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ACHO EN LA PAMPA 4

ACHO EN  LA PAMPA 4

 

 

La tropilla tendría no mas de veinte caballos. La dirigían el avezado y experimentado arriero Juan Maciel y al lado de el, Jacinto su hijo.

Era una media tarde con algunos rayos de sol alumbrando en el horizonte. El polvo se fue disipando a medida que los caballos fueron quedando encerrados en los corrales de Acho.

Juan bajo del caballo transpirando y secando su sudor con el blanco pañuelo que se iba ennegreciendo a medida que el sudor chorreando se mezclaba con el polvo fino y aún dando vueltas por el aire abierto de La Pampa salvaje.

Era una jornada donde el calor había ido mostrando sus dientes. Ahora el sol empezaba a bajar y también el calor ardiente.

Jacinto el hijo de Juan también chorreaba sudor, era alto y desgarbado. Acho pensó enseguida que tendría una buena pija, pero luego se alejo de esos pensamientos.

__¡Tu siempre me salvas Acho!__ dijo contento Juan

__¡Sabes que ayudo en lo que puedo Juan, me conoces de pequeño!

__¡Si y sabes lo que me estaría haciendo falta!__ susurro abiertamente en el oído del joven

__¡Si un buen baño!__ dijo sonriendo de buena gana Acho, moviendo su trasero infartante delante del hombre maduro. Juan también se rió de buena gana. Caminaron hasta la entrada de la casa. Luego Acho se fue a preparar el baño. Al rato volvió.

__¡Ya puedes pasar Juan!__ el hombre miro al chico de arriba abajo y paso por su lado perdiéndose buscando darse un buen baño.

Jacinto se sentó en una silla de la cocina. Miraba al joven que acomodaba cosas y buscaba otras preparando algo de comer.

Debemos decir entre otras cosas que Acho era un gran anfitrión.

La cena que preparó estaba muy rica y abundante. Los tres comieron despacio, y tranquilos, degustando las ricas papas, verduras varias y carnes que preparó Acho.

Luego Jacinto muy cansado se marchó a su habitación para descansar porque se dormía en la mesa, además del vinito que había tomado ayudó para que más rápido quebrara.

__¡Me ha salido medio flojo el muchacho pal trago!!__ dijo risueñamente Juan ya bastante picado

__¡Y gueno don Juan, asi ha de ser nomás!

__¡Vos tenés aguante!__ volvió a reír

__¡Algo me conoce don Juan!

__¡Y digamos que si muchachito!__ dijo el hombre maduro y rozo las mejillas de Acho. Aquello se estaba poniendo bastante dulce pensó Acho que sintió hormiguear su cola desaforada.

Así mismo el hombre también sintió que su serpiente lentamente se ponía rígida, dura, tratando de levantarse.

__¡Sabes…que eres un bello chico!!__ dijo de forma pesada y babosa. La lengua le pesaba un poco

__¡Eres un encanto Juan!

__¡¡No tu eres el encanto…¿porqué no te sientas en mis piernas, quieres?__ Acho se levantó decidido y se acercó  lento al hombre y se sentó en el borde de sus rodillas.

Fue automático para aquel maduro el contacto con las firmes nalgas del joven. Su pedazo chocaba con la tela del pantalón fino de Juan, el arriero.

__¡Mi potro se desboca amiguito!!

__¡Se siente algo duro, y grueso!!

__¡Eso es tu culpa!¡Toda culpa tuya muchachito, ohh, dame tu boca!!__ Acho se inclinó un poco y la boca de Juan se pegó a la suya con hambre y ganas. La lengua entró hondo, y los suspiros y gemidos de ambos empezaron a ganar la noche.

Las salivas empezaron a chorrear por el borde de los labios. Las manos de Juan recorrieron las nalgas carnosas del joven. Las apretaron con deseos, con ganas, con ansías y ardor.

__¡Oh eres tan jugoso, Acho, como me gusta tu piel, tu cuerpo!!

__¡Creo que me mientes!

__¡Jamás, eres el único jovencito que me encanta!¡No estoy ni estuve con otros!

__¡Serán mujeres entonces!__ dijo Acho y metió la lengua a fondo del fogoso maduro, las lenguas eran llamas de fuego. Juan empezó a bajar los pantalones del joven, toco la piel, toco la carne, los dedos inquietos rozaron el agujero deseado. Los gemidos de Juan eran cada vez mas ardientes. Acho tenía lubricado el culito como siempre que estaba cerca de algún macho. Era mas fuerte que el. El olor de un hombre lo ponía loco y sabía que tarde o temprano seduciría al ser en cuestión, aunque a Juan ya lo conocía desde chico.

Juan hundió un par de dedos en la cola caliente y babosa, palpitante, Acho, trataba de hacerse del pedazo rabioso del hombre que gemía y volvía  meter la lengua a fondo de su boca hasta casi tocarle la campanilla.

Era una lengua larga muy poco común, con esa ameba lo había echo acabar muchas veces solo metiendo la lengua en su culito ardiente y lujurioso. No era la primera vez que tenía a Juan en su cuerpo.

Cuando se desprendieron, fueron al cuarto del joven. Fueron acariciándose. Tocándose distintas partes de los cuerpos urgentes. Se saborearon tendidos en la cama, se enroscaron, se entrelazaron quitándose las prendas entre gemidos y rebuznos salvajes, entre caricias, pellizcos, desnudos, primitivos, gruñendo.

Poco a poco Acho se apoderó de la venosa y gruesa verga de Juan. Con la boca la fue deglutiendo, besando, chupando. Los gritos y gruñidos del maduro hombre exaltaban la noche tranquila de aquel lugar en medio de La Pampa brava.

La boca comía y Juan metía su larga y filosa lengua en el anillo abierto y dispuesto del chico.

Parecían hambrientos. Dos seres que habían estado mucho tiempo sin sexo. Juan, el arriero, besaba el agujero, que chorreaba líquidos y jugos. Se abría pidiendo por una verga poderosa. Era una pequeña boquita que se agigantaría de un momento a otro, cuando el bravío macho enterrara su virilidad.

Masajeaba las bolas. Las besaba y lamía, repasándolas  de a una, aquellos eran globos gordos y llenos. Estaban riquísimos y hacían que aquel maduro se retorciera desgajándose en plegarias y aullidos.

Volvía Acho a jugar con el pedazo cada vez mas duro de Juan. A su vez el maduro arriero, se deglutía la pija del chico. La deglutía con ferocidad, con ternura, a  ritmo violento y luego frenando, la comía e insertaba dos dedos en el ojete profundo y goloso del joven.

__¡Ohhh siii Acho, ahhh, eres un ángel tan hermoso, me vuelves loco!!__ gemía el maduro arriero y volvía a comer el caño del joven que gemía  sollozando de lujuria y placer.

Luego se daría un giro y quedaría detrás del joven, que movería las caderas en el afán de que la dura herramienta se acomodara de una buena vez entre sus cachondas nalgas.

Luego de unos movimientos suaves y a la vez ardientes, jadeando, el joven abriendo sus nalgas, el machete llegaría a rozar aquel oscuro objeto del deseo desenfrenado de los dos amantes enardecidos.

La gran cabeza del garrote por fin empujando y tratando de entrar en aquella entrada dilatada y feroz, voraz, entrando suave, haciendo flop, flop, húmeda, caliente entrada, los brutales gruñidos del macho desesperado de carne y del joven efebo desesperado por tragar, por comer, por llenarse de leche.

__¡Ohhh divino pedazo tienes Juan!!

__¡Es todo tuyo cariño!

__¡Me haces gozar!

__¡Es lo que quiero!__ gruñía el maduro apurando las embestidas y de paso acariciando la pija de Acho, masajeándola hasta hacerlo acabar de manera que llenó de semen todo lo que rodeaba la escena, manchando las sábanas blancas.

Juan mordía los hombros del jovencito que tiraba sus caderas hacia atrás para ensartar mas firmemente las estocadas del garrote viril.

Cada vez mas veloz, gruñendo, mordiendo fue llenando el ojete de leche, rebalsándolo, gritaban los dos como marranos, aullaban de placer y lujuria y gusto, inflados de gozo, de gusto, arrebolados, la poronga latiendo y escupiendo dentro del chico hasta la última gota de jugo. Exprimiendo al fin Juan boqueaba buscando aire, llenando de besos el cuello y las orejas y parte de la espalda del joven amante, que ya sentía correr el río irrefrenable en su ojete abierto, el jugo caía sin remedio por sus nalgas, sus bolas, entre ellas, manchando las sabanas ya manchadas.

Luego de un rato de caricias y besos se durmieron profundamente.

Al día siguiente Acho apenas el sol había salido, ya se había bañado, había desayunado y había emprendido las tareas que realizaba a diario en su casa de campo.

__¡Anoche los oí!!__ dijo a sus espaldas Jacinto, Acho se dio vuelta entre asustado y sorprendido

__¿De que hablas?

__¡De ti y de mi padre, los oí retozar, gritar, gemir!

__¡Bueno no sé!

__¡Me volví loco!__ dijo acercándose al joven de manera amenazante, Acho se corrió un poco

__¿Qué te ocurre Jacinto?

__¡Tu me vuelves loco!__ dijo y lo arrinconó por la espalda, ya moviendo sus manos ásperas hacia la redonda cola del joven de cabellera larga y lacia. Mordió su cuello y recorrió sus tetillas ya erectas.

__¡Jacinto, ohh, no!!

__¡Si, no aguanto más!__ dijo Jacinto mientras besaba el cuello del chico que había dejado el balde con la comida de las gallinas. Sintió las manos de Jacinto bajando su fino pantalón y dejar al aire sus carnes. La pija ya alzada. Jacinto acarició las nalgas, y enseguida busco el anillo presto. Como siempre lubricado y listo.

Gimió de calentura y placer. Besaba el cuello de Acho y lo mordía, Acho podía sentir la dureza en sus nalgas al aire.

Se bajo los pantalones Jacinto con increíble rapidez y agilidad, apoyado en un árbol delgado el cuerpo de Acho se arqueó, dejando su cola levantada. El hijo del arriero prontamente atacó el agujero y lo clavó sin mas, largando un  largo suspiro de muerte, parecido al placer y viceversa.

Empezó a bombear frenético, duro, alzado, besando de tanto en tanto el cuello del joven efebo que nada hacía por librarse del joven un poco mayor que el, de brazos fuertes, espalda ancha y pelo renegrido.

El vergón iba y venía por el túnel húmedo de Acho que lloriqueaba como hembrita en celo.

__¿Te gusta putita, te gusta, dime?

__¡Siiii, házmelo, asi ay ay ay siii!!!__ gemía histérico Acho mientras largaba su semen en los yuyos, entre la hierba aún húmeda de rocío. Prendido a las caderas de Acho y de vez en cuando acariciando las tetillas duras del joven, Jacinto penetraba de forma voraz y alocada, desordenada, pero que al joven le gustaba mucho.

__¡Ahhhh ya viene, ya viene, te acabo, ahhh!!!

__¡Siii dame tu lechita, siii!!__ empezó a desbordar de semen el ojete de Acho, abierto y sediento, llenándolo sin mas. Jacinto grito hasta quedar deshecho, temblando, con la pija suya clavada en lo mas hondo del chico. Latiendo. Esperando.

__¡Jacinnntttooo, Jacinnntttooo!!__ se escucho de pronto a  lo lejos. Era Juan. El hijo, Jacinto, prontamente levantó sus pantalones, estampo un beso profundo en los labios de Acho y se perdió del lugar corriendo. Acho cayó de rodillas, quedó un largo rato acostado en la hierba con la cola abierta y chorreando jugos.-

Continuara

 

 

 

Datos del Relato
  • Autor: MARIO
  • Código: 60364
  • Fecha: 01-12-2020
  • Categoría: Gays
  • Media: 0
  • Votos: 0
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  • Lecturas: 1045
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