toda la pasión pero sobre todo con todo el sentimiento de amor que hay en mi para ti.
 Nuestro baile iba aumentando de ritmo e intensidad, la hora de la gloria estaba por llegar, y tu me pedías que me detuviera, con cuidado te ponías en posición de 4 al piso, es decir, tus rodillas y manos al piso lista para que te cabalgara, me rogabas de forma apasionada que diera la batalla final y así lo hice.
 Después de darte unos fuertes galopes nuestras voces se unieron en un grito de amor, de pasión, grito que quedo grabado entre esas 4 paredes, y volaron por los 4 vientos como ejemplo del amor.
 Nos volvimos abrazar, y nos recostamos frente a la chimenea, cobijados con nuestros cuerpos, platicamos hasta ver el amanecer.
 NO se cuanto dure un sueño, pero este que soñé durara en mi mente toda la vida, y más aún ahora que lo he descrito tal y como fue, y que queda como testimonio del amor y pasión que siento por ti

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1077
  • Valoración:
  •  
Comentarios


Al añadir datos, entiendes y Aceptas las Condiciones de uso del Web y la Política de Privacidad para el uso del Web. Tu Ip es : 3.136.18.48

0 comentarios. Página 1 de 0
Tu cuenta
Boletin
Estadísticas
»Total Relatos: 37.834
»Autores Activos: 2.203
»Total Comentarios: 11.826
»Total Votos: 511.803
»Total Envios 21.937
»Total Lecturas 93.975.994