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(Más cariño con mis cuñadas) continua.
A pesar de tener una hermanita menor, casi no convivía con ella, ya que mis padres la enviaban con una tía que tenía una hija de su misma edad y querían que se acompañaran una a la otra, por lo que mi relación con ella casi no existía, por lo que las visitas a la casa de mi novia eran bastante frecuentes, tanto que en ocasiones ni siquiera le avisaba, solo llegaba, ya que su mamá me invitaba a visitarlas con más frecuencia, ya que al no haber ya hombre por la muerte de su esposo y no tener hijos varones, yo era la figura masculina ahí, a pesar de que Angélica la mayor ya tenía novio con el cual las cosas iban muy en serio, pero no iba a su casa y que de hecho a él lo conocí ya días antes de su boda.
Mis cuñadas, Angélica, Esmeralda, Claudia y por supuesto Lety, me atendían bastante bien cada vez que llegaba. Sonrisas, ofreciendo algo de tomar o ya por lo menos agua, con un abrazo, saludos de beso en las mejillas muy cerca de la boca y cosas así. Saraí se molestaba y en ocasiones manifestaba su enojo, a lo cual mi suegra la regañaba y le recalcaba que debía de ser más paciente, tolerante y cariñosa conmigo, atenta y menos enojona. Ante tanta insistencia, Saraí solo callaba y trataba de acapararme y solo con Claudia era con la que no se molestaba porque se me acercara a abrazarme o platicara.
Los sábados, como era muy común que fuera, solo que en la tarde, ya como a las cinco. Era sábado y como no tenía nada que hacer en todo el día, decidí, ir por la mañana, nada más que no le avise a mi novia Saraí. Llegué a su casa un poco antes de las 11 de la mañana, ya que semanas atrás su mamá, me había insistido en que fuera temprano para comer con ellas, que prepararía esa comida especial que me gusta y que son esas picadas o sopes como les conozcan, de masa morada con salsa de huaje y chile verde, frijoles y queso con crema.
Llegué y toque a la puerta, o los pocos segundos preguntan quién es, me identifico y abren un poco la puerta, era Esmeralda, quien se asoma, me sonríe y me invita a pasar. Al pasar me abraza con mucha efusión y me besa en la mejilla, algo muy cerca de mis labios, lo cual acostumbraba a hacer cuando no la veía Saraí o no estaba presente. Cierra la puerta y veo que viste una blusa azul cielo de tirantitos con un pequeño short negro de licra, el cual se ajusta bastante bien a su cuerpo.
Esmeralda es delgada, un poquito más alta que Lety, blanca, de cabello largo, lacio y castaño claro a comparación de Lety que lo tiene oscuro. De boca chica y labios carnosos como los de Lety, ojos cafés claros, nariz pequeña, cintura estrecha y de piernas delgadas pero bien formadas, con unas nalguitas redondas, chiquitas pero bien exquisitas y antojables de solo mirarlas, mas, porque lo que se ponga, pantalón, short, falda o vestido, se le marcan bastante bien, como si fuera parte de su piel. Brota de su bello rostro una sensualidad de inocencia que hace pensar en lo más lujurioso que uno pueda tener con una chica como ella.
-¿Y hora? ¿Te corrieron de tu casa?- me saluda sonriendo.
-¡Hola! No, nada más que no tenía nada que hacer ahorita y decidí venir temprano ¿Y Saraí?- Le pregunto.
-No está, salió con mi mamá y Claudia.- Me contesta Esmeralda.
-¿Irán a tardar?- Pregunte.
-Yo creo que sí. Fueron a ver a una tía a las afueras y por lo regular llegan hasta casi entrada la noche.- Me contesta Esmeralda.
-¿Y Angélica y Lety?- pregunte por las dos mayores que ella.
-Tan poco están. Angélica trabajando y Lety anda con lo de un trabajo de la escuela. Siéntate. ¿Quieres algo de tomar?- Me sigue comentando mientras camina delante de mi tomándome de la mano y llevándome a la sala.
-Agua, por favor- Le contesto mientras poso los ojos en su bella y deliciosa anatomía.
Me deja en la sala, me siento, mientras ella se da la vuelta y se dirige a la cocina, la sigo con la mirada y noto que debajo de su short no trae ropa interior o al menos eso me parecía, lo que me provoca una erección al verla como se contonea al caminar. Ya de regreso con el vaso con agua, no puedo disimular la vista y la fijo sobre su blusa azul cielo y sus bellos y firmes pechos, los cuales delatan lo que ya había sospechado. Tan poco trae brassier, ni corpiño. Los pechos de Esmeralda son redondos, como del tamaño de una naranja, pero firmes y sensuales. Sus pezones pequeños, pero traicioneros, ya que están erectos.
-Preguntaste por todas, menos por mí, que malo eres.- Me dice con cierto puchero.
Esmeralda se da cuenta de que estoy mirando sus pechos con lujuria y eso lo aprovecha, no se molesta, solo muestra sus pucheros de niña y se para frente a mí.
-¿Te gusta lo que ves?- Me pregunta sonriendo, con sus manos acariciando su cintura y moviendo muy ligeramente sus caderas.
Miro sus pechos y la parte más íntima de su short, la cual muestra muy explícitamente su pequeña puchita.
-Bastante, aunque me gustaría verla mejor.- Le contesto ya descarándome en lo que deseaba. –Aunque sería mejor poderlo tocar y comérmela.- Añadí, mientras tomaba el vaso y le daba un gran sorbo.
-¿Seguro?- Me cuestiona con una mueca de invitación.
-Se ve rica esa cosita- Le rete. Total, si me corría ya ni modo.
-¿Qué no te llenas con la de Saraí?- Me pregunta. La miro y levanto la ceja del ojo izquierdo.
-¿A poco nada de nada con mi hermana?- Se sorprende.
-A lucha y si se deja abrazar.- Le contesto.
-¿Y porque sigues con ella si nada de nada? A parte de ser odiosa.- Me pregunta.
-¿Te digo por qué?- Le pregunto.
-Si.- Contesta ella.
-Porque si termino con ella, con que pretexto entro en esta casa, aparte de que pues me han tratado bastante bien y me han considerado parte de su familia.- Le conteste, recordándole que desde que entre en esa casa, Angélica, Lety y ella, de una forma u otra, me habían dejado darme mi taco de ojo con ellas, cada vez que por “descuido” me habían enseñado sus pantaletas o puesto frente a mi sus preciosos culos. Sin contar que ya había cogido con Lety y que lo seguía haciendo. Ella se ríe y me mira con picardía.
-¿Nada más por eso?- me pregunta mientras se sienta a mi lado derecho, doblando su pierna izquierda y apoyando su pie sobre el sillón y separando sus piernas, por lo que casi pude ver su bella puchita que apenas si se asomaba.
¿Me estaba retando, era juego de ella o era inocente su postura? No sabía, pero decidí arriesgarme. Estire la mano derecha y acaricie su pie, poco a poco fui subiendo por su pierna hasta llegar a su rodilla. Me miro y sonrió, le correspondí y me acerque un poco más para seguir avanzando con mis caricias a su pierna. Esmeralda no decía nada, solo me miraba y sonreía. Llegue a su bello y firme muslo, lo acaricie despacio una y otra vez.
-Bueno, también por ustedes vengo y no quiero dejar de verlas.- Le conteste.
-¿Nada más vernos?- Me cuestiono.
-También por esto.- Le dije mientras avance un poco más y llegué a la parte más íntima de su firme y aterciopelado muslo.
–Te deseo Esmeralda.- Le dije tirando a matar.
No contesto, se levantó, me hizo recargarme sobre mí espalda y se sentó sobre mí y de frente, colocando una pierna a cada lado de mi cuerpo, agarro el vaso y lo puso en la mesita de centro, la tome de sus nalgas y se las acaricie con suavidad, mientras ella me tomaba del cuello y ella acercaba sus labios a mi cara.
-¿Y si te estuviera engañando de que tardaran en llegar Saraí, mi mamá y Claudia, llegaran y nos encontraran así?- Me pregunta muy melosamente.
La tomo firme de sus duras nalgas y la atraigo más a mí. Sin decir más, le beso en sus deliciosos labios, ella corresponde sin más. Ansiosa me abraza con fuerza y nos fundimos en uno solo.
-Soy capaz de cogerte en su propia cama.- Le dije y ella sonrió.
-Eres un loco. Me dijo y me beso con lujuria.
Correspondí a ese beso, fundiéndonos en uno solo ser llenos de lujuria. Metí mis manos entre su short para acariciarle sus suaves nalgas, confirmando que no traía pantaleta. Se las apreté y atraje más a mí. Me abrazo con más fuerza mientras su respiración se oía acelerada y su pecho se apretaba con el mío. Estaba excitado y mi verga estaba súper dura debajo de mi pantalón que hacia tremendo bulto y presionaba la puchita de Esmeralda, quien al sentirla comenzó a mover despacio sus caderas, frotándola sobre mi duro bulto.
Saque mis manos de su short y las metí debajo de su blusita, mi cuñada se separó de mí, me miro con sus bellos ojos llenos de pasión, lujuria y perversión. Me sonrió y le correspondí, levante su blusita y se la quite sin que ella se opusiera. Que bellos pechitos, blancos con sus pezoncitos rosados y pequeños.
-Que hermosas tetas tiene.- Le dije.
-¿Te gustan?- Contesta ella.
-Bastante.- Le respondí mientras le daba un beso en su pezón derecho y otro en el izquierdo. –Te deseo Esmeralda, deseo hacerte mía desde que te conocí.- Le dije.
Ella solo me miro y sonrió. –Hazme pues tuya…cógeme todo lo que quieras.- Me respondió. Una respuesta que no esperaba tan fácil de ella. –Pero hazlo en su cama.- Insistió. Asentí con la cabeza y una sonrisa. Ella se puso de pie y me tomo de la mano, antes de pararme la jale hacia mí y quedo de frente, agarre su short y se lo quite, quedando completamente desnuda frente a mí ahí en plena sala. Esmeralda solo sonrió, acerqué mi cara a su depilada puchita y le di un beso, haciendo que de sus labios escapara un suave gemido. Luego la hice girar y le bese sus bellas nalgas, me puse de pie y nos dirigimos a la recamara de mi novia Saraí, recamara que comparte con Claudia su hermana menor. Al entrar veo dos camas desarregladas, Esmeralda me enseña la cama de mi novia, la cual tiene un poco de ropa, la cual se ve limpia a falta de arreglarse y guardarse.
-¡Mira! Estos son los calzones de tu novia jajajaja.- Me enseña unas pantaletas de tamaño normal de color amarillas.
Le sonrío, se las quito y las arrojo a la cama, donde arrojo también a mí cuñada. Ella me mira y sonríe mientras le separo las piernas y veo su preciosa puchita rosada, me arrodillo al pie de la cama y hundo mi cara entre medio de sus bellas piernas. Le doy un beso en su ya húmeda puchita, luego otro. Oigo como empieza a gemir, por lo que ahora con mi lengua hurgó entre sus labios íntimos, explorando y saboreando sus ricas mieles. De arriba abajo entre sus labios, luego la meto en su cuevita…que rica esta esa puchita, tan rica como la de Lety. Sigo lamiendo, hundiendo mi lengua en su cuevita una y otra vez, luego busco su botoncito y lo jugueteo haciéndola gemir con más fuerza. Sus piernas se abren más y sus manos agarran mi cabeza y la empujan contra ella, para luego cerrar sus piernas y aprisionarme con fuerza. Le chupo, succionando toda su puchita, lamo, jugueteo con su botoncito mientras sus gemidos son escandalosos, tanto que incluso hasta los vecinos tal vez la pudieron escuchar. Es fogosa Esmeralda. Subo mis manos y acaricio sus tetas, duras y aterciopeladas. Pellizco con suavidad sus pequeños pezones rosados, lo que la hace gemir, mientras sus caderas se agitan, suben y bajan pero sin soltar mi cabeza hasta que explota en un rico orgasmo. Así como estoy, hincado al pie de la cama me despojo de mi ropa, quedando desnudo y con la verga dura y goteando líquido. Me levanto ya desnudo, Esmeralda esta con los ojos cerrados, gozando aun de ese sublime orgasmo e imaginando lo que está por venir. La tomo de sus piernas y la jalo un pocos más a la orilla, ella separa más sus piernas y apoya sus pies en la cama, me acomodo entre ellas, agarro mi verga y se la tallo en su empapada y pequeña puchita, lo que la hace de nuevo gemir.
-¡Ya! No seas malo, ya métemela.- Me dice entre jadeos y su acelerada respiración.
La dejo quieta, se la centro y poco a poco se la voy metiendo. Que empapada y caliente esta, pero sobre todo, que rica y apretada. Despacio la voy penetrando, saboreando cada milímetro de su vagina. Se la meto casi toda, ya que la punta toca el fondo de su matriz, entonces me quedo quieto, sintiendo como palpita mi verga y corresponde su vagina.
-¡Que rica estas cuñadita, que rica!- Le digo.
-¿Te gusta?- Me cuestiona.
-Mucho, estas bien exquisita.- Le contesto.
Comienzo a metérsela y sacársela poco a poco hasta el fondo, disfrutando cada suave gemido de sus labios. Le levanto las piernas, sosteniéndolas sobre mis brazos y poco a poco arrecio mis embestidas, chocando mis huevos contra sus nalgas. Que maravilloso panorama ver como entra y sale mi verga de la puchita de mi cuñada. Sus manos acarician sus pechos, los estruja, pellizca sus pequeños pezones, los jala ligeramente, sube y baja sus caderas al compás de mis embestidas. Arrecio la penetración y de un solo golpe me detengo, golpeando con la punta el fondo de su matriz, ahogando en sus labios un suave y prolongado gemido. Bajo sus piernas y…
-Ven, ponte de rodillas a la orilla de la cama.- Le indico con mi respiración agitada. Ella obedece pronto, le digo que baje su pecho al frente, pero ella apoya las manos sobre la cama.
-¡No! Baja el pecho y apóyalo sobre la cama.- Le corrijo y ella obedece.
Que hermosa vista de sus caderas, sus nalgas, su puchita rojiza y abierta por mí verga, así como la flor rosada de su culo. La tomo de sus caderas, le centro la verga en su puchita y de un solo golpe la vuelvo a penetrar, bombeándola enseguida con fuerza. Mi cuñada Esmeralda no para de gemir y jadear. La bombeo con fuerza, golpeando el fondo de ella una y otra vez. En eso, gira un poco su cuerpo y me lanza a la cara una prenda, que luego cae en sus caderas. La tomo y es la pantaleta amarilla de Saraí, la cual agarro, saco mi verga y me la limpio en el rectángulo íntimo de la prenda, luego hago lo mismo sobre la puchita de Esmeralda. Mi cuñada solo se ríe de mi acción, por lo que vuelvo a meterle la verga en su puchita y sigo bombeándola con fuerza por un rato más, hasta que se la saco y me tumbo sobre la cama, entonces mi cuñada se sube sobre mí y comienza a cabalgarme con fuerza, luego se detiene y sus labios se funden con los míos en un apasionado beso. Vuelve a cabalgar, sube y baja sus caderas, enterrándose con furia mi verga. No tarda mucho en que ella se baja y se tumba de nuevo boca arriba sobre la cama, nuestros cuerpos sudorosos muestran señales de la lujuriosa batalla que aún no termina. Me paro de nuevo, le separo las piernas y vuelvo a penetrarla con fuerza, pero esta vez apoyo mis rodillas al filo de la cama, haciendo que mis muslos separen sus piernas y rodeen mi cintura, me abrazo a ella mientras nuestras bocas se buscan con desesperación para fundirse lujuriosamente.
No paro de penétrala, de bombearla, de meterle y sacarle la verga de su exquisita puchita, hasta que por fin estalla ella en un sublime orgasmo que la hace gemir suave y prolongadamente, al tiempo que mi verga hace erupción dentro de ella. Al sentir mis caliente líquidos, ella se aferra a mí, me abraza con fuerza mientras bombeo más y más hasta acabar todo dentro de su puchita. Sigo bombeando, hasta que ya no siento salir ni una gota. Entonces sus manos toman mi cara y me comienza a llenar de besos. Luego para, nos miramos y veo que unas lágrimas corren por sus mejillas.
-¿Qué pasa?- Le pregunto.
-Nada.- Me contesta.
-¿Por qué lloras?- Le insisto.
-Me has hecho muy feliz.- Me contesta y vuelve a besar.
Luego nos levantamos y nos fuimos a bañar, donde no dejamos de acariciarnos, besarnos. Que rico es acariciar sus caderas debajo de la regadera, sus nalgas, sus muslos. Entonces ella se separó y fue bajando, besando mi pecho, mi abdomen, hasta ponerse de rodillas y agarrar mi verga con sus manitas y comenzar a chupármela, poniéndomela dura de nuevo al instante. La chupaba despacio, pero con ansias. La chupaba casi toda, una, dos, tres veces, luego se la sacaba y lamia mis huevos uno a uno, luego volvía a chupármela. Cuando ya la tenía bien dura y erecta, se paró y me pidió que se la volviera a meter. Apoyo sus manos sobre la pared, separo sus piernas y me coloque detrás de ella, la tome de las caderas y de un solo golpe se la metí, penetrándola con fuerza. Sus jadeos y gemidos eran fuertes, podían escucharse por toda la casa. Después de varias embestidas, me pidió volver a chupármela, así lo hizo, luego la volví a penetrar y bombearla con fuerza una y otra vez, hasta que estalle dentro de su puchita. Buenas cantidades de leche se descargaron en su ya de por sí, llena matriz. Cuando ya deje de bombearla, se la saque, ella se arrodillo y comenzó a chupármela de nuevo, hasta dejármela completamente limpia.
Nos terminamos de bañar por fin y saliendo desnudos del baño, yo me fui por mi ropa al cuarto de Saraí y ella a la sala por su ropa, cuando me estaba vistiendo, mi cuñada llego y me indico que fuera con ella, la seguí y me mostro su recamara y su cama donde me tumbo y por un rato nos fundimos en apasionados besos, luego agarro y me puso una pantaleta rosa en la cara.
-Esta es mía.- Me dijo un entre seriedad y risa.
La tome y aspire su aroma. Luego la metí entre mis pantalones y mi trusa, arropando mi verga.
-¡Hey!- Me dice.
-¿Si la quieres, vendrás por ella a mi casa?- Le digo sonriendo.
-Soy capaz, solo dime cuando y voy a tu casa, aunque te quedes con ellas.- Me contesta.
-¿te parece el martes?- Le pregunto.
-¡De acuerdo! ¿Saliendo de la escuela a las doce?- Me afirma.
-¡Así quedamos!- Le contesto.
Ya terminamos de vestirnos y salimos a la sala. Eran ya casi la una de la tarde y no tardaba en que llegara Angélica o Lety. No querían que pensaran algo o que se pusiera celosa Lety, por lo que decidí retirarme, no sin antes fundirnos en apasionados besos. Llegado el martes fue mi cuñadita a mi casa y ahí fue otra historia.
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