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El llorar de las estrellas

Al final del reinado de Yacud, acontecieron unos hechos plenos de misterio. Por aquel entonces los bosques ocupaban más espacio que los pueblos, y como carecian de telégrafo y otros medios, las noticias llegaban a labios de emisarios si se trataba de aviso oficial; si de comercio por valederos. Los sucesos eran representados en las charadas por faranduleros. Cuando el que arribaba al pueblo era un trovador, seguro se había de tratar de amoroso trance.
El lugar donde transcurre la historia que voy a relatar, está afinacado en un profundo valle rodeado de montañas boscosas en robles y pínos.
Un poco más allá de los huertos que rodean el pueblo, brillan como un espejo guarnecido de plata, las aguar veri-negras del Lago de los Nenúfares.


-

Aparece, por el limen del camino que separa el bosque del valle, a lomos de un brioso corcel, el Emisario Real, esto bien entendido por la escolta de cien soldados.
Tiene el caballero blanca la pelambre de la barba y calva la cabeza, menos dos mechones cenicientos que le brillas en revuelo a ambos lados de las sienes. La piel del rostro rugosa y muy curtida, dice de los rigores, padecidos a causa de su trabajo, andariego de caminos. Llegado a la Plaza Mayor y entrado en la posada, ni se digna hablar con la mastresa, para solicitar albergue, lo hace en su lugar el capitan de la tropa, todos ellos mal encarados y zafios.

Los vecinos se allegan a la Posada del Ciervo, con la curiosidad puesta en el personaje. Cansados de ser molidos a impuestos y temerosos de nuevas cillas.

-Hombres del Rey parecen -pregunta, casi afirmando, Maese Zapatero.
Nada comenta la posadera, porque nada sabe.

Ya entrada la mañana, rodeado de una nube de moscas y polvo, hace su aparición el segundo personaje; viste calzón de estameña; blusa mugrienta de hilo, al hombro un zurrón. Llegose a la posada y pide, con los modales ladinos de su oficio de comerciante, un lugar para él y sus más de cien cerdos.

-Todas las habitaciones están ocupadas por un caballero y su escolta -contesta la posadera.
-Es igual -responde el hombre- dormiré en el establo con los cerdos.
-Imposible, a rebosar está con los jumencos de la tropa.
-¿Por cien dineros?
-En el palpón, quizá,con unas cuantas parvas..., siendo verano.
-De acuerdo.

La posadera, pasado un tiempo prudencial, fue hasta el lugar que habia acondicionado para el porquero, portando una fuente de queso y una jarra a rebosar con vino de tres hojas. Después de gastar algunas lindezas, como preguntar por el viaje, dice en referencia al supuesto Emisario Real:
-¿Qué le traerán por lo Nenúfares?
El comerciante, come del queso suculento y se relame con el vino exquisito. La posadera que tiene paciencias para dormir a un gato, espera. Al fin el hombre con la tripa satisfecha y el celebro complacido, contesta, disfrutando con la sorpresa que sus palabras van ha provocar en la curiosa.
Es portador de un Bando Real. Ya lo hizo por otros pueblos, todos con lago. Ofrece una recompensa por atrapar el reflejo de una estrella.
-¿Qué?
-Nada más sé, y ahora desearía dormir.

Piensa, la posadera, que perdió queso y vino, aunque quedó tranquila porque las noticias no fueran de nuevos impuestos.

Por medio día, cuando el sol pone lumbres en la Plaza Mayor, hace su aparición el trecer personaje. Viste como un caballero de la corte; marlota de seda azul cobalto, guarnecida en oro; camisa de finolienzo, abrochaza por diamantes. El doncel no porta espada, en su lugar luce un laúd de madera de cerezo. Cabalga con donosura y regio empaque, que es imposible adquirir, si no se nació en muy noble cuna.

marabillas se hace la posadera de tan novedoso día. Con un florecimiento de labios, da la bienvenida al joven caballero. Cedióle su dormitorio de buen grado.
-Que descanséis, señor -le desea hecha unas mieles.
El real mozo cumplimenta los desvelos de la patrona con una amable sonrisa y un bolsillo de oro. Ni una vecina deja de pasar por la cocina de la posadera.
-hermoso mancebo -comenta la mujer del Zapatero.
-De fina planta -añade, Tomasa, la del Pastor.
-Cierto -contesta, lacónica, la posadera.

Al atardecer, cuando los galanes de noche abren sus perfumadas corolas, el Joven Caballero del Laúd, como ya se le conoce en el pueblo, sentado en el petril del pozo y acompañado de magistrales notas, canta con ternura la historia de una bella bruja convertida en el resplandor de una estrella, por amor, por amor a un joven principe y a manos de su hada madrina. Y, dice: como todas las estrellas del cielo lloran la soledad de la bruja confinada en un lago, donde los acentos de su enamorado no llegarán jamás.
Explica, en su balada, que grandes tesoros speran a quien desencate a la cautiva.
Ocurren cosas divertidas, tiernas, inusuales: Una oruga resbala de entre los petalos de una flor, embelesada, como en encantamiento, con los versos del cantor, un niño viéndola desamparada a sus pies se olvida de pisarla y con delicado tiento la encarama un capullo del rosal trepador, que inclinado está sobre el pozo cubriendo de petálos y así perfumando las frescas aguas.
Al termino de la balada, muchachos, ancianos y niños aplauden alborozados..., con más recato las mozas. Las madres y las abuelas miran con ceño fruncido de falsa indiferencia al aguerrido mancebo. El Ventero atrapado en el hechizo del momento, reparte jarras de cerveza; Julian el Avaro cruje más de cien sandías en honor del trovador; el Posadero, por no ser menos, reparte queso y jamón, con el bleneplacito de la posadera.
Entre todos los vecinos compran veinte cerdos que asan en una gran parrilla. Tal es la algarabía, que despiertan al Emisario Real que con presteza se levanta, viste y baja hasta la cantina de la posada.
-¿Qué ocurre posadera? -Pregunta, temiendo sea encontrado lo perseguido con tanto empeño.
-Es un joven trovado, señor.
-¿Trajo nuevas?
-Sí, señor, misterios de muerte, de amor, de encantamientos, de estrellas...
-¡El espíritu del Principe!
-Señor, ¿decíais? -la posadera no llega al quid del asunto.
-Corre sin dilaciones a la Casa Consistorial y dile a vuestro alcalde que coparezca, aquí y ahora mismo. Este es mi Sello de Emisario Real -apremia a la mujer, empujandola hacia la calle mientras le pone entre los dedos un anillo-, ¡entiendes!
-Comprendo -responde, la posadera, sin entender nada d4e nada, quitose el delantar de tan presto, que quedaron los lazos prendidos de sus dedos.

El señor Alcalde manda congregar a los vecinos en la Plaza del Cosistorio. Desde el balcón principal, dirige una peorata al pueblo, preñada de advertencias en grandes males, para todos aquellos que quedaran prendados de la voz del cantor. Mientras un aguacil clava a en las puertas el siguioente bando.

Cien monedas de oro, para quíen encuentre a Mala Sombra. Tiene los ojos de garza, y el pelo negro, y un brillo de luz de luna en el cuerpo.

-¡En el Lago Pequeño! ¡Está en el Lagom Pequeño! -Grita un lelo, que todos los pueblos lo tienen. Y no siempre son plebeyos.
-¡Tiene razón el Tonto! -Corrobora el padre, no más listo que su hijo, su padre o su abuelo.

El Posadero ya anda en arrepentimientos, viendo vacias despensa y alacena, porque lo que se hace en euforia, no por convencimiento, tiene corta la alegría.
-Deberíamos ir al lago, lo del tesoro ha de ser cierto -comenta la posadera con el esposo, que bien cree ella, en embrujos y encantamientos-, nuestro huésped es el principe Yacud, que vaga como como un proscrito por su amor a una bruja, un Principe Real, nunca miente..., ¿tú que piensas, marido?
-Nada que te interese, curiosa mujer. Has de tener templanza en hacer comentariossobre asuntos reales, es peligroso.
-En alguna parte del Lago ha de estar el tesoro..., -insiste la posadra.
-¡Era un espectro! Sólo eso , no siempre lo que canta es verdad.
-¡Y el bolsillo de monedas de oro, también son fantasmas, y las quince ofrecidas por el Emisario Real?
-Será cosa de estudio -contesta, el posadero, molesto con la insistencia de la mujer-, sigue con tu labor que luego hablaremos.
-Pues apresúrate, marido, que no sólo tu piensas.

El Posadero en descuido de su dona, llegase a casa del Zapatero, que son grandes amigos, en la esperanza de recuperar lo perdido en el festejo, con la recompensa ofrecida por atrapara a la bruja. Después de larga plática se le ve dirigirse en cuidadoso sigilo hacia las afueras del pueblo.
La noche es cálida, los luceros que no las estrellas se arriaman al desfiladero. late el lago como mandolina de cristal. Llega Zapatero y Posadero a sus orillas, de trecho en trecho, vuelven cabeza y cuerpo, porque en asuntos de embrujos no hay valientes ni dueños que llega el diablo y los deja hueros.
Ellos sabedores y advertidos (que el zapatero es marido de meiga) vienen preparados. En una encrucijada del camino, forman un circulo con piedras; encienden leños; ponen una olla a hervir; cuecen un gato vivo (esto no debe hacerse pero es fama que lo hicieron)y arrancándole tres pelos, porque así es, lo arrojan al Lago, entre cantos infernales.
Ocurre lo inesperado: El encantamiento surte efecto.
De las profundidades del lago de los Nenúfares surge, como un sueño, la más blanca de las estrellas.
Ni un lucero quedó en el cañizal.
Al sendero en oscuro lo dejó la Luna, maestra en tales extremos que su fama de bruja le viene de tiempo inmemorial.

Mala Sombra, es la estrella; de esbelto talle; ojos verdemontaña; pelo negro de sedosa caída y manos frías y pálidas, como la muerte. Pero, tales extremos no están a la vista, ni aquello que las sutiles transparencias de los velos no logranocultar: ¡El marmóreo color del cuerpo!"
Les llama la bruja, con reclamos tan dulces, que pierden prudencia y extienden las manos, yendo ha dar en cuerpo y alma al abismo, muriendo ahogados, porque así estaba escrito que ocurriera.

Cuando al día siguiente, encontraron los cuerpos de los dos hombre, la sorpresa fue repique de campanas, ¡estaban cubiertos de monedas de oro! tantas que las viudad usaron de diez espuestas y a lomos de cinco burricos!

Achacaron las muertes a un paro cardiaco..., de alegría. Como quien no quiere ver, es ciego y el asunto es caso de dar crédito a la vista, fueron yendo y vcayendo, uno a uno todos los vecinos del pueblo.
Pronto no quedó en el valle, más que oro. Se maldijo a la villa, y excomulgada quedó para los siglos....


-

En los Nenúfares no hay más que gatos, porque los perros siguieron a sus amos. Con esto termino el relato, porque nada más se supo del Principe enamorado del reflejo de una estrella, ni de sus cuitas de pueblo en pueblo. Sólo advertir, quiero, del peligro de amores arrebatados y de la avaricia sin medida ¡nunca llegará a buen término! y menos con enredos de brujas y hadas de por medio
Datos del Relato
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2 comentarios. Página 1 de 1
Pilar G. Cuadros
invitado-Pilar G. Cuadros 13-07-2003 00:00:00

Cuando niña, aprendí a sentir la vida a travez de cuentos tradicionales; de viejecita con los vividos..., y amando a mis lectores. Besos Pily

josune
invitado-josune 15-04-2003 00:00:00

Un poquito largo, pero refleja muy bien la avaricia de las personas y los riesgos que pueden conllevar. Me ha encantado y he disfrutado mucho leyendolo

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