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Capítulo 14 - Un nuevo envite. Adiós adolescencia, adiós inocencia

Adiós adolescencia, adiós inocencia

Capítulo 14 - Un nuevo envite. Intento a oscuras.

Un sábado en la tarde vino Franz a invitarme para que lo acompañara a comer a un bar-restaurante situado en las afueras de Dortmund. Yo estaba aburrido, arrecho, sin saber cómo acabar con el tiempo y le acepté la invitación, pues desde el brote verbal con Inge me hallaba muy desconcentrado debido a que ella me caía muy bien, a pesar de lo pechiplana que era. Y como no tenía otra perspectiva en ese momento, pues entonces sentía remordimiento por haberla tratado mal. Hasta tuve la intención de ir por su apartamento para pedirle disculpas, pero me abstuve y contuve de hacerlo porque ella tenía su amigo. Salí con Franz hacía el sitio indicado por él para cenar, luego iríamos a un cine o a una discoteca para matar la noche, el remate final lo haríamos en la tasca del yugoeslavo Zvonko. Llegamos a la taguara, entramos y casi de inmediato tuve el deseo de no avanzar debido a la cantidad de humo de cigarrillo; Franz leyó en mi rostro mi desagrado, inició un discurso disparatado para animarme: -"mira, las muchachas que atienden están bien ambas; quizás podamos llevárnoslas a algún sitio, no te olvides que tenemos carro, ja, ja, ja. Mirá, ahí vienen para buscarnos una mesa"-. En efecto, las dos venían en nuestra dirección, nos saludaron alegres y divertidas, luego nos mostraron un sitio apartado a petición nuestra, aun cuando él y yo éramos fumadores por esos años, pero el aire allí dentro era simplemente insoportable; trajeron la carta, así como dos cervezas.

Algunos minutos más tarde vino una de ellas con una libretica para anotar el pedido; era algo rolliza, baja y de pelo largo muy negro, sus pechugas eran respetables, y de nalgas no estaba mal. Intercambiamos miradas intensas, Franz interrumpió el monólogo visual nuestro con su chillona voz: -"queremos pedir algo para comer. ¿Cómo te llamas?"-. Ella miró en su rededor sin saber cómo reaccionar, respondió sonrojándose: -"Dolores, Dolores es mi nombre, mi padre era español, mas no lo conocí, pues volvió a España cuando yo era una niña aún. ¿Qué desean comer?"-. Pedimos unas milanesas empanadas con papas fritas y ensalada, así como dos cervezas más; lo común y corriente en esos casos porque los demás platos eran muy caros para nosotros. Mientras nos traían los alimentos fuimos hasta la rocola para poner música de nuestro gusto, luego de mucho buscar hallamos unas melodías de los Mamas and the papas, volvimos a nuestra mesa hablando tonterías sobre el ambiente del local. Franz fue hasta la barra para pedir otra ronda de cerveza, esta vez vino la otra chica con el pedido, Franz le indagó por su nombre, ella le contestó secamente: -"Marita, Marita me llamo. Sus cervezas"-. Ella se alejó y él entonces impartió las órdenes para la táctica seductora: -"Arturo, tú te agarras la pelinegra, y yo a la flaquita; las invitamos a una discoteca y nos las llevamos en el carro a algún sitio tranquilo; y si se dejan, entonces nos las arrastramos a la residencia, allá hacemos una pequeña orgía, ja, ja, ja; y si se puede, pues una grande también, ja, ja, ja; ¿sí?"-.

Dolores regresó con las viandas humeantes, las sirvió adecuadamente mientras nos soslayaba como si presintiera un ataque por parte nuestra, Franz la invitó a una bebida, así como a Marita; la rolliza la llamó para saber si aceptaba la proposición de Franz, silenciosa asintió. La gordita trajo dos Fantas y las plantó en nuestra mesa, chocamos los vasos repitiendo <>, ambas sonrieron picaronas, colocaron los vasos retirándose para que comiéramos tranquilos. Franz olió chances: -"ves, ves, acá se puede hacer algo, ahora les preguntamos a qué hora terminan y si quieren salir con nosotros"-. Él hablaba todo el tiempo en plural, aunque era quien llevaba la batuta de la acción, yo asentía y engullía los alimentos porque tenía un apetito feroz; él también devoraba prácticamente la carne pero no perdía de vista las chicas que nos correspondían amables. Dolores volvió para saber si deseábamos algo más, un postre, otra cerveza, en fin. Franz le contestó muy picarón: -"sí, sí queremos algo más; queremos saber a qué horas terminan el trabajo"-. La chica sonrió indecisa, pero respondió: -"pronto, pronto terminamos; ¿por qué?"-. Por fin me inmiscuí en la conversación, la tomé de una mano muy suavemente: -"porque así entonces nos podríamos ir a una discoteca y bailar un rato; ¿te parece bien?, pregúntale a tu amiga"-. Le oprimí la mano. Me miró desde arriba, pues estaba de pie, sonrió y llamó a la amiga, ésta vino contoneándose, Dolores le comunicó nuestra idea, pensó unos segundos y le susurró algunas palabras inaudibles para nosotros, entonces Dolores anunció: -"está bien, iremos con ustedes, nos esperan hasta que hagamos caja con el dueño, no dura mucho; Marita arregla la cuenta con ellos, yo me encargo de los demás comensales"-. Marita nos cobró, Dolores fue al resto de las mesas para cobrar y así terminar con el turno.

Permanecimos en nuestra mesa esperándolas, Franz aprovechó para lanzarme las últimas instrucciones: -"Arturo, las metemos al carro y nos las llevamos por la zona del estadio de fútbol, yo conozco un estacionamiento bastante discreto y sobre todo oscuro, por allá no van los policías; ja, ja, ja, y después esperemos que pase algo bien maravilloso, ja, ja, ja. Dos cervezas más"-. Marita las trajo y cobró enseguida porque ya estaban cerrando la cuenta. Franz y yo brindamos por el éxito de esa noche. Las chicas nos observaban divertidas y nos transmitían señas indicándonos que tuviésemos paciencia. Luego se perdieron hacia su cuarto para acicalarse y ponerse chéveres; por fin retornaron listas para salir a divertirse con nosotros. Ya en el carro ellas propusieron ir a una pequeña discoteca que conocían en un lugar central; Franz vociferó risueño: -"ah, conozco el sitio; está cerca de nuestra casa. Arturo, es al lado de Zvonko; yuujole, vamos"-. Y le hundió el acelerador de su escarabajo al máximo. Ellas se sentaban atrás muy divertidas observando la forma brusca de Franz para conducir por las vacías calles de la ciudad, se desternillaban a carcajadas debido a su mímica y gesticulación, yo de copiloto pasaba tragos amargos rezando porque no se fuese a estrellar en alguna esquina. Prefería la manera para conducir de la Hermosura, pues era insegura, pero Franz era una locura, como en una película yanqui de los años 50 ó 60. Llegamos pronto al sitio, menos mal y gracias a dios.

Entramos al lugar, un sitio muy pequeño, solamente un par de mesas y una tarima para el equipo de sonido; pero mucho humo, tal y como era costumbre en aquella época, a ello se le debe agregar el retronante ruido de la música. Buscamos un sitio apartado en una esquina para poder fraguar nuestro plan con ellas; el ataque frontal para abonar el terreno preparatorio a la <>. Se fueron al baño indicándonos que volverían pronto, sonrieron nerviosas y salieron. Franz fue a solicitarle al disc jockey música suave y romántica, éste le guiñó indicándole haber entendido la idea o plan, retornó eufórico: -"Arturo, ¿oyes la melodía?, apenas vuelvan las sacamos a bailar y las apretujamos para ponerlas a tono, pero sin abusar, ¿entendido?"-. Asentí con mi cabezota peluda y brillante, en ese momento regresaron campantes dejándose abrazar para bailar. Antes las invitamos a brindar por esa noche de fiesta, luego saltamos a la pista para abrazarlas al ritmo de las melodías de esos años. Dolores no se resistía a mi intenso manoseo; Franz quería convencer a Marita con su aguda y barata retórica, pues se le oía desde todas las esquinas del local, las otras parejas comenzaban a voltearse debido a la estridencia de su verborrea, mas él no se amedrentaba ante sus miradas inquisidoras al verse interrumpidas en su intenso besuqueo. Su compañera le oteaba tratando de saber qué diablos le quería comunicar con su enredada jerigonza; Dolores y yo bailábamos muy abrazados intercambiando arrullos bucales intensos, tanto que me invitó a sentarnos: -"vamos a la mesa para charlar un rato, ven"-. Al pasar por el lado de Franz le halé la falda del saco para comunicarle que su plan empezaba a funcionar y a tener éxito. La <> acechaba.

El disc jockey empezó a juguetear con las luces y el volumen de la música; todo ello ocasionó que las parejas se fuesen recogiendo en sus respectivas mesas para dedicarse a las caricias, sólo Franz seguía en la pista de baile peroreándole a la pobre Marita sobre temas que a ella no le interesaban. Yo inicié el ataque frontal para lograr que Dolores me abriera sus puertas, la abracé muy intensamente refregando mi mejilla en la suya, una mano mía empezó a frotarle sus rodillas; ella suspiró: -"ahh; acá hay mucha gente y mucha luz, deberíamos irnos a otro sitio. Dile a Franz que nos vayamos a otro lugar"-. Hube de arreglarme mi masculinidad para tratar de esconderla porque la Dolores me alborotaba todo, aunque no era mi tipo de chica: rolliza y baja. Se notaba en mí que las mieles femeninas me faltaban y ahora estaba necesitando de ellas una vez más; meses habían ya transcurrido desde que la Hermosura me había permitido disfrutar de sus manjares; ahora deseaba saborear más de ellos, aun cuando la calidad en este caso no se podía comparar, pero la necesidad apremiaba obligándome a no pensar en cualidades ni calidades. Le susurré a Franz la proposición de Dolores, me miró perplejo, sonrió pícaro, tomó a Marita por una mano para sacarla de la pista y fue conmigo hasta la mesa nuestra, llamó al mesonero para pagar la cuenta, luego gritó: -"vámonos a un sitio ideal para nosotros, yujole"-. La rolliza se dejó envolver por mis brazos mientras salíamos del lugar, Franz encabezaba el grupo sosteniendo las llaves del carro, atrás Marita se arreglaba la falda mientras corría detrás nuestro. Salimos a la calle y hubimos de correr porque llovía, todos cuatro nos carcajeábamos alegres, disipados; toda la noche sería nuestra, pues entonces adelante.

Una vez en el carro, Marita con Franz, la rolliza y yo atrás, partimos hacia ese <> del cual hablaba Franz con demasiada insistencia. Pronto llegamos y reconocí el estacionamiento del estadio de fútbol, a un lado una pequeña arboleda hacia la cual nos dirigimos; oscuridad total reinaba allí en el bosquecillo, Franz frenó en seco debajo de un gran árbol, apagó las luces e inició su ataque directo con la Marita. En la oscuridad no nos podíamos ver y por tanto todo era por tacto. Busqué con mis manos nerviosas las piernas de Dolores, hallé sus manos que me atrajeron para que la envolviera en un intenso abrazo; adelante sólo se oían los chasquidos de Franz comiéndose los labios de la Marita quien sólo podía suspirar ahogada por el ataque.

Yo no hallaba qué besarle a la Dolores porque estaba demasiado ocupado con el problema de la oscuridad, mis manos hurgaban ansiosas y nerviosas entre sus piernas y senos; ella se esmeraba tratando de bajarme el cierre sin lograrlo, hube de ayudarle para que llegase a su ambicionada meta. Su mano se hundió buscando ansiosa mi masculinidad hasta que la asió comprobando que ya emanaba bastante líquido debido a la excitación, me lo estrujó mientras se dejaba besar vorazmente por mí. Del sitio delantero escapaban los ahogados quejidos de Marita dando la impresión de que Franz ya se la estaba fornicando; Dolores aceleró el manoseo y yo el besuqueo; su mano se engolosaba oprimiendo ávidamente mis testículos y pene mientras me invadía la boca con su lengua loca.

-"No te pongas así, estamos entre amigos; abre las piernas para que me deleites con tu sabrosidad, ábrelas"-. Franz trataba de vencer la renuencia de Marita quien aparentemente se negaba a ser penetrada allí en pleno bosque oscuro y con un freno de mano de por medio que se le quería hundir entre su ranura anal. Además de un volante que le refregaba sus senos, y un pene erecto deseoso de alojarse entre sus carnosidades; nada romántico ni seductor, pero Franz no era ni lo uno ni lo otro, él sólo quería carne femenina fresca para depositar allí su savia, nada más, nada más. Dolores me susurró: -"arrecuéstate, me quiero meter tu pene en la boca para saborearlo"-. Retrocedí para hacerle espacio, ella se agachó, sentí su caliente respiración que ya me quemaba, luego su lengua con sus labios envolviendo el glande para lamer, y chupar; un temblorcillo me recorrió de arriba abajo mientras recordaba aquella vez en que la Hermosura me había sorprendido con su ataque apoderándose ansiosa y ávida de mi miembro, mas aquella vez habíamos estado cómodos y desnudos en su lecho; acá era un embrollo de ropas y tinieblas.

Se oyó la chillona voz de Franz: -"Marita, Marita; Dolores se lo está lambiendo y chupando a Torbellino; anda, ven y me lo haces a mí, chúpamelo, ven"-. Echó su asiento hacia atrás para darle espacio a su amiguita para que ella tuviese acceso; sólo se oyó un leve rechazo suyo debido a que Franz la había tomado por su cabello para obligarla a cumplir su urgente deseo: -"no, no, ugghh, espera que me ahogas, ughh. Ugg, no te lo lavaste, bahh. Cochino"-. Franz no se inmutó por ese reproche directo, al contrario, contraatacó vehemente: -"chupa, chupa; escucha a Torbellino, gime y chilla de placer; Dolores le está sorbiendo la leche; ven y chupas, después te cojo bien cogida para que no te quejes; échale bastante saliva. Ven, chúpamelo"-. Sólo se oyó el quejido sordo de Marita: -"ugg, ugg"-. Luego la satisfacción de Franz: -"sí, así, me vengo, huy"-.

Dolores no se dejaba interrumpir con los quejidos y alboroto de la otra pareja, proseguía con su labor de succión hasta tal punto que ya me tenía al borde del momento máximo, yo le acariciaba su largo cabello teñido de negro; me agaché hasta ella para susurrarle mi deseo de penetrarla para derramar en ella mi expresión de satisfacción, alzó su rostro sudoroso y se echó hacia atrás levantando sus piernas para que le sacase la pantaleta; mis manos se convirtieron en garfios para quitársela, se la halé y la tiré al piso del carro, estiré mi mano derecha hasta hallar la selva púbica de su Monte de Venus, pues la oscuridad impedía toda vista; ella la suya para encontrar mi masculinidad erguida, la asió susurrando: -"penétrame"-. Su trasero se fue arrastrando hasta sentarse sobre mi regazo, sentí el calor de sus muslos y nalgas, tomó el miembro para enrumbarlo hacia su cueva bien húmeda, el glande rozó su vellosidad, ella murmuró feroz y hambrienta: -"todo, todo, todo, lo quiero todo; más, más, sí"-.

De repente. Toc, toc, toc. <>. toc, toc, toc. <>. La intensa luz de una linterna inundó la intimidad de nuestra orgía. Marita alzó su cabeza y allí quedó al aire libre el semidesnudo cuerpo de Franz con su erección tambaleante; Dolores se bajó la falda cubriendo nuestra inconclusa cópula; los policías insistían ladillas: -"salgan ya con los documentos de identificación"-. Así acababa la primera fase de nuestra orgía. Franz bajó el vidrio y les explicó que éramos estudiantes; las chicas trataban de acomodarse sus faldas, yo escondí mi masculinidad; los policías ordenaron: -"lárguense, este sitio no es un burdel público; la próxima vez les arrastramos el carro; fuera ya"-. El escarabajo de Franz saltó nervioso al tiempo que salíamos de allí cortejados por la patrulla de la policía. ¡Qué orgía! Ja, ja, ja, ja. ¡Hasta con policía!; ja, ja, ja, ja.

El silencio es total y la decepción apabullante, las luces de los carros y el alumbrado hostigaban mis pupilas, me percaté de que el cierre del pantalón aún estaba abierto; Dolores miraba hacia la calle con vista perdida, Marita se acicalaba viéndose en su espejo de mano; y Franz maldecía a gritos: -"policías cabrones, yo apagué todas las luces; ¿cómo nos vieron? No importa, vamos a la residencia, el conserje ya está durmiendo, yo tengo vino de manzana y salchichas. ¡Qué siga la fiesta! Pfui, yujole; Torbellino, vamos a tu cuarto que es más grande y Pepino está en su pueblo"-. Asi se hará, pensé yo.

Llegamos a nuestra residencia con el ánimo bastante decaído tanto el nuestro como el suyo; Franz trataba de alegrarnos con su chillona voz: -"vamos, vamos; enseguida traigo el vino de manzana y las salchichas, entonces seguimos"-. Chirrearon los frenos al estacionarse enfrente del edificio lo cual sacudió a las chicas despertándolas porque venían totalmente apáticas, se sorprendieron: -"¡ah, ya llegamos!, ¿en dónde estamos?; ¿qué nos espera ahora?"-. Yuujole, fue la respuesta de Franz al bajarnos del carro y abrir la puerta, nadie se molestó porque no había nadie por allí que se molestara; entramos raudos para ir a mi cuarto, abrí la puerta cuidadosamente pensando que allí estaría <>. No, no estaba, entonces ordené: -"adelante con las muchachas; Franz trae las salchichas"-. Él sonrió sardónico y salió gritando: -"sí, sí, el vino. Y las salchichas de Frankfurt*; ja, ja, ja, ya vengo, yujole"-. Ellas rieron nuevamente divertidas; Dolores se me acercó: -"tienes un equipo de sonido y muchos discos, pon una música bonita para bailar, pero romántica, ¿sí?"-. Sus ojos clamaban, obedecí. *Se debe aclarar que Franz procedía de Frankfurt, la ciudad de las salchichas del mismo nombre.

Boleros instrumentales interpretados por los Indios Tabayaras se oyeron; me lancé sobre ella para atraerla y así contonearnos al ritmo y compás de las notas románticas. -"Aquí, aquí está el vino; Torbellino trae vasos de la cocina para las chicas, apúrate para poder seguir con la fiesta"-. Salí del cuarto perseguido por la rolliza quien preguntaba dónde estaban los vasos y copas, le indiqué el sitio, los extrajo mientras yo buscaba una bandeja, ella los colocó allí y regresamos al cuarto, Franz se comía literalmente a la Marita en un abrazo y beso que no la dejaba respirar ni suspirar; nos señaló la mesa para que pusiésemos allí los vasos, así lo hice, mientras tanto él se comía la boca de Marita ahogándola con sus burdos lengüetazos. Su mano derecha era un garfio en las nalgas de la Marita que no sabía qué hacer y cómo reaccionar. Dolores me invitó: -"bailemos, ven; abrázame y bésame"-.

Franz se fue deslizando con Marita hacia detrás de los armarios para esconderse, yo no sabía su plan y no le di importancia, pues estaba muy entretenido manoseando y besuqueando a Dolores quien también me correspondía con intensas y ardientes muestras de sentirse atraída por mi persona. De pronto se oyó la voz de Marita: -"tengo hambre, quiero salchicha"-. A sus palabras siguió una carcajada de Franz: -"ja, ja; sí, enseguida la tendrás. Tómala y chupala bien, es una salchicha Frankfurt, ja, ja, ja, anda, pruébala, está sabrosa"-. La voz de ella protestó: -"tú otra vez con esa penca sucia, te la lavas primero si quieres que me la meta en la boca. Bah, qué mal huele"-. Franz no se inmutó: -"no te pongas así; Arturo ven y le muestras tu salchicha a Marita para que escoja una para chupar"-. Fui hasta su escondite seguido por la rolliza que sonreía malévola, Marita estaba de pie en la esquina y Franz delante de ella con su miembro al aire; Dolores me bajó el cierre, hurgó y sacó mi pene semierecto, lo blandió mientras él reía, entonces la gordita Dolores le espetó; -"mírala bien porque esta salchicha es para mí. Mira cómo me la como ya. Uggh, está limpiecita y sabrosa; uhm, qué buena está, uhm"-.

Entretanto Franz trataba de ahogarla con su miembro erecto, pero Marita se negaba protestando que se higienizara; Franz accedió poniendo condiciones: -"pero tú me lo lavas y perfumas; mira todos los jabones de Arturo, hasta tiene agua de colonia 4711. Vamos al lavamanos para que me pongas bien fragante tu salchicha Frankfurt y te la comas"-. Echó una meada y dejó que ella le embadurnase con jabón y champú su masculinidad, él disfrutaba. Dolores cesó con su caricia bucal y se levantó halándome para que nos sentásemos en una de las dos camas, escogí la mía para no destender la del Pepino que era muy estricto en su manera de ser. Me abrazó furiosa y ambiciosa, una mano suya se adueñó de mi hombría erecta para darle una larga y suave caricia con sus dedos, le insinué que bailásemos, rechazó la oferta: -"quiero tocar, acariciar, besar; pero bailar no"-.

-"Ah, ahora sí. Salchicha Frankfurt para Marita, ven y nos les unimos a ellos que ya van muy adelantados"-. Franz con su estridente voz nos cortó la nota; se sentaron en la otra esquina de mi cama para que Marita continuase con su banquete de salchicha ahora ya enjuagada, enjabonada, perfumada y bastante erecta, Franz le ordenó: -"chupa, ahora no te puedes quejar, lo tengo bien perfumado para que lo disfrutes; arrodíllate y métetelo bien hondo, sin ascos"-. Y la palma de su mano derecha se posó sobre su cabeza la empujó obligándola a obedecer, se oyó su ahogado quejido: -"uggh, ugh, ugh. Uf, que me ahogas, déjame respirar"-. Franz contraatacó: -"no protestes tanto y chupa. Mira que Dolores no se queja, ella saborea y disfruta con la salchicha caribeña en su boca y sus manos; tú sólo aullidos y quejas, pero ahora está fresquita"-. Y la obligó a que lamiese su masculinidad, un ahogado quejido se oyó de ella, mucha carne en su boca.

Nosotros proseguimos en nuestra labor acariciadora, Dolores se ufanaba con su mano refregándome el miembro para que se irguiera al máximo y así poder solazarse con él durante la ya próxima penetración en sus carnes íntimas. Un brazo mío la atraía, la mano libre hurgaba entre sus piernas buscando la forma de sacarle la pantaleta; ella frotaba ansiosa mi pene logrando que saliese la primera gota espesa de líquido facilitando más aún su tarea manipulatoria, mi respiración aumentaba debido al fragor de sus caricias, el sudor bajaba por mi espalda y frente, al mismo tiempo ella aumentaba la fricción facilitada por el líquido que emanaba de mi pene; ella se agachó envolviendo el glande entre sus labios torturándolo agradablemente con sus voraces lengüetazos. Todo marchaba bien luego del fiasco en la arboleda oscura en el estadio de fútbol; la <> parecía llegar a un electrizante final.

De la otra esquina se oyó a Franz: -"Marita, ya no me lo chupes más, bájate las pantaletas; ahora probarás salchicha de Frankfurt; uyy, yuujole"-. Dolores y yo nos miramos comunicándonos visualmente que había llegado el momento de unirnos para ser sólo uno, ella mismo se deshizo de su artilugio íntimo lanzándolo atrás de sus espaldas, asió una mano mía introduciéndola entre sus piernas para que palpase su carnosidad húmeda y ansiosa; mi masculinidad se sacudió ambiciosa, sí, sí, carne vaginal. Qué sabrosa es cuando está bastante sazonada, en este caso lo estaba debido a su excitación, pues estaba convertida en una laguna esperando a que el miembro duro se zambullese en ella para acariciar y explorarle sus profundidades. Mi efervescencia era total, ya que por fin probaría carnes vaginales luego de esa larga abstinencia desde mi partida de Berlín; mi pene cabeceaba ciego. Bien, la calidad no se podía comparar en absoluto, pero por ahí dicen en la calle que: <>.

Dolores continuó asiendo mi pene con fragor y ardor para que se erigiese al máximo. Franz luchaba encarnizadamente para poder penetrar a Marita que se resistía a ser sometida sexualmente delante de testigos: -"no Franz, cómo se te ocurre, aquí delante de él y Dolores. Ay, que me haces daño con tanta rudeza tuya"-. Franz no se inmutaba y proseguía con su deseo de poseerla totalmente, aun cuando fuera necesario forzarla para que le complaciese sus deseos. -"Cierra los ojos, no los mires, haz como si estuviésemos solos; chúpamelo más y después te lo meto bien adentro"-. Y se volvió a oír el murmullo ahogado de Marita con la boca llena de carne masculina, Franz esgrimía sus puños contra el aire significando victoria, pues muy pronto estaría fornicándose a la sencilla e indefensa Marita. Con ambas manos la oprimía contra su pubis; ella enmudecía.

Nosotros proseguíamos nuestro apasionado combate de besos y manoseos preparándonos así para el siguiente acto, la cópula. Ella no se cansaba de asir, refregar y estrujar mi miembro, sus labios no se separaban de los míos; mi mano, ya no sé cuál de ellas, hurgaba en su vagina para que se fuese adaptando al grosor del miembro, el cual cabeceaba inquieto debido a un cosquilleo intenso que se apoderaba de toda mi humanidad. Dolores se sentó ansiosa en mi regazo tomando el pene para dirigirlo a su cabaña vaginal, empujó con sus dedos el prepucio y apareció el glande brillante, rosado, repleto de carne y deseoso de penetrar en su vulva; ella lo refregaba golosa para que se erigiese al máximo; yo ya no soportaba más las ansias de poseerla. Se arrastró por mis muslos hasta que nuestros sexos se rozaron, mi miembro se catapultó buscando la meta añorada. Ella lo refregaba por su vellosidad provocándome espasmos en todo el cuerpo, de mi frente bajaban gruesas gotas calientes, la volví a abrazar y besar con loca furia mientras la atraía hacia mí indicándole mi deseo de entrar en su vagina para llenarla de carne rosada y líquido seminal.
Franz oprimía a Marita ahogándola contra su pubis mientras le hundía su virilidad en su boca; ella gemía sorda y muda ante la intensa avalancha de carne que la invadía; además de la fluida transparencia proveniente del canal uretral; la pobre tenía la boca repleta de pene y fluido al tiempo que trataba de liberarse de esa doble invasión: maderamem y líquido agrio.

Ella lo reñía entre sorbos: -"bah, eres un . ugghh, uggh,. cochino. Me obligas a que te lo lamba, pero no me das una caricia. Baahh, cerdo. ugh, ughh, ugh"-. Franz no se dejaba intimidar con sus regaños; al contrario, más se encabritaba para embutirle su pene. Llegó un momento en que Marita propuso cambio: -"Dolores, préstame el caribeño y tú te encargas de esta bestia de Frankfurt. Uff, qué ordinario. No quiero que me poseas. Ugh, ya no más, uf, que ordinariez"-.

La gordita rechazó directa: -"noo Marita; tú me dijiste que querías al rubio de ojos azules; es tuyo, disfrútalo; yo me voy con este caribeño a la cama enseguida para que me haga suya y me penetre todo el rato que él quiera y por donde quiera; hasta el culo le doy si me lo pide para que me lo hunda ahí"-. Con ello quedaba decidido que Marita tendría que seguir soportando a Franz, y Dolores seguiría disfrutando de mí y mis caricias, aunque no me seducía mucho, pero <> me decía en esos momentos, por ello proseguía yo, quería vulva suculenta y en ese instante me importaba poco la calidad, cesé de recordar a la Hermosura, no tenía objeto, ella ya pertenecía al pasado. La gordita se entregó más a su tarea preparatoria, no se cansaba de frotármelo, asírmelo y lambeteármelo; el intenso sudor me bañaba.

-"Quítate las pantaletas ya, ahora vas a probar salchicha de Frankfurt; bien larga y bien caliente, ja, ja"-. Franz se impacientaba ya ante tanta renuencia por parte de su compañera, trataba de vencer su resistencia a través de su voz chillona. Otra vez se oyó ese estridente grito suyo: -"sácate ya las pantaletas para que pruebes, ja, ja, ja"-. Entretanto, Dolores me tenía al extremo de la eyaculación con su frotación manual, tanto que ya no me pude dominar y las primeras gotas espesas salieron hacia el espacio cayendo en la mano de Franz y el rostro de Marita, pues estábamos en mi lecho, él protestó: -"¡huuyy!, está lloviendo, bah, me cayó en la boca. Dolores, tápale la regadera"-.

Un chorrito atinó en un ojo de Marita: -"¡ay!, mis ojos, no veo. Dolores, métetelo en la boca y te suerbes su leche. ¡Ay!, otra vez en mi otro ojo; haz algo"-. Dolores trataba de cubrir mi miembro con ambas manos, pero éste penduleaba tanto que ella no lo podía asír; además, estaba muy resbaloso debido al líquido y se escapaba entre sus dedos al tiempo que se carcajeaba: -"ja, ja, ja; ¡huuyy!, ja, ja, ja; no lo puedo agarrar bien porque está botando mucha. Ja, ja, ja, mi boca. ¡Huyy!, qué cantidad, ja, ja, ja"-.

Click, clack. El sonido de la llave de la puerta se escuchó clarísimo. Se encendió la luz principal de la habitación. unos pasos sordos sobre la alfombra que avanzan, una voz masculina protesta enérgica: -"¿qué es esto?, ¿mi habitación convertida en un burdel?, ¡no puede ser! Aarturo, ¿quién inició esta orgía?. Súbete el pantalón, tú también Franz. Y ellas que se cubran sus piernas; qué pena, y todo en mi habitación"-. Era Pepino que había llegado de repente, en el momento menos esperado. Otra vez éramos presas de la frustración, pues estábamos precisamente en los momentos decisivos y culminantes.

Dolores sostenía entre sus dos manos mi miembro eyaculante bañándole sus manos y antebrazos; Marita levantó su cara plena de esperma de Franz quien trataba de subirse los calzoncillos y pantalones. Pepino nos observaba furibundo con sus ojos escondidos tras las lentes gruesas engastadas en la montura de carey mientras sostenía con su mano derecha su maleta de viajero. Las chicas agachaban sus rostros avergonzadas y trataban de acomodarse sus ropas ante la mirada inquisidora del anticuado Pepino. Me miró feroz amenazándome: -"esto no se queda así, le daré un reporte al conserje. Lárguense ya, quiero dormir"-. Salimos de la habitación dejándolo allí maldiciendo; su voz retronó en el silencio del pasillo: -"esperen, esperen; a alguna de ustedes se le olvidó esta prenda. Bah, qué asco"-. En el piso aterrizó una pantaleta; Franz exclamó riéndose: -"¡ahh!, ja, ja, ja, Marita, olvidaste tu pantaleta, ja, ja, ja. Bueno, vamos a la discoteca a bailar un rato"-. Las chicas se miraron desanimadas exclamando que las lleváramos a su casa porque ya era tarde.

Así y de esa manera concluyó aquella <> organizada por el loco Franz. Las llevamos a su refugio y luego volvimos a la residencia para arreglar el lío con Pepino, éste ya dormía y por tanto nos sentamos en la cocina a bebernos una cerveza. Al día siguiente la comidilla era la historia nuestra de la noche anterior. Se corrió como reguero de pólvora por toda la casa para satisfacción de muchos y burla de otros. Ja, ja, ja, ja.

Continuará. Capítulo 15. La avalancha.
Datos del Relato
  • Autor: Torbellino
  • Código: 25268
  • Fecha: 13-02-2012
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 3.37
  • Votos: 19
  • Envios: 0
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