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Nos acostamos... y él no quería

Santi y yo lo habíamos dejado hacía unos siete meses. Fue por mí. Las dudas eran cada vez mayores porque había aparecido Alex en mi vida y me lo había desordenado todo. Ya no sabía qué quería, así que le propuse dejarlo. Él estuvo de acuerdo, aunque luego lo pasamos ambos bastante mal, y llegué incluso a arrepentirme. Yo había sabido de él sobre todo los dos meses posteriores a nuestra ruptura. Ya se sabe, siempre queda esa sensación de ahogo y de duda, de no saber si hemos hecho bien, si el otro lo está pasando demasiado mal, etc.



Después de aquellos dos meses de hablar de vez en cuando y vernos algunas veces, decidimos que la distancia era lo más apropiado, así que yo me centré en Alex y él encontró a una tal Laura con la que pasar el rato, así que ambos felices.



Hasta aquí todo bien. La cuestión es que ayer pasé por casualidad por delante de su piso de camino a la Universidad. Hacía un día de un calor brutal para ser otoño, y había decidido ponerme guapa. Era uno de esos días que amaneces tan decaída que necesitas animarte de alguna manera y decides ponerte sexy para subirte el ánimo. Así que saqué el vestidito verde que me habían regalado por mi cumpleaños y los zapatos con un poco de tacón que son tan cómodos. -El moreno del verano aún se deja traslucir - pensé-, y con este traje se me ven geniales las piernas-. Apenas me pinté porque nunca me ha gustado, pero me recogí el pelo de esa forma que sé que me queda tan bien. Así fui directa a clase, y cuando pasé por su calle, casi instintivamente (como había hecho tanto tiempo atrás cada día), alcé la vista hasta su balcón, más por costumbre que por querer encontrármelo. Y allí estaba Santi, mirando hacia abajo. Cuando me vio me saludó con la mano, un poco turbado. Le hice señas de que subía para saludar y me abrió por el portero.



Es increíble, pero nada más entrar por aquella puerta sentí un golpe de calor por todo el cuerpo que me hizo tener que parar un segundo y sentarme en la escalera. Me sentía tan excitada que me asusté. No comprendo aún cómo me sucedió, tal vez puro conductismo, aquella vieja relación entre entrar en su piso y follar. No lo sé, la cuestión es que entré en el ascensor absolutamente húmeda, con unas ganas locas de que allí mismo cualquiera me la metiera hasta el fondo y me volviera loca.



No digamos cuando me abrió la puerta y le vi. Estaba mucho más guapo que cuando lo habíamos dejado. Nos abrazamos y sentí su pelo recién bañado y su piel oliendo a perfume de bebés. Todo se me dio la vuelta. Estuve a punto de comerle la boca como una salvaje en aquel mismo momento, pero él estaba algo abochornado y me supe contener. Le pregunté si estaba bien, y me dijo que sí. Nos miramos largamente y nos dijimos que estábamos muy guapos, que tal vez la ruptura nos había sentado bien.



Le pregunté si aún tenía en su cuarto la colección de vinilos que hacía años iba reuniendo y me dijo que tenía algunos nuevos, que se había acordado de mí comprándolos y que entrara para enseñármelos.



Cuando vi su cama deshecha casi me derrito. Cada vez me sentía más húmeda y casi no podía disimular las ganas que tenía de que me amasara las tetas o me besara por todos lados. Me enseñó los viejos vinilos que acababa de reunir. Me fingí interesada y me senté en su cama. Él se colocó al lado mío, a prudente distancia.



Empezamos a hablar sobre las clases. Él de cuando en cuando miraba el reloj, nervioso. Le pregunté si estaba esperando a alguien y me dijo que Laura estaría a punto de llegar. Le respondí que no se preocupara mientras me acercaba a él un poco más.



Seguimos hablando un rato mientras yo me aseguraba de que el vestido estuviera bien subido con mis largas piernas al aire y el escote lo suficientemente desordenado para dejar intuir aquellos pechos decididos. De vez en cuando, al reírme, apoyaba casualmente mi mano en su muslo o le tocaba el brazo "sin querer" y notaba toda esa química de antaño, el arder sin tocarse. Recordamos viejos tiempos, y ya saben, una cosa llevó a la otra y acabamos hablando de lo bien que follábamos. Sólo pensar en aquello me hizo estremecer y noté de nuevo cómo me iba humedeciendo más y más sin poder controlarme. A aquel paso iba a dejarle la cama empapada sin siquiera tocarme. Me acerqué un poco a él y acerqué mi boca hasta su oreja. Respirando entrecortadamente le pregunté si su novia follaba tan bien como yo. No contestó. Estaba muy nervioso y miró el reloj. Se alejó un poco de mí y repitió: Laura está a punto de llegar.



Yo sonreí, me sentía la zorra más puta del mundo. Sabía que estaba loco por follar conmigo, sabía que desde que me había visto se deshacía en ganas de tocarme, y todavía no me había puesto la mano encima. Siempre había sido fiel. Siempre. Él no paraba de pensar en su Laura y yo ni siquiera me había acordado de Alex en todo aquel rato. Lo cierto es que nuestra relación no iba demasiado bien, y en este momento sólo me interesaba volver a follarme a Santi.



Aproveché que tenía la boca cerca de su oreja y le besé el cuello suavemente. Sentí cómo su respiración se agitaba y todo su cuerpo se tensaba. Hacía rato que le notaba la polla durísima contra el pantalón.



-¿Tu novia te la chupa, Santi?- le pregunté mientras bajaba mi mano.



-Eh… bueno, eh…



- No te la chupa. No te la chupa porque le da asco y porque no me llega a los talones. Sabes que no encontrarás a otra que te la chupe mejor que yo.



- Diossssss…



Yo estaba loca por quitarme toda la ropa y montarme encima de él para que me la metiera entera. Recordé lo grande que era su polla cuando la palpé a través del pantalón, y sí, recordé que follaba con él mucho mejor que con Alex.



Le desabroché el botón y le bajé la cremallera.



-Adri…



- ¿Sí?



- Laura está a punto de llegar, no, nooo…



- Bueno, pues que mire y aprenda.



Él soltó un ligero gemido cuando tuve su polla entre mis manos. Le miré fijamente a los ojos y con toda la sinceridad y toda la excitación que a aquellas alturas sentía por todos lados, le susurré:



-Te echaba de menos…



Y empecé a chupársela lentamente. Primero me la metí en la boca hasta el glande, y apreté suavemente con los dientes, como sabía que le volvía loco. Le escuché gemir más fuerte. Mientras le acariciaba los huevos, le lamí todo el tronco con ternura, mientras él se afanaba en bajarme las tiras del vestido para tocarme las tetas, que tan duras estaban. Después me la metí entera en la boca, mientras soltaba ese gemido lento de placer que significaba lo mucho me gustaba mamársela. Después se la agarré con la mano y la agité mientras dejaba su glande en mi boca. Alternaba el metérmela hasta la garganta chupando y masturbarlo con la mano. Él se había echado en la cama hacia atrás y ya no parecía estar apurado porque Laura fuera a llegar. A mí aquella situación me ponía aún más cachonda, pensar en ser descubierta por la pija noviecita de mi ex.



Después de un rato me dijo que parara, que a ese paso iba a correrse en seguida. Yo hice un ejercicio muy fuerte de dominación, le guardé la polla dura y caliente en el boxer e hice muestras de marcharme, recordándole que Laurita iba a llegar y a lo mejor me pillaba allí, cosa que no le gustaría.



Él me hizo sentar, y de un tirón me levantó el vestido y me arrancó el tanga, rompiéndomelo. Me empujó sobre la cama salvajemente (tan salvajemente que me asustó por un momento) y mientras se quitaba el boxer me miró con dureza y me dijo:



-Tú no te vas de aquí hasta que te folle como te mereces.



Me volvió loca. Se había transformado. De niño tímido y fiel había pasado a fiera salvaje y totalmente presa de la excitación. Él cogió el mando. Yo me dejé llevar. Ya desnuda, paseó su lengua brutalmente sobre mis pechos y me agarró las tetas con fuerza. Yo ya no estaba para delicadezas, así que aquella potencia me puso a cien. Tal y como estaba tumbada, abrí las piernas. Él me miró de arriba abajo, y paseó su mano por mi coño caliente. Me dijo:



-Esto está ardiendo, Adrianita, algo me dice que quieres que alguien te la meta.



-Por favorrr…



Y se puso sobre mí atrapándome las manos contra las suyas. No podía moverme. Con su polla durísima empezó a moverse sobre mí, masturbándome con ella y rozándome el clítoris a una velocidad vertiginosa, mientras yo sentía que a ese ritmo me iba a correr sin que me la metiera. Pensé en disfrutar de esa espera, en seguirle el juego y aguantar sin desear que entrara, pero me fue imposible. Estaba loca por sentir su polla dentro, como tantas otras veces la sentí, como no había vuelto a sentir una.



Y entonces sucedió: me soltó las manos y colocó mis piernas sobre sus hombros, metiéndomela de un golpe. El grito que pegué fue tan escandaloso que me tapó la boca mientras me follaba cada vez más rápido y con más potencia. Ese no poder hablar ni gemir y casi ni respirar me ponía tan caliente, y pensar que me estaba follando como un loco en el mismo sitio donde se enrollaba con su novia… ufff… Mientras follábamos yo cerré los ojos y me agarré con fuerza a la almohada, pero él me cogió la cabeza y me dijo con firmeza:



-Abre los ojos, Adriana, quiero que me mires mientras me muero por ti



Aquello me desbancó. Todo lo que sentí tantos meses atrás me vino de golpe al corazón. Sentí que le amaba, que follar con él era hacerle el amor, que no había nada como aquello, que sólo por sentirle dentro merecía la pena la vida.



En aquel momento sacó su polla y me hizo ponerme a cuatro patas. En aquella posición me metió dos dedos y empezó a sacudirme con fuerza pero sin hacerme daño. Aquello era la gloria. Quería que me la volviera a meter, pero sus dedos no lo hacían nada mal y yo apretaba para que él también sintiera mi tensión. Me preguntó si quería que me la metiera y apenas pude responder de lo agitada que estaba, así que me agarró del pelo hacia atrás y me preguntó más alto:



-¿Lo quieres o no?



-Sí… sí…- le respondí entre gemidos.



Y entró directa, y grité más fuerte. No podía evitarlo, me sentía tan vencida, tan vulnerable a lo que él quisiera, me sentía tan vendida a su cuerpo, a sus manos, que sabíamos ambos que él podía hacer lo que quisiera conmigo.



Después de poco tiempo a cuatro patas me hizo estirar las piernas y se colocó sobre mí, metiéndola por detrás, mientras me atrapaba las manos entre las suyas y me susurraba al oído que follaba como una verdadera puta y que me echaba de menos.



Yo no podía decir nada porque casi no podía respirar, sólo sentía el calor y el placer que se derramaba por todo mi cuerpo, notaba mis pechos moverse sobre sus sábanas, y sentir su aliento en mi oído diciéndome aquello sólo me hizo sacudirme de nuevo y gritar con gemidos entrecortados.



-San… santi… me voy… me voy…



- Sí, Adri, te vas a correr, te vas a correr…



Y se sacudió con más fuerza y toda la tensión que sentía se disparó, y los dos llegamos casi al tiempo, y él me gimió en la oreja mientras se corría dentro de mí y yo me sentí desfallecer de felicidad.



Estuve un rato fuera del mundo, como en una dimensión paralela, mientras escuché que decía algo que no sé qué fue. Sentí su peso sobre mi cuerpo y un beso suyo en mi oreja.



Luego se levantó y se limpió un poco. Se puso la ropa con cuidado mientras me miraba desnuda en su cama. Volví a la realidad cuando me dijo:



-Adri, Laura se retrasa, pero estará al llegar, por favor, vístete.



Hice lo que me pedía y me puse el vestido. El tanga roto lo metí en el bolso y poniéndome los zapatos, escuché la puerta del piso abrirse y una vocecilla decir:



-Santi, siento el retraso, ¿Ya comiste?



Santi me miró tenso como su polla hacía dos minutos y dijo:



-No, está aquí Adriana, que vino a pedirme CD´s.



Yo me arreglé el pelo y salí del cuarto cogiendo un Cd en la mano. Conocía a aquella chica desde hacía unos años. Era compañera de clase de Santi, y parecía haber estado esperando la oportunidad de que yo me alejara un poco para abalanzarse sobre él. Me miró con desdén y me saludó como si fuera una asesina. Yo, al mirarla, empecé a sentirme húmeda de nuevo pensando en decirle:



-Mírame, niñata, voy sin tanga porque tu novio me lo ha roto antes de follar conmigo, y si te acercas a mí un milímetro más descubrirás que huelo a él, a su sexo.



Lógicamente no le dije nada y me largué del piso casi sin despedirme de Santi, que a estas alturas sabía que su relación con Laurita ya no tendría futuro.



Así fue, porque hace un momento he recibido este mensaje:



"Adri, sentirte tan caliente debajo de mí es lo que quiero. Quiero tu cuerpo y tus labios, quiero follarte siempre."



Sólo pensar en él me ha sacudido todo el cuerpo.



Y qué quieren que les diga, la casualidad de haber pasado ayer por su piso me ha devuelto a la vida.


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